Suspenso clamoroso en el cumplimiento de la Agenda 2030, por ahora

Esta calificación quizás sea demasiado fuerte, porque en una acción tan compleja como la que nos ocupa seguro que hay algo que merece una nota más alta. El suspenso viene marcado más bien por lo que no se ha hecho y se podría haber ejecutado, además de lo que falta por hacer para cumplir los buenos propósitos que se marcaron con las Agendas 2030. Habría que ver si ese suspenso estaba previsto dado que los objetivos mundiales, que pretendían acabar con las desigualdades, eran realmente ambiciosos. Eran genéricos y no se concretaban en la situación real de cada país sino que hacían del mundo una foto fija en la llegada cronometrada. Y ya sabemos que eso es imposible habida cuenta de la multidiversidad mundial.

Nosotros nos inclinamos más bien por un suspenso que eleve el clamor hacia la acción “odsiana”. Una llamada de atención amigable, necesaria para hacer girar a la desilusión que se ha provocado en la gente predispuesta a colaborar, y por no haber generado cultura de sostenibilidad en sus territorios. La malla conductual y emocional, la que compromete, se ha debilitado. Cuestión que se supone, algunos datos la confirman, a la vista de los resultados que más adelante comentaremos. Pero el suspenso otorgado tiene también para nosotros el sentido de suspendido, agarrado en algún sitio esperando el rescate que le permita caer o levarse; formar parte positiva en el sentido de la vida. La esperanza debe tener una dimensión de vigilante espera, que deseamos sea corta para no desdibujar la transición mundial que se previó con los ODS y las Agendas 2030.

Nuestras preocupaciones se incrementan con el actual panorama europeo y mundial. Hemos leído en la Red Internacional de Promotores ODS que los países de la OCDE, en teoría los mejor preparados para escribir sus agendas, apenas han completado un 10% de las metas de los ODS. Por lo que parece, en la cuarta evaluación de los ODS que realiza la OCDE solamente se han alcanzado 10 de los 112 objetivos más fácilmente medibles en su desempeño, y se considera que se está cerca de otros 18 más. Por lo que se dice, queda mucho por hacer. Se concreta en que unos 10 países habrán superado una cuarta parte de los objetivos previstos. En todo este deseo todo es complicado: el camino es difícil, el tiempo escasea y las transiciones sociales requieren procesos lentos.

Por significar algo positivo en el informe de la Red es que en esos países que tienen al menos un 25% de las metas alcanzadas, lo sea en aspectos claves como: fin de la pobreza; hambre cero; salud y bienestar; agua limpia y saneamiento; energía asequible y no contaminante; trabajo decente y crecimiento económico; ciudades y comunidades sostenibles; producción y consumo responsables; paz, justicia e instituciones sólidas; industria, innovación e infraestructura; alianzas para lograr los objetivos.

Pero no debemos contentarnos con eso. Menos con el hecho de que hay muchos países muy rezagados en acercarse a una educación de calidad, igualdad de género, reducción de las desigualdades, acción por el clima y vida en los ecosistemas terrestres. Mal asunto porque en el mundo se constatan retrocesos graves en estos empeños, según se entrevé en lo que cuentan a veces los medios de comunicación.

Hay dos cuestiones muy importantes en el informe de la OCDE , en donde se puede consultar como va país por país. Parecía que todos ellos, y su ciudadanía, éramos conscientes de la necesidad de reducir emisiones de GEI a la troposfera. La realidad lo desmiente: las emisiones totales apenas cayeron durante la parte más dura de la pandemia. Por si esto fuera poco, todos los países de la OCDE continúan apoyando la producción y el consumo de combustibles fósiles. En la UE llevan no sé cuánto tiempo mirando de reojo lo que pudieran hacer los rusos. Ahora con la invasión de Ucrania los efectos son fuertes; ya veremos en qué queda todo. ¿El suspenso prolongado? ¡Ojalá acabe pronto esta barbarie!

Si es que todo se pone en contra. La consecución de mejoras visibles en los ODS se vio seriamente obstaculizada por la crisis de la COVID-19. “Sobre todo porque también ha exacerbado algunas debilidades estructurales que afectan a los países, ha alterado el funcionamiento de las instituciones y ha puesto presión sobre las fuentes de financiación pública”, dice el informe de la OCDE.

Además, va decayendo al menos en la UE, en EEUU y muchos países americanos la confianza en las instituciones. Mal asunto porque todas ellas deberían ser líderes en la apuesta ODS. Deberían dar valor y confianza a sus ciudadanías, siendo transparentes en la información sobre los logros o retrasos. De otra forma, la esperanza se vuelve apatía y no hay nada peor que la desconfianza ciudadana.

En consecuencia, habrá que alertar sobre un tema complejo: la delimitación, conceptual y medible, de los ODS es en sí misma una tarea mal concretada, o no suficientemente bien explicada. Deberían ser relevantes, y lo son por ahora. Deberían especificarse muy bien, no ser tan denéricos, para que toda gente los comprenda. No se ha hecho todavía, menos aún si miramos las metas. A algunos países les resultan muy lejanas, otros las miran de forma confiada pues se vanaglorian de estar en mejor posición. Será por eso que se suspende, que para nuestro desencanto no son alcanzables tal cual están las cosas mundiales en este momento. Son deseables por encima de todo, pero el deseo tarda en hacerse realidad en los países pobres y en aquellos que no sienten la democracia social como un valor universal. ¿Y la cuestión del tiempo? Aquí sí suspenden casi todos, o el suspenso viene de haberles asignado unas agendas 2030 completas. Hay que insistir mucho en esta cuestión, para centrase en lo urgente, importante y necesario.

Hemos dejado para el final el hecho de que sean medibles. Argumento con el que empezábamos este artículo. Pese a que se han producido avances en el establecimiento de medidas, no se pueden considerar magnitudes fijas en muchos casos, lo que complica la misma comprensión de los indicadores y su grado de cumplimiento.

De todo se aprende, todavía hay tiempo hasta 2030 para rellenar la primera declaración de intenciones, para asignar nuevos plazos en cada país, siempre contando que aunque el horizonte cambie, hemos de hacer lo posible por mirar hacia él con esperanza. Aunque ahora estemos en suspenso, o en suspense expectante.

Para finalizar, como me gustaría que la mayor parte fuesen calificados como aprobados o notables, he recogido dos citas sobre la esperanza. Preguntada en una entrevista por el asunto Jane Goodall, manifestaba que probablemente la pregunta que más me le habían planteado se refería a si creía que había esperanza para nuestro mundo, para el futuro de nuestros hijos y nietos. Ella respondía que sí, si se avanzaba en la exige acción y el general compromiso. Por su parte, se publicó recientemente que, más o menos, David Attenborough afirmaba: Continúo asombrándome del mundo en el que vivimos y lo admiro, pero a la vez veo que lo estamos destruyendo antes de acabar de comprenderlo. Insistía en que el Homo sapiens aprendiese de sus errores; que por nada perdiese la esperanza de garantizar el futuro de la especie. Si mantenemos la esperanza de la que ambos hablan veremos que todavía estamos a tiempo de introducir cambios, de modular nuestro impacto, de cambiar el rumbo de nuestro desarrollo y de volver a ser una especie en armonía con la naturaleza y sus criaturas. En definitiva, de aprobar con creces la tarea que nos han marcado los ODS, por más que las medidas de los objetivos todavía nos despisten.

(GTRES)

1 comentario · Escribe aquí tu comentario

  1. Dice ser La mente natura

    ¿Qué sentido tiene que existiera petróleo en el planeta y materiales que capacitaron al ser humano para desarrollar su civilización si ese mismo desarrollo parece ir ahora en contra de nuestra especie?
    En un entorno de juego inteligente, ¿de qué deberíamos darnos cuenta? ¿Qué fin tiene el percatarnos de la necesidad de cambiar? ¿Ese cambio era necesario en los planes naturales o eran otros los planes?
    El cambio posiblemente estaba en los planes porque la mente humana fue diseñada para darse cuenta del entorno a nivel global.
    Entonces, ¿qué motivación natural existe para seguir adelante? ¿Cómo podemos «pensar» como lo hace la Naturaleza, con una mente infinitamente con menor capacidad que la que desarrolló la vida en el planeta?

    11 mayo 2022 | 12:05 pm

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