La presente entrada estaba prevista con un título que hacía referencia a los enredos de la crisis climática con el agua. En la creencia de que quizás así interesase más a la gente. Además, opino que no se habla suficientemente de esta interacción. Nuestra vida es una red compleja que, por acción u omisión, depende de ambas realidades: clima soportado vs agua disponible. Esa red de redes es un entramado complicado que hay que pensar en conjunto y observar por partes. Afecta tanto a la cuestión vivencial personal como a colectiva, a la economía vs la ecología, a la producción de bienes y servicios. También está presente en las buenas o malas relaciones con la naturaleza. Se esconde en el aire (¿malo?) que respiramos. En fin, nuestra vida es una malla compleja que, por acción u omisión, unión o intersección, resulta bastante dependiente de ambos escenarios. La existencia diaria es una obra de teatro en la que nos cambian el papel de nuestro personaje, o lo olvidamos. Como hay muchas escenificaciones me he centrado en la relación entre el cambio climático y el agua que sale por el grifo. Vaya por delante que yo bebo agua del grifo. La embotellada se queda para emergencias. Sale muy cara económica y ambientalmente. Por cierto, bares y restaurantes están obligados a proporcionarla gratis y de calidad.
En primer lugar insistiremos en lo del cambio climático. Hasta la persona más lerda establece alguna relación entre las inundaciones de estos días y el sobrecalentamiento de las aguas del Mediterráneo. Además hay gente, que aunque no sean lerda, se ha puesto una venda en los ojos y tapones en los oídos Así han abrazado la religión del “pasado repetido”. Aquella idea que dice que lo que siempre ha sucedido no debe ser objeto de atención. Por otra parte, viajan por las redes opiniones que emponzoñan el asunto. Tanto que defienden que lo de las olas de calor es un invento de la Aemet, “que está sujeta” a los dictados de no sé quién. Pero uno es persistente en la creencia de que la Aemet es de lo que mejor funciona en este país de crecientes incrédulos climáticos combatientes. Algo similar viaja por Francia con respecto a las previsiones de Métèo-France. En el Reino Unido se incrementa un “climexit” espoleado por los bulos de la extrema derecha y gentes afines. Pues bien, según dice la Agencia Estatal de Meteorología las olas de calor no hacen sino crecer en número y en duración. Hasta Rtve está preocupada por el asunto y ha puesto a nuestra disposición una base de datos en donde quienquiera puede ver las soportadas en España desde su nacimiento. Fijémonos en el gráfico de Copérnicus/Climate Change Service en el que se aprecian las anomalías de temperatura en Europa. Por supuesto que los negacionistas –bastantes vivirán en una burbuja de aire acondicionado- dirán que es un cuento maléfico, qué solo un incremento del calor no significa cambio climático. Les vendría bien pasarse por la web de Copernicus, aunque estos datos sean de 2021.
Cualquiera que piense al menos un segundo relacionará el calor con el agua disponible para los seres vivos, circulante por el suelo o agrupada en acuíferos. Más calor y seguido durante muchos días supone más evaporación y evapotranspiración. Si además no llueve empieza a temblar el grifo que sustenta la vida y el que llega a nuestras casas y lugares de trabajo. La “pertinaz sequía” que ya se decía en tiempos de la dictadura para retratar a la árida tierra nuestra va a ser identificativa del futuro, si creemos en lo que dice la NASA. Ya en el último marzo –que normalmente no es un mes especialmente seco- avisaba que sus satélites detectaban que España se teñía de marrón por la sequía. No acaban ahí nuestros pesares. 20minutos alertaba de que el proceso climático en complejo cambio podía llevar a que en España se encontrase en la situación de soportar de manera habitual temperaturas por encima de los 50 grados, si no cambia una serie de patrones. Mientras, el agua se sigue idealizando a la hora de buscar un rincón de economía o descanso, incluso para practicar deporte. Me atrevería a decir aquello de que sin agua no hay (habrá) vida (saludable) para todos (incluidos los no humanos, sean vegetales, animales, hongos y seres microscópicos, a los que tanto debemos).
El agua tiene muchas caras. Más si es vista desde la apropiación humana, de sus ventajas e inconvenientes. El agua que sale por el grifo en los lugares que tienen la suerte de poseerla también sufre altibajos. Puede no tener la calidad deseada. Bien lo saben los lugares donde han sufrido cortes por su toxicidad o por las enfermedades intestinales provocadas (caso Tarazona actualmente). Ni siquiera pueden guisar con ella. A veces sale con restricciones, como las que han soportado y está sufriendo muchos pueblos y algunas ciudades durante este verano precedido de meses y meses sin precipitaciones. En ocasiones no sale ni un hilillo. Ahí está la crisis climática (o la situación “coyuntural” en el abastecimiento de agua para los negacionistas). Así está sucediendo en muchos lugares de España y la Europa rica. En Alemania, el Rin dejó de ser navegable. Los grifos lo notaron. Aquí damos por hecho que tenemos un derecho a disponer del agua deseada, sin trabas. Sí, pero con algún pero. Dado el actual largo periodo de sequías meteorológicas acumuladas, las sequías hidrológicas merman el derecho humano hasta extremos nunca vistos desde hace unos 50 años. Rtve incluía en un artículo del 25 de agosto pasado “Mapas de la sequía: el 40% del país, en alerta o emergencia por escasez de agua”. Deténganse en todos los gráficos, también en el que marca el indicador combinado de sequía (CDI) en Europa (1-10 agosto 2023). Para la gente curiosa sirve el estado actual de los embalses.
Por qué será que poca gente repara en lo que olvida de anotar en su diario con el agua. Desde que se levanta hasta que se acuesta, contando todas las veces/acciones que tienen relación con hechos u objetos en los que el agua está presente, o lo estuvo en su construcción o en su manejo. También las ocasiones en las que abre o cierra un grifo. Alguien de mi entorno me sugirió una respuesta convincente hasta ahora: porque siempre sale agua del grifo, porque existe el grifo. Lo cual me llevó a mi infancia en la estepa monegrina y recordar que en nuestra casa tampoco hubo un grifo hasta el año 1968. Increíble, pero cierto. Cuando el agua salió por primera vez de aquel grifo fue todo un espectáculo que congregó a la familia. Permanentemente recordado. El “Cuéntame televisivo” en estado puro.
No podría faltar aquí la mención al inglés Thomas Grill que en 1800 lanzó al mundo su grifo, parecido al actual. Qué diría si viera los grifos electrónicos, los monomando (ahí estaba Alfred Moen en 1937) o los táctiles de hoy. Qué pensarían todos al enterarse de que más de 2.000 millones de personas no tienen un grifo en su casa. Y el cambio climático no se lo va a poner más fácil. Por eso la ONU debería ir pensando en incluir en su calendario el Día Mundial del grifo. No hemos dicho nada de la situación mundial, de si abundan o escasea los grifos. Lo reservamos para otra entrada. Si alguien desea un anticipo lo tiene aquí.