Dos días para celebrar la primavera con poesía, agua y bosques

La primavera la sangre altera, se repite una y otra vez. Como queriendo decir que algo cambia en los organismos, no solo humanos. ¿Y si la sabiduría popular tuviese fundamento? Vamos a concederle por una vez el beneficio de la duda. Se sabe que la luz solar, que ya se empareja en su duración con la oscuridad de la noche, estimula la producción de serotonina y rebaja un poco la de melatonina. Además entran en acción preferente otra serie de hormonas que en general mejoran el estado de ánimo. Hay días con suerte como este 21 de marzo en los calendarios mundiales, sobre todo en el hemisferio Norte, en los que esa “efervescencia” humana eligió como punto de partida de algo nuevo, diferente aunque cada año se repita; aunque la primavera astronómica comenzase este año en España el 20 de marzo. Susceptible de ser poemado, y mira por donde se ligó lo de la “alteración” de la sangre a la efusión vital de la poesía. Y así este día es algo especial, que renueva hasta el pensamiento, que invita al optimismo. A gente más y a otra menos.

Todo se catapulta en este equinoccio. Recordemos como lo vemos en el hemisferio nuestro. Los pájaros cantan más fuerte, las plantas retoñan tras el invierno, otros seres vivos abandonan sus escondrijos invernales. Las yemas de muchos árboles se engordan y explotan en un concierto de colores. Ahora mismo el blanco ciruelo de mi casa es lugar de encuentro de insectos varios. Y las personas se alteran en positivo y en negativo, por culpa de las malditas alergias. Pero en realidad, el poema de la vida lo relatan las bruscas diferencias de temperatura y de presión atmosférica, y esa luz solar que cada vez incide de manera más perpendicular y durante más tiempo; esa vitamina D que tanto se engrandece con la luz solar, aunque ahora alguna investigación lo dude. Y para mayor desenfoque, unos días después llega el cambio de hora que nos altera el ritmo circadiano. Hasta el microbiota intestinal dicen que se convulsiona. ¡Quién iba a pensarlo!

Almendros en flor en la Quinta de los Molinos de Madrid. (Jorge París/Archivo)

Quizás por ese sentido de renovación se eligió esta fecha para celebrar el día del agua (22) y de los bosques (21). Estos irán cambiando de color, se vestirán con otros ropajes, pero también los renovará la vida de todo aquello que no son árboles. Habrá que decirlo a menudo: el bosque es algo más que la suma de árboles. El bosque son muchos bosques en el amplio mundo, no siempre fueron así ni alguien clamó por ellos de la misma forma. De hecho, una vez escribimos sobre la desaparición casi total de los bosques primarios y redactamos un material para Greenpeace invitando a un paseo didáctico sobre los bosques primarios. El bosque animado, de Wenceslao Fernández Flores es poesía que los seres del bosque susurraron al autor para que los relatase en prosa. Por más que no tengan reloj ni cambien su horario de la misma manera todas las criaturas sí que aumentan sus actividades. La sensibilidad, especialmente con respecto al entorno pero no solo, también cambia la vida de los ecosistemas. Son ciclos para entender la vida, que año a año se repite sin ser la misma; ahora más influenciada por la errática desmesura del cambio climático.

El cambio climático se ha hecho crisis, por eso es más oportuno que nunca en estos días hablar de bosques y agua, de sus influencias en nuestros anhelos y ausencias. En muchos países del mundo, en donde sus aguas y sus bosques no son primavera poética.

El día 21 de marzo se ha programado el Día Internacional de los bosques 2023 con un lema trascendental y apasionante “Bosques y salud”. Aquí se explica por qué. En este documento la FAO insiste en que hay que fortalecer el nexo entre bosques, salud y nutrición. Pero los años anteriores los empeños y los reclamos de sus días se apoyaban en acciones/ideas fundamentales para todo el planeta: Madera sostenible para las personas y el planeta (2022), Restauración forestal: un camino a la recuperación y el bienestar (2021), Los bosques y su biodiversidad: Demasiado preciosos para perderlos (2020).

El día 22, Día Mundial de Agua pero nosotros lo hemos concentrado en el 21 con los bosques y la poesía, se inaugura en Nueva York la Conferencia de la ONU sobre el agua 2023 con una invitación a participar, incluso a enviar comentarios, quejas o sugerencias. En ella el Pnuma (Programa de la Naciones Unidas para el Medio Ambiente) presentará su informe Evaluación sobre los Progresos: los ecosistemas relacionados con el agua y los ODS. Pero es mucho más importante que todos los países acepten la Agenda de acción del agua, en la que todas entidades que lo deseen pueden anotar los compromisos y también los ODS asociados a las actuaciones. Porque el agua es universal en la configuración de una sociedad que quiera alcanzar la Cima 2030. La crisis mundial del agua puede tener efectos catastróficos según la ONU, que nos aporta una serie de datos para completar esta afirmación.

El día de hoy de los bosques y la poesía, es también el día de mañana del agua; y muchos más futuros días porque todo no se consigue en dos días. Porque en cada celebración se habla de vida y muerte, de poesía del futuro o necrológica sobre su posible defunción, o la nuestra. Por eso, en este día(s) tan glamuroso(s) vamos a empezar las transición de vida descubriendo un poema que habla de morir; los bosques y el agua son una epifanía laica de vida y muerte cada día. Es de nuestro Premio Nobel de 1977 Vicente Aleixandre. Solo morir de día:

El mundo glorifica sus alas.
Bosque inmenso, selva o león o nube;
pupila lentísima que casi no se mueve;
dolorosa lágrima donde brilla un lucero,
un dolor como un pájaro, iris fugaz en lluvia.

Tu corazón gemelo del mío,
aquel alto cantil desde el cual una figura diminuta
mueve sus brazos que yo casi no veo, pero que sí que escucho;
aquel punto invisible adonde una tos o un pecho que aún respira,
llega como la sombra de los brazos ausentes.

Tu corazón gemelo como un pájaro en tierra,
como esa bola huida que ha plegado las alas,
como dos labios solos que ayer se sonreían…

Una mágica luna del color del basalto
sale tras la montaña como un hombro desnudo.
El aire era de pluma, y a la piel se la oía
como una superficie que un solo esquife hiere.

¡Oh corazón o luna, oh tierra seca a todo,
oh esa arena sedienta que se empapa de un aire
cuando sólo las ondas amarillas son agua!

Agua o luna es lo mismo: lo impalpable a las manos,
linfa que goteando sobre la frente fría
finge pronto unos labios o una muerte escuchada.

Quiero morir de día, cuando la luna blanca,
blanca como ese velo que oculta sólo un aire,
boga sin apoyarse, sin rayos, como lámina,
como una dulce rueda que no puede quejarse,
aniñada y castísima ante un sol clamoroso.

Quiero morir de día, cuando aman los leones,
cuando las mariposas vuelan sobre los lagos,
cuando el nenúfar surte de un agua verde o fría,
soñoliento y extraño bajo la luz rosada.

Quiero morir al límite de los bosques tendidos,
de los bosques que alzan los brazos.
Cuando canta la selva en alto y el sol quema
las melenas, las pieles o un amor que destruye.

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