La España saturada frente a la vaciada

El medioambiente se resiente por los cuatro costados. No es necesario buscar mucho; simplemente mirarlo desde la ventana de la gestión territorial hacia ese fenómeno que se llama urbanización. Sitios donde se aglomera la gente a lo largo de los siglos dejan espacios vacíos. Ese desequilibrio poblacional se da por todo el mundo. Desiertos humanos en tierras abandonadas donde crecen plantas de diversas formas y colores frente a zonas masivamente habitadas, donde el suelo es un pavimento continuo. Ciudades que son ahora megalópolis, imposibles de gobernar con unos criterios saludables para el medioambiente propio y las personas. De hecho, las ciudades del mundo ocupan solo el 3% de la tierra, pero representan entre el 60% y el 80% del consumo de energía y el 75% de las emisiones de dióxido de carbono. Ahora mismo, más del 65% de la población vive en ciudades, según el Banco Mundial. El EOM (Orden Mundial) avisa de que los habitantes de las ciudades se enfrentan cada día a más retos y de mayores dimensiones.

En España, las zonas urbanas (no solo las ciudades) concentran el 80% de la población total. Se han primado, al menos en el mundo rico y en España desde hace unos 40 años, modelos de crecimiento diseminado en torno a las ciudades. Por eso han proliferado nuevas urbanizaciones residenciales de baja densidad. Estas conllevan un alto consumo de suelo y una elevada dependencia del vehículo privado, con los consiguientes impactos sociales, medioambientales y energéticos. La gente, que se ha convertido en “periurbanita” se ha lanzado a ellas porque mezclan proximidad urbana con disfrute de un mejor ambiente natural; a veces jardines relajantes. Esto es por ahora, pues nadie es capaz de predecir hacia dónde vamos. Dentro del desierto interior hay oasis donde se acumula la gente, pues allí se concentran los servicios públicos y surgen más posibilidades de vida laboral y social. Todo es muy complejo y no se puede justificar con un solo argumento. La población concentrada en capitales de provincia supone un 32% de la población total según datos del INE. En cierta forma constituyen nodos de actividad que al igual que proporcionan mejoras abducen todo lo que les rodea.

Imagen de la Gran Vía de Madrid. (Jorge París).

Pero hay otras situaciones a tener en cuenta en esto de la España desigual: entre seis provincias concentran el 43,5% de habitantes, las seis CC AA más pobladas acogen al 70% de la población.  Al otro lado del balancín humanizado se encuentra buena parte de la España olvidada, menguante la llamaba Julio Llamazares en un artículo reciente. Entre esta, escondidos porque tienen pocos votos y menos voz, están 3.403 municipios (42% del total) en riesgo de despoblación, como los califica el Informe Anual del Banco de España. Acumulan apenas un 2,36% de la población. Por lo que podemos decir que la España fragmentada no solo se da entre la costa y el interior, sino entre el medio rural y urbano, también dentro de provincias o comunidades que cuentan con una elevada población como Madrid (el norte de su provincia es otro desierto demográfico). Así pues, la distribución poblacional es un conglomerado con acumuladas incógnitas con respecto a sus posibilidades vitales y a la dotación de servicios indispensables, de complejo encaje en esta lanzada carrera hacia la difusa meta del año 2030. Fecha marcada en rojo intenso en muchos calendarios y agendas tanto de la Administración General y Autonómica como de los responsables municipales.

En periodos concretos festivos o vacacionales la gente urbana provoca la España abarrotada. Es una estrategia de liberación, aseguran algunos. Será porque la vida urbana tiene de todo, menos ser amigable. Las ciudades no se han planificado pensando en los ciudadanos. Esa masiva huida a enclaves concretos, que Internet promociona con insistencia, genera patentes desigualdades y dependencias ambientales nada desdeñables en las zonas de acogida y recreo: contaminación del aire, generación de residuos, consumo de agua, gastos energéticos, etc. Hace años que se producía pero lo hemos visto este año cuando la pandemia ha abierto ventanas para la movilidad. Cualquiera que haya visitado estos meses “los pueblos más bonitos de…” o “los enclaves que no debe perderse” se ha encontrado con multitudes que buscaban la solitaria belleza y se han encontrado con la masividad del urbanita. Si hubieran ido en un día no festivo hubieran visto otro paisaje y paisanaje.

Podemos mirar las cosas de otra manera. Seguro que recuerdan aquello que decía que la única perspectiva de resistencia global era ir configurando ciudades y comunidades sostenibles (ODS 11). El Gobierno de España había marcado que se proponía lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles. Bien parece. Pero para lograrlo se hacían imprescindibles unas políticas que no dejasen a nadie atrás. Difícil desempeño cuando España presenta un acusado envejecimiento en 22 de las 50 provincias, existiendo una situación crítica en 14 de ellas. Por otra parte, la creciente urbanización está ejerciendo presión sobre los suministros de agua dulce, las aguas residuales, etc. Afectan tanto el entorno de vida como a la salud pública. En especial generan contaminación de aire y ruidos cuando sus habitantes no paran de desplazarse motorizados por unas ciudades que han crecido en extensión. Por eso ha habido familias que ante las limitaciones de la pandemia, o por convicción reflexiva, han aprovechado para huir hacia pueblos pequeños. Si bien suponen poca población en el conjunto global. Pero quién sabe si pasado un tiempo y hay servicios…

Hasta el dinero guardado ha huido de la España marginada. Muchas entidades bancarias, que obtienen beneficios del mundo rural, han cerrado sus oficinas en los pueblos. Han condenado a sus habitantes a hacer malabares –quién sabe si escondiéndolo en los colchones o debajo de las baldosas- para tener el dinero disponible en el momento oportuno o para un imprevisto. Además buena parte de los pobladores de esas pequeñas localidades son gente mayor que tiene cierta dificultad con los manejos informáticos. Parece ser que el concierto entre Administración y Correos va a paliar este nuevo desamparo.

La España marginada comienza a levantar su voz. Surgen agrupaciones de electores como Teruel Existe que quieren llevar sus penurias al Parlamento. Otras iniciativas políticas de signos parecidos están en construcción. Están cansados de muchos olvidos y peajes ambientales que soportan. Una granja enorme en x sin contar con x, se despliegan energías renovables por doquier, sin una planificación compensada, en sitios poco poblados, para satisfacer necesidades de lugares muy alejados. Incluso en lugares en donde la belleza del territorio era un valor supremo. Si hay que construir un cementerio nuclear se busca en… Por cierto, nadie sabe en qué va ese asunto. Se gobierna contra la España vaciada, escuchamos decir a Julio Llamazares, que hizo de Ainielle (Pirineo Aragonés) el epítome de la desigualdad territorial. Apetece volver a ver El disputado voto del señor Cayo, película de Giménez Rico basada en la novela del mismo título de Miguel Delibes en la cual desarrolla una ácida interpretación del devenir del éxodo rural y de la acción política en relación con la España olvidada.

Hace unos días se reunieron los Presidentes de 8 comunidades autónomas. Reclaman una atención especial a sus peculiares territorios, con muchas localidades con pocos habitantes que demandan unos servicios básicos que suponen un alto costo por persona e hipotecan los presupuestos de sus comunidades. Demandan recursos del Estado para atender las necesidades de una escasa y envejecida población y no están de acuerdo con que distribuya por población el fondo extraordinario de 13.486 millones de euros destinado a las Comunidades Autónomas. Más detalles en 20minutos.es. También en sus comunidades se dan los extremos poblacionales, con los consiguientes efectos. Zaragoza concentra más de 680.000 habitantes de los 1.325.371 de Aragón. Imaginemos el reparto espacial en un territorio de 47.719,2 km².

Frente a ellos se encuentran los políticos de la España superpoblada que aducen que se utilice un prorrateo del dinero en función de los habitantes censados. Además, se quejan de que su representatividad en Cortes Generales resulta cara. Que a las provincias menos pobladas les corresponde más escaños por habitante. El sistema se podrá criticar pero dado el funcionamiento partidista de nuestro Parlamento no sabemos si es un argumento válido de queja. Más bien parece que los grandes partidos están mosqueados por el desafío rural.

Sea como fuera, si se piensa en llegar en situaciones similares de bienestar individual al año 2030 habrá que sentar a dialogar a esas dos Españas. Por cierto, muchas localidades pequeñas tienen en las condiciones actuales, como mucho, un horizonte de vida de 50 años, cuando la generación de los resistentes desaparezca. No será necesario llevarles los servicios que ahora demandan.

1 comentario · Escribe aquí tu comentario

  1. Dice ser emigrante

    Servicios básicos en la España vaciada? Quiá! lo importante es que los catalanes tengan la opción de ver Netflix en catalán la usen o no.

    15 diciembre 2021 | 4:28 pm

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