Por Vicky.
No está tipificado como enfermedad, pero a todos nos invade una extraña tristeza una vez al año que curiosamente coincide con el final de las vacaciones. Aunque lo realmente deprimente es no haber tenido vacaciones. Hablamos del síndrome postvacacional y cómo puede afectarnos.
Reducir las horas de diversión, cambiar la alimentación y estar más pendientes de nuestro despertador son los cambios fundamentales que experimenta nuestro cuerpo. Por eso, hay un período de tiempo en el que se niega a abandonar la anarquía del verano y volver a la disciplina.
Es fácil imaginar que el efecto es aún más impactante cuando además de todo esto tienes que volver a comunicarte en otro idioma, acostumbrarte de nuevo a la diferencia de hora entre tu país natal y la de tu ubicación actual y dar un giro a tu mentalidad, en general.
Si tus amigos se ríen porque has vuelto con un acento gallego muy marcado, en mi caso se quedan perplejos al escuchar esa palabra en “chino” que he soltado en mitad de la conversación sin que me dé cuenta, que resulta ser griego.
“Ahora mismo no me sale la palabra” se convierte en mi frase de cabecera, ya que el resto de expresiones que había aprendido en castellano casi se me han olvidado por completo.
No siento ninguna necesidad de echar la siesta o tomarme un descanso por la tarde, con lo cual me voy al bar a hacer tiempo y con intención de pedir una “birra” en vez de una cerveza o un tercio.
También saludo a viejos conocidos con un apretón de mano o dándoles dos besos a la inversa, primero en el lado izquierdo y luego en el derecho, porque así es como se hace en Grecia. Con todo, mis amigos piensan que algo extraordinario ha pasado en mi vida que me ha cambiado para siempre. Sí es cierto que la playa te regenera, pero también existe una explicación científica.
Varios estudios coinciden en que los países en los que es habitual que los trabajadores disfruten de largos períodos de vacaciones, como España o Grecia, son más propensos a presentar los síntomas de este síndrome. Una encuesta realizada por Adecco revela que el 37% de los españoles lo experimenta cada año, mientras que el servicio nacional de estadística griego afirma que este número se eleva al 40% de los trabajadores griegos.
Los expertos hablan del impacto que sufre el cuerpo y la mente causado por el cambio de los horarios y la rutina. La mente nos provoca estas confusiones porque se ve afectada su capacidad cognitiva. Por tanto, el remedio más eficaz es dormir muchas horas y dejar la mente descansar uno o dos días antes de bombardearla con “nuevos” estímulos.
Hablando por mí, puedo suscribir esta solución y añadir la posibilidad del saqueamiento del queso feta de las estanterías del supermercado, para que la vuelta te deje con buen sabor de boca.