José Ángel Esteban. Señales de los rincones de la cultura. Y, por supuesto, hechos reales.

Archivo de octubre, 2006

Ganadores y perdedores

Él estaba en la cola de un cajero y yo he respondido a su saludo. Es una de las estrellas del mundo hispano en internet, reciente ganador de un premio de los quedan en la historia y amigo intermitente desde hace muchos años, cuando todavía no tenía carné de identidad. Y si está en racha habla como un torrente: «Vengo volao, ¿tú sabes lo que es Second Life? Exacto, un mundo virtual, escoges una personalidad, una apariencia, un muñeco, te apuntas, te conectas y te relacionas con otros personajes, otros muñequitos. Otra vida. Bueno, pues acabo de construir una urbanización a pie de mar en la playa de la MTV. Porque resulta que la MTV tiene una especie de paraíso en Second Life. Yo he llegado allí, quería hacerme una casita, una cabaña, pero no había nadie, he empezado a construir y he levantado un imperio. La playa, vamos todo el paraje, con el monte, las palmeras, la arena, todo era de la MTV, pero estaba tan fácil, que no he podido resistirme». Mas detalles y llegamos al final del cajero. Había una embarazada, dos turistas nórdicos y una chaval sin fondos. Le toca. Me espero. Ha seguido hablando de mundos perfectos hasta despedirnos: parece que va a derribar su urbanización porque no quiere problemas con la MTV. Me parece bien.

Antes de irme, descubro una pegatina encima de la pantalla del cajero: No tendrás casa en la puta vida. Manifiéstate. Todavía quedan ecos. Luego he girado la calle y me he topado con seis agentes de la policía municipal. Ordenaban, vigilaban y protegían la cola de indigentes que cada tarde se forma junto a la puerta de un comedor de beneficencia. En los últimos días algunos vecinos les han apedreado. Molestan.

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De lo que se quiere y de lo que se tiene. De lo que te empeñas en desear y de lo que puedes alcanzar. De eso trata Pequeña Miss Sunshine. Uno quiere ser piloto, otro vender un manual para el triunfo; uno quiere explotar la vida hasta el último día, otra ser reina de la belleza; uno quiere ser estrella académica, otra quiere tener una familia normal. Que lo consigan o no es lo menos importante. Lo mejor es que los seis personajes -un gestor de éxitos fracasado, un abuelo drogadicto, un proustiano traicionado, un adolescente nitzscheano y mudo, una madre adicta al pollo frito y una niña con miedo a los helados- se meten en un viaje absurdo para llegar a un concurso donde los niños son expuestos como si fueran adultos de silicona y la victoria depende de una sonrisa frigorífica. Allí todos los deseos estallan y todos los fracasos dan lecciones: cuando se hace un viaje siempre se encuentran respuestas. Los directores, Jonathan Dayton y Valerie Faris, se han hartado de hacer video clips, pero no se les nota. Mejor. Una comedia amarga hecha para los festivales independientes empeñada en convertirse en un éxito grande. Y además sale Toni Collete. Una debilidad.



El hombre secreto

Cine secreto, de ese que sólo se ve en festivales. Lástima. En el in-edit de Barcelona hay música y mucho más: experimentos narrativos como el de los neoyorquinos Beastie Boys que repartieron decenas de cámaras entre los asistentes a uno de sus conciertos y con eso montaron el documental; intimidades como las que Steward Copeland muestra sobre The Police en una película hecha con las filmaciones amateur del ex-batería; disquisiciones sobre la existencia del xixon sound, las peripecias de unos músicos en un campo de refugiados de Sierra leona, o los viajes clandestinos de las música en Afganistan. En fin, todas esas cosas que luego será dificilísimo encontrar. Y, claro, la película sobre Leonard Cohen que, tal vez, se estrene luego en circuitos más accesibles: I´m your man. La banda sonora si está editada, en un album de versiones de casi todos sus clásicos, una recuperación de lujo lejísimos de la rutina en la que han intervenido gente tan diversa como Antony (sin los Johnsons), Rufus y Marta Wainwright, Jarvis Cocker, Nick Cave, Beth Borton y, bueno, los ubicuos U2, con Bono metiendo y metiendo la cabeza.

La película recrea tres conciertos con esos y otros nombres pero incluye además, y creo que por primera vez, al hombre que ha sido tantas cosas y sobre todo él mismo: sexo, drogas, fama, zen, muchas canciones, noches de alcohol, de traición, de desengaños. Y de poesía:

Entre los miles
que son conocidos,
o que quieren ser conocidos
como poetas,
quizá uno o dos
sean auténticos
y el resto son impostores,
rondando por los recintos sagrados
tratando de parecer genuinos.
No hace falta decir
que yo soy uno de los impostores,
y ésta es mi historia.

De momento, viva You tube. Viva. Viva. Y viva.

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Cuando ya es tarde

La fotografía debe evitar que comprendamos la historia cuando ya es tarde. Gervasio Sánchez se pone esa cita como espejismo en su camino: es un fotógrafo que vive en guerra contra la esquematización, la frivolidad y el espectáculo de la guerra y de la información. Tiene a John Berger y a Kapuchinsky en el cerebro de su cámara, se pregunta si sólo desde las víctimas se puede contar la historia, la derrota, y lo enseña en un museo.

Vivir entre las víctimas te da otra perspectiva porque acabas conociendo sus espacios mágicos, sus secretos mejor guardados, sus sueños inconclusos. Los campos de batalla están repletos de combatientes y, sobre todo, de civiles que son incapaces de explicar las causas de las guerras que aprisionan su presente y su futuro desde hace años y décadas. Si no sufres el dolor, el grito de las víctimas, su digno silencio, ¿cómo puedes transmitir el drama con decencia, cómo puedes intermediar entre el dolor y el olvido, el horror y la banalidad, cómo puedes circular por las carreteras secundarias de la vida?

Un poco de silencio

Puede que la anécdota dramática esté poco desarrollada, que necesitemos más desorden, más viscera, más aún, puede incluso que haya cabos y un sobrino sueltos, puede, en fin, que haya algunas salidas (a hombros) de tono, que no se sepa si habla de la pasión, de dios o del infierno de la creación, que Forman quede lejos, pero los doce minutos en suite de la novena sinfonía, la entrada del coro, súbita, eléctrica, soportan el gasto. Doce minutos inventados porque jamás Bethooven necesito de una asistente para dirigir, pero doce minutos de gracia y sin ser año nuevo. Puede que ver Copying Beethoven, la película de Agnieszka Holland, no sea imprescindible, pero desde luego se puede oir y dejarse llevar por la voz obtusa de Ed Harris convenciéndonos poco antes de morir de que para inventar la música hay que escuchar el silencio, el silencio que da sentido a lo que suena. Porque lo importante es lo que cada cual oye entre las notas.

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Un amigo caníbal me envía un cuento en el que muero. Matiz: el muerto se llama como yo pero tiene la cara, la sonrisa, la mirada transparente del autor, del que ha decidido matarme. Es un cuento para que los niños aprendan que todo se acaba y que lo mejor es saberlo, aprender ese fracaso cuando todo se puede aprender.
Unas horas después una amiga llama para decir que su padre ha muerto.

Hoy, hasta aquí.
Ahora, un poco de silencio.

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Tuneados radicales

De Bigas Luna recuerdo hace veintitantos años la primera vez que vi Bilbao. Ahora que su director se ha puesto el salacot para bajar al extraradio, subir a tope el volumen del equipo tuneado y preguntar por la Juani, al rebufo de una de las operaciones de marketing más largas, inteligentes y mejor urdidas de los últimos años (cada vez se compite mejor en ese terreno) se ha reeditado en dvd su segunda película: documentos y documentales para entender mejor aquella extraña, turbadora, fetichista historia y la época en la que se hizo y se puedo hacer.

De Bilbao recuerdo el impacto de estar viéndola, la imagen de 16 milímetros perfectamente maltratada, la voz de Mario Gas narrando en off, el impudor absoluto de Isabel Pisano, la meticulosidad patológica del personaje de Angel Jovè, su afán coleccionista, la recopilación diaria de entomólogo de su vida y de su obsesión (billetes de metro fotos, recortes: todo pegado en cuadernos ordenados y precisos) por Bilbao, la prostituta, el imán que le absorbe. Y por detrás la cámara, tan obsesiva, tan patológica, como provocando que las cosas ocurran porque ella está ahí, porque ahí esta la mirada extraviada de Angel Jovè. Hace casi treinta años y se recuerda perfectamente. Puede que de la última se recuerde la estruendosa campaña de lanzamiento, la construcciòn del fenómeno y el empeño poderoso de Bigas Luna de seguir siendo el más moderno. Y Verónica Echegui, claro, mucho más interesante cuando se quita el disfraz.
Un amigo dice que mientras la primera película buscaba al espectador que mira en la última habla sólo al espectador que compra.

De Bilbao me acuerdo de Bilbao´s song, la canción de Kurt Weill y Bertolt Brecht, que entonces me ayudo a buscar. Ahora la vuelvo a buscar y encuentro a Vicky Peña que lo interpreta en el Teatre Lliure, con un pianista y su voz. Ya había hecho antes La opera de tres centavos, dirigida precisamente por Mario Gas,un tipo fascinante ligado perpertuamente a a las pastillas contra la acidez de estómago y cualquier espectáculo de riesgo, y que dijo de Weill que era el Verdi de los pobres.

Hoy la he vuelto a encontrar en un raro invento brasileño.

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Llega el aniversario de la explosión del extraradio francés, aquellos tuneados radicales. Las autoridades reconocen que las condiciones en las que se dio el estallido se mantienen intactas. Las banlieu están en cuenta atrás y han comenzado a lloviznar incidentes. Un hecho acentúa esta vez la amenaza, dice la policia: decenas y decenas de periodistas rastrean la periferia de Paris, al acecho. Cámara en mano buscando lo que esté a la altura de las circunstancias. Una cámara indispensable para que la realidad se dé, se exhiba. O se provoque.




Pequeños juegos de guerra

Cosas que pasan en los rincones. Murió después, tarde, cuando ya no le tocaba. Ayer estalló una vieja bomba israelí de racimo, vieja de meses, lanzada en la guerra de verano, en la frontera de Líbano. No dicen el nombre; de su hermano sólo se dice que está malherido. Jugaban en un rincón de un campo de olivos, en la aldea de Helta, mientras sus padres trabajaban cerca. Tenía diez años y vivió un poco más de la cuenta.

Otro juego es Conflicto Global Palestina: una simulación de ordenador, en pleno conflicto eterno. Una novedad. Eliges ser periodista, buscar noticias, contar la historia y puedes inclinarte por uno u otro bando. Dicen los responsables que jugar con las emociones es aprender mejor lo que es la guerra, entrar en el corazón con mucha más intensidad y delicadeza que lo que cuentan los medios tradicionales. «Lo que está en los medios de comunicación de hoy es atroz y simplista. Son titulares y citas cortas» , se quejan: los juegos en serio son formas nuevas y alternativas de transmitir información.
Dejemos de jugar. O empecemos.
Los dos del párrafo no podrán. Perdieron definitivamente.
Quedan un millón de bombas de racimo sin estallar en la frontera de Líbano.




Cosas que hacer con un cuaderno en una librería

Un cuaderno sirve para escribir, anotar, recordar, pintar, llevar las cuentas, hacer listas, coleccionar. Yo tengo ahora empezados diez, doce, de todos los tamaños y colores. Me gustan. Pero niguno de los que uso es Moleskine, una demostración más, no la definitiva, de lo lejos que estoy de Van Gogh, Picasso, Hemingway o Bruce Chatwin, que sí los usaban con fruición y talento. Tuve, pero los regalé.

Antes, descubrir esas libretas encuadernadas en tela y cerradas con una goma, era rastrear un tesoro; ahora, con nueva distribución, se las encuentra con menos esfuerzo exploratorio. Y hay una librería maravillosa en Madrid que cuelga los moleskine, del techo, y los despliega como esas postales que se abren en acordeón. La librería se llama Panta Rhei y ha cedido los cuadernos a 60 ilustradores, pintores, poetas, para que llenen dos metros de papel con troqueles, acuarelas, lápices despuntados o bolìgrafos de andar por casa. Hay lanzamientos a un mar embravecido, perfiles de ciudades inexistentes, jardines mentirosos, soliloquios gráficos, flores, desgarros, deseos infantiles, todo lo que puede caber en un cuaderno.
En Londres, hasta ayer, había otra exposición parecida. Otros nombres, otros cuadernos. Mi barrio está cada vez más en cualquier parte del mundo. Me he traído un vídeo.

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Lo bueno de ir a las librerías es que los libreros te recomiendan libros. Y tomas nota en un cuaderno. Acabo de terminar El búfalo de la noche, de Guillermo Arriaga, una novela fría, medida, la venganza esquizofrénica y post morten de un amor traicionado, con todo la arquitectura para ser película: se empieza a rodar en dos meses. Arriaga, que se inventò Amores perros, 21 gramos, Los tres entierros de Melquiades Estrada y Babel, escribe para que se vea:

Manejé en medio de una tormenta que provocó apagones e inundaciones en varias zonas de la ciudad. Aún cuando puse a funcionar los limpiadores al máximo, la visiblilidad era nula. En algunos tramos el agua rebasaba la altura de las banquetas y era imposible avanzar.
A unas cuadras de la casa, una ambulancia, con la torreta encendida, me rebasó se estacionó junto a un Volkswagen volcado con las llantas hacia arriba. Disminuí la velocidad abrí la ventanilla y pasé despacio junto al lugar del accidente. Unos cuantos curiosos, soportando el frío y la lluvia, rodeaban un cadáver tapado con un abrigo y a una muchacha que, con el rostro ensangrentado, miraba absorta el pavimento, sin que nadie, ni siquiera los paramédicos, le prestara atención.
Me detuve y pregunté al hombro si se ofrecía algo en un lo que pudiera ayudar. Me miró con hostilidad y negó con la cabeza. Insistí, pero ya no me hizo caso.
Viré para esquivar los cristales rotos diseminados sobre el asfalto y me alejé por la calle oscura que esporádicamente iluminaba la roja luz de la ambulancia.

Acabo de empezar Crónica de amor de un fabricante de perfumes, de Antonio Ferres, un escritor de 84 años, perseguido en su momento, ocultado en otros, que la Editorial Gádir recupera con mimo. Fantástico título, magnífico arranque:
«Siempre los cambios de tiempo han aumentado mi incertidumbre».

Lo que está lloviendo.

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Letras (subterráneas) a la calle

Cosas que pasan en los rincones. Las puertas se abrieron y en el último segundo el tipo entró. Recuperó el aliento, acomodó el cuerpo y antes de que el tren arrancara se plantó en el centro del vagón. El tren arrancó con la misma música que traía. La voz acompañó hasta el suelo a la mirada. Dijo:

De Luis Cernuda, la realidad y el deseo, qué ruido tan triste
Qué ruido tan triste el que hacen dos cuerpos cuando se aman,
parece como el viento que se mece en otoño
sobre adolescentes mutilados,
mientras las manos llueven,
manos ligeras, manos egoístas, manos obscenas,
cataratas de manos que fueron un día
flores en el jardín de un diminuto bolsillo.

Los viajeros, media docena, una hora valle, se protegían en sus propias coordenadas. Habían oído acordeones, guitarras afónicas, se habían acostumbrado a las retahílas de enfermedad y muerte. Pero jamás habían escuchado poesía subterránea. En un rincón, en el extremo del vagón, una mujer joven cerró su libro y le buscó y se atrevió a mirarle. El tipo, un hombre joven, con una cazadora de loneta de cremallera suelta, una camisa de rayas gastada, un pantalón sin apellidos, carraspeó y levantó la voz y la vista, la clavó en el cristal de la puerta que desde la oscuridad del túnel le devolvía su imagen. Y dijo:

Las flores son arena y los niños son hojas,
y su leve ruido es amable al oído
cuando ríen, cuando aman, cuando besan,
cuando besan el fondo
de un hombre joven y cansado
porque antaño soñó mucho día y noche.

La chica se levantó, recorrió el pasillo y se sentó junto a la puerta, junto al chico que seguía recitando:

Mas los niños no saben,
ni tampoco las manos llueven como dicen;
así el hombre, cansado de estar solo con sus sueños,
invoca los bolsillos que abandonan arena,
arena de las flores,
para que un día decoren su semblante de muerto.

Acabó y entonces recorrió el vagón con la palma de la mano abierta, adelantada. Tres monedas se ganó, cincuenta céntimos de una mujer con bolsas de tiendas de ropa, veinte de un chaval de chandal y otros cincuenta de un tipo que había por allí. Cuando llegó frente a la chica retiró la mano, quiso escabullirse. Pero ella se puso de pie, junto a él, en paralelo, mientras el tren aminoraba la marcha y le buscó los ojos cuando frenaba, y le contestó en un arrebato, como una fiesta de las letras. Dijo:

Contigo
¿Mi tierra?
Mi tierra eres tú.
¿Mi gente?
Mi gente eres tú.
El destierro y la muerte
para mi están adonde
no estés tú.
¿Y mi vida?
Dime, mi vida,
¿qué es, si no eres tú?

Las puertas se abrieron para que la mujer de las bolsas pudiera salir. El chico bajó la mirada, se giró en el último segundo y salió al anden, asustado de su propio deseo.
Las puertas se cerraron y ella le vio mirarla desde la ventana.

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Letras a la calle es una fiesta de las letras, un proyecto nacido en 2004 de Arrebato, asociación, librería y sitio. Se trata de salir de salir a la calle cada 22 de octubre y hacer que salgan las letras, la poesía, la literatura, las palabras en voz alta. Se hace en Madrid y en Namibia y en Gijón y en Helsinki y en miles de lugares más. En cualquier parte del mundo al mismo tiempo. Y se graba, se fotografìa, se cuenta.

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Centro, radios y periferia

Mide poco más de un metro sesenta y tiene poco más de veintiún años. Scarlett Johansen es la mujer más sexy del mundo, lo ha decidido la última revista Esquire, donde escribía Truman Capote, por ejemplo. Al acabar la entrevista preguntó: ¿Qué tal mi cerebro? ¿Qué tal mi corazón? ¿Qué tal mis riñones y mi vejiga, además de las curvas?. porque también es actriz. Desde El hombre que susuraba los caballos, o antes Sólo en casa, (la tres: por algo se empieza) o El hombre que nunca estuvo allí y antes Ghost World y después Lost in traslation, La joven de la perla, La isla, Match Point; en unos semanas, Scoop, otra vez con Woody Allen, luego The Prestige, Los diarios de una canguro, o como se vaya a llamar, y la historia de la hermana de Ana Bolena, con Natalalie Portman; y María, la reina de los escoceses, y no se qué de una gladiadora, como una partida de parchis siempre con seis doble, como esas bicicletas en las que no se puede dejar de dar pedales. Hoy llega con La Dalia Negra, de Brian de Palma y James Elroy, por este orden, aquella historia criminal con un actriz aspirante a estrella que alguien descuartizó. Ella no es la muerta, no lo puede ser. Lo suyo es una carrera hacia el centro del éxito universal: una gotas de MMonroe, una imagen medida, en el borde, cuidada por su madre, manager y productora, unos toques de inteligencia sin pretensiones, de modernidad exacta, y todo lo que se puede ver. Aunque vaya en bicicleta.

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Tres periferias.La primera como su propio nombre indica, un festival que se llama así que empieza hoy y que se arriesga a mezclar vanguardia y fiestas populares. Lo hacen en Huesca, que no está precisamente en el centro de ningún sitio. Pero traen la danza más geométrica de Dani Panullo y las Chirigotas de Cádiz, afropunk, minimal, bugalú, chanantes, revisiones de Pérez Prado y tecno minimalista. Se arriesgan a no ser sectarios, a no poner barreras, a recuperar mitos y descubrir aromas. Sólo hay que buscar, con lo que cuesta. Pero, dónde hay que firmar.
La segunda, Valladolid o lo que es lo mismo cine de Bélgica, Méjico, Irán, Irlanda, Chile, Hungrìa., Rumanìa, Argentina, Canada y España. Lejos del centro.Me gusta la definión: entre la curiosidad y la calidad. Entre, esa es la clave.
La tercera, todavía más lejana: Aki Kaurismaki, el directir de cine finlandés, el de La chica de la caja de cerillas o Nubes pasajeras o El hombre sin pasado, ha decidido retirar su última película de la carrera de los oscars. Hace dos años fue finalista, pero anunció que no pasaría por Hollywood. Ahora no quiere que Luces del cepúsculo, la película que termina su trilogìa de la precariedad, elegida por sus compañeros para ir a Los Angeles, ni siquiera sea candidata. No le gusta Bush. A muchos les dará igual; a él, no. Así que pocas palabras más para un tipo de diálogos escuetos, historias desnudas y esenciales, otro cine, que en 1999 hizo una película muda y que se solidarizó con el iranì Abbas Kiarostami cuando le negaron un visado a Nueva York.

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Cosas que pasan en los rincones. De los periódicos. Quiso seducirle con una plegable: están de moda, dijo. Ahora la bicicleta es estilo de vida, estilo sostenible, el que se lleva. Pero él quería otra cosa. Y ahí estaba en una plataforma, en el rincón más iluminado. Ésa era. De acuerdo, seis mil euros por una bicicleta parece demasiado aunque sea eléctrica. El vendedor, que supuso que el cliente podría ser abogado o joyero según sus estadísticas, le dió la enhorabuena, caballero, se incorporaba al club de los ciclistas, de la gente que se mueve en dos ruedas, millones en todo el mundo occidental, señor, cada día más en España, eléctricas o plegables, las de moda, tantas, buenas bicicletas, con estilo, no bicicletas chinas, demasiado baratas, y a las que hubo que poner un arancel europeo de casi el 50 por ciento, para que no nos invadiera el mercado, dijo, tío. El cliente se fue, la vendrían a recoger en una furgoneta. Al otro lado del mundo, un cliente chino miraba el coche del rincón de un escaparate: ahora podía. Hace ocho años, igual que el 6o por ciento de los habitantes de Pekin, él iba en bici. Ahora, menos del 2o por ciento. Y menos desde hoy, cuando el cliente saliera de la tienda con un volante entre las manos.

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Ingredientes para hacer una diana

Los jerarcas de Pyongyang han quedado ya seriamente tocados por el bloqueo de haberes en un banco de Macao de los que se sospecha que proceden los superbilletes de cien dolares extremadamente bien falsificados que asustaron recientemente al Departamento del Tesoro. Esos superbilletes no son sino una parte de un verdadero tinglado de actividades criminales que incluye fabricación de falsos cigarrillos de marcas extranjeras y al tráfico ilegal de todo género: heroína, cocaína, metanfatamina, colmillos de elefante, cuernos de rinoceronte, seres humanos para la prostitución y el trabajo en condiciones de esclavitud.

Tal cual, extraído de los informes de Instituto de Análisis para la Defensa, de EEUU, y visto en los periódicos. Lo fima un hombre llamado Daniel Asher, con toda probabilidad uno los asesores que se incoporaron al entramado polìtico militar procedente de Hollywood, cuando el gobierno norteamericano necesitaba imaginación en la defensa.

Desaparecido en el monte Bin Laden, y en el recuerdo Lex Luthor, el Dr. No, Fu Man Chú, Atila y el Doctor Ock, Kim Jong Il ha alcanzado definitivamente el estrellato. Ya lo fue en forma de marioneta en aquella irreverente e iconoclasta Team America, de Terry Parker y sus colegas de South Park, pero ya no le falta de nada: afrodisíacos, marfil, esclavos, tabaco, billetes falsos y un botiquin de drogas al completo. Más la bomba, claro. Una diana perfecta. Sólo les ha faltado que piratee dvds.

Ahora que empiezan a despejarse las dudas sobre la idoneidad del nuevo James Bond (para los fanáticos llega una caja completa con todos los Bond que han sido, veinte, y los archienemigos que ha liquidado, todo convenientemente remasterizado), tal vez convendria fichar a Asher como guionista para inventarle malos; y el mejor malo, el más completo, hoy por hoy, es Kim, el más grande. Y el más delirante, desde luego, tal y como lo consiguió retratar Paolo Koss, un artista italiano que hace antropología del poder político, o en sus palabras, sublimación pop de los elementos gloriosos del dictador: grandes fotos retocadas con acrílico para intentar penetrar en el mundo secreto de Corea del Norte. Esta expuesto, con un catálogo de imágenes que se puede descargar, para comprobar que las desmadradas puestas en escena de Kim compiten con las elaboraciones de sus archiperseguidores.