El cine bajo el régimen de Mussolini trataba de mostrar una sociedad normalizada, basando sus películas en propaganda nacional y exaltadora de la brillante historia del país. También se producían comedias moralizantes y carentes de cualquier sentido burgués, características habituales en los autoritarismos del siglo XX.
Mussolini llegó al poder a finales de 1922, tras la Marcha sobre Roma cuando se convierte en primer ministro. En 1919 había creado los facii di combatimento, agitadores con estructura militar tejidos con la característica indumentaria que desembocarían en los Camisas Negras. En 1921 nacía el Partido Nacional Fascista, que en octubre del año siguiente pondría fin al sistema parlamentario dando comienzo el régimen fascista en Italia.
En aquel momento el cine sufre una transformación, paralela a la sociedad, que será notable durante los años 30. En los años 20 el cine italiano tratará de demostrar una visión tranquilizadora y escapista de la sociedad, tratando de normalizar el periodo de la Italia fascista evitando mostrar problemas políticos o económicos. Está visión del cine es similar a la ocurrida en la Alemania de Hitler o en la España de Franco.
Desde 1937 la producción cinematográfica italiana aumenta hasta su cenit en 1942, que llega a producir 120 películas.
El cine mostraba películas patrióticas, exaltando el glorioso pasado de la península itálica con una elevada censura en lo moral, evitando las apariciones de temas prohibidos como prostitución, delincuencia, adulterios, etc. limitando enormemente el trabajo de los cineastas. Estos tuvieron que amoldarse a las nuevas directrices morales y temáticas. En estos primeros años del régimen fascista se desarrolló una serie de comedias ambientadas habitualmente en oficinas con jefes y secretarias, en lo que se denominó el cine de teléfonos blancos.
En años 30, a la par que el resto de Europa, el clima social en Italia comienza enrarecerse con un descenso notables de las libertades. Fijándose en el cine soviético, tratará de dar una educación a las masas a través de las películas. Para ello se crea la Dirección General de Cinematografía. Incluso Vittorio Mussolini, el hijo del dictador, se implica directamente al frente de la revista Cinema que aboga por la realización de películas de exaltación nacional e incluso supervisa producciones y escribe guiones.
En esta época nace el Festival de Venecia cuya primera edición comienza en 1932. Durante la época del máximo poder del régimen fascista, siempre bajo el amparo del eje con Berlín y Tokio, abundan los musicales y las películas sobre el pasado histórico italiano, resaltando figuras como los condotieros o ensalzando la pureza de la raza italiana. Se ofrecen películas con figuras como Escipión el Africano, que tratan de legitimar las acciones italianas en el norte de África.
En plena época fascista italiana nace, en 1932, el Festival de Venecia
Muchos directores trataron de hacer “resistencia” al cine fascista, intentando evitar la temática exigida por el régimen con trabajos que se basaban en argumentos intemporales o simples adaptaciones literarias. Entre ellos encontramos Roberto Rossellini que trató de desmarcarse de la retórica militarista que imperaba en el cine fascista, al igual que Mario Soldati, Ferdinando Poggioli, Renato Castellani, Alberto Lattuada o Luigi Chiarini.
En algunas de las obras de los años finales de fascismo, se darán muestras del futuro neorrealismo con directores como Vittorio de Sica y sobre todo Luchino Visconti con Ossessione (1943).
De los directores afines al régimen destacaron Alessandro Blasetti, Giovachino Forzano, Mario Camerini y Augusto Genina.
Blasetti fue un pionero en el cine del fascismo italiano y dirigió Sole (1929), la primera película de apología de la revolución fascista, 1860 (1933) sobre la epopeya de Garibaldi o Vecchia guardia (1935) sobre la Marcha sobre Roma. Rotaie (1929) es la obra cumbre de Camerini, basado en el cine alemán y la estética soviética donde trata de moralizar la sociedad. Forzano simboliza el cine de propaganda fascista realizando filmes de historia nacional como Camicia nera (1933), donde rinde homenaje a los 10 años del nacimiento del régimen fascista. Genina dirigió Sin novedad en el Alcázar (1940), un apoyo explícito al régimen franquista y los falangistas.
Escena de Sin novedad en el Alcázar (1940)