Ecocuento. Greguerías eléctricas que echan chispas y contaminan

Si Watt lo hubiera sabido…

Kilovatio es una de esas palabras/ideas trampa. Suena a algo que no existe de forma material, no se puede tocar, aunque sí sentir y pagar por él. Nadie que se cruzase por la calle a don Kilovatio tendría idea de que es él. Lo cierto es que en 2022 y 2023 estaba en boca de todos. Desde el súbdito más escondido de Europa hasta la Ministra de la cosa medioambiental vibraban, por los calambres que les producía el susodicho.

Da más garrampas el hambre, porque sabe contar las horas

Con los kilovatios desbocados, a los rusos se les ocurrió en febrero de 2023 invadir Ucrania. ¡Hala, porque sí! Las cosas se pusieron tan feas que casi nos apagamos todos. Tanto que la electricidad doméstica se utilizaba durante aquellos tiempos como limosna de trueque. A los indigentes que pedían por las esquinas, iban en aumento a pesar del frío gélido, ya no se les daba dinero, sino unos bonos que se compraban en los estancos. Cualquiera que sintiera un poco de lástima o afecto, no era infrecuente este estadio emocional, podría comprarlos y donarlos. Equivalían a 20 kWh, 50 kWh, 100 kWh, y hasta los había de 500 kWh. Estos pocas personas los conocían. Si los indigentes eléctricos disponían de bonos podían pagar las facturas a la compañía eléctrica suministradora y se evitaban que les cortaran la corriente (esta en kW). Los bonos alcanzaron tal difusión que, si sobraban, se podían intercambiar por productos de primera necesidad –mayormente alimentos- en los grandes almacenes, los cuales vieron aumentar considerablemente su clientela; además allí se estaba. El pequeño comercio, que evitaba tener la calefacción siempre puesta, se vio excluido de este sistema de trueque, lo cual originó protestas de sus asociaciones minoristas.

Los ayuntamientos iluminados lanzan cables a los pobres

Ciertos ayuntamientos democráticos de España de entonces habían prohibido cortar la luz a los pobres muy pobres. Otros consistorios habían sustituido los bancos de alimentos por baterías de electricidad. Los más pobres entre los pobres -no importaba su origen, sexo o religión- acudían a las oficinas municipales y tras una minuciosa investigación para demostrar su falta de recursos, se les entregaba una “Cartilla de racionamiento de pobre energético”; en la portada traía un dibujo alusivo de Forges. Esta libretita, numerada claro, les permitía recoger cada semana una batería cargada hasta los topes –de una tensión de 12 voltios para evitar accidentes-. Así las familias de escasos recursos energéticos podían conectar a la red de su domicilio, preparada al efecto por unos voluntarios de la ONG “Chispas sin fronteras”. En esos domicilios no todo era felicidad energética. Cuando querían lavar la ropa o calentarse, cosa hasta aquellos años normal en los hogares, se quedaban sin energía, pues la batería solamente suministraba electricidad de ese bajo voltaje que antes hemos dicho. La sensibilidad social lo supo, y cuando algo se sabe en España corre como el viento de poniente. Algunos particulares sensibles, algo más ricos que los pobres más pobres, organizaron una cruzada laica, ayudados por las ONG. Se pusieron cables a la obra e instalaron paneles solares en sus casas, en las propias queremos decir, no en las de los necesitados energéticos. Seis ayuntamientos dispusieron lavanderías gratuitas a disposición de los pobres más pobres.

Los colegios e institutos de todo el país quisieron contribuir. Incluso celebraron la “Semana de la electricidad autoproducida”. Se unieron en una Asociación de productores de energía para autoabastecerse (APEA). Quisieron liberar parte de la energía sobrante a la red para que sirviera a los más pobres. Las compañías eléctricas se opusieron. El Tribunal de la Competencia Energética dio la razón a las comercializadoras: los particulares eran incompetentes para engancharse a la red eléctrica, por razones de seguridad. En aquellos momentos, un ministerio en la sombra del partido de la oposición –que tumbaba todas leyes energéticas de interés social-  declaró la guerra al autoconsumo eléctrico solidario, en realidad a todo tipo de producción individualizada de energía. Se rumoreaba que las grandes distribuidoras energéticas estaban detrás de su negativa. La pobreza energética, “acceso complicado a la energía como derecho humano se le llamaba en los papeles oficiales”, no dejaba de aumentar.

Ojo con la envidia, es hereditaria y provoca calambres

La opinión pública, bueno unos pocos ciudadanos de las asociaciones de consumidores y toda la ONG “Chispitas sin fronteras”, se indignaron. Protestaron porque el precio de la energía de consumo doméstico subía sin control. ¿Tendrían toda la culpa los rusos? Las compañías eléctricas contraatacaron enseguida. Publicaron anuncios en los periódicos en los que se demostraba que la energía era barata y sería permanentemente adecuada para los usuarios. Añadían que la culpa de su precio la tenían los impuestos del Gobierno y los rusos. Los cortes “casuales” y la caída de torres de conducción eran provocados por bandadas de grullas migratorias. Sea como fuere, el precio del kilovatio hora que pagaban los hogares hispanos era casi el más caro de toda Europa. Todos los diarios, hasta los impresos, recogieron esta noticia un día de febrero, fue muy duro.

La energía regulada casi siempre es energía reculada

El pueblo llano, el que pagaba, entró en una especie de “catarsis kilovática”, de la cual no lo salvó ni la ONG “Chispitas para nada” ni las denuncias de change.org*. Menos mal que los grandes almacenes dejaban cargas móviles y ordenadores a cambio de un simple vale de 5 €, repartido gratuitamente por la ONG. Además vino una ministra que se inventó aquello de la “excepción ibérica”, por estar la península fuera de todos circuitos energéticos europeos. El precio de la energía fue cayendo, poco a poco y a veces de golpe. Las energéticas se inventaron lo de “la tarifa regulada”, distinta a la otra. Cambios y más cambios entre los usuarios. Al final se quedó en tarifa reculada. Tan complicada estaba la cosa que el Gobierno se comprometió a publicar cada día las horas de mayor y menor precio del kWh. No hizo falta que la Asociación de Personas Mayores, muy perjudicadas y a la vez devotas, autoeditase el librito “Novena ibérica a san Electricio” que querían distribuir en las iglesias de todas las confesiones.

Saber mucho conduce a poco, todo lo más a entretener a los intelectuales con pequeños chispazos de agudeza.

Mientras todo esto pasaba, una cadena de televisión privada de la península Ibérica, creo recordar que el canal 55, tuvo gran éxito con el programa diario “Electrocútame de luxe” en el que se relataban los conflictos personales de los hogares celtibéricos para gestionar el uso de la energía.

Sépase una buena acción de las compañías energéticas. Se habían unido para reeditar Don kilovatio, el cómic de los años 60 patrocinado por Hidroeléctrica Española S.A. que había tenido gran éxito. Los distribuyeron gratis a todos los hogares que gastasen más de 50 € mensuales, convencidos de que el humor hace las descargas más llevaderas. Pero ahí no entraban los pobres más pobres, Don Kilovatio trajo especiales tan interesantes como: Contra el imperio de las sombras, Tarzán y King Kong, Contra el mago del fuego, Contra el derroche de la energía, El circo de las calorías, Peligro en Mercurio y otros. En sus apenas 12 páginas, cada ejemplar presentaba unas aventuras estrambóticas y a la vez reales. Todo un hito en la educación de los consumidores.

Portada de un tebeo promocional de la empresa Hidroeléctrica Española en 1970.

El tiempo eléctrico deshora los contadores, aunque ya cuenten por minutos diurnos y nocturnos

Se daban pasos adelante para rebajar el recibo eléctrico. En un Consejo de Ministros secreto celebrado por la noche en la sede de la patronal de las eléctricas. Así se despistaba a los periodistas. Además la electricidad era más barata de 3 a 4 horas de la mañana, En él se aprobó que la medición del consumo se realizaría por horas. Cada hora la electricidad cambiaría de precio. No se dijo nada si era cada hora de cada día o se repetían los precios, si se alternarían en el coste pares e impares. Se instalaron nuevos contadores en los domicilios que, por desgracia o por suerte, no funcionaron. En realidad se tragaban lo que medían en lugar de enviarlo a la compañía suministradora. Hubo también un chasco nacional. Muchos hogares habían comprado unos “radiodespertadores váticos” que avisaban con música clásica cuando convenía consumir -el precio era bajo- y emitían “heavy metal” cuando el precio era alto. Alguna televisión grabó el trajín de luces a lo largo de las noches en la parte de las cocinas de la barriada pobre de una capital poco importante.

La honradez provoca descargas en el corazón, por ahora de bajo voltaje

Los altos cargos celtibéricos de las energéticas, que casualmente habían sido antes ministros de los gobiernos pasados, también se pusieron en marcha. Destinaron el 0,7% de su sueldo para los más necesitados, con la condición de que esa ayuda desgravase el doble al hacer la anual Declaración de la Renta de impuestos y de Sociedades. Así lavaban un poco su imagen, pues las malas lenguas decían que los jefazos de los kW–casi todos hombres- cobraban de las eléctricas unas 35 veces el salario mínimo interprofesional. Esto lo decía el diario que se editaba solamente online; tenía enfilado a los del Gobierno.

(AP Photo/Matt Rourke)

NOTA CASI FINAL: Al leer esto último me quedé electrocutado, o desenchufado, que tanto carga lo uno como lo otro. Es una forma de decir adiós y hasta siempre al cargo que tenía en el Ministerio de Industria y Energía, en donde redacté todo lo anterior por encargo de la Jefa de Comunicación Interior. Por cierto, quisiera saber qué fue de don Kilovatio Nuevo –se prodigaba mucho en Twitter- , quién era exactamente. También si se quedó con todos los bonos, si estos siguen empleándose y para qué. La ciudadanía debe mirar, por  si acaso, en los cables de las calles de su ciudad. No sea que deambule por allí.

Si James Watt lo hubiera sabido seguro que se hubiese aplicado en desarrollar la electricidad, por lo de los kilovatios lo decimos. No  se quedaría solamente con su invención de la máquina de vapor (1765 o 1774). La inicial de su apellido forma parte, y con mayúscula, de la unidad de medida de potencia eléctrica W –en español vatio- en el sistema internacional. Lo de kW se entiende. El kWh es, por tanto, la energía producida o consumida por una instalación de potencia 1 kW, trabajando durante una hora. Démosle gracias aunque no se ocupase de las chispas.

NOTA FINAL, DE VERDAD: Este cuentecillo con símiles de greguerías quiere ser un pequeño homenaje a Ramón Gómez de la Serna y Jules Renard, que con sus frases agudas inventaron lo que cien años después se llamó “lo viral”. Por cierto, me encantó “Pelo de zanahoria” del francés. Es más, no me resisto a recoger aquí, viene a cuento, aquello tan emotivo que dijo: las luciérnagas son una gota de luna sobre la hierba.

1 comentario · Escribe aquí tu comentario

  1. Dice ser Jean-Marc

    A lo mejor es el momento de pensar en una electrica totalmente estatal, que daria una tarifa pequeña con servicios básicos, y que no entraria en los servicios premiums del mercado privado.

    12 septiembre 2023 | 10:28 am

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