El reciclado del reciclaje (des)enmascarado

Cuesta decirlo pero hemos de hacerlo. Después de tantos años practicando reciclamos poco y mal. Es uno de esos extravíos que la despistada sociedad moderna atesora, por desidia o ignorancia. Siendo las generaciones más informadas que nunca han poblado la Tierra, tardamos tiempo en darnos cuenta de que las cosas de la vida, buena parte de los productos que consumimos, tienen bastante de ida pero también no poco de vuelta. Las sociedades de antaño se contentaban con satisfacer sus necesidades vitales, que ya era bastante. En esa tesitura aguantaron siglos y siglos. Sin embargo, hay que recordar que unos cuantos individuos poseían la marabunta de dineros y cosas, de animales e incluso personas, mientras que otros malvivían o morían por causas diversas relacionadas con los bienes a su alcance. Quienes tenían satisfechas ciertas necesidades básicas se afanaban en atesorar otras. Salvando las distancias, bastante gente de la moderna sociedad global encuentra placer en disponer de muchas cosas. Esa tendencia no solo ha calado en los ricos.

Es admisible, casi un deber personal o familiar, que las personas de cualquier condición siempre hayan querido progresar. Palabra que aunque se presta a múltiples interpretaciones casi siempre se asimila con vivir mejor. ¿Por qué criticar ese empeño? Con el tiempo progresar significó no solo enriquecer el pensamiento y aumentar las potencialidades vivenciales, sino que se focalizó demasiado en poseer más cosas, muchísimas más cada vez y más pronto. Dicen que todo empezó con fuerza explosiva cuando la publicidad y los medios de comunicación nos nublaron la vista y taladraron la mente diciéndonos que cuanto más consumiésemos seríamos más felices. De esta inclinación, casi plaga, no se salvó nadie, excepto quienes por cuestiones religiosas o filosóficas no se dejaron convencer/embaucar. Tampoco transitaron por ese estadio quienes por mucho que se esforzasen no lograron salir de la pobreza o el hambre. Miremos a determinados continentes o a los barrios pobres de las grandes ciudades.

Con el tiempo se instaló en la creencia colectiva, escasas mentes lo negaron, aquello de que consumir y tener más nos daba confortabilidad vivencial y hasta emocional. Se había institucionalizado el Homo consumus. Aquí estábamos tan tranquilos cuando alguien empezó a divulgar que el reciclaje era el mundo de los sueños de la ciudadanía que sabe ver la realidad. No falta quien atribuye la súbita moda al hecho de que un número importante de materias primas empezaban a disminuir, o eran cada vez más caras; valgan como ejemplo los líos de los combustibles fósiles o el episodio del escaso cobre que queda, que ha disparado más de una alarma. Ante la escasez de materias primas que viene ya de hace unos años, quienes gobiernan este mundo desde la empresa o entramados de otro tipo, la bolsa y esas gentes, lanzaron los mensajes recicladores a todos los rincones de la tierra. Decían: ida y vuelta, cosas que sirven para más de una ocasión. El milagro que asegura el futuro se llama reciclaje. El mensaje sonaba bien.

(GTRES)

Para nuestra desdicha, o mala suerte, hemos de reconocer que tardamos en desprendernos de ciertos hábitos: usar y tirar es uno de los más extendidos. Sin embargo, todavía queda gente que mira con una especie de pena a ese producto que en todo o en parte admite un segundo uso, quizás algún día. ¡Lástima abandonarlo sin más! En lugar de tirarlo lo arrincona en un lugar poco visible. Si lo miramos bien, cada objeto tiene su propia vida, más o menos glamurosa. ¡Qué pena que la de muchos acabe después del primer servicio prestado! En tiempos, buena parte de los utensilios y productos domésticos se fabricaban para durar, por ejemplo los electrodomésticos que tanto protagonismo tuvieron en el confort domiciliario. La resistencia y la permanencia de utilidad eran cualidades que se vendían de ellos. Hoy ya no. Puede más la estética, el diseño y si me apuran el pasarse de moda. Podríamos asimilarlo a la finitud, la cual tiene su máxima expresión en la obsolescencia programada. Con todo, el derroche va y viene sin parar, como nos cuenta de Annie Leonard en la estupenda lección La historia de las cosas. Se recuerda con añoranza aquellos tiempos en los que la gente habilidosa se apañaba la vida arreglando tal o cual aparato, remendando algún que otro roto. Ahora eso es imposible; es un signo de vejez o de anécdota de países depauperados como Cuba en donde los repuestos siempre han escaseado y recomponían todo, los vehículos motorizados fueron un ejemplo palpable. Tal está las cosas que hasta lo objetos más familiares y cercanos han perdido singularidad; son “no-cosas”. Antes se hablaba de mi… (pongámosle el producto que queramos) como denotando una cierta familiaridad por la cercanía o el uso práctivo. Ahora se habla de “el o un” lo que sea, ya no ocupa un lugar en la existencia personal. Es algo así como el vaquero de Toy Story  que va y viene, perdiendo parte de su existencia afectiva.

No todo está perdido. Bastante gente, gobiernos y entidades varias también, se creyeron lo del reciclaje, que era posible. Alguien decía que en caso contrario habría que inventarlo. Las autoridades despertaron y pusieron en marcha la recogida selectiva de los residuos de nuestras casas, ordenaron un poco los industriales y comerciales. Una nueva tendencia social había nacido y quienes fueran contra ella no eran bien vistos; se miraba con desaprobación a los domicilios que sacaban en la misma bolsa de basura todo mezclado y despreciaban el triaje de residuos. Por poner un solo ejemplo de nuestro buen pensar, después de muchas visitas al contenedor amarillo de nuestras calles, nos dimos cuenta de que el mundo era algo más que un plástico. Empezamos a entender la economía circular y vimos sus ventajas. El mundo cambiaba para bien y tan importante como reciclar era reducir la producción de residuos.

Ahora vivimos en otra secuencia: ese reciclaje de tiempos pasados no sirve, o no cumple su función primordial. Desde distintos instancias nos alertan de que el convencimiento personal y sus consecuencias ha podido ir más o menos bien pero el porcentaje de materiales que son separados y viajan hacia un segundo o posteriores usos es bajo, que eso de la economía circular no va como estaba previsto. Varias organizaciones ecologistas en España y Europa sostienen que solamente partes mínimas de lo que se deposita en los diferentes contenedores son las que realmente se reciclan, recuperan. Que el concepto reciclaje se ha quedado en el triaje de materiales que se sacan del domicilio de forma diferenciada. Que la gestión de estos residuos por parte de las empresas contratadas por las administraciones es muy deficiente.

Este asunto sigue tan vivo que el día 17 de mayo viene señalado en el calendario como Día Mundial del Reciclaje, efeméride que lanzó Unesco allá por 2005. Visto lo sucedido, es un día para conmemorar un deseo no para celebrar un éxito. Transcurridos ya 15 años es momento de desenmascarar el reciclaje enmascarado en la recogida separada de residuos, si como parece su viaje es lineal y los residuos separados van en su mayoría a los vertederos clásicos, como hemos señalado aquí varias veces. En España, la Asociación para la Defensa del Administrado y el Contribuyente (ADAC) demanda a la FEMP (Federación Española de Municipios y Provincias la confirmación o el desmentido razonado de este hecho. Lo denuncia Greenpeace afirmando que si bien puede ser cierto que el 75% de los residuos domiciliarios son recogidos de manera separada solamente se recupera el 25%. Quién sabe hasta dónde llegará el Plan de Economía Circular de España 21-23 en relación con las propuestas que se manejan en el Parlamento Europeo. Un par de ejemplos: parece que estamos muy lejos de conseguir aquello de que en 2021 desapareciesen de nuestras manos los plásticos de un solo uso o de que el viaje del reciclado fuese circular no solamente en el vidrio y en el papel y cartón.

Al final, sean o no verdad los datos, en el camino nos hemos dejado una parte del convencimiento;  al menos eso muestran las actitudes y hábitos observados aunque la opiniones manifestadas en encuestas vayan para otro lado. Hubo un tiempo en el que el reciclaje estaba asociado a un convencido sentido, personal y para el conjunto mundo. ¿Volverá reciclado a tiempo?

(GTRES)

1 comentario · Escribe aquí tu comentario

  1. Dice ser James Russell

    Ya le están quitando su día a los gallegos… «me cago na cona» jajaja (es que coincide con el día de su literatura creo)

    Pero sí, hay muchas cosas que se están reciclando mal (y que no tienen ciclos de reciclados infinitos, como el plástico, que tiene un límite (no pasa así con el metal por ejemplo)), pero también hay muchas personas a las que les da exactamente igual separar que no hacerlo.

    Pensamientos del tipo «no es mi trabajo», «es mucho esfuerzo», etc. o que simplemente no son conscientes del impacto medioambiental que tenemos. Fijaos por ejemplo en los loncheados que se venden ya cortados, 10 lonchas (pongamos) y todo el plástico que hay ahí. Si casi me atrevería a decir que si se separasen las cosas en un hogar medio habría 4-5 veces más plástico que residuos orgánicos compostables y quizás 2 veces más que cartón/papel.

    17 mayo 2021 | 11:11 am

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