Archivo de mayo, 2024

‘Ecorrelatos inacabados’, sin fecha de caducidad

Resulta complicado hablar de lo que uno hace en relación con la problemática socioambiental; máxime si se trata de resumir en un texto corto todo un proyecto para presentarlo a los demás. Este libro del cual se adjunta la portada es en sí mismo una metáfora, o muchas juntas. El mismo dibujo presenta a un detective, estilo de Mortadelo y Filemón del gran Ibañez, que va buscando por la vida algo de seguridad, o el final del relato. Camina sobre un fondo resbaladizo en el que no faltan pinturas para colorear el medioambiente ni plásticos deslizantes porque giran sobre sí mismos. Porta una lupa porque sabe que se necesita mirar bien en todo lo que no se ve.

En el libro se recogen veintiocho ecorrelatos, cuentos sencillos si se quiere, sobre la naturaleza y la visión ecosocial del complejo mundo en que vivimos. Bastantes tienen como protagonistas a seres pequeños, habitualmente olvidados como: las hormigas, las abejas, los pulpos, los gorriones o las amapolas; qué decir de las efémeras o de la pasada relevancia social del botijo. Pero no falta el motivo de la desaparición del último dinosaurio. También se dicen cosas sobre las desorientaciones humanas: la gente prefiere mirarse a sí misma antes que ampliar los horizontes de futuro para apreciar un medioambiente comprometido. Aparece la IA y el ChapGPT de la mano de un Vélez de Guevara renovado en su empeño de “diablo cojuelo”. No nos hemos olvidado de Noé y su nuevo intento de salvar a la humanidad del probable segundo diluvio universal. Tampoco de esa revista que, comandada por el espíritu de Leonardo da Vinci, quiere ser la última llamada a la cordura. Todos son ecorrelatos inacabados porque el autor ha querido dejarlos abiertos, para que los lectores y lectoras los cierren cómo y cuándo quieran; acaso nunca.

En la introducción se advierte que no es tarea sencilla detener el ritmo de las cosas para que nos hagan la vida más placentera. En realidad, también se recalca en el prólogo que ha escrito Cristina Monge apelando a la ironía como humor de los inteligentes, la vida compartida, hoy lo es por activa y por pasiva, es un continuum que cambia constantemente. Empujando y removiendo se encuentran las interacciones entre el planeta y sus criaturas. De ahí que estas pequeñas historias –construidas por personajes refugiados en el anonimato- no tienen fecha de caducidad, al menos para quien las ha escrito. Así es el pensamiento de cada cual, recoge episodios de anteayer y quizás de pasado mañana; unos vividos y otros vistos o sentidos.

Los ecorrelatos se presentan de una forma sarcástica. Hablar seria y fundamentadamente de la problemática socioambiental resulta poco eficaz si se quiere animar a que mucha gente camine hacia la necesaria transición justa. Lo hemos hecho a menudo en artículos en este blog o fuera de él. La experiencia propia nos dice que hemos de acercar a la gente las problemáticas de forma pausada, sin culpabilizarla. Por eso nos atrevemos a presentar en este libro una socioecología particular, totalmente subjetiva, en clave de sorna amable y respetuosa, si se quiere de humor líquido; ese que impregna algo pero a nadie sofoca, y evita ansiedades innecesarias.

Nos hemos apoyado en sucesos que han ocurrido antigua o recientemente y, sobre todo, en palabras e ideas de muchas entidades, de personajes célebres de tiempos remotos, de literatura e historia que hace medioambiente, de enseñanzas que nos puedan servir para echar miradas emocionales al escenario vital. Al final del libro aparecen en una relación de personajes en la que se exaltan sus cualidades para estar en él.

Si alguien quiere comprobar lo que aquí se dice es verdad puede acompañarnos en la aventura. Basta con comprar el libro en la librería habitual. Para mayor seguridad se puede pedir en la web de la editorial IV Centenario, lo pone en casa sin gastos de envío y con un 5 % de descuento. Solamente es necesario acceder a este enlace. También ahí se puede descargar un pdf de las primeras hojas para tener una idea más completa sobre la aventura ecosocial que el autor se ha inventado; ¿quién sabe si se acercará a la realidad colectiva o individual?

Vamos a hacer una presentación en Madrid el 5 de junio, Día Mundial del Medio Ambiente, en el Ateneo La Maliciosa a las 19 horas, de la mano de Conchi Piñeiro (FUHEM) y Javier Benayas (UAM). Adjuntamos la invitación para quienes estén ese día en la capital. Posteriormente se presentará en otros lugares.

La Educación Ambiental querría entrar en la legislación, pero…

Por Carmelo Marcén, maestro y doctor en Geografía, y Javier Benayas del Álamo, Catedrático de Ecología de la Universidad Autónoma de Madrid.

Al fin ha iniciado el camino de ser figura legislada. Hagamos un poco de historia. En las I Jornadas de Educación Ambiental de octubre de 1983 nos vimos mucha gente naturalista y ambientalista de toda España que sentía que era necesaria una acción a favor del medioambiente. Las 300 personas asistentes compartimos expectativas de signos diversos con incipientes realidades; quizás primaba más la acción ambiental, también un cierto activismo, que la reflexión sobre lo hecho y por hacer. La jornadas supusieron un hito importante en la búsqueda de una relación entre las personas y el medioambiente, el entorno era la palabra estrella. Normal que así ocurriese porque se trataba de respetar, ayudar a reponer, algún enclave o escenario natural que pasaba momentos amenazantes. No existían ni los ODS ni las Agendas 2030 pero de aquellas preocupaciones surgirían estos anhelos, pasado un tiempo.

En aquel octubre amenazante de tormentas en Sitges se compartieron ideas que en sí mismas eran una revolución social: el respeto del medioambiente a través de una educación que en realidad eran muchas. Se conocieron prácticas y esperanzas de la escuela primaria, de secundaria y de la universidad. Pero no solo se habló de educación formal. Se expusieron actuaciones de administraciones, ONG u otros ámbitos donde la educación ambiental no formal llevaba ya varios años creciendo.

Repasando las I Jornadas, leemos en De Rerum Natura que se organizaron en seis grupos: medio natural, medio urbano, gestión del medio, sensibilización del público, medios audiovisuales, y bases científicas y planteamientos metodológicos. El fin era examinar la situación y problemática de la educación ambiental no académica en España tras la Conferencia de Tbilisi, propiciar el contacto y el intercambio mutuo entre las personas, grupos y entidades activas en el campo de la educación ambiental, y realizar un balance de la situación de la educación ambiental en el Estado. Hubo 4 ponencias, 85 comunicaciones y 30 paneles y otros materiales de exposición como bien recogieron Susana Calvo y Pepe Gutiérrez Pérez (2007) en El espejismo de la educación ambiental.

Y, cómo no, se habló de adaptar la normativa local, autonómica y general para que la EA ocupase el lugar que le corresponde, como parte activa de la vida diaria en la búsqueda de compromisos, en la configuración de un socioética ambiental. Pequeños balbuceos que ahora quieren ser realidad. Por más que no hubiese declaración final, sin manifiestos ni brindis supusieron un hito, significaron un antes y un después que se materializó en Valsaín (1987), Pamplona (1998) y Valsaín (2022). Las actas de estas últimas contienen avances sustanciales de lo que debe ser una EA adaptada a los nuevos tiempos y preocupadas por la derivas del medioambiente.

Como ya se ha subrayado, no por el hecho de carecer de regulación legal al servicio del interés colectivo la EA ha dejado de existir, tanto en grandes corporaciones como en pequeñas escuelas. Hemos de insistir en que la idea transformadora, el deseo de avanzar en metodologías, el apoyo de distintas administraciones, la multitud de campañas, el papel imprescindible de educadoras y educadores ambientales, los cientos de materiales, la organización administrativa en varias CC.AA. de unidades o servicios de EA, y otras muchas acciones han demostrado que el empeño seguía vivo. Desde pequeñas iniciativas hasta grandes propuestas han llenado de acción, participación y compromiso desde cada rincón de España.

Pero en este momento aparece otro hito que desearíamos fuese realidad creativa y participativa. Lo dice el título. La Educación Ambiental quiere ser importante en forma de ley, ya es anteproyecto. Qué duda cabe que para eso muchas personas y entidades han puesto su buen y bien hacer a lo largo de 40 años; han resistido malas interpretaciones y dejaciones de distintas administraciones. Sin embargo, no han decaído en su propósito, abordado lentamente podríamos decir.  El equipo del Ministerio de Transición Ecológica apostó porque la EA debía tener un rango legislativo, había de ser un espejo importante donde mirarse. Antes pusieron en marcha el PAEAS (Plan de Acción de Educación Ambiental para la Sostenibilidad, 2021-2025) en el cual han participado centenares de personas e instituciones, debatiendo y proponiendo en marcha transiciones educativas, de la educación formal o no, pensando en el presente con miras a un futuro incierto. El PAEAS sigue vivo, pero sus ánimos de convertirse en algo de mayor rango, quizás con un refrendo legislativo, van decayendo.

(GETTY)

Recordamos que el 29 de abril de este año se aprobaba en el Congreso de los Diputados la Proposición No de Ley (PNL) para impulsar medidas en torno a la educación ambiental en el sistema educativo. Lamentamos tres carencias importantes: que contase con el único apoyo del partido gobernante, que fuese tramitada como PNL y que no considerase la relación y alianza entre EA formal y no formal. Ambas singularidades nos hacen pensar que va a tener que sortear bastantes obstáculos hasta conseguir ser una ley consensuada de forma mayoritaria por grupos políticos y administraciones del Estado y autonómicas. Quizás no lo llegue a ser nunca, vistas las algarabías políticas actuales que nos tienen sumidos en la desesperanza.

Si hubiese buena fe y un compromiso claro para definir un futuro mejor para las generaciones futuras, podría haberse convertido en una guía al servicio de la comunidad educativa. En este propósito destacaríamos dos intenciones fundamentales sin concretar en el PNL: abordar la formación inicial del profesorado mediante la inclusión de los temas socioambientales de una forma rigurosa (en colaboración con las universidades y las administraciones competentes) e impulsar la formación continua del profesorado. Todo lo anterior debería ir acompañado por una adecuación de los centros a las nuevas incertezas climáticas. En realidad, lo escrito hasta aquí es una transición necesaria y colectiva hacia la nueva realidad que el tiempo nos impone. Esa que sueña un respeto hacia el vulnerable medioambiente, un reconocimiento de nuestra ecodependencia. En suma, una garantía de la salud y el bienestar del alumnado y profesorado, de la ciudadanía en general, así como de la biodiversidad con la que interaccionan en el planeta.

La Educación Ambiental podría haber sido el empuje permanente que necesitamos para escalar La Cima 2030, y en esta tesitura estamos comprometidos tanto las administraciones como la ciudadanía entera; hasta los partidos que odian el medioambiente. Debe tener el rango de Ley, porque los PNL suelen ser declaraciones de intenciones evanescentes que pocas veces pasan de las buenas intenciones. Somos conscientes de que costará mucho esfuerzo, pero sería un buen regalo para las generaciones futuras. Muchos educadores de la escuela y también de la educación no formal están dispuestos a dedicar altruistamente su motivación y competencia en allanar este sendero colectivo que cada vez es más necesario y urgente. Sin duda, de no salir adelante sería una nueva oportunidad perdida, y ahora el tiempo de su necesidad nos apremia.

El sobrepaso al planeta es un ‘sobrerriesgo’ total

La Cima 2030 cada ver se ve un poco menos nítida, dicen algunos. Otros opinan que con tantas exigencias está creciendo en altura, cual si fuera volcán que emerge del subsuelo. ¿Quién sabe cuál de las dos razones es más importante? ¿Acaso ambas o ninguna? La cognición surge en la escucha de la realidad diaria. Cuando participo en reuniones sobre transiciones, se comenta que se está poniendo cada vez más complicado conciliar la vida de los 8.107.280.909 habitantes -cuando escribo el artículo- con el escenario múltiple. Por cierto, quien lo desee  puede conocer los que somos cuando lo lea entrando simplemente aquí. Si la población total, y con ella los recursos que vamos utilizando y las acciones que provocamos, sigue aumentado también lo hará la diferencia entre un planeta que produce cosas y las cosas que nosotros empleamos; seguro que va disminuyendo hasta alcanzar cifras negativas. Hasta hace 100 años, por poner una fecha, este planeta y su biodiversidad ha tenido la necesidad de sostener la vida sin sufrir muy graves o irreversibles. El número creciente  de gente, con más necesidades o apetitos consumistas tambaleaba la relación ecosocial. Pero incluso así, casi siempre al final de año se añadía algo a la despensa vital, la de todos. Eran otros tiempos.

Cada año gastamos antes lo que se genera, produce, crece en el planeta durante los 365 que lo componen. Algunos países lo sobrepasan antes, de ahí que se haya identificado el Día del Sobrepaso. En esta ocasión vamos a centrarnos en las apetencias de la Unión Europea en relación con las reservas acumuladas. Pues bien, si el conjunto de la Unión tuviese que mantenerse con lo que genera en los 366 días de 2024 sufriría inanición y más cosas. En estas fechas ya ha gastado todo: 125 días antes de que acabe el año. La cosa sería muy seria, si no hubiera aún remanentes o nos aprovechamos de lo que no gastan otros.

Imaginemos que los habitantes totales reseñados en el momento de la consulta en internet consumiesen como nosotros. Hace días que ya habríamos agotado todos los recursos que el planeta y su biodiversidad nos darán este 2024. Me pregunto si no sería menor decir que le quitamos, porque algunos son irremplazables. Mucho peor: necesitaríamos el triple que da la Tierra, y eso no es bueno.

Me da por pensar en aquel Pacto Verde Europeo, que tanto bombo suscitó cuando se formalizó, diciembre de 2019. Vuelvo a anotar sus intenciones más sobresalientes:

  • Lograr la neutralidad climática en 2050
  • Transformar nuestras economías y sociedades
  • Hacer que el transporte sea sostenible para todos
  • Liderar la tercera revolución industrial
  • Limpiar nuestro sistema energético
  • Renovar los edificios para lograr un estilo de vida más ecológico
  • Colaborar con el planeta para proteger la naturaleza y la salud
  • Impulsar la lucha contra el cambio climático a escala mundial

Según entiendo, que no es decir mucho pues soy un simple ciudadano, contiene pormenores y pone fechas al ideal de transición europea que muchos nos hacemos. No diremos que no pueda ser, pero necesita una relectura y readaptación. Para empezar recomendamos que sea la hoja de ruta de las administraciones europea, española, autonómica y municipal. Pero por lo que parece no es así, y es una pena pues poco a poco se consigue mucho. ¿Qué sucederá si un conjunto de interrelaciones ambientales, económicas y sociales nos vienen de sopetón?

Vuelvo otra vez al día del sobrepaso. No lo decimos nosotros. Nos lo recuerda META de European Environmental Bureau. Nos avisa de que los líderes europeos se hacen los despistados; optaron por reducir la ambición verde de Europa a dos líneas cortas en el borrador de las prioridades estratégicas para los próximos cinco años. Mal asunto.

Ante este desatino 317 organizaciones de la sociedad civil se han dirigido a los líderes de la UE para que despierten, tanto ellos como la ciudadanía. No se puede recular en la visible triple crisis de la naturaleza, el clima y la contaminación después de las próximas elecciones europeas de junio. En una carta abierta, nos representan a millones de ciudadanos que nos ilusionamos con aquello de la transición justa, advierten de lo que puede suceder. De forma especial, hacen un llamado a los líderes de la UE para que actúen antes de que sea demasiado tarde. Esto pasa por intensificar sus compromisos ambientales para las generaciones venideras, a las que estamos condenados al estrés permanente; para que se ocupen de salvar a los ciudadanos e industrias actuales que ya sufren los efectos de la crisis climática. Todos debemos mitigar sus consecuencias y adaptarnos a los nuevos tiempos que vendrán. Seguro que algo distinto va a regir el mundo, no sabemos ni cuándo ni dónde más o menos. Permanezcamos alerta y retrasemos cuanto podamos los siguientes días de sobrepaso de la ecosociedad que formamos.

¡Pero si es que hasta lo dice el Banco Mundial!, que no se caracterizaba por acercarse especialmente a posiciones reales (no de márquetin) por el medioambiente. Si no me creen, consulten The Global Report 2024. Terminamos con un mensaje con el que acaba el informe META: elijamos la esperanza. Si se quiere aún se puede.

Varios peatones caminan por las calles en los alrededores del Consejo Europeo, en Bruselas (Stephanie Lecocq / EFE)