Salud global desde casa comiendo de forma saludable y sostenible

A pocos extraña ya la evidente relación entre la salud global, del planeta y todos sus rincones, con lo que sucede a dos metros de nosotros. Aquello que respiramos, comemos y demás funciones básicas del día a día vienen y van, lo que hace difícil estar al tanto de su trazabilidad. Antes no nos preocupaba, o estábamos instalados en la seguridad de uso. La pandemia nos ha demostrado la complejidad de la vida.

Salud es algo más que estar bien de forma particular, tanto que nos hemos enterado de que lo que nos suceda a nosotros le afecta también al rebaño (sic) y viceversa. Sentirse inerme, tener miedo socializado, ha sido un golpe tremendo a nuestro bienestar. ¡La salud lo primero!, pero otras muchas variables de las que la acompañan también.  Deberíamos aprovechar este momento crítico para aprender mucho y bien, para que otra vez no nos vuelva a suceder algo similar; pero en el rebaño (sic) hay identidades muy diversas, lo digo por sus prioridades de intereses, no por cualquier cuestión de raza, sexo o religión. Por si las cosas no fuesen ya complicadas para las personas en general, vienen por ahí ecologistas y gente ligada a la salud que nos avisan de que mantener una relación más o menos armónica entre el entrópico planeta y su biodiversidad, con el conjunto de las diversas sociedades, es la estrategia a seguir si no queremos poner en excesivo peligro lo que se llama simplemente vivir.

En este asunto hay que señalar de entrada que en España, en Europa, cada vez más gente se preocupa por su salud, también por la del planeta. Según recogen redes sociales y publicaciones varias, bastantes personas son conscientes de que una alimentación saludable mejora su vida, además de ciertos hábitos del mantenimiento activo del cuerpo y la mente. También conocen que lo que ellas coman, y hagan en general, convierte al planeta en más saludable y le alarga los periodos de confortabilidad que siempre vienen bien, a él mismo y a nosotros que somos sus inquilinos, a la vez que compradores de sus productos y gestores de una parte de sus cualidades. Alguien apuntó que la dieta del planeta, expresada de formas diversas y no solo alimentarias, la seguimos todos por activa y por pasiva. Lo cual nos debería ocupar y preocupar. Pongamos por caso la cantidad de agua que el planeta gasta en darnos de comer, ya no solo de beber o procurarnos placeres varios. Fijémonos también lo que significa para el suelo la producción de determinados alimentos más o menos cargados de nutrientes diversos y sujetos al uso eficaz del agua. Durante este proceso de darnos de comer se emiten, o absorben, una serie de gases de los que componen el aire. Su nueva combinación se incorpora a la salud personal y global, para ser más exactos condiciona ambas.

Así pues, el planeta se alimenta y respira, cada minuto de cada día, en todo lugar por insignificante que ese parezca. En el conjunto unitario planeta está incluidos suelos, aires y aguas, continentales y marinas; más sus pobladores respectivos. Todo lo anterior puede parecer una digresión para hacer ver que la dieta de casa tiene una enorme relación con la salud del planeta. Estamos dibujando un escenario que a más de una persona le parecerá un acertijo, o una perogrullada de la que no merece la pena ocuparse. ¿Siempre ha sido así y seguirá siéndolo, por los siglos de los siglos? No es seguro.

Hemos vuelto a leer Alimentos, Planeta, Salud. Dietas saludables a partir de sistemas alimentarios sostenibles publicado hace un par de años por la Comisión EAT-Lancet, entidad que viene desplegando desde hace tiempo un esfuerzo encomiable por hacernos entender la vinculación entre dietas saludables, sistemas alimentarios sostenibles y salud planetaria.  Reproduzcimos un entrecomillado del informe antes aludido. Dice así: “Para el año 2050 se requerirán cambios sustanciales en la dieta universal. El consumo mundial de frutas, vegetales, nueces y semillas, de las legumbres deberá duplicarse, y el consumo de alimentos como la carne roja y el azúcar deberá reducirse en más del 50%. Una dieta rica en alimentos de origen vegetal y con menos alimentos de origen animal confiere una buena salud y beneficios ambientales”. La despensa de casa y la del planeta deben caminar al unísono.

(GTRES)

El envite es importante porque de no obrar así lo más probable es que la degradación planetaria aumente y buena parte de los niños y niñas del mañana deban soportan cada vez más desnutrición y enfermedades prevenibles. Mal asunto, cuando la ciencia ha demostrado que hay una estrecha vinculación entre la salud humana y la sostenibilidad ambiental. Sin embargo, cuesta mucho definir unos objetivos científicos a escala mundial de lo que significan dietas saludables y la producción sostenible de alimentos, lo cual ha echado por tierra los esfuerzos realizados hasta ahora para la transformación del sistema alimentario mundial. El objetivo es simple y claro: asegurar dietas de salud planetaria para casi 10 mil millones de personas en el 2050. Aunque no sea fácil de conseguir.

Definir lo que son dietas saludables, con el respaldo de criterios científicos, no es complicado. Pero requerirá grandes cambios dietéticos, véanse pág. 10 y siguientes del documento anteriormente reseñado. Pero aquí chocamos con la tradición alimentaria y con la potencia embaucadora de las grandes marcas comerciales, que por cierto copan la mayor parte de los productos que viajan por las tiendas de comestibles.  Sin embargo, hay que señalar que el simple hecho de modificar las dietas en ese sentido evita de entrada enfermedades particulares y millones de muertes de niños y adultos al año. Trae añadido un rejuvenecimiento planetario.

Dicen por ahí que la producción sostenible de alimentos es cara, que como lo intensivo alimentario no hay nada, asumidos costes y beneficios. Vamos a cuestionarlo y pensar en nuevas dietas más sostenibles, en evitar el despilfarro de alimentos producidos y no consumidos y, en suma, en la reducción de los impactos ambientales de las prácticas productivas. Combinadas debidamente estas acciones mejoran la salud particular y la del planeta. Todo esto teniendo encima la amenaza multidiversa del cambio climático y las emergencias que genera.

El informe que sustenta esta entrada define cinco estrategias básicas para conseguir lo buscado: concertar el compromiso internacional y nacional para cambiar hacia dietas saludables; reorientar las prioridades agrícolas pasando de producir grandes cantidades de alimentos a producir alimentos saludables; intensificar de forma sostenible la producción de alimentos para aumentar la producción de alta calidad; gestión firme y coordinada de la tierra y los océanos; reducir al menos a la mitad la pérdida y desperdicio de alimentos, en línea con los ODS. ¿Todo esto para mañana mismo? No claro, pero ya hemos perdido demasiado tiempo.

Nos parece que ahora le cambiaríamos el título a la entrada. Diríamos alimentación saludable para darle larga vida al planeta y asegurar su sostenibilidad. Me suena que esto último que escribo tiene que ver con aquello que servía de presentación para un Máster de Salud Global de la Universidad de Zaragoza que decía así: Cuidarnos y cuidar el entorno es preservar la salud global. Hay otros estudios posgrado con la misma intención en distintas universidades europeas y americanas, lo que evidencia los avances del conocimiento científico y las oportunidades de la gente para cambiar el mundo. Pues eso.

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