La larga marcha de la infancia global hacia el año 2030

En los más de ocho años que restan hasta 2030, la infancia y la adolescencia de hoy puede verse lastimada o protegida. ¿Quién es capaz de adivinarlo? Lo que ocurrirá con seguridad es que, en su globalidad mal concretada, se verá expuesta a problemas muy severos si no se adoptan medidas urgentes. Son ocho años para renovar esperanzas. Pero hay una dificultad que está en el origen de muchas controversias interpretativas. A pesar de que en la mayor parte de las sociedades se mima a los más jóvenes, no tienen apenas ni voz y mucho menos voto. Pasarán circunstancias penosas en lugares como Afganistán (como alerta Save the Children) y esos países donde los niños nacen expuestos ya a las penalidades y con la amenaza de la muerte no muy lejana. Ese país, como otros muchos territorios sufrientes, ya no se habla porque el velo mediático lo ha oscurecido como por arte de magia. Y existe, como también Sudán, Somalia, Mali, Congo, Centroamérica y la difusa Asia. Bueno, en realidad no se dice nada porque interesan cosas menos trágicas y que no nos presenten futuros oscurecidos. Pasa también con la infancia y la adolescencia de la Europa rica, apenas aparece en los noticiarios como no sea para dar cuenta de hechos luctuosos o resultados de tal o cual encuesta. Verbi gracia la frontera bielorrusa.

En realidad, hablar de la infancia y la adolescencia es caminar entre deseos y recuerdos, siempre de hoy hacia el futuro. Algo así como mentar un espacio vital sin límites definidos, ni temporales (de qué años a cuáles) ni espaciales (rurales o urbanos, del mundo rico o del pobre, en familias con empeño de cuidado o en otras que malviven en la miseria; estudiantes, trabajadores o sin calificativo específico; buenos, malos o regulares, etc.) Hay tantas infancias y adolescencias, es un infinito de no se sabe qué, que lo único que podemos hacer de ellas es un retrato robot multidimensional. Miradas con complacencia y a la vez olvidadas. Con ganas de enseñarles a ser no se sabe qué, sumisión o estrategias, para no perderlas para la causa colectiva. Sea cual fuera. Sin embargo, la infancia y la adolescencia (sin demasiadas perturbaciones egoístas todavía ni siquiera por el color de la piel o religión) podrían ser el reservorio a partir del cual se desarrollaría el futuro de la verdad, la lucha por la igualdad, por la justicia y por la inteligencia. Algo así decía Emilio Lledó pero él lo ligaba todo con la educación. Hace unos días se proyectó dentro de “Los imprescindibles” un programa dedicado al filósofo y profesor en el que manifestaba su deseo de haber sido maestro de escuela, para escuchar como veían el mundo sus alumnos, que le interpretasen sus vivencias. Para aprender, porque es lo que los maestros hacen cada día al margen de enseñar más o menos.

Infancia de ahora y de siempre. Infancia y adolescencia de 2021 con incógnitas marcadas ya para 2030, que se convertirán en dificultades varias. Y sin embargo todos queremos un mundo diferente para los chicos y chicas que por las fechas venideras habrán dejado atrás sus tiempos vividos. Hace unos meses se publicó  El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2021 (SOFI, por sus siglas en inglés), con datos del año anterior, incentivado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), el Programa Mundial de Alimentos (PMA), Unicef y la Organización Mundial de la Salud (OMS). Por primera vez el informe no pone cifras fijas al número de hambrientos del mundo, plantea un intervalo entre 720 y 811 millones, el pico más alto jamás visto. Entre ellos muchos niños y niñas que no tuvieron alimentación suficiente en cantidad o deficiente en proporciones de nutrientes. Y en esto llegó la pandemia. El hambre se alió con la pobreza; juntas maltrataron la salud y muchas más cosas. En Latinoamérica y África habitan 9 de cada 10 niños y niñas con retraso en el crecimiento. En julio Oxfam daba a conocer  El virus del hambre se multiplica, donde denunciaba que la pandemia ha mostrado el tamaño de las desigualdades en el mundo. Lo que se saca en claro de ambos informes es que hay suficientes alimentos pero muy mal repartidos. Las carencias que se acumulan en la infancia y en la adolescencia ponen en riesgo el futuro de cualquier país. ¿A qué suenan los ODS en el 2030 si la infancia de ahora está mal alimentada? Mientras escribo estas líneas escucho a Ara Malikian para extraer luz de la oscuridad, como se dice en el documental Ara Malikian. Una vida entre las cuerdas, un reciente Premio Goya. Un reposo de lucidez y esperanza que siempre se hace corto.

Porque Unicef denuncia que han retrocedido todos los indicadores importantes para la infancia un año después de la pandemia: infecciones, hambre, pobreza familiar, escuelas cerradas, inequidad en el acceso a las tecnologías educativas, falta de cuidados sanitarios, ausencia de instalaciones sanitarias en sus casas, y más problemas. De hecho, “como promedio, 700 niños menores de cinco años mueren cada día de enfermedades causadas por la falta de agua, saneamiento e higiene”. Sin embargo, los niños y niñas deberían ocupar el espacio central en los esfuerzos de recuperación porque serán los protagonistas del mañana. El barómetro de opinión de la infancia y adolescencia en España de esta agencia de la ONU permite conocer que la COVID-19 y la crisis sanitaria y económica originada por la pandemia es el problema que los niños, niñas y adolescentes identifican mayoritaria y claramente como el más importante para el conjunto de la sociedad en España y para ellos mismos. Además, hay que anotar la alta valoración que los encuestados hacen de instituciones como los científicos y científicas, el profesorado, las ONG, etc., frente a la casi nula esperanza que parecen tener en los gobiernos del estado y propios, y en general de los partidos políticos.

Junto a estos aspectos, merece la pena atender sus actuales percepciones porque no sabemos a qué y cómo evolucionarán en el año 2030. El barómetro se detiene en explorar su compromiso cívico e implicación ciudadana, sus sentimientos identitarios, los medios de comunicación donde obtienen su información sobre el estado social, su bienestar emocional (satisfacción vital y felicidad), además de otras cuestiones básicas de la vida. Unicef hace una serie de recomendaciones a los poderes públicos para que todos comencemos la siguiente década en mejores condiciones porque la infancia de hoy habrá crecido socialmente. Habría que comparar estos datos con los que proporcionaba la primera edición del barómetro. Suponemos que el Alto Comisionado para la Pobreza Infantil del Gobierno de España habrá tomado nota de todo y lo hará llegar a las administraciones competentes, empresas y sociedad en su conjunto. Su oficina señala los avances pero se preocupa de lo mucho que queda por hacer. Medidas como el Ingreso Mínimo Vital y la extensión de la educación de 0-3 años ayudarán, pero “no podemos olvidar que España es el tercer país de la Unión Europea en tasa de pobreza infantil” explica Carles López, Presidente de la Plataforma de Infancia.

Si por aquí las perspectivas no se ven adecuadas qué no sucederá en los países en conflictos vitales graves o bélicos. Para entender la situación se puede consultar 2021. Global Hunger Index. El hambre y los sistemas alimentarios en situaciones de conflicto de Ayuda en Acción.

Así pues queda mucho por hacer y los años pasan rápido. Hay que informarse año tras año por si las tendencias se confirman o cambian, en unos lugares sí y en otros no. Todas las personas tenemos el mundo de la infancia y la adolescencia global para escribir deseos y esperanzas, para llamar la atención sobre sus dificultades, para soñar despiertos, para vivir la aventura de una larga marcha que no admite despistes pues tiene su meta en el año 2030.

(GTRES)

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