La arriesgada rutina de respirar en las ciudades

Da un tiempo a esta parte algo de lo que antes considerábamos vivencial se está convirtiendo en riesgo vital. Es nuestra escala de necesidades, respirar es la primera; nuestras células y el organismo en general lo requieren para proporcionarse la energía que los mantiene, simplificando mucho. Respirar se asimila a aire, eje vital de todo. En la antigua ciencia y filosofía griegas, el aire era uno de los elementos básicos, casi como una fuerza universal que acompañaba a las otras: agua, tierra y fuego. Como Aristóteles tuvo mucha influencia en las filosofías siguientes, la cosa duró hasta el Renacimiento. Por aquellos tiempos, más o menos, Galileo y otros notaron que el asunto era más complicado. Así, resumiendo demasiado quizás, llegamos a la segunda mitad del siglo XVIII. Entre Joseph Priestley (el descubridor del oxígeno imprescindible en la respiración y las combustiones, además de otros gases) y Antoine Lavoisier (se fijó en el comportamiento del oxígeno y reconoció el nitrógeno, para todo formó equipo con su mujer Anne-Marie Paulze), y otros coetáneos como C.W. Scheele o Daniel Rutherford, concluyeron que el aire es una mezcla de gases más o menos activos. Esto no es nada más que una incompleta pincelada para decir que las pasadas investigaciones científicas descubrieron nuevas propiedades del aire. Ahora, las nuevas nos alertan de que el aire que respiramos debe tener unas cualidades determinadas para no provocarnos daños. Nos lo han repetido cada día con la pandemia y los aerosoles. En lugares mal ventilados, el riesgo de sufrir impactos por la calidad del aire aumenta considerablemente; el aire inspirado difiere del espirado, si el primero contiene cada vez más proporción del segundo la cosa se complica. Por eso se recomienda la ventilación continuada y que se utilicen medidores del dióxido de carbono como alerta de calidad, o filtros de diversos tipos.

En las ciudades, asimiladas a organismos construidos con múltiples vectores y sujetos a imponderables a veces no deseados, la calidad del aire es uno de los parámetros que las convierten en más o menos saludables. Si admitimos lo de organismo, el aire inspirado por los seres vivos, como en el caso de la habitación de antes, está cargado de elementos peligrosos, o en proporciones inadecuadas. Las boinas de aire contaminado que se pegan en las ciudades valdrían como ejemplo, el color grisáceo/marronáceo algo querrá decir, debe contener dióxido de nitrógeno en proporciones elevadas. El aire troposférico ya no es lo que era, como se encarga de recordarnos la Agencia Europea del Medio Ambiente.

(Mariscal/EFE)

Hace tiempo que se instalaron en lugares diversos de las ciudades, enclaves críticos se podría decir, unas estaciones de medición que vigilan en tiempo real diversos parámetros del aire (dióxido de nitrógeno-NO2; monóxido de nitrógeno-NO; dióxido de azufre-SO2, ozono troposférico-O3, y alguno más en según qué estaciones; además de las partículas en suspensión). Entre todas estaciones, parece que son 600 en España y unas dependen de ayuntamientos y otras de gobiernos, constituyen una Red de vigilancia de calidad del aire. Con los datos que proporcionan y algunos más se elaboran parámetros de calidad. Si las cosas van mal se generan una serie de alertas, si bien estas suelen llegar con retraso y no siempre están incardinadas en un plan de prevención establecido. Por si alguien tiene curiosidad en el asunto, nos atrevemos a decir que conocer la calidad del aire es un ejercicio de ciudadanía, la Web de Ecologistas en Acción es un buen lugar para informarse; por eso de ser independiente de las distintas administraciones. Recordemos que elabora informes anuales que dejan en bastante mal lugar a demasiadas ciudades españolas en el problema de la calidad del aire y su gestión.

Los habitantes de Madrid y quienes atendemos a los informativos ya barruntábamos que esa boina de la capital posterior a las nevadas no era cosa buena; nos decían que la culpable era la inversión térmica, sin más explicación. Ahora nos enteramos de la capital es la ciudad europea con la peor calidad del aire, si nos atenemos a algún parámetro. Que la polución capitalina era peligrosa ya fue objeto de denuncia ante el Tribunal de Justicia Europeo, intención demandante que recogía 20minutos.es en julio de 2019. El Estudio de salud urbana en 1.000 ciudades europeas es un buen motivo para estar informado. Es un aporte de El Ranking ISGlobal de ciudades, un proyecto de investigación liderado por investigadores del ISGlobal de Barcelona que tiene como objetivo estimar los impactos en la salud de la planificación urbana y del transporte en 1.000 ciudades europeas. En su desarrollo evalúa distintas exposiciones ambientales que tienen que ver con la planificación urbana y del transporte (como la contaminación del aire, el ruido del tráfico rodado, la exposición a espacios verdes y los efectos de isla de calor). Si bien en esta primera fase, cuyos resultados se han publicado en The Lancet Planetary Health se centra en la contaminación del aire, uno de los principales factores de riesgo de enfermedad y muerte en todo el mundo. Lo concreta en ciudades de más de 31 países europeos, con varios datos a partir de 2015. Se fijan especialmente en partículas finas (PM2,5) –en este caso afirma que el 84% de los habitantes de estas ciudades están expuestos a niveles superiores a los que marca la OMS-  y en dióxido de nitrógeno (NO2). Se estimó que, en 2016, más de 400.000 muertes (equivalentes al 7% de la mortalidad anual) en Europa se podían atribuir a la exposición acumulada a las partículas citadas mientras que más de 70.000 muertes (equivalentes al 1% de la mortalidad anual) fueron atribuibles a la exposición al dióxido de nitrógeno. Es más, el informe afirma que reduciendo drásticamente los niveles de las primeras se podrían evitar 125.000 fallecimientos al año y otros 80.000 limitando el porcentaje del segundo.

Las investigaciones han elaborado, mediante el algoritmo adecuado, una clasificación de la contaminación del aire y han asignado una puntuación de carga de mortalidad a cada ciudad. Las puntuaciones tienen en cuenta las tasas de mortalidad, el porcentaje de mortalidad evitable y los años de vida perdidos por cada contaminante del aire. Así aparecen relacionadas las de mayor/menor carga de las partículas finas citadas en su aire respirado por sus habitantes y del idéntico modo las que padecen concentraciones mayores o menores de dióxido de nitrógeno; son medias anuales. Si miramos con detenimiento en la Web comprobamos que en ambos casos las ciudades del norte de Europa tienen la mejor calidad del aire, sin duda debido a factores diversos que sería prolijo detallar, algo que sí hace el artículo citado. Pinchando en cada ciudad se despliegan de forma pormenorizada los valores, de cada uno de los cuales se ofrece la pertinente información. Un rápido vistazo por la lista nos muestra que Reikiavik en Islandia y Tromso en Noruega tienen tan pocas partículas el aire que esta carga no causa ninguna muerte sobrevenida ni con los parámetros OMS ni con los niveles más bajos que asigna el estudio. En el lado opuesto, varias ciudades italianas del norte tienen la mayor cantidad de partículas dañinas, siendo Milán la que tendría el mayor número de muertes evitables.

(EFE)

En el asunto del dióxido de nitrógeno, el área metropolitana de Madrid se sitúa en un deshonroso primer lugar, recordemos que los datos no son de ahora, acompañada de Amberes, Turín y las áreas metropolitanas de París, Milán y Barcelona. En el extremo opuesto, ganan, en este caso así se puede calificar, las ciudades del norte de Europa –en este asunto de la contaminación del aire los habitantes de Tromso, esa ciudad noruega de poco más de 70.000, son unos suertudos pues además disfrutan como nadie de las auroras boreales al estar por encima del círculo polar ártico-. En buen lugar aparece alguna irlandesa. Teniendo en cuenta estos dos parámetros, hay que pensar especialmente en el número de muertes evitables; habría que ver cómo influyen los otros óxidos, el ozono o diferentes gases como el metano cada vez más presentes en porcentajes en la composición del aire.

Pero vamos a centrarnos solamente en España. Con las prevenciones que hemos apuntado, el algoritmo tiene en cuenta variables como número de habitantes y otras, en partículas finas el mayor porcentaje se da en la Línea de la Concepción, seguida por el área metropolitana de Barcelona, Santander, Cádiz y Zaragoza. En el final de la tabla, encontramos Ávila, Cuenca, Cáceres y el área metropolitana de Granada. Si nos fijamos en el NO2, el primer y segundo lugar lo ocupan Madrid y Barcelona; un mal ejemplo sin duda. En el extremo contrario aparecen Lorca, Ponferrada, Chiclana de la Frontera…; quienes esto lean que sigan buscando para ver dónde encuentran la suya.

Todo esto no en una foto fija, tampoco se trata de señalar culpables ni echar reprimendas; bueno, esto último sí pero para invitar a la mejora. No podemos permanecer impasibles ante titulares como el que mostraba el pasado 20 de enero 20minutos.es de que Madrid y Barcelona estaban entre las ciudades europeas con más muertos por polución, aunque daba buenas noticias para Barcelona en el año 2020. Recordamos los desmentidos municipales que se pronuncian cada año que Ecologistas en Acción publica sus listas. De entrada hay que decir que si las autoridades españolas tuviesen en cuenta la salud y las muertes evitadas, deberían pensar ya en que es un elevado peaje, en que hay que abordar de forma drástica políticas reductoras de la contaminación del aire urbano; también la ciudadanía tiene algo que aportar. De estos últimos quehaceres también incluye sugerencias la Web de El Ranking ISGlobal de ciudadesAquí lo dejamos expuesto, para quienes quieran mejorar las posiciones, para que respirar en una ciudad no sea un ejercicio de alto riesgo acumulado. ¡Suerte en el empeño!

(ACN / Nazaret Romero)

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