José Ángel Esteban. Señales de los rincones de la cultura. Y, por supuesto, hechos reales.

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Ganadores y perdedores

Él estaba en la cola de un cajero y yo he respondido a su saludo. Es una de las estrellas del mundo hispano en internet, reciente ganador de un premio de los quedan en la historia y amigo intermitente desde hace muchos años, cuando todavía no tenía carné de identidad. Y si está en racha habla como un torrente: «Vengo volao, ¿tú sabes lo que es Second Life? Exacto, un mundo virtual, escoges una personalidad, una apariencia, un muñeco, te apuntas, te conectas y te relacionas con otros personajes, otros muñequitos. Otra vida. Bueno, pues acabo de construir una urbanización a pie de mar en la playa de la MTV. Porque resulta que la MTV tiene una especie de paraíso en Second Life. Yo he llegado allí, quería hacerme una casita, una cabaña, pero no había nadie, he empezado a construir y he levantado un imperio. La playa, vamos todo el paraje, con el monte, las palmeras, la arena, todo era de la MTV, pero estaba tan fácil, que no he podido resistirme». Mas detalles y llegamos al final del cajero. Había una embarazada, dos turistas nórdicos y una chaval sin fondos. Le toca. Me espero. Ha seguido hablando de mundos perfectos hasta despedirnos: parece que va a derribar su urbanización porque no quiere problemas con la MTV. Me parece bien.

Antes de irme, descubro una pegatina encima de la pantalla del cajero: No tendrás casa en la puta vida. Manifiéstate. Todavía quedan ecos. Luego he girado la calle y me he topado con seis agentes de la policía municipal. Ordenaban, vigilaban y protegían la cola de indigentes que cada tarde se forma junto a la puerta de un comedor de beneficencia. En los últimos días algunos vecinos les han apedreado. Molestan.

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De lo que se quiere y de lo que se tiene. De lo que te empeñas en desear y de lo que puedes alcanzar. De eso trata Pequeña Miss Sunshine. Uno quiere ser piloto, otro vender un manual para el triunfo; uno quiere explotar la vida hasta el último día, otra ser reina de la belleza; uno quiere ser estrella académica, otra quiere tener una familia normal. Que lo consigan o no es lo menos importante. Lo mejor es que los seis personajes -un gestor de éxitos fracasado, un abuelo drogadicto, un proustiano traicionado, un adolescente nitzscheano y mudo, una madre adicta al pollo frito y una niña con miedo a los helados- se meten en un viaje absurdo para llegar a un concurso donde los niños son expuestos como si fueran adultos de silicona y la victoria depende de una sonrisa frigorífica. Allí todos los deseos estallan y todos los fracasos dan lecciones: cuando se hace un viaje siempre se encuentran respuestas. Los directores, Jonathan Dayton y Valerie Faris, se han hartado de hacer video clips, pero no se les nota. Mejor. Una comedia amarga hecha para los festivales independientes empeñada en convertirse en un éxito grande. Y además sale Toni Collete. Una debilidad.