Reimaginar juntos nuestros futuros

Este es el título de la última publicación de la Unesco. Lleva por subtítulo, entremezclada para relacionar intereses y objetivos, toda una declaración de intenciones “un nuevo contrato social para la educación”. Ha sido elaborada por una Comisión Internacional sobre los futuros en la educación. Sustituye a aquella magnífica obra, llena de esperanza y buenos propósitos, La educación encierra un tesoro que, coordinada por Jacques Delors, se publicaba en 1996. Supuso un hito en la conceptuación global de la educación a la vez que un acicate para muchos países en todo el mundo.

La reciente propuesta recoge en sus primeras páginas unas palabras de Sobhi Tawil, director de Innovación y Futuro del aprendizaje de la Unesco: “Este informe es una provocación, una invitación al diálogo, y una oportunidad para conectar este diálogo con lo que tiene lugar en otras partes del mundo». Dado el momento crítico por el que pasa el mundo entero no es una ocurrencia ni una moda verde, sino que se trata de dar un rol principal a la educación en las necesarias transiciones que lleven a la construcción de un mundo que tenga un futuro mucho más justo, pacífico y sostenible que el actual. Parece que aquellas propuestas del Informe Delors no han llegado a consolidar plenamente los objetivos previstos.

Sí ha sido realidad en una porción de personas pero ha dejado atrás a otras muchas más. Quizás gran parte de la culpa de los retrasos sufridos la tenga eso que se ha dado en llamar crecimiento/desarrollo. Así asistimos hoy al aumento gradual de las desigualdades. Digamos más todavía: las agresiones al medio natural están poniendo en peligro nuestra propia existencia. El informe habla de esperanza, la cual fundamenta en que disponemos de más acceso que nunca al conocimiento y a la utilización de herramientas basadas en la colaboración, que multiplica por mucho los efectos positivos. Por eso, parecería que todas las mujeres y hombres deberían tener la posibilidad de participar en el alumbramiento conjunto de futuros. En lo que sí insiste una y otra vez el informe es que estamos todos conectados y así hay más posibilidades de trabajar juntos.

Pero la educación, al decir del informe, debe transformarse mucho ella misma. Debe aspirar a un contrato social. Su punto de partida, una visión comprometida y compartida, es que existen unos fines públicos de la educación como derecho humano. Antes se quería educar al individuo, ahora se exige una unión de esfuerzos para crear futuros compartidos e interdependientes, amigables, universales. Así pues, si bien algunos países avanzarán más rápido, son tres las preguntas esenciales a las que hay que responder con estrategias de cara al año 2050. ¿Qué deberíamos seguir haciendo? ¿Qué deberíamos dejar de hacer? ¿Hay algo que se pueda reinventar de forma creativa para conseguir las metas buscadas?

Podemos copiar lo que el texto llama principios fundamentales, algunos de los cuales habían mejorado algo o bastante desde el Informe Delors, hasta hace unos tres años. Nosotros los calificaríamos como retos pendientes en muchos países del mundo, incluso en algunos grupos  sociales de los países ricos:

  • Garantizar el derecho a la educación durante toda la vida.
  • Reforzar la educación como bien público y común.

No será fácil pues partimos de graves inequidades que han convertido la vida en una experiencia grave por la escala de las crisis: el aumento de las desigualdades sociales y económicas entre países y dentro de ellos, el cambio climático que impregna toda la vida colectiva, un abusivo uso de recursos que sobrepasa los límites planetarios y nos enfrenta a serios problemas globales, demasiados retrocesos democráticos han prendido con virulencia, etc. Dado que bastantes de estos problemas se superponen, dañan a los más débiles. Estos que pierden calidad de vida y una merma considerable en muchos de sus derechos fundamentales.

Ante todo esto, el reciente informe apunta una serie de propuestas para renovar/reinventar la educación. Deberían formar parte del diálogo social, tanto en lo que se refiere a la concepción de la educación a escala de ciudadanía como al planteamiento de los discursos políticos, empresariales, etc. Destacamos las siguientes, aquellas que con verdadero compromiso, y nos atrevemos a decir que con urgente necesidad, se pueden lograr en el año 2050 (copia textual del enunciado sugerido en el resumen del Informe citado):

  • La pedagogía debería organizarse en torno a los principios de cooperación, colaboración y solidaridad.
  • Los planes de estudio deberían hacer hincapié en un aprendizaje ecológico, intercultural e interdisciplinario que ayude a los alumnos a acceder a conocimientos, y producirlos, y que desarrolle al mismo tiempo su capacidad de criticarlos y aplicarlos.
  • La enseñanza debería seguir profesionalizándose como una labor cooperativa en la que se reconozca la función de los docentes de productores de conocimientos y figuras clave de la transición educativa y social.
  • Las escuelas deberían ser lugares educativos protegidos, ya que promueven la inclusión y el bienestar individual y colectivo, y también deberían reimaginarse con miras a facilitar aún más la transformación del mundo hacia futuros más justos, equitativos y sostenibles.
  • Deberíamos disfrutar y acrecentar las oportunidades educativas que surgen a lo largo de la vida y en diferentes entornos culturales y sociales.

Todo lo anterior es algo que va más allá de una mera declaración de intenciones; quieren ser un contrato social. Imaginémoslo en España, que tan alejada esta del Pacto Educativo democrático y consensuado. Ese convenio, como todo lo que aquí está escrito es el punto de partida. Para desarrollarlo, máxime con las crisis diversas que acechan a la ciudadanía en general y a la educación en particular, se debería sustentar en:

  • Un verdadero apoyo a la investigación y la innovación.
  • Un llamamiento a la solidaridad local, estatal, mundial y a la cooperación internacional.
  • Una activa participación de las universidades y otras instituciones de educación superior para desarrollar alianzas entre los actores educativos a diferentes escalas.

Una esperanza como esta merece un corolario. Lo hemos copiado de alguien que ha sabido pensar para los demás y expresar como pocos el papel de la educación. Nos referimos al filósofo Emilio Lledó que nos dejó esta enseñanza para quienes quieran escucharla e indagarla: «Creo que cualquier bandera entorpece. Lo que tenemos que tener es una bandera de justicia, de bondad, de educación, de cultura, de sensibilidad, de filantropía, otro sustantivo maravilloso de los griegos, el amor a los otros». En eso debería consistir el empeño en reimaginar nuestro futuro a través de la educación formal, no formal e informal. Ahora que el debate se ha animado en España con el desarrollo de la Lomloe es un buen momento para contrastar opiniones y llegar a acuerdos. Por lo expresado en los artículos que hemos leído durante los últimos meses seguimos atrincherados en posiciones antagónicas. ¡No se puede fracasar de nuevo en el diálogo por organizar una educación poderosa! Llevamos demasiado tiempo soportando las peleas políticas en torno a un tema que es un derecho humano, que puede encerrar un tesoro como predicaba el mencionado Delors y el resto de los componentes de la Comisión que elaboró el informe anterior.

Contemplamos hechos que malinterpretan eso de que juntos podemos tener un futuro más amigable para todos si logramos un contrato social para la educación. Además, la invasión rusa ha roto buena parte de las vías de comunicación global. Ojalá acabe pronto y sepamos extraer las valiosas enseñanzas del Informe Unesco para evitar en lo posible invasiones como la presente.

1 comentario · Escribe aquí tu comentario

  1. Dice ser Gregorio Porras

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