El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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A tus riñones no les entusiasma nada tu exceso de grasa

riñonesTenemos el defecto de tener una perspectiva demasiado cortoplacista al respecto de nuestra alimentación y su efecto sobre salud. Ya se trata de magufadas con mayor o menor sentido o de relaciones firmemente establecidas entre lo que comemos (o dejamos de comer) y los efectos de nuestras elecciones sobre la salud, creo que con demasiada frecuencia tenemos puestas las miras salutíferas en un de hoy para mañana o casi. Pero también debiéramos preocuparnos por el pasado mañana.

Hay un montón de situaciones patológicas que se gestan poco a poco durante años y cuyos síntomas y signos se ponen de relieve de forma abrupta. Uno de estas situaciones es por ejemplo la insuficiencia renal crónica y su relación con la obesidad.

El caso es que la exposición continuada a las condiciones metabólicas y estructurales propias de la obesidad ocasiona graves, e irreversibles, alteraciones en la funcionalidad de los riñones. Esta patología renal vinculada a la obesidad es debida a la alteración de las unidades funcionales de los riñones, las nefronas, y se sospecha con pocas dudas que tiene causas directas (el aumento de la cantidad de grasa en la matriz del riñón, las lesiones en la barrera filtradora); e indirectas (la diabetes y la hipertensión asociadas habitualmente a la obesidad) y su efecto se traduce de forma sistemática tanto en años de vida sana perdidos, como en casos de muerte prematura entre quienes la padecen.

Tal es así que un reciente artículo publicado en la edición Diabetes & Endocrinology de la prestigiosa revista The Lancet, ha puesto de relieve que dentro del tablero de juego en el que la obesidad actúa como epidemia a nivel global, se acaba de poner de manifiesto la importancia de un nuevo y peligroso “jugador” en referencia a la mencionada insuficiencia renal crónica. Así, refiere el citado artículo, esa patología tiene la mayor tasa de crecimiento entre todas aquellas enfermedades no transmisibles que son causa de muerte prematura, tanto en prevalencia (proporción de individuos que presentan una característica o evento concreto) e incidencia (número total de individuos con una esa característica o evento en un período determinado).

Y las cifras cantan, en el periodo de tiempo comprendido entre los años 1993 y 2013 la diabetes (una de las condiciones patológicas sobre la que vienen sonando todas las alarmas desde hace tiempo en el terreno de la Salud Pública) creció un 67% frente a, pásmate, la insuficiencia renal crónica que creció un 90%.

La relación causal entre el peso y la enfermedad renal es difícil de establecer de forma inequívoca, en especial teniendo en cuenta que estos datos son fruto de estudios observacionales. Sin embargo, la mayor parte de investigadores están bastante convencidos de que, más allá de otros elementos implicados, en especial la edad de los pacientes, la obesidad es con pocas dudas el factor de riesgo más importante (y potencialmente prevenible) para desarrollar una insuficiencia renal con el paso de los años.

No creo que a estas alturas del cuento hiciera falta aportar ningún dato más para recomendar encarecidamente el mantener un peso adecuado, así como una proporción de grasa corporal conveniente… pero esto es lo que hay.

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Imagen: dream designs vía freedigitalphotos.net

¿Es inevitable engordar con la edad?

No son pocas las personas que se preguntan si el ir ganando años es un factor de riesgo para ir sumando al mismo tiempo kilos. El caso es que la evolución del peso en función de la edad son dos variables que han sido observadas juntas con mucha frecuencia y, cuando se hace, es frecuente encontrarse con este tipo de relación: cuanta mayor es la edad del colectivo que observamos (entre los adultos claro) mayor es la proporción de personas con sobrepeso u obesidad.

Este es un ejemplo de lo que les hablo: Los porcentajes de población en situación de peso normal, sobrepeso y obesidad de la población adulta española en base a su Índice de Masa Corporal (IMC) según la última Encuesta Europea de Salud 2009 (datos del Instituto Nacional de Estadística)

 

 

La realidad es incontestable, a más edad, mayor peso, pero… ¿están relacionadas estas dos variables?, es decir ¿influye la edad como tal en la ganancia de peso?

La respuesta es que no, al menos no de forma causa y efecto pese a que la evolución de ambas variables sea directa, son datos que derivan de un “estudio observacional” y por tanto ineficaz por sus características a la hora de aportar causalidad. Me explico: Se podría observar por ejemplo el consumo de sandía por parte de la población española y los fallecimientos por ahogamiento en piscinas. En esta hipotética y aparentemente ridícula observación quedaría en evidencia que cuanta más sandía consumen los españoles dentro del mismo año más españoles mueren ahogadas en las piscinas. Entonces, ¿hay una relación causa y efecto entre el consumo de sandía y el número de ahogados? La respuesta en este caso, como resulta lógico pensar, es que no. La realidad nos invita a pensar que es en verano cuando más sandías se consumen, y también cuando más se baña la gente y, desde el punto de vista de las probabilidades, cuanto más se bañe una población mayor riesgo de que haya ahogados. Es decir, todo ello ocurre en verano, y el comer sandías no está causalmente relacionado con el aumento del riesgo de morir en una piscina (al menos eso creo).

Con el peso y la edad ocurre igual, son dos hechos que ocurren al mismo tiempo pero que no tienen porqué estar relacionados. En este caso, la explicación de que estas dos variables tengan la misma tendencia (a más de lo uno, más de lo otro) hay que encontrarla en que, con la edad, nos movemos menos, recurrimos más al transporte mecanizado, practicamos menos deporte, nuestra composición corporal cambia (con menor masa magra metabólicamente más activa) etc. que en edades anteriores. Y, al mismo tiempo, comemos igual o incluso más; la alimentación, la «buena (y excesiva) mesa», las reuniones en torno de un mantel, los aperitivos, el picoteo, también desde el punto de vista de las probabilidades, aumentan. En definitiva, con la edad se gana peso no por la ganancia de años como tal, si no por que al ir haciéndonos mayores nuestro balance de energía, aquel que deriva de las calorías “positivas” que ingerimos con los alimentos y las “negativas” que gastamos con la actividad física (o el crecimiento, desarrollo, etc.) tiende, con mayor probabilidad, a ser positivo.

Así pues el mejor consejo que se puede dar en este sentido, es el de tratar de mantenernos lo más activos posible en relación con nuestras circunstancias y, a la vez, cuidar nuestra alimentación ya que es muy probable que no necesitemos tantas calorías como en otras edades.

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