Archivo de febrero, 2023

Doñana y sus circunstancias, el epítome de la desidia gubernativa

Doñana ya es un foco de atención especial de 20minutos, lo que da cuenta de su singularidad e importancia. Pero vamos a insistir en la necesidad de rescate porque lo más probable, de seguir las cosas así, es que llegue a 2030 apenas en su mínima expresión. No podremos llevar a La Cima nada más que algunas fotografías o vídeos y un botellín de plástico con aguas tóxicas, como muestra de lo que nunca se debió consentir.

Cuesta creerlo pero va para cierto. Doñana sigue hace años el camino de no retorno y ha entrado ya en el bucle próximo a la destrucción como conjunto. Servirá para apenas un registro catastral de parcelas de vida, cada vez más inconexas. Poco importa su historia geológica, ni siquiera la vital. Esa que nos hizo darnos cuenta de que había lugares de España que se parecían al paraíso de Aristóteles. Bueno a uno de ellos porque pensó en muchos. Del que nosotros hablamos es de aquel que alojaba a tantos libros de naturaleza maravillosa, una biblioteca de vida porque de la atenta mirada queda siempre un rastro. Vuelvo a sentirla otra vez desde la distancia y me pregunto si ahora le sienta bien aquello que decía Averroes que en la naturaleza nada había superfluo. Hay mucho superfluo en la naturaleza, casi todo lo han inducido los humanos que han querido sacarle todo su jugo líquido hasta exprimirla. Son sus cada vez más potentes circunstancias.

(Getty Images/iStockphoto)

Doñana ya no es Doñana, aunque sí figure en los mapas pintada de un azul esperanza. Son sus circunstancias. Las que se ven –sequía principalmente y muertes adelantadas de especies vegetales y animales- y aquellas que permanecen ocultas a la vista de las personas. Como esas que encuentran las tareas científicas que hacen de Doñana al menos un laboratorio. Como las que ha sacado a la luz una investigación del Idaea, organismo dependiente del CSIC, que advierte que los tóxicos encontrados en agua y sedimentos –algunos pesticidas prohibidos hace años como el aniquilador DDT, que lo fue en 1978- avisan de un riesgo cercano de muerte -aunque no inminente- si no se ponen los medios oportunos. Porque en determinadas zonas del puzle sistémico que es Doñana, las cercanas a los cultivos de arroz –rociados con pesticidas organoclorados (DDT) que tienen un gran poder de acumulación-. La vida languidece y pide auxilio.

Doñana va a dejar de ser Doñana sin agua. Me asomo con interés al especial de eldiario.es de diciembre de 2022. Qué pena produce que a estas alturas se tenga que dedicar toda una revista que responda al reto de Salvar Doñana, que reza en su portada. Allí se habla de muchas cosas, entre otras de los riesgos y secretos del agua, de cómo hacer visible el acuífero –si aguanta- porque ojos que no ven corazón que no siente y Administración que se esconde. Disfruten leyéndolo pero no se dejen eso de “ni agua para patos ni agua para fresas”. La ecodependencia y la interdependencia no se inventó en Doñana pero allí se proyecta esa película cada día, a cada hora, sea la estación que se, de día o de noche. Aquí está el agua que no llega a Doñana.

Doñana no será Doñana sin aves. La acumulación de tóxicos lleva a las aves a poner huevos con cáscara más delgada. Y ya se sabe, el embrión no se desarrolla igual y las roturas son frecuentes; el tránsito del aire por la cáscara –el secreto de los incrédulos- se hace demasiado incontrolado. El expolio del agua y los nidos devorados ha reducido las poblaciones desde el año 2004 pero parece que a partir de 2019 han entrado en picado hacia su desaparición. ¡Qué paradoja! Las aves de Doñana levantaron con sus vuelos la inicial preservación del posterior Parque Nacional, Patrimonio de la Humanidad. Si las aves migratorias no hacen parada en sus caminos norte-sur y sur-norte qué harán. El asunto es de tal gravedad que debería haber un Tribunal de Justicia Europeo para estos casos. Se ha roto la abundancia, se resquebraja la variedad. Señal inequívoca de que algo grave está ocurriendo.

(JOSÉ A. SENCIANES/CSIC)

Doñana no solo es Doñana. Lo han convertido en el estandarte fútil de lo que ocurre en otros lugares de España como las Tablas de Daimiel, también Parque Nacional. Es lo que llevamos por el mundo científico para promocionar la marca España. Pero no solo estos dos lugares emblemáticos sufren maldades y descuidos. España se adhirió al convenio Ramsar, que es más o menos la carta de protección de los humedales del mundo. Cuenta con 76 humedales de importancia internacional, el tercer país de mundo detrás de Reino Unido y México. Pues bien, varios de ellos (Doñana, Daimiel, Mar Menor y Aiguamolls de l’Empordà, entre otros) están sometidos a expedientes informativos y dos (Doñana y Delta del Ebro) tienen abiertos procedimientos de infracción europeos. Según contaba SEO/Birlife el pasado Día Mundial de los Humedales (2 de febrero), el 85% de los humedales de relevancia internacional se encuentra en un estado de conservación preocupante. Por eso la organización ecologista reclamaba que estos espacios naturales interiores y costeros fuesen declarados hábitats en peligro de desaparición.

Dicen que desde el Ministerio de Transición Ecológica van a hacer todos los esfuerzos para elaborar un salvavidas de Doñana junto con la administración andaluza. Por ahí anda, o debía hacerlo la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir que del agua contaminada y la sequía debe saber mucho. Quienes no somos de allí nos preguntamos qué han hecho hasta ahora para no salvar Doñana. La avaricia productiva de la agricultura intensiva y la ganadería, dentro y fuera del parque no tiene límites; la desidia administrativa tampoco. Pronto la Unesco le quitará aquella estrella de excelencia de Patrimonio de la Humanidad que le había otorgado en el año 1994. ¿De quién es hoy patrimonio? ¿Qué pensarán, o pensarían si ya han fallecido, quienes poblaron este paraíso y los que hicieron de la lucha por Doñana el motivo de su acción participativa para el bien común? Quienes se rebelan ahora y ven el agua en forma de espejismo. Nos relatan su epítome.

(ahau1969 / iStock)

El paradigma de las renovables: según, cuándo, cómo y para qué

Claro que también nos falta el dónde y muchas más cuestiones. De siempre he dicho, y defendido en este blog, que soy partidario del crecimiento de las energías renovables por muchas razones. En 20minutos.es ya hay un blog que trata del asunto pero hay que insistir desde todas las esquinas de la vida. Aquí lo intentaremos hacer desde la perspectiva ciudadana, en la construcción de una cultura social, reivindicativa y comprometida por ser más eficiente. Esta arquitectura vivencial se manifestaba con escasas preocupaciones ambientales. Pero ahora, desde el atropello de Rusia, ha empezado a ver sus aristas sociales. Por eso aspira a que las renovables sirvan para evitar dependencias energéticas foráneas y para detener la pobreza energética de los hogares más vulnerables; es decir, por necesidad colectiva, incluso por beneficio personal. De hecho la gente ya está gestionando su instalación en sus viviendas.

Hubo un tiempo, no muy lejano, que se utilizaba el dato del consumo de energía para valorar la buena marcha de un país. Ya se han encargado las petroleras y gasistas de vendernos “ese bien vivir” financiando campañas negacionistas, maquillando las cifras que la ciencia difundía, y tergiversando la realidad, mientras perforaban por aquí y por allá. No hace mucho se conoció la ocultación de la verdad por parte de Exxon con respecto al cambio climático y el uso de combustibles fósiles. Ahora nos damos cuenta de que no sirve el más consumir, sino que prima el mejor; todo un cambio de paradigma. Tal es así que muchos países manifiestan encontrarse en emergencia energética. Y claro, se han puesto en marcha acelerada para hacer renovable la vida 100 %, y ese es un empeño sublime, pero irreal: el cambio tecnológico no tendrá materiales suficientes ni espacios idóneos, y luego está la movilidad.

Por eso el cambio de paradigma debe ser también cultural. Para ello necesita una nueva mentalidad social contra la contaminación generada por el uso de la energía y a favor de la sostenibilidad global de la vida. En suma, una transformación de los consumidores activos hacia los ciudadanos y ciudadanas ahorradores y después comprometidos-as. El uso de la energía forma parte de un paradigma más amplio, como nos presenta Oxfam Intermón con su iniciativa Trucos para una vida Eco-friendly. Quienes quieran permanecer desinformados que no miren, pero la eólica y solar fueron la principal fuente de energía en la UE por primera vez en 2022. Así nos lo cuenta CarbonBrief “ayudaron a Europa a sobrevivir una triple crisis creada por las restricciones en el suministro de gas ruso, una caída en la energía hidroeléctrica causada por la sequía y cortes nucleares inesperados”. En su informe se dan datos segregados por países.

Volvamos al cambio de paradigma, que debe ser personal y a la vez colectivo, para no perdernos en cifras. En el revuelto universo energético intervienen dos grandes condicionantes: cómo se produce y comercializa la energía que consumimos y cómo se comportan los consumidores, por costumbre o por nueva concienciación dineraria y ecológica. Además hay dos mundos energéticos principales en el consumo: el que se realiza en lugares determinados (industrias, servicios, domicilios, etc.) y aquel que comprende la movilidad (colectiva o individual).  El paradigma se complica aún más si miramos el asunto del consumo energético y la salud, especialmente el ligado a la movilidad urbana (individual y colectiva). Pasearse a determinadas horas por determinadas calles de nuestras grandes ciudades  es darle un chute contaminador a los pulmones. ¿No sería motivo suficiente para cambiar el paradigma del presente y del futuro, de lograr  ciudades resilientes, que se lleva mucho? Todo lo que antecede y sigue son pros y contras energéticos, pero vistos desde la justicia social, cuyo día universal viene señalado en el calendario cuando esto escribo, 20 de febrero de 2023. Sin embargo, al margen de fechas señaladas, que no se nos olvide que energía la más limpia y barata es aquella que no se consume, que se ahorra. Ese podría ser el fundamento del nuevo pensamiento social, lo que significa una importante transición que es incluso ideológica.

Una posible solución pasa por producir energía en tiempos de vulnerabilidad global sin causar perjuicios ambientales; no es fácil pero se puede quedar cerca. Así la promocionan los movimientos ambientalistas y energéticos no depredadores. La realidad es que las renovables están revolucionando el mundo compartido, pero creer a pies juntillas que la transición energética se soluciona con poner paneles en los tejados es un disparate técnico y roza la anticiencia, defendió un Director General del asunto en la Comunitat Valenciana; fue cesado. Hace muchos años que alguien dijo que la energía ni se crea ni se destruye sino que se transforma, pero el axioma no cala en la cultura popular ni en la mercantilizada rapiña energética, que ha ganado últimamente dineros a mansalva. Ahora sabemos que su transformación, si se logra, también llega a la calidad de vida, pero necesita generalizar este paradigma.

Aerogeneradores de la Granja Eólica de la compañía alemana de suministro energético RWE en el Mar del Norte, Alemania. (EFE/Archivo)

Luego está el asunto de la ocupación del territorio por parte de las renovables; la película Alcarrás trata de la lucha ciudadana por este motivo. Como la que defendió Rodrigo Sorogoyen al recoger su Goya por As Bestas para terminar repitiendo ese otro paradigma que ya empieza a calar en la cultura social: renovables (energía eólica) sí, pero no así. Será por denuncias como las que plantean las dos películas que algunos defienden no impactar tanto en el paisaje y llevar los huertos solares a tejados de instalaciones públicas y a áreas ya degradadas. Por ahora vemos todo un maremágnum que confunde a los usuarios y en cierta manera cortocircuita el paradigma: autoconsumo con placas en los tejados, comunidades energéticas de distintas modalidades, planteamientos municipales concretos para los centros históricos, abono a tarifas reguladas o sin regular, etc. Todo subliminal o directo, como esos anuncios promocionales de los lobbies renovables (que empujan las gigantes compañías petroleras de EE UU y Europa que durante 2022 han ganado “solo” unos 200.000 millones de dólares) de que se han vuelto verdes pero a la vez se empeñan en fagocitar la producción de los pequeños. ¡Prevención universal ante esa estrategia! No han pensado en hacer propaganda social adhiriéndose a colectivos que buscan eliminar la pobreza energética. Con las subidas y bajadas de precios según hora del día y día del mes no hacen sino confundir a la gente que desea consumir menos y mejor.

Esos grupos de presión han convencido a la UE que había que inundar todo de parques solares y eólicos o venía el fin del mundo; y no es la única maniobra de las energéticas por repartirse el pastel. Será por eso que la UE/Parlamento Europeo ha rebajado las exigencias ambientales. El Gobierno español, alumno aventajado en la UE, se ha puesto manos a la obra para liberar inconvenientes. Apaga y vámonos, que decía una luminaria. Si detrás de todo, o empujándolo, estuviese la intención global de la descarbonización quizás encontrásemos el nódulo central del paradigma: hay que descarbonizar la vida y cuanto antes mejor. Puede que China, el mayor contaminador del aire y poco proclive a pensar en la mejora universal de las cosas, esté en esa intención pues en 2022 ha instalado el doble de potencia fotovoltaica que la UE. También hay que señalar que en España el autoconsumo fotovoltaico instalado creció un 108 % con respecto a 2021.

En fin, que nos encontramos en el revoltijo de las renovables. Solo faltaba la burbuja del hidrógeno verde, un asunto que va para largo. Pero no dudemos que después de la tempestad vendrá la calma. Terminaríamos con unas palabras vertidas en una entrevista publicada en la web Energías Renovables, que ya hemos enlazado pero lo volvemos a hacer. El cesado Pedro Fresco en el Gobierno valenciano decía: para hacer la transición ecológica no solo se trata de poner tecnologías o de hacer reglamentos. Se trata de convencer, de ilusionar, de seducir a la gente. Es muy importante hablar, comentar, enseñar, divulgar. Creo que es parte importante de la política en general. La transición energética se gana primero ganando mentes, ganando afinidades. Y las redes sociales son una buena herramienta para difundir mensajes, y para luchar contra los bulos. Por eso las uso. ¿Y si en esto consistiese el paradigma?, claro está que con permiso y compañía de la descarbonización.

Es lo que defendemos en este blog: educación social desde el compromiso y la percepción de que todos formamos parte de un colectivo global que se llama La Cima 2030. Puede que sea la última oportunidad de reconciliarnos con el planeta Tierra y sus criaturas. En fin, la respuesta al para qué, que casi contornea el verdadero ámbito ecosocial.

El castigo ¿divino? de morir de hambre

Tan persistente en el tiempo que parece un castigo de los dioses universales, sobre lo cual se ha escrito bastante para justificar tales o cuales dogmas. Obviaremos esa presunta despreocupación universal de los dioses, que lanzaron a la gente a la Tierra y ¡allá te las compongas! Aquí vamos a centrarnos más en sus consecuencias, en denunciar una lacra social que se ceba más en continentes concretos, allá donde los dioses son muchos y de variadas sensibilidades. Pero no nos engañemos, que hay demasiados hombres suplantadores de dioses. Se podría decir que somos ignorantes del hambre cuando se gasta una millonada de dólares en hacer guerras que matan a muchas personas y se destina más bien poco a paliar la mala vida de mucha gente en el planeta Tierra. Gente que vive también en los países que lanzan satélites al universo desconocido para ver si hay vida. Pensamos en India, pero también en China y otros países occidentales. ¡Qué decir de los EE UU, en donde millones de estadounidenses nutrían la cola del hambre durante las pasadas navidades!

Me apoyo en Hambre, de José Saramago, al cual le importaba un pepino Marte o así más o menos lo expresó, para entender el hambre y sus circunstancias. Me pregunto por qué en la era de la digitalización universal, que impregna hasta del pensamiento, no han logrado ingeniar un algoritmo que logre distribuir la riqueza alimentaria, evitar los desperdicios de alimentos y que estos lleguen a la gente necesitada. ¿Cómo es posible que más de 839 millones de personas no puedan comer dignamente? La FAO cuantifica 10,7 millones más que en 2021. Además, según el cálculo que hacen 238 organizaciones humanitarias, alguien pierde la vida cada 4,25 segundos por falta de alimentos. Decía Saramago que el mundo no tenía solución, que nunca se había podido vencer el hambre y la miseria, pero que ahora hoy los ricos son más ricos y los pobres también más pobres, y muchos más. No sería justo olvidar aquello de que “había que tener en cuenta que la lejanía entre los que tienen y los que no tienen sólo guarda paralelismo con la distancia que existe entre los que saben y los que no saben. Pero además los que no tienen son los que no saben». Así pasa porque son condenados desde que nacen. Nacer, que es algo que nadie elige, y la fortuna lo alumbra en un país rico o pobre, en una familia pudiente o paupérrima.

Varios niños esperando la distribución de comida en un centro del distrito de Hodan en Mogadiscio (Somalia). (Dai Kurokawa / EFE /Archivo)

Hambre también en los países ricos, donde en 2022 la gente normal se dio cuenta de que tenía hambre, de que la inflación y los sueldos bajos, si los había, se habían llevado no solo el confort o los pagos de electricidad de la vivienda sino la esperanza. Así aumentaron los precarios, de sueldo y de hambre. Aquella buena intención del Objetivo de Desarrollo Sostenible núm. 1. Hambre cero se quedó en una quimera. Los negros presagios de Martín Caparrós en su Hambre casi se quedaron cortos. Recogemos un párrafo de la presentación que del mismo hacía su editorial Anagrama: El Hambre es un libro incómodo y apasionado, una crónica que piensa y un ensayo que cuenta y un panfleto que denuncia el apremio de una vergüenza sostenida y busca formas de terminar con ella. O aquellas palabras sobre el mismo libro que escribió Roberto Saviano: mucho más que un ensayo, mucho más que una novela, porque Ca­parrós utiliza la literatura para acompañarnos a un infierno hecho de una realidad lejana a la que a menudo se le presta sólo una atención distraída. Sin duda, el gran fracaso del ser humano es haber arrinconado, o no haber sabido o querido sacar, de esa lacra social que supone el hambre.

Pero el hambre es una realidad y a la vez alegoría, como en el cuentecito El artista del hambre  de Frank Kafka, del cual no acertamos a descubrir del todo sus metáforas. Como el hambre en el mundo, es en sí mismo una alegoría. Como en el cuentecito se apunta, la vida actual se parece en ocasiones a una obra de arte frustrada, plena de gentes que se han convertido en artistas del hambre como el protagonista del libro encerrado en una jaula en un circo (¿la vida?) que nadie se para a mirar.

Volviendo al presente, las cifras del hambre son desalentadoras si revisamos el principal estudio global que cada año publican la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), el Programa Mundial de Alimentos (PMA), Unicef y la Organización Mundial de la Salud (OMS) con el título El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2022 (SOFI, por sus siglas en inglés).

Volvamos otra vez a los ODS: el panorama no puede resulta más desolador. Desde aquella propuesta de Naciones Unidas en 2015, que unía hambre cero a seguridad alimentaria, el segundo entre los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el tiempo se reduce; estamos a 7 años lejos de conseguirlo, a la vez que la mejora de la nutrición y la generalización de una agricultura sostenible. Por eso, en el informe de este año, y si no se dan catástrofes generalizadas como la guerra de Ucrania y sus consecuencia, esa fecha límite de 2030 seguirán pasando hambre unos 670 millones de personas. Es decir, el 8% de la población del mundo, prácticamente el mismo porcentaje que cuando la ONU definió aquel objetivo de erradicarla. La cifra, además, está calculada teniendo en cuenta una recuperación económica mundial, una posibilidad cada vez más lejana. El Programa Mundial de Alimentos intenta paliar las hambrunas pero necesita muchos más recursos.

Hay que revisar despacio lo que expresa el INE (Instituto Nacional de Estadística)  en esta entrada y ver su grado de cumplimiento. También el informe  Sustainable development in the European Union — 2022 monitoring report on progress towards the SDGs in an EU context y el Desarrollo Sostenible en la Unión Europea 2022 para saber qué lugar ocupa el hambre cerca de nuestra casa, en nuestra calle o barrio, en la ciudad o país donde habitamos. La UE reconoce en sus conclusiones que el avance en el ODS núm. 2 ha sido moderado. Cada cual que opine. Por cierto, en la misma página se encuentran enlaces donde se muestran los avances de cada ODS por país. Hay mucho que mirar(nos).

Imagen de archivo de un joven plantando cebollas en un campo en las afueras de la ciudad de Seiyun, Yemen (YAHYA ARHAB / EFE / EPA)

Suerte para el próximo ejercicio, del cual daremos puntual información aquí. Por cierto, por qué no hacemos caso a las palabras de ese buen hombre que es el Secretario General de la ONU cuando dice que “El mundo se enfrenta a una oleada de hambre, pues cerca del 60% de la población desnutrida del mundo vive en zonas afectadas por conflictos”. El semáforo del hambre señala con destellos rojos Yemen, Somalia, Etiopía, Afganistán, Sudán del Sur, Nigeria. Y con luminarias amarillas R. D. del Congo, Haití, Kenia, el Sahel, Sudán, Siria (antes del terremoto), República Centroafricana, Pakistán, Guatemala, Honduras, Malaui, Sri Lanka, Zimbabue y Madagascar. No podíamos dejar de aludir al recordatorio de la ONU: Si no alimentamos a la gente, aumentamos los conflictos. Mafalda tenía razón: hacía pensar y lamentar con dolor el simple hecho de darle vueltas al globo terráqueo. Ella le ponía tiritas para proteger las heridas pero la cosa no se arregla tan rápidamente.

Ya fastidia estar siempre dando malas noticias desde aquí, pero es lo que hay. El olvido en estos asuntos, oscurecidos por el bombazo de la guerra en Ucrania, no nos hará más libres, tampoco a los demás. Ah!, y el castigo no parece divino, por más que el Génesis 3:19 advierta a Adán de que “te ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste sacado. Porque polvo eres, y al polvo volverás”. Ese dios bíblico no ha podido ponerse de acuerdo en abandonar a la gente con tantos dioses como por la Tierra se adoran. Luego…

Ríos agónicos

El Roto todavía se queda corto en sus excelsas viñetas. Con este arranque quiero rendir un homenaje a El Roto (Andrés Rábago), que tantas veces ha clamado por los ríos. Las viñetas se encuentran fácilmente en Internet, pero me quedo todavía extasiado recordando su exposición Aguatinta, inaugurada en el Paraninfo de la Universidad de Zaragoza coincidiendo con la Expo 2008. Tuve la fortuna de visitarla muchas veces en su momento. Tras su disfrute, vuelve el pensamiento una y otra vez a los ríos agónicos, que son un punto y seguido de la dejadez ambiental en España. Porque para quien esto escribe, los ríos eran, y seguirán siendo, una metáfora de la vida, como ya poemaba Jorge Manrique y después tantos poetas y artistas.

Durante unos días, y los que durará en forma de erupción política y de revoltijo social, máxime en periodos preelectorales, se habló mucho de trasvase Tajo-Segura. El detonante del manoseo político y la preocupación de agricultores y ganaderos fue la aprobación por parte del Gobierno de España de algo que debería haber hecho hace muchos años: la declaración de caudales ecológicos del Tajo; la esencia vital de un río para llamarse así. Su no declaración ha supuesto ya sentencias condenatorias del Tribunal Supremo y multas de la Unión Europea. Por cierto, no solo se regulan caudales ecológicos de la cuenca del Tajo sino de otras 11 más. Quienes vilipendian a la Vicepresidenta y Ministra Ribera son aquellos que suponen que un río es una corriente de agua, solo agua, que va por unos lugares para llegar a otros. Eso sí, satisfaciendo las necesidades humanas de todos los lugares por donde discurre.

Algo de culpa de esto lo tienen la RAE y los libros de texto que usamos todos: viejos y jóvenes. Para la RAE un río es una corriente de agua continua y más o menos caudalosa que va a desembocar en otra, en un lago o en el mar. Las ideas previas, o interesadas, que cada cual se construye sobre un término concreto son muy persistentes. Anda ahora a decirles que las cosas han cambiado a quienes llevan esquilmando y envenenando, no solo en las zonas de regadío del levante español, que esa corriente de agua no es solo agua. Que es un ecosistema complejo que acoge muchos seres vivos y cadenas tróficas, que interacciona con los suelos y riberas por los que pasa, que mira al cielo para ver si le llega su ser, que está en constante cambio y por eso precisa un caudal ecológico. Podríamos resumirlo mucho diciendo que el río y sus circunstancias naturales es aquello que mantiene unas mínimas condiciones de vida y remoción de materiales del suelo debido a su interacción constante.

El Tajo en una imagen de archivo (EUROPA PRESS)

Mientras no se entienda el complejo asunto, se cambie la ancestral cultura depredadora, los cultivadores de Almería, Murcia y Alicante seguirán demandando un trasvase cada vez mayor. Pues ellos solo ven agua asociada a riqueza. Por el otro lado, las cuencas cedentes tiran del caudal del otro extremo, hasta entre unos y otros romperlo. La parte de este río no trasvasada fue un vertedero que motivó una millonaria multa –impuesta por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea en 2018- por falta de depuración, que seguirá pagando España hasta 2025. Cuando alguien contemplaba la ciudad de Toledo desde el otero veía un manto de espuma y un río oscuro que destrozaba aquella idílica imagen de la ciudad que nos legó El Greco. El Tajo tiembla siendo objeto de deseo de tantas apetencias ajenas a su ser.

Los ríos agónicos no solo portan contaminantes; algunos ni siquiera son ríos en parte de su recorrido, en ciertas épocas del año, a no ser que los busquemos debajo de las piedras del cauce; añoranzas del Guadiana. Se sacó agua de sus caudales para abastecer riegos, industria y ciudades. Pero una buena parte de ella se extravió en el camino. Tan preocupante es el asunto que el Ministerio de Transición Ecológica admite en su borrador de la Estrategia Nacional de Recuperación de Ríos que casi el 45 % del agua de los ríos está deteriorada. Afirma que “de los 4.000 cursos revisados, más de 1.800 presentan un estado global negativo. A pesar de la mejoría, no se han alcanzado los objetivos ambientales” que deberían haberse completado ya en 2021”.  En algunos lugares ya se han escuchado lamentos y peticiones para la restauración de los ríos. Valga como ejemplo esta sobre los ríos de la CC.AA. de Madrid lanzada por Ecologistas en Acción.

Ríos objeto de deseo que regarán las campañas electorales próximas, cuando los partidos gobernantes y aquellos que quieren acceder al gobierno local o regional padeciendo graves episodios de mudez hídrica. Guerras del agua entre cuencas cedentes –a su pesar- y cuencas absorbentes –cada día más porque quieren poner en riego hasta la cima de sus montes- que se avecinan a costa del trasvase Tajo-Segura, pero que no son para defender la calidad de los caudales y entornos sino para reclamar grandes cantidades del agua que cada cual se cree que le pertenece. Y todos deberían reflexionar ante dos cuestiones fundamentales: cada vez llueve menos, los caudales se empobrecen y llevan más carga contaminante; cada vez se les demanda más agua para unas necesidades crecientes, que habrá que ajustar a la disponibilidad compartida.

Ríos hormigonados para conducir su cauce, lo que conlleva la destrucción del ecosistema fluvial. Y mira por dónde, las aguas bravas se saltan escolleras y cuanto pilla por delante cuando la acumulación de agua consigue recuperar los cauces y llanuras de inundación que le fueron robados. Una y otra vez sucede en España y en todo el mundo. De bastantes se hace eco iagua, otras muchas empapan las páginas de los periódicos y sus Web. Las intervenciones en los ecosistemas sociales tienen que ser escrupulosas con la previsible evolución de un complejo vivo.

Ríos medicados sin pasar por consulta, lo cual pone en duda su idoneidad para riego, dar de beber a la intensiva ganadería –que le devuelve su agua bien provista de amoniaco- y peligrar el consumo humano. Como denunciábamos en un artículo de Ecos de Celtiberia que recogía lo que se escribía en la  revista científica PNAS (Proceedings of the National Academy of Sciences) que la contaminación farmacéutica representa una «amenaza global para la salud humana y ambiental». Asunto que afecta ya a la mitad de los ríos del mundo según advierte Environmental Toxicology and Chemistry.

En fin, ¿qué es un río? Hay que hacérselo mirar en esta sociedad del consumo sin ver, sin pensar. No nos vaya a pasar como barrunta WRI (World Resources Institute) que dice que en 2030, el año de la cima que se nombra una y otra vez este blog, el número de personas afectadas se duplicará con respecto a las que lo fueron en 2010. Los cambios socioeconómicos pondrán a muchas más personas en riesgo. Antes solamente se hablaba de Bangla Desh como epítome de las inundaciones; ahora tenemos ejemplos muy cerca. Pero con el tiempo aflora Lete, el mitológico río del olvido, y vuelta a empezar.

De todos estos asuntos dio puntual visión gráfica el Roto. Quienes creemos en la libertad de los ríos y ecosistemas sanos siempre le estaremos agradecidos. No nos vaya a pasar que los perdamos para siempre, como le sucedió a Rosalía de Castro en Adiós ríos adiós fontes, pero a nosotros sin movernos del lugar, por haberlos matado. Podemos disfrutar del poema de Rosalía en la voz y música de Amancio Prada. Hay muchas canciones de ríos, esas de la Ronda de Boltaña que hablan del pasado, en concreto del Ara, uno de los ríos que mejor se han conservado, en El Ara y el viento;  un palotiau del batán con el río que comunica pueblos y vida en nuestro recóndito Sobrarbe (Pirineo aragonés). Las agonías de los ríos han de llevarnos a su defensa, como ya hacen la Fundación Nueva Cultura del Agua (FNCA) y otras muchas por toda España.