El expolio del agua, que no cesa, se legaliza por España

Desde que lo vi por primera vez me quedé impresionado. Estoy hablando, claro está, de El Expolio de El Greco. Mucha gente debió sentir algo especial al contemplarlo porque no sé si he leído que hay entre 10 y 15 copias, la mayoría de pintores cercanos a su escuela. Recuerdo que venía en unos calendarios mensuales que cuando era chico allá en el pueblo le enviaban a mi padre de la casa Titán, la más famosa de pinturas de entonces; pero de pinturas para servir a los pintores de brocha gorda que era el oficio de mi padre. Luego me enteré que la copia que se guarda en el Museo del Prado lleva la firma de su hijo, lo que en realidad ya se trata de un expolio. Está palabra me ató definitivamente a la admiración del cuadro; nunca antes la había oído y mucho menos utilizado. Hasta me fui al diccionario a buscar su significado. Y me encontré con algo sorprendente para mí invisible en las imágenes del cuadro: acción o efecto de expoliar, y esta a su vez despojar algo o a alguien con violencia o con iniquidad. Esto último no cuadraba en mi vocabulario con lo que tras una vuelta al diccionario me lo convirtió en maldad o injusticia grande. En fin, que no entendí el motivo de llamarlo así; hasta me llevé una seria reprimenda escolar por ponerlo como ejemplo de las palabras a las que se anteponía el prefijo ex. Menos mal que en la universidad pude revisar en un libro toda su mística interpretación. Allí me enteré de que venía del latín “exspolium”, un compuesto de ex- a partir del verbo  “spoliare” que significaba despojar, desnudar y arrebatar. ¡Anda qué si pillo a aquel maestro que me reprendió tanto y me llamó sabelotodo generador de ocurrencias!

La obra ‘El Expolio’ de El Greco en la Sacristía de la Catedral de Toledo. (EUROPA PRESS/ARCHIVO)

Desde entonces ha estado ligada a mi comprensión del devenir humano, como el expolio de los nazis de las obras de arte y otros expolios más cercanos, los de las iglesias rurales despojadas de todos sus tesoros. Un personaje célebre fue aquel Erik el Belga, expoliador de Roda de Isábena. La acción o efecto está presente hace cientos de años en el expolio de África, o los expolios de los conquistadores españoles, ingleses, franceses, etc., de los siglos XVI al XX; qué decir de los belgas del tal Leopoldo en el Congo. Lo he recordado mucho últimamente referido al agua, más que nada ligado a la construcción en embalses: Riaño, el Jánovas reversible y otros de Huesca me los reavivó Julio Llamazares.

Pero en el caso de la extracción desaforada de los acuíferos le viene muy bien calificarlo de iniquidad. Ya di cuenta en otra entrada del expolio de Doñana, que además cuenta con la bendición gubernamental andaluza permitiendo y legalizando todos robos de agua al acuífero de ese Patrimonio de la Humanidad. Es como si el gobierno de allí defendiese a la gente que roba algo al mundo. Varios periódicos de esta CC AA hablan directamente del expolio del agua.

Como queremos recuperar el uso de la palabra para denunciar los abusos en torno al agua hemos hecho una búsqueda por Internet. Nos hemos limitado solamente al territorio peninsular de España porque de otra forma esta entrada no tendría fin.

En solo siete días los parlamentos de Andalucía y Extremadura están tramitando sendas normas para legalizar lo que hasta ahora ha sido ilegal por no respetar las salvaguardas ambientales. Y lo hacen en Extremadura, a propósito de la ilegalizada urbanización -en febrero de 2022 el Tribunal Supremo ordenó que desaparecieran todas las construcciones– llamada la Isla de Valdecañas. Con recientes justificaciones -aprobadas por el parlamento extremeño- tan expoliadoras como “razones imperiosas de interés público de primer orden”. No tiene desperdicio la noticia que 20minutos tituló -con una delicada emotividad a favor de lo colectivo y judicialmente sancionado- Adiós a la Marbella extremeña.

No se queda atrás el Parlamento andaluz que, dominado por PP y Vox, registró por vía de urgencia una ley para legalizar tierras de cultivo de regadío que -por un despiste de conservación del acuífero envidia del mundo entero- dejó fuera de la normativa vigente de ordenación. Se potenció la expoliadora tarea acuática para “salvar 650 explotaciones que producen 100 millones de euros”, sin decir en cuánto tiempo, cuándo y de quién son esas tierras. Lo que suponemos que no desconocen los diputados y diputadas andaluces es que el expolio del agua en la cuenca del Guadalquivir se lleva a cabo por obra y gracia de fondos de inversión y grupos agroesportadores. Al menos así lo contaba hace poco más de un año agroinformación.com. En fin.

Buscando por ahí uno se entera de que el terremoto de Lorca de 2012 había sido agravado en sus efectos por la sobreexplotación del acuífero subterráneo del Guadalentín para el regadío; su nivel había bajado unos 250 metros en 50 años; lo que en ciencia se llama “la tragedia de los comunes”. No lo decimos nosotros sino que lo demuestra un estudio publicado en la revista científica Nature geoscience. Temblando está ya en Almería. Según publicaba  El Diario de Almería hace más de 10 años, el expolio del agua del subsuelo agravaría el riesgo de seísmos como el sufrido por Lorca unos meses antes. No era una opinión de una persona, sino que se basaba un estudio conjunto de la Universidad Complutense de Madrid y el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). De la misma opinión eran científicos de la Universidad de Almería y alertaban especialmente de los riesgos expoliadores –también la entrada de agua salina- a los que era sometido el freático del Campo de Dalías.

WWF ha desarrollado desde hace bastantes años campañas informativas que alertan de los robos o expolios del agua en España, un bien preciado que va disminuyendo pues llueve menos y se extrae cada vez más del subsuelo. Expresivo el título de una demanda publicada por la organización internacional hace poco más de un mes, coincidiendo con el Día Mundial de los humedales: Stop robo del agua para salvar Daimiel, Doñana y Mar Menor. Nos faltaba comentar el expolio sufrido por las Tablas de Daimiel y el Mar Menor; que se podría considerar como el paradigma del robo de aguas. Sobre Daimiel, WWF denunciaba textualmente: El último plan para restaurar las Tablas de Daimiel ha invertido 500 000 euros del Gobierno de España y de Castilla- La Mancha, procedentes de los fondos Next Generation, en acciones como la retirada de vegetación muerta o lodos acumulados pero se ha avanzado poco en erradicar el robo del agua. Es más, en la misma entrada se denunciaba que desde hace diez años este humedal se repone un poco porque se le bombean artificialmente desde el acuífero para aparentar una cierta normalidad. Pero el acuífero ya no aguanta pues más de 50.000 hectáreas de cultivo se riegan con agua extraída ilegalmente. En ocasiones se inunda la tierra seca con agua del trasvase Tajo-Segura.

El expolio del expolio, o viceversa, lo representa sin duda el mencionado trasvase. Porque las zonas limítrofes al Tajo soportan robos de decenas de años, comenzó la explotación en 1979, ante la desidia administrativa que solamente veía el agua agroganadera y turística de la zona del Levante. Ahora que hay una intención por parte del Ministerio de Transición Ecológica de reservar parte del agua a mantener vivos los ríos, los caudales ecológicos antes innombrables, la gente de Murcia y otras zonas que se aprovechaban de un trasvase nada mesurado se sienten expoliadas del agua que aseguran les pertenece. Se puede tomar el pulso de los ecos del reexpolio en varias noticias que recoge en su ‘minuteca’ sobre el trasvase nuestro 20minutos. Tan grave es la cosa que hace unos tres años los afectados acudieron a la ONU para que elaborase un informe sobre la polémica trasvasista, según recogía La Voz del Tajo. Desconocemos si ya se ha pronunciado la ONU.

Podríamos escribir páginas y páginas sobre el expolio del agua, acerca del agua como medio político, pero siempre nos quedaríamos cortos. Simplemente decir que mientras la sociedad en general, y los políticos en particular, no se den cuenta que vivimos en un mundo de recursos finitos, en donde la vida tiene unos límites que ya estamos sobrepasando hay poco avance colectivo. En este contexto, habrá que atender a que el supuesto desarrollo no lo es tal si hipoteca tanto nuestras vidas, más aún de los que vendrán detrás.

Tengo anotada en mi cuaderno de bitácora una denuncia verbal que formuló Kofi Annan, el anterior presidente de la ONU: “Para la supervivencia, el bienestar y el desarrollo socioeconómico de toda la humanidad es un requisito fundamental tener garantizado el acceso a un suministro suficiente de agua potable. Sin embargo, continuamos actuando como si el agua dulce fuera un recurso abundante e inagotable, cuando no lo es.”

Es a partir de esta consideración cuando toma forma algo tan esencial como el principio de precaución, enterrado en el fondo de las conciencias que nos dirigen, y alguna más, desde que el mundo se hizo consumista por excelencia. Allí se engrandeció el expolio, que en algunos casos ha llegado a robar el pensamiento de mucha gente.

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