Los veganos no conducen los mismos coches que el resto (si se los pueden permitir)

Por Vicky

Se supone que lo material tiene que ser algo secundario, pero no es ninguna tontería que en ciertas ocasiones dice mucho de alguien. ¿Cuándo fue la última vez que viajaste a otro país? ¿Te fijaste en los coches que circulaban en la carretera? Aunque no hayas cogido un avión hasta Cuba, seguro que te suena que la media de vehículos que se conducen allí siguen siendo modelos de los años 50. A lo que quiero llegar es que los coches siempre han sido una referencia del estatus social de la persona y de su capacidad adquisitiva. Luego, el color elegido, la decoración -si la lleva- o el interior, pueden distinguir a un profesor, de una madre y de un hippie.

Hasta relativamente pronto me parecía absurdo dar tanta importancia al donde se iban a sentar mis posaderas. Si iba a ser sobre un cuero blanco o una tela semi desgastada. Mi visión cambió hace unos días cuando sentada en una terraza contemplaba las vistas. La mayoría de los coches eran diesel. Algunos más caros que otros, pero nada fuera de lo común. Hasta que pasaron dos coches eléctricos y la pareja que se estaba tomando su café en la mesa de al lado empezó a discutir su utilidad.

-Me fastidia que no hagan ruido. Me despisto un momento con el móvil y me pueden atropellar.

-Venga, hombre, no es para tanto. A mí lo que me fascina son los que se ahora son veganos.

-¿Cómo?

Sí, desde hace unos años hay coches veganos en el mercado. No necesitan verduras para circular, lo hacen como cualquier otro vehículo de motor. Para detectarlos tienes que ser buen observador porque la diferencia está en su interior. Con la alimentación vegana y la movilidad eléctrica en aumento, despedirse del cuero que decoraba tu coche era lo siguiente. Ya son muchos los compradores que rechazan la posibilidad de incorporar en sus vehículos tejidos de origen animal. Hay un cambio de valores y se refleja en los materiales que eligen para acompañarlos en su día a día, desde su vestimenta hasta su medio de transporte. Y los coches veganos no requieren ningún producto animal para ser fabricados.

Polestar 2, un coche eléctrico con interior vegano.

De momento las alternativas son la fibra de bambú, setas y cuero sintético. Resulta que la fibra se adecua muy bien a la pretensión ecológica del coche eléctrico, puede adaptarse a la fabricación en serie y proporciona humedad que mejora la transpiración del usuario.

Si los consumidores están cada vez más concienciados con el medio ambiente y esos nuevos tejidos dan solo ventajas, entonces ¿por qué todo el mundo no se vuelve en términos automovilísticos eléctrico y vegano? El problema es el precio. Por una parte, es difícil exigir el mismo precio para un tapizado de tela que para un cuero. Por más delicada que sea esta pieza, siempre tendrá un valor menor.

Hay muchos conductores a los que les gustaría que sus valores fueran reflejados en su coche y no su estatus social, pero no tienen los recursos para hacerlo. Es decir, esta vez el choque no es solo de clases y de capacidad adquisitiva sino también de conciencia. De momento la baja demanda de estos coches hace que sean un producto exclusivo, ya que no solo se trata de un cambio en su decorado. Aprovechando el lanzamiento de un nuevo modelo, los fabricantes incorporan más accesorios y mejoras tecnológicas. Por lo que en el mercado se vende como una novedad tecnológica y esta es inevitable que se venda caro.

Los que desean tener un vehículo de estos y no se lo pueden permitir son pocos, pero ya debaten la posibilidad de una petición al Gobierno para la creación de fondos que haga su compra más factible. Al menos la pareja en la mesa de al lado pagó la cuenta coincidiendo en que los sustos de los vehículos ‘silenciosos’ merecen la pena y que si le tocara la lotería o algo, se haría con uno de estos.

Tesla X también incluye esa opción.

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