José Ángel Esteban. Señales de los rincones de la cultura. Y, por supuesto, hechos reales.

Cuando ya es tarde

La fotografía debe evitar que comprendamos la historia cuando ya es tarde. Gervasio Sánchez se pone esa cita como espejismo en su camino: es un fotógrafo que vive en guerra contra la esquematización, la frivolidad y el espectáculo de la guerra y de la información. Tiene a John Berger y a Kapuchinsky en el cerebro de su cámara, se pregunta si sólo desde las víctimas se puede contar la historia, la derrota, y lo enseña en un museo.

Vivir entre las víctimas te da otra perspectiva porque acabas conociendo sus espacios mágicos, sus secretos mejor guardados, sus sueños inconclusos. Los campos de batalla están repletos de combatientes y, sobre todo, de civiles que son incapaces de explicar las causas de las guerras que aprisionan su presente y su futuro desde hace años y décadas. Si no sufres el dolor, el grito de las víctimas, su digno silencio, ¿cómo puedes transmitir el drama con decencia, cómo puedes intermediar entre el dolor y el olvido, el horror y la banalidad, cómo puedes circular por las carreteras secundarias de la vida?

4 comentarios

  1. Dice ser MujerMadrid

    Gervasio Sánchez con su mirada nos ofrece el horror de la guerra, de la injusticia, de la decadencia del ser humano..que valiosa persona, como otros tantos periodistas y escritores que se juegan la vida en los conflictos para dar voz a las víctimas.Dejo aquí unas palabras de él….”La guerra es la más ignominiosa de las ignominias. Los combatientes son casi siempre hombres, y las víctimas, civiles. […] La mujer sufrirá por partida doble. Su condición siempre será un lastre”.También dejo aquí, tres historias, contadas por él, tres grandes mujeres:AutoestimaLa primera mujer de la que hablo vive en Chile. En los años ochenta se preparó para ser violada por los apestosos sabuesos de Augusto Pinochet. Sabía que era una práctica habitual con las detenidas y se preparó psicológicamente para soportar la más terrible de las vergüenzas. En la celda fue desnudada, drogada y colgada de pies y manos. Pero los criminales cambiaron de táctica. Se pasearon por su lado y exhalaron obscenos exabruptos sin mirarla ni tocarla, dejando claro que su poca agraciada figura era la verdadera razón que la salvaba de la violación.Semanas después, la autoestima de la mujer había sido destruida. Meses después, la mujer abandonó la cárcel de la dictadura e intentó curarse de la angustia que la perseguía. Años después, seguía buscando respuestas en terapias de grupo que, al menos, le aportaban el cariño de otras víctimas. Décadas después, se sigue preguntando por qué sus verdugos no la violaron mientras se mira al espejo escudriñando su cuerpo y buscando los supuestos defectos. Aquellos criminales, capaces de dañar para siempre a esta mujer, hoy se pasean por las calles gracias a la vergonzosa y cobarde actuación de los gobiernos democráticos durante la década de los años noventa.Niña soldadoLa segunda mujer de la que hablo murió en el verano de 2003. La llamo mujer injustamente porque nunca abandonó la adolescencia. Tenía 11 años cuando los rebeldes sierraleoneses la secuestraron en su aldea natal. Ejerció de amante de un oficial durante seis meses, que la marcó los dos brazos para que pudiese ser reconocida si se decidía a escapar. Fue instruida para ser soldado y cuando adquirió su nueva condición pudo «divorciase» de su violento oficial. En una segunda etapa tampoco tuvo suerte: se convirtió en la esclava sexual de dos comandantes que la «usaban» de forma indistinta cuando les apetecía. Consiguió escaparse y alcanzar un campamento de refugiados en un país limítrofe. Estuvo a punto de emigrar a Estados Unidos gracias a un programa de reasentamiento de víctimas de la guerra. Vendió hielo y agua fría en las calles de una gran ciudad, trabajó en labores domésticas, enfermó y durmió varias semanas en el cementerio antes de ser repatriada.Cuando en abril de 2002 llegó a Freetown, la capital sierraleonesa, el SIDA le estaba minando la salud. En febrero de 2003, apenas podía sostener en pie un cuerpo escuálido y llagado en el que destacaban unos impresionantes ojos tan tristes que aún me persiguen. Los últimos meses de su agonía sintió la compasión humana cuando, por primera vez en su vida, se la trató con dignidad. La niña soldado secuestrada, violada, «usada» sexualmente, utilizada como esclava doméstica, pisoteada a lo largo de toda su vida, murió con 17 años. Se llamaba Ishah Jonson. En su honor y el de tantas pequeñas sin nombre, recuerden que ella simboliza la lucha contra la degradación.PresaLa tercera mujer de la que hablo es tan valiente que las sociedades occidentales, ansiosas por el culto al héroe de diseño o pacotilla, asiduo de los programas basura de la televisión, debería adoptarla como una heroína y convertirla en una referencia de sus ciudadanos más jóvenes. El día que la vi por primera vez en Bagdad (Irak) acababa de descubrir los nombres de su marido, su hermano, su cuñado y su primo en una lista inacabable que colgaba de las paredes de un centro de búsqueda de desaparecidos. Wafa Jerala Taha no tuvo inconveniente en contarme su historia, síntesis del horror, mientras buscaba el lugar exacto donde habían sido enterrados sus familiares después de ser ahorcados en junio de 1986. Ella también fue condenada a muerte, pero su tercer embarazo le salvó la vida. Pasó casi la mitad de sus 38 años en la cárcel hasta que en septiembre de 2002 fue liberada durante un indulto decretado por el dictador Sadam Hussein.Los primeros días de su detención fueron muy violentos. Fue golpeada y torturada. Los guardianes, todos hombres, utilizaron un lenguaje obsceno muy agresivo. La trataron como si fuera un animal. La amenazaron con violarla o quizá la violaron aunque fue la única vez que se mostró reacia a continuar hablando. Un día, al volver a su celda después de una sesión de torturas, se intentó suicidar, cortándose las venas. Al principio contaba las horas, los días y los meses. Quería estar con sus tres hijos, prepararles la comida, llevarlos a la escuela. Después dejó de preocuparse por la fecha de su liberación y decidió no llorar más como acto de firmeza. En los primeros meses veía a sus hijos cada diez días. Se los mostraban entre los barrotes de una jaula prevista para recibir las visitas, pero no podía abrazarlos. Eran visitas cortas de tres horas. Después, se los traían cada mes. Tenían mucho miedo, ya que el régimen golpeaba a familias enteras cuando descubría la militancia política de uno solo de sus miembros.Esta extraordinaria mujer dirigió las exhumaciones de sus cuatro familiares durante el mes de mayo de 2003. Nunca olvidaré su silueta recortada entre las tumbas pertenecientes a centenares de ejecutados, avanzando con paso firme y gran dignidad hasta el féretro de su marido, cuyos restos, por suerte y un pequeño retraso, no pudo ver. La dura luz solar la convertía en una aparición furtiva. A medio metro se dejó caer de rodillas ante la caja cubierta por una bandera negra y la abrazó. Lloró, dio pequeños gritos de desesperación, entrelazó algunas palabras a modo de letanía. Y, de repente, se produjo un silencio incómodo entre los presentes, testigos de un suspiro de intimidad después de 18 años de separación. Wafa se quedó inmóvil, como si desease dormir para siempre.Jaes, espero no haber abusado de la extensión de mi comentario, pero viendo la escasa participación, creo que estas historias que cuenta Gervasio eran interesantes. Gracias.

    27 octubre 2006 | 16:13

  2. Dice ser Sonrisa Radiante

    Fotográfos como Gervasio Sanchez nos muestran la cruda realidad de las guerras, dictaduras y regimenes en todos los paises del mundo.El porque de la inmigracion , el porque de las guerras la codicia del ser humano.Me pregunto los gobiernos los lideres tanta corrupcion donde siempre priman los intereses propios y no de los seres humanos.Tengamos una mirada mas humana.

    27 octubre 2006 | 17:16

  3. Dice ser M.

    Te recomiendo el libro Una temporada de machetes, sobre Ruanda. Son entrevistas con los que participaron en el genocidio, con los asesinos.

    28 octubre 2006 | 11:29

  4. Dice ser Alvaro

    Siempre, mientras haya sensibilidad, el ser humano tendrá la esperanza de cambiar el sufrimiento. En esto el testimonio gràfico es una gran ayuda.

    05 febrero 2007 | 20:15

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