Roberto Rossellini (1906-1977) fue una de las máximas figuras del neorrealismo italiano que tan magistralmente plasmó la Italia de la posguerra. El director de obras maestras como Roma, ciudad abierta (1945), Paisà (1950) o El general de la Rovere (1959), no pudo negarse ante el encargo que recibió del gobierno italiano para el centenario del Risorgimento.
La cinta de Rosellini, que no podemos incluir dentro de sus obras maestras, muestra sin embargo el hecho histórico fuera de la épica novelesca, representando a Garibaldi y sus expedicionarios fuera de toda mitificación y heroísmo, tratando siempre de mostrar ese realismo que tanto caracterizó su obra.
La película fue un enorme éxito en Italia. Estrenada por todo lo alto en el Teatro de la Ópera de Roma en enero de 1961, en un evento internacional organizado por la Cruz Roja. Es probable que Rosselini quisiera dotar al personaje de un matiz diferenciador del héroe mítico que había representado Alessandro Blasesti en su película 1860, realizada en 1930 bajo supervisión de Mussolini (os puede interesar: ‘«La cinematografía es el arma más poderosa”: el cine en la época de Mussolini‘ )
La reunificación italiana tuvo su momento más épico en la expedición de los camisas rojas liderados por Garibaldi. Esta parte del Risorgimiento es la que nos muestra Rossellini en Viva Italia (1960), cuando logran desbancar a los Borbones del reino de las Dos Sicilias con batallas trascendentales como la librada cerca del río Volturno. El actor florentino Renzo Ricci da vida a Garibaldi y junto al inseparable Paolo Stoppa en el papel del general Nino Bixio.
Raimondo Croce y Vittorio Bottone interpretan a los reyes en litigio, el saliente Francisco II, que tras caer derrotado ante la expedición de Garibaldi huye al Vaticano y el nuevo monarca Víctor Manuel II, que pronto se convertirá en el gran unificador de la nueva italia
Los hombres de Garibaldi junto a voluntarios internacionales en la llamada Expedición de los Mil, lograron destronar a Francisco II del reino que comprendía Nápoles y Sicilia. El nuevo territorio se uniría a la causa saboyana, obligado por las presiones del Camillo Benso, el conde de Cavour y la “ayuda” de un ejército enviado desde el Piamonte. Finalmente “convenció” a Garibaldi que lo mejor era jurar fidelidad a Víctor Manuel II y olvidarse por aquel momento de marchar sobre Roma, como era su intención. De esta forma se unificaba el norte y el sur.
El Risorgimento logró aunar las bases románticas, tradicionalistas, nacionalistas y religiosas en la lucha de un territorio común. Los intentos revolucionarios de principios de siglo habían fracasado ante la fuerza ejercida por países como Francia y Austria, con los Borbones dominando los reinos del sur y el poder del papado en el centro de la península. El control de estas potencias hizo aparecer sociedades secretas como los “Carbonari”, formado por burgueses patriotas cuyo objetivo era echar de la península itálica a las potencias extranjeras (podéis ver ‘Los Carbonari, sociedad secreta italiana’)
Entre 1849 y 1870 se produjo la creación del moderno Estado italiano aunque ya desde 1861 existía un reino de Italia bajo Víctor Manuel II. En 1866 expulsaron a los austriacos de Venecia y tras la derrota de Francia en la Guerra Franco-Prusiana, con el desastre en Sedán, Francia abandonó el Vaticano, quedando bajo el control del nuevo reino de Italia. Curiosamente esta anexión no fue reconocida por el papado hasta bien entrado el siglo XX. En 1929, ya con Mussolini en el poder, no tuvieron más remedio que reconocer la nueva situación territorial.
Escena de ¡Viva Italia! (1960)