Ríos agónicos

El Roto todavía se queda corto en sus excelsas viñetas. Con este arranque quiero rendir un homenaje a El Roto (Andrés Rábago), que tantas veces ha clamado por los ríos. Las viñetas se encuentran fácilmente en Internet, pero me quedo todavía extasiado recordando su exposición Aguatinta, inaugurada en el Paraninfo de la Universidad de Zaragoza coincidiendo con la Expo 2008. Tuve la fortuna de visitarla muchas veces en su momento. Tras su disfrute, vuelve el pensamiento una y otra vez a los ríos agónicos, que son un punto y seguido de la dejadez ambiental en España. Porque para quien esto escribe, los ríos eran, y seguirán siendo, una metáfora de la vida, como ya poemaba Jorge Manrique y después tantos poetas y artistas.

Durante unos días, y los que durará en forma de erupción política y de revoltijo social, máxime en periodos preelectorales, se habló mucho de trasvase Tajo-Segura. El detonante del manoseo político y la preocupación de agricultores y ganaderos fue la aprobación por parte del Gobierno de España de algo que debería haber hecho hace muchos años: la declaración de caudales ecológicos del Tajo; la esencia vital de un río para llamarse así. Su no declaración ha supuesto ya sentencias condenatorias del Tribunal Supremo y multas de la Unión Europea. Por cierto, no solo se regulan caudales ecológicos de la cuenca del Tajo sino de otras 11 más. Quienes vilipendian a la Vicepresidenta y Ministra Ribera son aquellos que suponen que un río es una corriente de agua, solo agua, que va por unos lugares para llegar a otros. Eso sí, satisfaciendo las necesidades humanas de todos los lugares por donde discurre.

Algo de culpa de esto lo tienen la RAE y los libros de texto que usamos todos: viejos y jóvenes. Para la RAE un río es una corriente de agua continua y más o menos caudalosa que va a desembocar en otra, en un lago o en el mar. Las ideas previas, o interesadas, que cada cual se construye sobre un término concreto son muy persistentes. Anda ahora a decirles que las cosas han cambiado a quienes llevan esquilmando y envenenando, no solo en las zonas de regadío del levante español, que esa corriente de agua no es solo agua. Que es un ecosistema complejo que acoge muchos seres vivos y cadenas tróficas, que interacciona con los suelos y riberas por los que pasa, que mira al cielo para ver si le llega su ser, que está en constante cambio y por eso precisa un caudal ecológico. Podríamos resumirlo mucho diciendo que el río y sus circunstancias naturales es aquello que mantiene unas mínimas condiciones de vida y remoción de materiales del suelo debido a su interacción constante.

El Tajo en una imagen de archivo (EUROPA PRESS)

Mientras no se entienda el complejo asunto, se cambie la ancestral cultura depredadora, los cultivadores de Almería, Murcia y Alicante seguirán demandando un trasvase cada vez mayor. Pues ellos solo ven agua asociada a riqueza. Por el otro lado, las cuencas cedentes tiran del caudal del otro extremo, hasta entre unos y otros romperlo. La parte de este río no trasvasada fue un vertedero que motivó una millonaria multa –impuesta por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea en 2018- por falta de depuración, que seguirá pagando España hasta 2025. Cuando alguien contemplaba la ciudad de Toledo desde el otero veía un manto de espuma y un río oscuro que destrozaba aquella idílica imagen de la ciudad que nos legó El Greco. El Tajo tiembla siendo objeto de deseo de tantas apetencias ajenas a su ser.

Los ríos agónicos no solo portan contaminantes; algunos ni siquiera son ríos en parte de su recorrido, en ciertas épocas del año, a no ser que los busquemos debajo de las piedras del cauce; añoranzas del Guadiana. Se sacó agua de sus caudales para abastecer riegos, industria y ciudades. Pero una buena parte de ella se extravió en el camino. Tan preocupante es el asunto que el Ministerio de Transición Ecológica admite en su borrador de la Estrategia Nacional de Recuperación de Ríos que casi el 45 % del agua de los ríos está deteriorada. Afirma que “de los 4.000 cursos revisados, más de 1.800 presentan un estado global negativo. A pesar de la mejoría, no se han alcanzado los objetivos ambientales” que deberían haberse completado ya en 2021”.  En algunos lugares ya se han escuchado lamentos y peticiones para la restauración de los ríos. Valga como ejemplo esta sobre los ríos de la CC.AA. de Madrid lanzada por Ecologistas en Acción.

Ríos objeto de deseo que regarán las campañas electorales próximas, cuando los partidos gobernantes y aquellos que quieren acceder al gobierno local o regional padeciendo graves episodios de mudez hídrica. Guerras del agua entre cuencas cedentes –a su pesar- y cuencas absorbentes –cada día más porque quieren poner en riego hasta la cima de sus montes- que se avecinan a costa del trasvase Tajo-Segura, pero que no son para defender la calidad de los caudales y entornos sino para reclamar grandes cantidades del agua que cada cual se cree que le pertenece. Y todos deberían reflexionar ante dos cuestiones fundamentales: cada vez llueve menos, los caudales se empobrecen y llevan más carga contaminante; cada vez se les demanda más agua para unas necesidades crecientes, que habrá que ajustar a la disponibilidad compartida.

Ríos hormigonados para conducir su cauce, lo que conlleva la destrucción del ecosistema fluvial. Y mira por dónde, las aguas bravas se saltan escolleras y cuanto pilla por delante cuando la acumulación de agua consigue recuperar los cauces y llanuras de inundación que le fueron robados. Una y otra vez sucede en España y en todo el mundo. De bastantes se hace eco iagua, otras muchas empapan las páginas de los periódicos y sus Web. Las intervenciones en los ecosistemas sociales tienen que ser escrupulosas con la previsible evolución de un complejo vivo.

Ríos medicados sin pasar por consulta, lo cual pone en duda su idoneidad para riego, dar de beber a la intensiva ganadería –que le devuelve su agua bien provista de amoniaco- y peligrar el consumo humano. Como denunciábamos en un artículo de Ecos de Celtiberia que recogía lo que se escribía en la  revista científica PNAS (Proceedings of the National Academy of Sciences) que la contaminación farmacéutica representa una «amenaza global para la salud humana y ambiental». Asunto que afecta ya a la mitad de los ríos del mundo según advierte Environmental Toxicology and Chemistry.

En fin, ¿qué es un río? Hay que hacérselo mirar en esta sociedad del consumo sin ver, sin pensar. No nos vaya a pasar como barrunta WRI (World Resources Institute) que dice que en 2030, el año de la cima que se nombra una y otra vez este blog, el número de personas afectadas se duplicará con respecto a las que lo fueron en 2010. Los cambios socioeconómicos pondrán a muchas más personas en riesgo. Antes solamente se hablaba de Bangla Desh como epítome de las inundaciones; ahora tenemos ejemplos muy cerca. Pero con el tiempo aflora Lete, el mitológico río del olvido, y vuelta a empezar.

De todos estos asuntos dio puntual visión gráfica el Roto. Quienes creemos en la libertad de los ríos y ecosistemas sanos siempre le estaremos agradecidos. No nos vaya a pasar que los perdamos para siempre, como le sucedió a Rosalía de Castro en Adiós ríos adiós fontes, pero a nosotros sin movernos del lugar, por haberlos matado. Podemos disfrutar del poema de Rosalía en la voz y música de Amancio Prada. Hay muchas canciones de ríos, esas de la Ronda de Boltaña que hablan del pasado, en concreto del Ara, uno de los ríos que mejor se han conservado, en El Ara y el viento;  un palotiau del batán con el río que comunica pueblos y vida en nuestro recóndito Sobrarbe (Pirineo aragonés). Las agonías de los ríos han de llevarnos a su defensa, como ya hacen la Fundación Nueva Cultura del Agua (FNCA) y otras muchas por toda España.

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