Viaje al centro del cerebro de Eric Jiménez

He conocido a músicos, algunos de una división parecida a la de Eric y es todo cierto. Músicos de pop, miembros de bandas que viven al límite, es la electricidad, el sonido del monitor, tratar con técnicos de sonido con pantalones cortos en el más frío invierno que sonorizan mirando al tendido, como los buenos toreros. Músicos que viven al límite, al límite castizo y regional de un país de cuarenta millones de habitantes, con cedes que se utilizan para el lanzamiento contra palomas o para cortar la blanca, la marrón o el gelocatil. Vida en streaming, vida gratis, copas gratis. Son una raza distinta, desde el grupo maquetero más tirado a la banda con más hits desde Los Brincos… gente que está en un pueblo perdido de Extremadura o en el centro de Berlín, son las cuatro de la mañana, no tienen batería en el móvil ni dinero en el bolsillo… y en la encrucijada demoníaca de volver al hotel ─se ven las luces cálidas a unos pocos pasos─ o subirse al coche de un desconocido porque alguien que ha conocido después del concierto les dice que hay una fiesta en casa de alguien en las afueras no lo dudan ni un segundo y saltan al asiento trasero mientras preguntan si alguien lleva algo. Los que acabamos opositando para profesores de secundaria nos fumábamos el último pitillo antes de subir a la habitación, mandar un whatsapp a nuestra novia y buscar entre los canales de la tele del hotel algún canal erótico. Seguimos vivos. Ellos también. Eric está vivo. Como Elvis.

Eric amaba a su madre. La visitaba en una residencia. Ve cómo se apaga. Pasa, como tantos otros, de hijo a padre y se siente frente al abismo. Lo has exprimido todo y ahora, ahora qué, ¿le damos la vuelta al calcetín y hacemos como que no ha pasado nada? Hay belleza en la madurez, en intentar seguir hacia delante en la vida.

“Tengo más miedo a los muertos que a los vivos. Miedo del muerto más que de la muerte, miedo a la ausencia porque es la semilla de la angustia. Eric ha podido ser la sonata percutiva de nuestras vidas, un paradigma tóxico, quizá un poco estigmatizado, pero ha sabido envejecer y eso le honra, haciéndole único, sincero, saber expresar sin adornos la terrible tristeza que le produce la soledad, sin su hija, sin su madre».

Eric está en la habitación de un hotel. Nunca con Jota, siempre con Florent. Siempre hay uno de la banda que habla poco, pero la lía más gorda. El aura de ligeramente ausente ─por no decir alelado─, funciona de maravilla. Los argentinos vacían el minibar y pasan al lexatín, los españoles buscan y buscan en el infinito digital alguna señal divina: predicadores o teletienda, capitalismo envasado, hambre eterna. El Mariscal Romero subido a la mesa soñando con ser Mick Jagger y pareciendo una banda tributo a los Burning. Más rock que el rock. Johny Burning con gafas de sol y chupa de cuero en el un garito de Zaragoza en agosto. Deshidratación avanzada. Eric sustituye la amargura con palotes. Eric en una gasolinera española. Las gasolineras españolas tienen surtidores y prometen golosinas y cheetos. Nadie rellena la petaca ni orina. Gominolas para aguantar el aburrimiento, los Flaming Lips en su carrera por el precio. En un relato Félix Romeo se imaginaba que el sonido del parabrisas en plena tormenta era un arreglo para la canción de Mogwai que sonaba en la radio. Eric saltando sobre las líneas discontinuas, marcando el ritmo sobre las baldosas que sean números primos o múltiplos de tres. Santos que yo te pinte. La furgoneta como un microcosmos donde el aire se carga de aburrimiento y apatía. Todo es repetición y dificultad para dormir. La verdadera estrella de rock es la que no tiene que cargar ni descargar monitores. Pero en la 1ºB todavía tienes que ir montado con cuatro o cinco tipos más durante ocho horas en un cubil. Una fuente de anécdotas para el sediento.

«¿Recuerdas a Enrique Morente soñando la Alhambra? Todo era blanco y el silencio cubría Granada el día que murió el maestro. Morente como un personaje de Canal Sur postmoderno. Artista y personaje. Y Eric parte de la corte, con personalidad propia, sediento de orujo y noche. ¿Pero tienes que hacer algo mañana? Pues entonces, ¿por qué te vas? «

En Madrid, en la Sala Maravillas, las pastillas, la cocaína, el pop de piruletas, los cuarenta son los nuevos treinta y ya eras viejo cuando los Planetas sacaron Una ópera egipcia. Yo solo fui joven con mi TDK de 60 minutos en la que grabé Una semana en el motor de un autobús. En el vapor del katovit no había dolores de cabeza, ni resacas y el amor era sexo y viceversa. Belleza en la música, en cómo la disfruta Eric, como la paladea, en todas las bandas, atrapándola usando cualquiera de los sentidos disponibles, ahora liberado de tóxicos y estupefacientes, todo funciona mejor. Es notable la capacidad que demuestra para asociar a cada una de las canciones o de las épocas una sensación más que una paleta de recursos técnicos. Casarse en Granada, vivir en Granada. La ciudad del frío y del vicio, del turista y el comparsa, del rock y el flamenco. Granada es ADN, una parte tan importante del libro como si el libro en realidad hablar de Granada. Granada como un personaje más en la vida de Eric, parte de la banda sonora de la vida de todos los que éramos jóvenes en la España de los noventa. Granada de blanco y de turbina y de ángeles, de ríos y de Tokyo, del Flamenco, la Semana Santa, los grupos con tres letras, García Lorca y Joe Strummer.

Un rockero con hijos. De Granada a Cantabria, el hombre que no duerme porque su hija se marcha, no mide la distancia si es por cariño. Padre que ya solo divide su corazón entre sus seres queridos, que da golpes a la vida esperando que se los devuelva. ¿No es eso la canción pop? Resumir en unos minutos toda la intensidad de la vida, la canción pop como destilado de las semanas, de los meses en los que no sucede nada. Tú puedes levantarte, ir a trabajar y volver a casa. Una hija que puede ser seguidora o bajista o casarse con el batería de la banda. ¿Mi hijo tendrá más éxito que yo? ¿también esconderá las melopeas y se mojará la cara en una fuente antes de subir a casa? ¿Qué hago si me doy cuenta de que lleva la nariz reseca y los ojos de batracio? El egoísmo desaparece con el amor filial.

«El amor filial solo te regala una sensación de pánico absoluto. Vives aterrado y conoces la entrega pura. Aunque a veces le pongas un poco de melatonina en el biberón para que se duerma pronto y te deje sentarte a escribir esta reseña que llevas con retraso.»

Eric ha sido batería de Lagartija Nick, de los Planetas y Fangoria. De los Evangelistas y de Fuerza Nueva. Antonio y él han sido la sección rítmica de nuestra vida. Pero también ha sido Rey Melchor en una cabalgata de Reyes. Yo, que vivo en un pueblo de 1999 habitantes, me he empadronado para que me permitan ponerme la barba y salir a lanzar caramelos. La Noche de Reyes es una de las tradiciones más hermosas que tenemos en España. El duro Eric, de payaso triste, escribe una de las mejores estampas costumbristas del libro, bien hilada, emocional… ¿Es Eric una persona tradicional? Para ser batería de los Planetas bastante. Quizá, volvemos al tema más importante desde el COVID, estamos dándonos cuenta que querer tener una familia, un trabajo y estar tranquilo con nuestras cosas, disfrutando de los presentes, recordando lo mejor de los ausentes, no sea reaccionario. Que sea la vida, sencilla, nada más. Que cada uno elija vivir como quiera y si yo quiero hacerlo de una manera tradicional, quizá el fascista eres tú por censurarlo.

En el episodio de Fuerza Nueva con el Niño de Elche hay un breve debate sobre libertad, expresión, capacidad de epatar o hacer el ridículo vestido de falangista. En estos tiempos es más provocador fumar un cigarrillo en una serie de Netflix que gritar Viva Franco. Lo que pasa que lo segundo vende más. Y se olvida antes. Todo se olvida tan rápido que no merece la pena ni intentar provocar. Llamar negro a un negro, hacer de angelito de Machín, asumir que un loco, como todo buen loco, siempre llevará más ropa de la necesaria en verano: eso sí que es un saber vital ineludible que debería transmitirse de padres a hijos. A veces no entiendo España y vuelvo a contar a toda la gente invitada a la fiesta y los euros de mi cuenta corriente y recuerdo que una vez estuve en el camerino del 8 y medio con medio gramo de speed que acabé tirando porque nadie quería.

Como una autobiografía al uso busca en el humor social algo de complicidad, la frase cumbre: “He conocido mascotas y animales, aunque los mejores han sido las de la música”. Habla de mascotas locas y de mascotas suicidas, de los que parecen ser juguetes o de los que parecen poseer vida propia. El amor viene y va, pero al final solo vale si se queda. Eric, que es capaz de pedir a domicilio una hamburguesa del McDonalds, pero una de las sencillas, un Happy Meal, de las que llevan muñequitos. Ya contaba en el primer libro que lo que más le gustaban eran las golosinas y los hot dogs.

También decía que una vez se enfrentó a un tipo con aires peligrosos diciendo que era amigo de Ice T. Yo no sabía qué había detrás del colega del Dr.Dre, ahora estoy escuchando The Chronic y no me impresiona nada. Volvamos a las golosinas, a los palotes y a ver la Alhambra el primer día del resto de tu vida. ¿Sencillez o vulgaridad? Haz lo que quieras, pero deja en paz a los demás. Es por eso que me gusta Eric y me gusta leerle, aunque este libro tenga mucho menos jugo que el anterior.

Quizá la parte que peor funciona es la del confinamiento. La idea de la Autosuficiencia, de Parálisis Permanente en una cinta TDK, el presidente del Gobierno saltándose la Constitución y todos encerrados, tarde, mal y nunca. Critica los aplausos a los sanitarios o critica a los sanitarios o critica a los que aplauden a los sanitarios. Para una vez que el país más cainita del mundo se pone d acuerdo. Se puso de acuerdo en aquel momento y después se ha puesto de acuerdo en decir que todo aquello de los aplausos fue una tontería. Aquí cojea por reflexiones de todo a cien: odio al rico y al sistema. La muerte de los pobres y los mayores durante la pandemia. Podría servir para las letras del nuevo disco de Los Planetas. Si se muere un expresidente del Real Madrid y enferma Donald Trump aquí estábamos amenazados todos. O el Rey o la mujer del presidente o… han pasado tantos meses que ya no sé quién murió, quién enfermó o quién solo hubo rumores. El sistema no se destruye, hay que luchar por mejorarlo. Pero bueno, la moralina para tus amigos dirás. Tienes razón.

«Por lo menos no se calla con la estupidez de los grupos que aprovecharon para hacer canciones online durante el confinamiento y demostrar que, pase lo que pase, la conexión a internet aguantó en un apocalipsis: “Nosotros somos el supermercado del alma y vuestro álbum de fotos”

Esa parte del libro es un mejunje de idas y venidas que rompe con toda la sensatez que había demostrado hasta ese momento. Como si fuera un compositor con segunda residencia y piscina luchando contra el sistema que se la permite. Silbando el ritmo y la melodía a la vez. Pero sabes, aquí cada uno dice lo que quiere y, lo más normal, es que los que lo lean piensen que tiene la razón y yo, que estoy escribiendo esto no sea más que un reaccionario. Que cada socialdemócrata compre el ticket VIP y el vinilo con temas extras y maquetas hechas con el bajón de la anfetamina. Y que cada uno eche la culpa al otro.

¿Qué ha pasado con tu vida, Octavio? ¿Me lo preguntas a mí, Eric? Yo también tengo un hijo y vivo tan lejos de todo que a veces se me olvida cómo era la vida antes. Debería buscar alguno de los textos que escribí en aquella época, seguro que se han quedado calvos y han ganado peso… me gustaría que alguien le escribiera canciones a mi hijo que le provocaran las mismas sensaciones que provocaron las tuyas a mí. ¿Qué esperas de la vida, Eric? Has triunfado, sigues vivo, no provocas vergüenza ajena como otros compañeros de generación, tienes un bar al que la gente peregrina y sigues pudiendo evitar los viajes en autobús, te montan la batería y te la recogen ─y si no lo hacen, yo me gastaría algo en contratar otro pipa─.

«¿Te doy las gracias? Lo haré, gracias por las canciones, por el ritmo de aquellas canciones, que alquilamos para montar las fiestas en nuestros sueños ─algunos vendimos los sueños, otros los perdieron una noche de malos tragos, algunos compran reediciones caras y de lujo en cedés que no vuelven a escuchar porque ya no tienen ni tiempo ni reproductores adecuados─, que usábamos para poner título a relatos tristes y como excusa para intoxicarnos con libreto de instrucciones.»

Gracias al servicio de prensa de Plaza&Janés por el envío del ejemplar.

Gracias a Eric. Gracias a las canciones con los Planetas. Por las que me hicieron feliz y por las que me hicieron darme cuenta de la contradicción de Occidente.

1 comentario · Escribe aquí tu comentario

  1. Dice ser Diego

    jejeje creo que todos hemos soñado alguna vez con ser Mick Jagger….
    Un abrazo enorme 🙂

    04 agosto 2021 | 2:12 pm

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