Con(Pre)servar la naturaleza. ¡Basta ya de olvidos y negligencias!

Decir a estas alturas que las personas somos naturaleza no es descubrir algo nuevo. Si las civilizaciones han crecido, se han desarrollado o han desaparecido se ha debido en gran parte, demás de ideologías más o menos guerreras y excluyentes, a su relación con el medio natural. Por allí transitaban las múltiples biodiversidades que componían ecosistemas concretos, más o menos extendidos por el mundo. Esos han sufrido cambios propios, transformaciones más o menos lentas hasta que ha aparecido la influencia antrópica, la cual ha llevado a un considerable deterioro de algunos y a la destrucción de otros. Ahí estamos. Eso sí, nos da tiempo de mirar la naturaleza. Ahora mismo la repaso con Eduardo Chillida y sus Elogio del aire, en Cántico de Jorge Guillén y la ooesía órfica de Gabriel Celaya. Quienquiera que busque, si quiera sin buscar, encontrará naturaleza en su vida, bien sea percibida u olvidada, pasada o futura, relumbrante o humilde.

Ahora mismo, año 2020 y 2021 miramos a la naturaleza como tabla de salvación anímica. La pandemia nos ha encerrado y confinado en ciudades y pueblos. En cuanto se ha abierto la válvula de escape, quienes han podido han viajado a la naturaleza buscando algo que les faltaba. No faltan optimistas que aseguran que este redescubrimiento ha venido para quedarse; la llamada de la naturaleza no ha hecho sino mostrar un mundo olvidado por la urbanizada sociedad. Veremos en qué queda todo esto, si solamente en el ánimo o también en el pensamiento. Por cierto, dedíquenle un buen rato a esas viñetas donde El Roto interpreta su/nuestra naturaleza. Merecen adornar nuestro pensamiento visual, son como el museo vivo de lo natural.

Las ideas que aquí exponemos cual vitrina reflexiva, para que caminen hacia el consenso universal, aparecen recogidas en el informe IPBES que lleva un título tan atractivo como Evaluación mundial sobre la diversidad biológica y los servicios de los ecosistemas, seguido de algo tan relevante como Resumen para los encargados de la formulación de políticas. Sería algo así como la naturaleza vista desde la ciencia aplicada, ahora que se debate en parlamentos español y europeo mucho de lo que tiene que ver con la extracción de recursos vs protección de la naturaleza. Hemos querido rescatar unas cuantas, vayan disculpas si son demasiadas, para recordar un poco el pasado a través de la lectura del presente para que nos sirva de alerta de futuro. Seguro que son conocidas por los legisladores y el público en general pero merece la pena recordarlas, espacialmente a los primeros, demasiado escorados en mantener privilegios de unos pocos en detrimento del bien social que es la naturaleza, con suficiente entidad para ser también ella misma per se. Los dividiríamos en:

Algunos hechos y episodios que desvelan que algo no va como debiera:

  • Sin naturaleza no hay vida social. ¿Alguien lo duda?
  • La mayor parte de las contribuciones a la vida de las personas son irremplazables. ¿A qué no encuentran ni siquiera cinco?
  • Los beneficios de la naturaleza no llegan equitativamente a todas las personas. Solamente debemos mirar cerca o lejos.
  • La naturaleza se ha visto muy alterada en la mayor parte del mundo, especialmente en los últimos 50 años. ¿Por qué será?
  • El semáforo rojo del deterioro esta encendido en el cambio de uso de la tierra y el mar, la explotación directa de los organismos, el cambio climático, la contaminación y la invasión de especies invasoras. Por señalar solamente las más llamativas.
  • El aumento de la intensidad de la luz roja ha sido condicionada por comportamientos sociales tales como los hábitos de producción y consumo, las dinámicas y tendencias de la población humana, el comercio, las innovaciones tecnológicas y los sistemas de gobernanza, desde los locales hasta los mundiales. Cada cual tenemos nuestra parte.
  • A punto de estallar la luz roja debido a que en los últimos 50 años, la población humana se ha duplicado, la economía mundial se ha multiplicado casi por 4, mientras que el comercio global lo ha hecho por 10. Todo esto en un contexto de crecimiento sin límites, por ahora, de la demanda de energía y materiales y sin contar demasiado los daños ambientales, o la imprescindible conservación de los valores y la restauración de las afecciones. ¿Y nosotros, miramos o hacemos?
  • Como siempre, determinadas zonas del mundo sufrirán enormes efectos negativos; seguro que todos estamos pensando en los más vulnerables y las zonas empobrecidas del planeta; África es el foco en donde todos miramos en primer lugar. ¡hasta cuándo podemos permitirlo?

Intenciones y acciones que según cuentan por ahí restaurarían la esperanza naturalística:

  • Todavía es posible conservar, restaurar y coexistir con la naturaleza de manera amigable, sostenible a la vez se pueden alcanzar varias metas sociales pero para lograrlo hay que emprender urgentemente iniciativas coordinadas en todo el mundo que se encaminen a una transformación en el escenario de lo colectivo. Empresas más difíciles se han logrado.
  • La naturaleza es profundamente ecosocial. Imaginemos que se consigue una convivencia sin estridencias entre una y otra de tal manera que en todo el mundo mejore la alimentación, se reparte y se utilice mejor la energía, la salud universal sea casi una realidad; que el bienestar humano dé para todos, que se mitigue el cambio climático y se logre una adaptación a sus efectos. Todo esto en un contexto innegociable a la baja de una conservación y el uso sostenibles de la naturaleza. Para lograrlo será necesario que se alcancen alianzas mediante vías sostenibles acompañadas de los instrumentos normativos ágiles que ilusionen a la gente y consigan el apoyo individual y colectivo para impulsar el cambio transformador.
  • Todavía es posible si se las estructuras actuales pues a menudo van en menoscabo del desarrollo sostenible. No resultará sencillo pues la acción social deberá enfrentarse a la resistencia de quienes están interesados en mantener el estado actual (sic) de las cosas. Quienes no están de acuerdo en lo anterior habrán de preguntarse por qué razón.

En fin, si la naturaleza nos ha devuelto ilusiones olvidadas habrá que reconocerle los servicios sociales que presta, mantenerla en su evolución natural y no condicionar como hasta ahora sus ritmos. Habrá que pasar del pasotismo al compromiso, aunque nada más fuese por egoísmo, que no solo. Si los horizontes de los acuerdos internacionales nos marcan los años 2030 y 2050 como puntos de inflexión restauradora, queda mucho por hacer desde aquello que se dijo en Aichi en noviembre de 2014. Conservar y preservar parecen sinónimos pero tienen sus matices; la primera se acerca más a mantener mientras que la segunda suena a defender, es más comprometida. ¿Lo saben quienes aprueban las leyes o reglamentos?

Hay una palabra que se ha convertido en mito positivo, ineludible: sostenibilidad. El Informe IPBES identifica varios recorridos para la sostenibilidad del conjunto, de la naturaleza de la que formamos parte, que en cierta manera son una reorientación la vida colectiva: “Perspectivas de lo que implica una buena vida; consumo y generación de desechos en su conjunto; valores y acciones; desigualdades; justicia e inclusión en materia de conservación; externalidades y teleacoplamientos; tecnología, innovación e inversiones, educación y generación e intercambio de conocimientos. Los desarrolla con detalle. Sea por curiosidad o convicción merece la pena revisarlos. Algunas ideas de las expuestas merecen un pensamiento personal y una entrada pausada en las conversaciones con las personas más cercanas. Aunque nada más sea para reconocer si estas se sienten parte de la interdependiente “socionaturaleza”.

(Jeffrey Arguedas / EFE)

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