Contamina el aire, que algo queda

A pesar de los periódicos recordatorios de los medios de comunicación, de la insistencia de muchas ONG, de las alertas científicas, etc., no sentimos como propia la contaminación del aire. Da la impresión de que buena parte de los urbanitas hemos tomado como inevitable que respirar aire cargado de partículas contaminantes es el peaje que debemos pagar por nuestra vida con ciertas comodidades. Se diría que la contaminación ha llegado hasta nuestros pensamientos y creencias: aquello que no se ve es difícil de que exista o sea tan grave como lo pintan; de lo contrario todos habríamos muerto.

Operarios tailandeses rocían agua en el ambiente desde un camión, a lo largo de la avenida principal de la ciudad para intentar paliar los efectos de la contaminación, en Bangkok (Tailandia).
(Narong Sangnak / EFE / ARCHIVO)

Dentro de esa amenaza respiratoria y envolvente, hay ciudadanía más perjudicada que otra. Lo atestigua de nuevo el proyecto IMMA, una investigación promovida desde Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), una institución que debería ser referencia vital para organizar las políticas de administraciones y empresas. Sus investigadores e investigadoras llevan analizando desde hace 20 años el aire urbano y concluyen que hay bastantes impactos por contaminación en el tamaño de los recién nacidos, en  el desarrollo de su función pulmonar o en la evolución cognitiva. Es más, otras investigaciones como la publicada en  2011 en la revista Environmental Health Perspectives, estimaba que la exposición a dióxido de nitrógeno (NO₂) y benceno de las embarazadas provocaba que los hijos e hijas de las madres que habitaban en zonas más contaminadas “llegaban a pesar en promedio 70 o 80 gramos menos que los de la misma ciudad en zonas menos contaminadas”. En el mismo artículo se constaba que el hecho no era debido a diferencias sociales, dado que la mayoría de las tasas más altas se daban en aquellas áreas más contaminadas. Allí habitaban personas con una mejor educación y podían hacer frente con menos trabas de recursos a su vida normal.

Los males que provoca la contaminación del aire urbano apenas se ven porque se acumulan lentamente, no son como un episodio crítico. Parece que se nos han atrofiado las pituitarias olfativas, excepto a la gente que lucha contra el asma. Pero su impacto es enorme. El aire que respiramos es esencial para la salud, el bienestar y la calidad de de vida. Para el presente y de cara al futuro. Al decir de las comisiones de expertos, la contaminación atmosférica puede ser considerada en la actualidad el factor de riesgo medioambiental más relacionado con el deterioro de la salud humana, pues se ha convertido en causa principal de muerte prematura y de enfermedad.

La amenaza se cierne sobre muchas ciudades europeas o de otros lugares. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte de que en la actualidad el 90 % de la población del planeta habita en áreas donde se superan, en algunas ocasiones con creces letales, los índices de contaminación ambiental aceptables para la protección de la salud. Estima en sus cálculos que medio millón de muertes por cáncer de pulmón y más de millón y medio de fallecimientos por EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica) pueden ser atribuidas a la contaminación del aire urbano. Lo atestigua también el estudio “The global burden od disease”, publicado no hace mucho en la revista The Lancet.

Por lo que se refiere a España se pueden subrayar dos aspectos graves: alrededor del 15,3 % de la población urbana respira aire con niveles de ozono y un 3,6 % está expuesta a niveles de dióxido de nitrógeno por encima del estándar recomendado por la UE. A pesar de que parece que las actuaciones de las administraciones van teniendo resultados en la reducción de esos porcentajes, muy lentamente. Pero hay algo más que a veces se olvida y debería ser una preocupación fundamental para cualquier sociedad: los rastros que deja la contaminación en los niños van en aumento. Algunas investigaciones señalan que el aire de casi la mitad de los entornos escolares de Madrid y Barcelona resulta muy dañino. Sobre todo debido a los aportes de los vehículos de motor en sus cercanías.

Contaminación

Contaminación en Barcelona. (ALEJANDRO GARCÍA / EFE / ARCHIVO)

Efe publicaba el 12 de febrero pasado la noticia de que más de 2.000 colegios están en zona conflictiva por contaminación del aire. Tan grave parece el problema que las familias de más de un centenar de colegios han creado una plataforma llamada Revuelta escolar. Hay otras además de esta como “Eixample respira”, pues el problema no afecta solo a las dos grandes ciudades. También el Gobierno central tiene mucho que decir. Será por eso que ha publicado este año Guía para el desarrollo de proyectos ambientales en centros escolares. Calidad del aire y contaminación acústica, problema este último del que no debemos olvidarnos. Algunas CC.AA. se han despertado ya, pero van demasiado lentas pues el problema va rapidísimo. Necesitamos algo que vaya más allá de ciertas propagandas, signos de acciones anteriores y posteriores. Son más convenientes actuaciones que supongan una mejora de las condiciones de los centros y la formación del profesorado.

En cualquier caso, todo apunta a que debe cuestionarse el modelo de ciudad, lo que obligaría a ser la primera preocupación de los regidores de las ciudades españolas, que a veces se reúnen en congresos, como el que se va a celebrar en Zaragoza a finales de mayo bajo el título ‘Bosques Urbanos: la trama verde para la ciudad sostenible’,  de los que apenas se cuenta nada a los ciudadanos, que son quienes pueden formar la trama descontaminante. Mientras, se dan incumplimientos de las normas europeas en niveles de contaminación del aire en la ciudad, como parece que sucede en Madrid. Las ciudades del mañana se configuran ya. De otra forma, la carga acumulada por los niños y niñas de hoy será un lastre vital permanente. Ya se deja notar en forma de grave aumento de asmas y otros problemas pulmonares que requieren ingresos hospitalarios. Quien le interesa algo más del asunto puede acercarse al mapa de la contaminación del aire en Europa en tiempo real. Puede darse una vuelta en el mismo mapa por los otros continentes.

La contaminación del aire no es algo inocuo, ni tampoco resulta gratis. Solamente es necesario atender a lo que nos dice la Fundación de Ciencias de la Salud. Avisa en su documento “Calidad del aire y prevención de la salud” de que “La contaminación ambiental es una amenaza global que tiene unos impactos elevados en la salud humana y en los ecosistemas, con emisiones y concentraciones que han ido progresivamente en aumento en los últimos años en todo el orbe”. De hecho, resalta el documento que la contaminación atmosférica es considerada en la actualidad el factor de riesgo medioambiental más importante para la salud humana. Por cierto, en los entornos de muchos hospitales la calidad del aire es mala, o malísima. Por eso, debemos apuntarnos todos a la iniciativa “Calidad del aire y salud. Es tiempo de actuar” que se impulsa desde Ecodes con el apoyo de otras instituciones.

En fin, sabemos que los discursos sobre un mismo tema al final aburren. Varias veces hemos hablado de lo mismo en este blog, por lo que pedimos disculpas a quienes nos siguen y ya están comprometidos en la acción reductora. Pero no desdeñemos la insistencia en este caso. Lo que queda, dejamos, en el aire nos condiciona la salud actual, acaso la vida presente y futura, la propia y la de los demás. Es tiempo de actuar y limitar personalmente nuestras emisiones. Se puede, si alguien se lo propone verdaderamente.

Contaminación en México (Madla Hartz / EFE / ARCHIVO)

1 comentario · Escribe aquí tu comentario

  1. Dice ser Por ahí la batalla está perdida

    «Es tiempo de actuar y limitar personalmente nuestras emisiones.»

    9.000.000.000 de seres humanos no van limitar sus emisiones mientras el sistema de producción y consumo les siga dando productos con los que seguir emitiendo.

    03 mayo 2022 | 11:00 am

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