El año de la rata de Mariana Enríquez&Dr.Alderete (Libros del Zorro Rojo, 2021) parte1

En El año de la rata hay látex, un combo de variedades llamado Damas de Piedra, bailanta, juguetes cargados de ácido, la sustitución del feminismo por la raza extraterrestre de las Daianas, Bruno Díaz travestido, el Dr. Alderete poniendo velas a Hugo Sánchez y una pollera colera, pasados de agua de panela, máscaras y más máscaras, algunas son pieles y otras son personajes escapados de otras obras de sus autores. Nunca imaginé que dos genios podrían entrar en simbiosis. El fin del mundo pasó hace un par de años y todavía no nos hemos dado cuenta. Mariana Enríquez que estás en los cielos.

Un hombre y una mujer, sonidos hipnóticos al lado del volcán: mixtape exclusiva que les acompañará durante la lectura, hagan buen uso de ella.


En El Año de la rata las páginas tienen la textura de un bestiario, de museo y opereta, de caravana con vendedores de crecepelo y mutantes obtenidos a base de aguja e hilo. La imaginación del lector es fundamental para que no se noten las cuerdas y demás efectos especiales de esta película de bajo presupuesto. El espectador es una bestia más que se deja exponer al pasar las páginas, resultado del lavado tóxico diario, de la ingesta convulsa de leyendas urbanas y lecturas de creepypastas en oscuros foros de internet, con su boca sucia y sus ropas harapientas, con su apetito insaciable y su naturaleza presumida en una dualidad psicótica. Armas y máscaras, efectos especiales o cartoneros en las calles, ¿qué es más barato? ¿Qué es más realista? La falta del aire o la del látex. Todos los que sabemos algo de química asumimos que el hielo, que el frío, quema más que cualquier fuego, sea el cuerpo de una mujer dormida o las jeringuillas olvidadas en el suelo. Charlotte cubre y enseña, es un sino en este libro, El año de la rata.

La mezcla de contaminación asiática y látex o plástico o cualquier compuesto artificial que se pegue a la piel, es como un Godzilla de imitación que flota sobre aguas ricas en polonio. Godzilla con un pantalón corto, roto, como el de La masa cuando se enfurece. En El año de la rata hay conexiones a lo largo de todas las páginas e ilustraciones. La aparición de las Daianas es la primera muesca en el Enriquezverso: clones de belleza hueca, pasadizos en el interior de la carne, ausencia de carne en realidad. No puede faltar en un libro de genios, destinado a revisar el folklore oculto del Cono Sur algo de metraje encontrado, si es con piratas y vodka mucho mejor. Los siguientes personajes del universo compartido son las Damas de Piedra, malabares y giras, comezón y ligues internos, más vacíos y huecos en las piedras que transportan. Suenan a grupo villero, con teclados que son máquinas de matar fascistas, como el que lleva Pablo Lescano. Nadie quiere hablar de la posibilidad de que los sonidos que emiten las Dainas sean, en realidad, oraciones para el regreso de los primigenios, en especial «En la Ciudad de R’lyeh, el difunto Cthulhu, espera soñando». El delfín de vida acuática desciende al averno, no sabemos si es amante, alimento o sacrificio.


La parte del creacionismo y los animatronics de que dan vida a los personajes de la Biblia es una mezcla entre Westworld, Guerracivilandia en llamas de George Saunders y el parque de atracciones Tierra Santa que hay en Buenos Aires y que puedes ver si vas en colectivo camino de la UBA. Pero si creemos los pasajes del Antiguo Testamento -en breve aparecen los Nefilin, tranquilos-, ¿por qué no pensar en la recreación del Unitorio, como una broma, como los bebés que nacen con cola -¿tendrán cinco dedos? Quizá me estoy adelantando un poco-, pero no puedo evitar pensar en Hellboy serrándose los cuernos de demonio y usar ese polvillo en el mercado negro con posibilidades varias: estimulantes sexuales, drogas naturales… como el vinagrillo, entomología noir, a la altura del dengue, la sangre negra y el esperma blanco, como las Damas de Piedra digan. Si vas a Jamaica pregunta por Haití, les encanta que el hombre blanco lo confunda. La primera sirena te convencerá, la segunda golpearará tu cabeza contra el suelo. Descendencia de las Daianas, hijos por deseo, rayos y telequinesis… autómatas a los que se les permite la multiplicación, ¿Qué otro nombre se le puede dar a un hijo así que «El deseado»?

Mariana y el gigante de la Patagonia, con una mezcla de Eric Von Daniquen con André, el secundario de la Princesa prometida, que terminó dedicándose a la lucha libre o su sucedáneo del cono sur, Jorge González, ambos con su propia figura de acción, de valor incalculable -sobre todo si se guarda en su empaque original, como una virginidad mal entendida-, una especie de versión suavizada de los Nefilin, hijos de los ángeles tras mantener relación carnal con las mujeres humanos, malditos como el tebeo de Jason Aaron. Descomunal y monstruoso, enigmático como el pie de piedra quebrado que se veía en la costa en uno de los primeros episodios de perdidos.

 

«Baile y más baile. El Doctor imagina los números volando por el éter, rodeando el mundo como si la Guerra Fría nunca hubiera terminado, ristras de números al azar, convergencia de sucesiones para dar lugar al cuerpo de los reales, señales al espacio, ¿existe lo aleatorio en un mundo tan euclídeo como el Mariana y Acerete? Ellos son los dueños de todo lo que los rodea, de los espíritus y los santos, de los santitos y las vírgenes, de las esquinas donde se esconden los que solo pueden verse en el breve instante de coincidencia entre su dimensión y el rabillo de tu ojo».

 

Muchos aprendimos qué era Tandil gracias a una canción de Andrés Calamaro, antes de la bohemia y la panza de cincuentón, cada lugar tiene sus ritos y su importancia solo crece a través de la admiración, como los dioses que pierden su mortalidad en una partida de cartas cuando van todo o nada con las almas de los últimos que los siguen rezando. Esa sí que es una buena convertibilidad, no la de Menem: almas por euros.

Si el Sol negro cubre el Estadio Azteca, allí donde todavía hay devotos que sigue escrupulosamente las cábalas del Doctor Bilardo -otro doctor como Alderete-, dos seguidas para el tercer doctor, Feelgood, como se llamaba cuando dispensaba recetas en las primeras páginas del Zona de Obras, donde, por cierto, compartía consulta con Alderete, cada uno en su zona privada, libre de narices ajenas. Si no está grabado en cinta magnética solo existirá mientras vivan quienes los recuerdos. La muerte sí que es olvido. Siento la llegada de las Daianas, que son parte de la novela río que es El año de la rata, personajes que forman parte del Enriquezverse y que busco en sus otros libros, en el fondo de Chicos que vuelven, en los cementerios, entre las piernas de Silvia Ocampo, donde apagaba el faso Pizarnik antes de rebuscar en el bolso algunas dulces gotas de Pervitin, el queroseno que compartía con Tanguito.

Las Daianas se han acomodado en mi cabeza junto a los personajes de un tebeo de Hellblazer, Sangre maldita, Sangre azul, donde el viejo John Constantine tiene que lidiar con una conspiración de genética real y con una secta de seguidoras de Diana de Gales, las Dianistas. Al final todo es cuestión de sangre, brujas que se frotan los genitales con estramonio y sirenas que se suben a una escoba como si fuera una guitarra twang. Gente topo, como en los Cuatro Fantásticos, en el Hotel Plaza Francia bailan Horacio Fontova con Sandra Mihanovich mientra toca el piano el hombre que sustituyó a Charly García en La Máquina de hacer pájaros después de un accidente de avión mortal. En el terror siempre funcionan las espejos y los niños, el terror que te llega a la rodilla, la idea de que bajo nuestro suelo hay unos morlocks como en los tebeos de la Patrulla-X que sobreviven en la red de cavernas urbanas, viejos planos de vías de metro descartadas: un hombre topo que los libere a todos y Rodolfo Fowgill en la eternidad añorando el pequeño diamante que aquella muchacha punk llevaba en la nariz.

Dormíamos, enamorados, todavía sin hijos, en una casa que no era suya del todo, y yo le proponía acertijos, le ponía a Peter Murphy y le preguntaba por escuelas de diseño de vanguardia. Terminar detenidos por la policía de Los Ángeles en una autopista, puesto de cristal, con su coronilla cada vez más avanzada, mientras les canta Nightclubbing a los agentes esperando que alguno sea fan de Iggy Pop.

After Moore, una manera de medir el tiempo utilizando al hombre de la barba, el mesías de la orquídea negra, el adorador de la serpiente. Volvemos al terror de los niños, el hombre de los caramelos, un astronauta pulp según un diseño de Oesterheld para una figura de acción bootleg que se venda en un tianguis de Aguascalientes. Los materiales, el molde y la manufactura es toda Made in China. Philip K. Dick se fabricaba ácido fundiendo figuras de Star Wars fabricadas por Lili Ledy.

«Porque los juguetes son como herramientas de cultos animistas, con ellos puedes representar el folklore y la mitología que desees y, ayudado por algún ritual grabado una cinta VHS recuperado de las cubetas de una tienda en alguna galería del subsuelo de Buenos Aires, hacer que las voces que las figuras guarden sean extractos del Necronomicón. No seré yo quien recuerde a la señor Enríquez que durante los años en los que Jorge Luis Borges fue director de la Biblioteca de Buenos Aires se adquirió un ejemplar de la traducción latina del libro del árabe loco Abdul Alhazred».

En realidad, la historia de la muñeca sexual no es más que la continuación de la paranoia y el animismo juguetero. Todo está conectado en el Enriquezverse, los dobles de la filosofía alemana responden a la callada temática de los niños desaparecidos que vuelven: primero el estupor, luego la tranquilidad y termina con la paranoia. En los reflejos me viene a la cabeza algunos poemas de Alejandra Pizarnik que luego olvido rápidamente, me quedo con la manera amorosa con la que Wendy cosía la sombra a los pies de Peter Pan para que no volviera a escaparse. Peter Pan o Peter Punk, esnifando a escondidas polvo de mariposa y Rodrigo Fresán -que al ser este texto una acumulación desordenada de estratos y referencias no tengo claro si ha aparecido o está todavía por aparecer-, escribiendo Jardines de Kensington.

Qué aburrido es Fresán cuando se pone anglófilo. Costumbres argentinas en el Ópera, un coche en el que también vaya Federico Moura y los gemelos Bang-Bang camino de recoger a Pipo Cipollati y acabar en una fiesta privada en Prix d´Ami. ¿Es tanto pedir, cazador de ballenas? La sobra y el doble es una modificación sobre lo anterior, como si esperase una revuelta.

¿Quién, alguno de los doctores? No, los niños perdidos. Es la gravedad la causa de todas las desgracias domésticas, por eso las casas, cuando cobran vida, amenazan a sus habitantes para que hagan buen uso de ella si no quiere convertirse en un mueble más. Volvemos al Enriquezverse para recordar que alguna de esas casas de dos alturas, con jardín invadido por las malas hierbas, tienen más de portal que de habitáculo para la vida.

La próxima semana nos sumergiremos hasta el fondo de la laguna, espero que disfruten

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