El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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La redención nutricional del huevo como alimento

huevos 2La historia del huevo como alimento siempre me ha recordado a la de esos dramas penitenciarios en los que se descubre, pasada una buena pila de años, que la persona que se tenía encerrada en la cárcel era inocente del crimen que en su día se echó a sus espaldas. Posteriormente, descubierto el pastel, disculpas, indemnizaciones, perdones y demás… eso en el caso del presidiario erróneamente condenado; pero en el caso de un alimento ¿en qué tipo de indemnización se podría pensar con el fin de compensar esa mala fama que un día se ganó injustamente?

La historia

El particular calvario del huevo comenzó allá por la década de los 70 del pasado siglo XX cuando se empezaba a juguetear con su culpabilidad en relación con la enfermedad cardiovascular. Así, el papel de las grasas y más en concreto el del colesterol en este tipo de enfermedades fueron los primeros indicios de la catástrofe en ciernes. En mi opinión este negativo clima hacia todo lo que tuviera grasa o colesterol se generó a partir de una incompleta lectura del archiconocidísimo Estudio de los siete países y sus secuelas. De esta forma y en cierta medida muchos alimentos fueron los que empezaron a sufrir los efectos de la ignominia nutricional, algunos se acordarán: desde el pescado azul hasta incluso el aceite de oliva (exculpados posteriormente con mayor o menor agilidad) pasando, como no, por el huevo. Pero no fue hasta 1973 cuando se dio a conocer la fatídica sentencia que hacía descender a los infiernos a este último alimento.

En aquel año la American Heart Association (Asociación Americana del Corazón) recomendó limitar la ingesta de huevos a un máximo de tres por semana. Esta sentencia recomendación fue acogida con bastante entusiasmo por la mayor parte de responsables sanitarios y terminó por calar muy hondo entre la población general; hasta el punto que a día de hoy aun hay quien sigue haciendo buenas las recomendaciones de 1973.

Afortunadamente, con el tiempo, las aguas vuelven a su cauce aunque para ello y en el tema de los huevos haya tenido que mediar un pedazo metaanálisis para dejar las cosas bastante claras al respecto de cuánto malo es para nuestra salud cardiovascular el consumo de huevos. No deja de ser una historia más ejemplificada en el post “La maleta de Asimov, o por qué lo que ayer era bueno hoy es malo (y viceversa)

En la actualidad

En este estudio Egg consumption and risk of coronary heart disease and stroke: dose-response meta-analysis of prospective cohort studies (Metaanálisis dosis-respuesta de estudios prospectivos sobre el consumo de huevo y el riesgo de enfermedad coronaria y accidente cerebrovascular), se concluye, de forma resumida, que no se ha hecho evidente una relación entre el consumo de un huevo al día y el aumento del riesgo cardiovascular en comparación con la ingesta de un máximo de tres huevos a la semana. Sea todo esto dicho en relación a la población sana. Es importante hacer esta aclaración ya que el mismo estudio encuentra que entre el colectivo de personas diabéticas los datos de este análisis sugieren una asociación positiva entre un mayor consumo de huevo y el riesgo de enfermedad coronaria.

Lo cierto es que, al final, el valor de la colesterolemia de una persona en concreto depende de muchos factores, entre los que la presencia de colesterol en la dieta parece que no es el más determinante. Así, buscando entre los responsables dietéticos de la colesterolemia es preciso volver la vista hacia las grasas saturadas y los ácidos grasos del tipo trans. Pero además de estos elementos dietéticos hay otros que van a condicionar la cantidad de colesterol en nuestra sangre, entre ellos y principalmente, los factores genéticos, el peso corporal y otros hábitos de vida (en especial los referentes a la actividad física y al tabaquismo)

Y, en el caso del huevo, es cierto que este aporta no poca cantidad de colesterol, en torno a los 200 mg por unidad, pero al mismo tiempo aporta un bajo contenido en ácidos grasos saturados y alto en aquellos poliinsaturados. Una relación más que positiva para no terminar por afectar de forma sensible los niveles de colesterol en sangre.

Sea como fuere el 17 de enero pasado la Fundación Española del Corazón terminó por hacer pública una nota de prensa en al que se terminaba por indultar el consumo de huevos, al menos en lo que respecta a las anteriores y más restrictivas recomendaciones, y lo hacía de la siguiente forma:

La Fundación Española del Corazón no considera necesario restringir el consumo de huevos en la dieta de las personas sanas

Así lo entiende y lo comparte un servidor, mientras esa “no necesidad de restricción” no se entienda como una “barra libre” de huevos ya que, bien entendida, una adecuada planificación dietética no implica “barras libres” de nada. Y si en algún grupo de ealimentos es preciso poner el acento a la hora de promocionar su consumo, es sobre el de aquellos alimentos de origen vegetal e integrales, tal y como se pone de relieve en esta entrada.

En relación con este tema quizá te interese consultar:

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Imagen: nixxphotography vía freedigitalphotos.net

 

Recetas, fiambreras, hijos y nutrición: resumen Cocin-ARTE

DSC_0007El pasado sábado, tal y como adelanté tuve el placer de ser invitado a participar en el I Congreso Cocin-ARTE que además contaba con el aliciente de contar en su “seno” con un encuentro NAUKAS.

En concreto mi participación se centró en el espacio dedicado a los blogs que con diverso enfoque se centran en esto del comer. Así con el título genérico de “Nuevas tendencias en blogs: cocina tradicional, para niños, tupper y nutrición” nos reunimos cuatro bloggeros  en concreto Dolors Mateu (@ladolorss), Celina Lozano (@CelinaCatering ), Marga Pradas (@mpradas) y finalmente un servidor. Me resultó muy gratificante contrastar la importante complementariedad de nuestros blogs en especial cuando tienen enfoques tan distintos.

Dolors Mateu presentó su babeante blog sobre recetas de cocina conocido como “Blog de cuina de la Dolors” (directo para que nadie se despiste y sepa qué va a encontrar entre sus páginas). Ni que decir tiene el hambre que nos despertó a todos con miles de recetas espectaculares, todas muy realizables y detalladas al milímetro para que el lector no se lleve sorpresas. Me pareció muy de destacar la calidad de las fotos de las recetas ya terminadas y que piden a gritos ¡cómeme! El blog es muy práctico y se pueden realizar búsquedas por ingredientes principales, por categorías… una delicia que te puede servir para sacar ideas y completar, quien sabe, ese recetario que te animaste a confeccionar a partir de esta entrada.

El blog que entre otros conduce de Celina Lozano y nos presentó este viernes se llama Baby recetas, que como su propio nombre aclara está dirigido, sobre el papel, a aportar ideas a padres con hijos, las prisas, las posibles recetas, etcétera. En resumen, se trata de ayudar en ese ¿complejo? mundo de la cocina infantil. Como bien sabes, un tema que se aborda en no pocas ocasiones en este blog, tal y como puedes comprobar siguiendo este enlace. Sin embargo, es preciso mencionar que un servidor no coincide con la forma de abordar algunos de los contenidos de este blog.

Por su parte Marga Pradas nos presentó su eminentemente práctico y muy apetitoso también L’hora del tàper (La hora de la fiambrera) destinado a aportar ideas a todos aquellos que, cada vez más comen fuera de casa y se van con la fiambrera a cuestas. Ideas originales y variadas, más recetas, para aunar en cierta medida, cocina, ahorro y gastronomía; una estrategia de la que, como sabes, soy firme defensor. El blog, eso sí, está íntegramente escrito en catalán.

Y para cerrar las intervenciones como decía, este que te escribe todos los días presentó su blog del que a ti, querido lector, poco necesitarás que te hable a estas alturas. Muy en resumen de centré en relatar las áreas temáticas de su contenido, además de intentar hacer un poco agradable a los asistentes su presencia con un poco de humor, citando muchas de las entradas que ya conoces.

Nota: Es imprescindible no dejar de mencionar el inmenso placer de haber podido asistir a un evento NAUKAS y tener a la vez la posibilidad de desvirtualizarme con tanta y tanta gente que solo conocía a través de las redes sociales. No pienso citar a ninguno de ellos porque correría el riesgo de olvidarme a otros. Fue, como digo un auténtico placer y más oírles en sus correspondientes intervenciones con la cocina, la gastronomía y la nutrición como tema de fondo. ¡Un gustazo!

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Imagen: Juan Alfonso Revenga Caso

Los convincentes deseos de Jamie Oliver sobre obesidad infantil

Jamie Oliver

Si sigues este blog supongo que estarás al tanto de quién es Jaime Oliver, por si acaso te lo resumo: se trata de un talentoso cocinero británico de 38 años especialmente comprometido con la influencia de una correcta alimentación en la salud y calidad de vida, más en concreto en la de los más pequeños, los niños y adolescentes. Así, gran parte de su fama se debe no tanto a su condición de chef, sino a la insistencia, vehemencia y atino con los que pone a caer de un pino el actual entorno en el que viven nuestros hijos, bien en los comedores escolares o en casa. Por tanto, además de los diversos premios que ha cosechado por su carrera culinaria, en 2010 fue galardonado con el premio TED (Tecnología, Entretenimiento, Diseño –Technology, Entertainment, Design-). TED es una organización sin ánimo de lucro dedicada a poner de relieve aquellas ideas dignas de ser difundidas. Es ampliamente conocida por su congreso anual –TED Conference– y sus charlas TED Talks que cubren un amplio espectro de temas que incluyen las ciencias, arte y diseño, política, educación, cultura, negocios, asuntos globales, tecnología y desarrollo, y entretenimiento.

Por tanto, lo que hoy te traigo es un vídeo, precisamente el de su conferencia en la entrega del mencionado premio TED, en el que se sintetiza de manera sublime las razones, de Jaime Olivier (compartidas por muchas personas, yo mismo entre ellas) para explicar nuestra triste realidad en lo que se refiere a la alimentación cotidiana. Al mismo tiempo enuncia una serie de propuestas, de deseos, para cambiar esta situación.

Es corto, apenas 22 minutos y no merece la pena hacer un resumen, es imprescindible en su totalidad. Jamie da cuenta del papel de la industria, el de las administraciones sanitarias y educativas, los problemas de los negocios comedores escolares (en los que suelen primar las hojas de balance económico antes que la calidad de los menús), el de los padres, el de los educadores y cuidadores, etc.

Es un placer escuchar a este hombre que utiliza sus argumentos para describir nuestra realidad alimentaria como quien conduce un gigantesco bulldozer para recoger la basura… sin contemplaciones. Cuánta razón y cuánto mejoraríamos si este tipo de deseos se implementaran; algo difícil ya que, al parecer, el motor cortoplacista que termina por decidir el sentido en el que se van a hacer estas cosas es única y exclusivamente el dinero.

Quizá te interese consultar:

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Nota: Quiero agradecer, una vez más, a un buen compañero de profesión, Pablo Zumaquero @pzjarana, el proponerme hacer un post con este video.

Imagen: Fr33kman vía Wikimedia Commons

¡Y una fruta mierda!

Está bastante bien asumido por parte de la población general que un adecuado consumo de fruta está relacionado con beneficios sobre la salud. Por esta razón, ya que el actual patrón de consumo de fruta está por debajo de los habituales consejos (sea por la causa que sea) es posible que la industria alimentaria aproveche en este terreno tantas oportunidades para hacer de las suyas, muchas veces con el auspicio de las leyes vigentes. Es decir, la gente sabe que comer fruta es bueno y al no hacerlo en la cantidad adecuada está especialmente sensibilizada para acoger aquellas opciones que nos sugieran una cierta facilidad a la hora de consumirla… mucho más sensibilizada además si la “opción” propuesta es fetén para nuestros niños que, ya saben, son utilizados muchas veces como nuestro talón de Aquiles alimentario.

 

Ya he contado en alguna ocasión mi afición a observar comportamientos y actitudes del mundo que me rodea en relación con sus hábitos alimentarios. En este sentido no descubro nada cuando digo que, además de otros entornos, el patio del colegio de mis hijas representa un inapreciable ecosistema para el estudio, del que muchas veces saco jugosa información. De un tiempo a esta parte vengo observando que a las horas de las meriendas y en los almuerzos (aquellos días en los que hay que llevar de almuerzo fruta al colegio sí o sí, por obligación) empiezo a constatar una  preocupante proliferación en las manos de los niños de unos llamativos sobres-bolsa tuti-fruti y multicolori comercializados por una conocida marca de distribución. “100% fruta” pone (además, “sin lactosa” y “sin gluten”) y, lo más preocupante en mi opinión, un visible logo que reza:

1 ración de fruta

 

¿Nos están sugiriendo que la ingesta de este tipo de productos equivale a la ingesta de una ración de fruta? Pues si es así, lo dudo. No, desde mi punto de vista, lo niego.

Veamos, los sucedáneos son eso, sucedáneos. Según el diccionario son “sustancias” que por tener propiedades parecidas a las de otra, pueden reemplazarla. Pues será lo que diga el DRAE, pero el reemplazo al que ahora me refiero, las bolsitas estas en vez de fruta, me niego a aceptarlo, ¡porque no son equivalentes!

A título particular, y aunque la legislación diga otra cosa, me parece inaceptable que se asocie como reemplazable el consumo de la fruta de verdad con el de un sobre-bolsa de 90 gramos a través del cual los niños (ellos especialmente) liban cual si de lepidóptero vulgar se tratase el puré de frutas procedente de concentrado con su vitamina C añadida.

 

Analicemos la sucedaneidad, la equivalencia o como se prefiera decir, de estos dos elementos. Para ello voy a tomar en consideración las características inherentes a la fruta y las voy a comparar con las de los sobres-bolsa.

Algunas de las características generales de la fruta como grupo son: Importante fuente dietética de vitaminas, minerales, fibra y fitonutrientes, y todo ello con un escaso aporte energético. Es decir, la fruta aporta todos estos elementos en una cantidad relativamente amplia y lo hace con pocas calorías.

A continuación he confeccionado una tabla con aquellos nutrientes que vienen reflejados en la información nutricional de los sobres-bolsa a los que me refiero y la he comparado con algunas raciones medias de las frutas más habituales. Quiero destacar dos aspectos: El poner sólo la vitamina C responde a que entre las vitaminas es la única de la cual se detalla su presencia en los sobres-bolsa (¡!). Y de los minerales sólo se menciona el sodio, algo bastante curioso porque, normalmente este mineral se suele hacer destacar para recalcar, por motivos de salud, su ausencia o baja proporción.

Datos de los sobres-bolsas por unidad (90 gramos) e información del propio envase. Datos de las frutas: National Nutrient Database (USDA); más en concreto: Naranja: 180 gramos; Kiwi verde: 148 gramos (una ración); Manzana: 161 gramos (una pieza mediana); Plátano: 118 gramos (una pieza mediana); Fresas: 144 gramos (una taza) por mitades; Piña: 156 gramos en trozos.

 

EN RESUMEN

  • Cualquier ración media de las frutas aquí expuestas aporta más fibra que la de los sobres-bolsa en cuestión. Es muy probable, además, que esta realidad sea trasladable a cualquier otra fruta fresca que se considere (salvo puntuales excepciones)
  • La presencia de vitamina C (y con mucha probabilidad de muchas otras vitaminas) en un patrón de consumo variado de fruta fresca es mucho más alto que el que se obtiene del consumo “por sustitución” de estos sobres-bolsa. Y lo más importante a este respecto,
  • A título particular, las diferencias organolépticas (ya saben esas cosas relativas al sabor, textura, aroma, color…) entre el consumo de este tipo de “sucedáneos” y el de la fruta son, francamente, imposibles de tomar en consideración. El puré de las bolsas-sobre es una especie de jalea hiperdulzona, pálida y más emplagosa que una canción de Albano y Romina Power.

Igual te interesa comparar algunos de los aportes nutricionales de estos sucedáneos con los del típico bollo con agujero que en ocasiones se lleva como merienda y que suelen tener tan mala prensa por pertenecer al mundo de la bollería industrial. Aunque existen otros aspectos nutricionales a la hora de comparar el típico  bollo con agujero con estos sobres-bolsa, ten en cuenta que un bollo de estos aporta 198 kcal con una presencia de fibra bastante similar (1 bollo con agujero = 1,4g de fibra).

 

EN CONCLUSIÓN

No conviene que la población general asocie como equivalentes el consumo de estos productos con  el consumo de fruta, y mucho menos que esta asociación se la inculquemos a nuestros hijos.

Si queremos que nuestros hijos coman fruta de forma natural, sin artificios que en mi opinión son contraproducentes, conviene ser un poco más HACENDOSOS ante estas situaciones. ¿Se me entiende?

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Fotos: GTRES

No tomarás el nombre de la fruta en vano: la falacia de las gominolas «con fruta»

 

Con cara de bobo me quedé el otro día cuando al más puro estilo «la vieja’l visillo» llegó una conversación a mis oídos entre un par de madres del colegio de mis hijas. La situación, una de las más corrientes: en el patio, por la tarde y tras las clases, madres y padres nos afanábamos por hacer llegar la merienda a nuestras respectivas proles. Ya saben, lo de siempre: bocatas para unos, bollería para otros, galletitas, chocolatinas con regalo incorporado para otros más y entre tanta opción, además, sanísimos zumos multifrutas, batidos de mil colores y sabores siempre, eso sí, enriquecidos con las mil y una vitaminas, y muy poca agua en circulación.

Los padres y madres que saben de rebote a qué me dedico me miran de reojo, muchas veces con recelo y otras tantas como si representara a la Santa Inquisición. Eso los que me conocen poco y mal. Porque los que bien me conocen saben que me trae al pairo lo que cada uno haga con sus domésticas cuestiones alimentarias. De vez en cuando se dejan caer comentarios en voz alta al respecto de qué es más idóneo para merendar, comentarios que se hacen con toda la intención de que yo los aclare. Pocos son los que se acercan de forma franca y sincera para preguntarme la opinión sobre algún producto determinado.

En fin, el caso es que tal y como les decía me enteré de una conversación que me puso los pelos de punta, les cuento:

  • Madre 1: Toma Jaimito (a su hijo), cuando te termines la merienda te puedes comer estas gominolas. ¡Cuando la termines, no antes!
  • Madre 2 (con cara de asombro): ¡Pero cómo se te ocurre darle al niño gominolas para merendar!
  • Madre 1: ¡Ah! ¿por lo de los dulces te refieres? No te preocupes, estas son unas gominolas “especiales”. Además de que le encantan yo estoy contenta por que tienen fruta y son sanísimas… ¿lo ves? lo pone aquí.

Me quedé helado. Lo primero que pensé es que eran gominolas caseras, si acaso frutas escarchadas o algo así; pero cuando miré haciéndome el distraído comprobé que de eso nada, eran gominolas de una conocida marca comercial y pensé: ¿se creerá de verdad «madre 1» lo que está diciendo?

Evidentemente pasé olímpicamente de sacarla de lo que yo consideraba un error a todas luces y un despropósito el pensar que ese tipo de gominolas pudieran representar un aporte significativo de fruta en la dieta del… de cualquiera. Así que me guardé la opinión para mis adentros y tras comentárselo a mi mujer (a la que casi le da un ataque de risa) me fui directo al supermercado más cercano con la sana intención de hacerme con un paquete de las consabidas gominolas y comprobar por mí mismo la realidad. Ya en el súper no solo me hice con un paquete de estas si no además con unos caramelos blanditos bien conocidos que también hacían alegaciones similares al contenido de fruta en su producto.

¿Qué cantidad de fruta tienen las chucherías que anuncian que tienen fruta?

Sinceramente no he hecho un análisis detallado del mercado pero les traigo estas dos etiquetas para que vean: Primero, qué tipo de alegación hacen estos dos fabricantes en relación a la fruta y; segundo que comprueben según su lista de ingredientes la veracidad de dicha publicidad.

Esta foto es la de las gominolas en cuestión y la transcribo a continuación (atentos al lugar en el que aparece el zumo procedente de concentrado y su cantidad):

«Jarabe de glucosa, azúcar (34,4%), dextrosa, agua, humectante, jarabe de sorbitol, almidón de maíz, gelatina, sólidos lácteos; 7% zumo de frutas procedente de concentrado (cereza, limón, piña, fresa, naranja, manzana), ácidulante: ácido cítrico [según norma CE  a este aditivo se le llama  antioxidante E-330], gelificante: pectina [según la misma norma a este aditivo se le llama E-440], correctores de la acidez: citrato de sodio [según norma CE este es el antioxidante E-331], aromas [¿?], concentrados de frutas y plantas (grosella negra, baya de sauco, aronia, uva, naranja, limón, mango, fruta de la pasión), colarantes (curcumina [aditivo con el código CE de E-100], cochinilla [E-120], complejos cúpricos de las clorofilinas [E-141]), jarabe de azúcar invertido». Ahí es nada.

Creo que para el entendimiento del consumidor medio debería quedar bastante claro qué:

No hay zumo de frutas en los ingredientes de las gominolas, lo que hay es zumo obtenido de «extracto de frutas» y poco…

La cantidad de este zumo obtenido de extractos está en una proporción según el fabricante del 7% (¡caramba!) lo que hace irrisoria la cantidad de fruta de verdad en las gominolas (no está presente en dosis homeopáticas… pero poco le falta),

En la bolsa se alega además que carecen de conservantes y de colorantes artificiales. Y es cierto, pero por si acaso «los malos entendidos» se ha obviado toda mención la nomenclatura CE de los aditivos autorizados en base al código «E» y presentes en las gominolas. Yo los he incluido entre corchetes en la relación de ingredientes transcrita. A este respecto el Real Decreto 1334/1999 sobre el etiquetado dice qué:

«Los ingredientes que pertenezcan a una de las categorías enumeradas en el anexo II [es decir, la mayor parte de aditivos, incluidos los de estas gominolas] se designarán obligatoriamente con el nombre de dicha categoría, seguido de su nombre específico o de su número CE«

Es decir, dada la legal disyuntiva han preferido evitar mencionar los famosos «E» que tan mala prensa tienen en un «por si acaso». A pesar que esta mala fama es en la mayor parte de los casos injustificada y en una pequeña parte, al menos controvertida.

En mi opinión estas alegaciones contravienen ya no sólo la lógica en el momento que dicen poseer fruta a título práctico (¿de verdad alguien cree que hay algún beneficio constatable similar al del consumo de fruta al escoger estos productos?) si no también la legislación actual. En el Reglamento Europeo relativo a las declaraciones nutricionales y de propiedades saludables en los alimentos se dice en el artículo 5 qué:

“El nutriente u otra sustancia acerca del cual se efectúa la declaración [ha de estar] contenido en el producto final en una cantidad significativa tal como se define en la legislación comunitaria o, en los casos en que no existan normas al respecto, en una cantidad que produzca el efecto nutricional o fisiológico declarado, establecido mediante pruebas científicas generalmente aceptadas […]

[…] la cantidad del producto que cabe razonablemente esperar que se consuma proporciona una cantidad significativa del nutriente u otra sustancia a que hace referencia la declaración […]»

Señores fabricantes ¿serían tan amables de aclarar qué cantidad de caramelos o de gominolas habrá que comer para llegar a obtener un beneficio significativo similar al de comer fruta? Lo pregunto porque si la cantidad es razonable entonces me trago mis palabras… pero me temo que no.

 

En el caso de la marca de los caramelos «blanditos», al menos tienen la decencia de anunciar en el envase que los caramelos tienen zumo procedente de concentrado. Pero no se lo pierdan, la cantidad es del 0,4% (¡!)

 

Entonces, después de este para mí flagrante incumplimiento de la legislación en el etiquetado la pregunta que muchas veces me hacen es ¿por qué se permiten este tipo de cosas, por qué no se denuncian, por qué llevan haciéndolo así durante tantos años?

Mi respuesta es clara. No lo sé. Quizá el consumidor medio sea “poco importante” para la administración, o haya cosas más importantes en las que esta se mantiene ocupada. Desde luego yo no me voy a meter a denunciar a nadie más allá de las consecuencias de este blog. Otra cosa es cuando hay algún afectado directo. Me explico.

¿Se acuerdan del caso de las patatas fritas que no tenían aceite de oliva en su composición? El caso, no sé si recuerdan, es que en el año 2002 una conocida marca de patatas fritas sufrió una mediática condena por anunciar que en su receta el ingrediente “esencial” era el aceite de oliva cuando se demostró (tras la correspondiente denuncia) que tan solo el 2% del aceite presente en aquellas patatas era de oliva. ¿Quién denunció en aquel caso? Una marca de la competencia que sí incluía al parecer una cantidad significativa de aceite de oliva en su receta.

Pero no se lo pierdan, esta sentencia no hizo alusión al engaño per se al que se le induce al consumidor, si no a la competencia desleal del denunciado frente al denunciante. En la propia sentencia se puede leer que el denunciado incurre en competencia desleal al haber  “vulnerado la libertad de decisión del consumidor, que presupone no ser inducido a error sobre cuestiones relevantes que pueden contribuir a ella”.

Desde hace un tiempo sin embargo, la marca denunciada en su día ha vuelto a hacer alegación al contenido en aceite de oliva de sus patatas, pero esta vez manifestando que es el único aceite que ha intervenido en su composición

Así pues, mientras nadie de la competencia se sienta desplazado por esta, a todas luces, poco afortunada publicidad sobre el contenido de fruta en las gominolas y caramelos, me parece que nos queda «fruta» para rato. Y mientras, una buena parte de los consumidores seguirán obnubilados con esta alegación o simplemente aplacando su mala conciencia al aportar con cierta frecuencia a sus hijos determinadas chucherías… Y es que tienen fruta, ¿lo ves? Lo pone aquí.

 

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Enseñar a comer es enseñar a crecer

El título de este post «Enseñar a comer es enseñar a crecer» es el lema bajo el que el próximo 28 de mayo se va a celebrar la XIª Edición del Día Nacional de la Nutrición (DNN), una iniciativa de la Federación Española de Sociedades de Nutrición, Alimentación y Dietética (FESNAD) en colaboración con otras instituciones y con el apoyo de la industria farmacéutica y alimentaria.

En la corta vida de este blog ya existe una entrada (Si tú comes bien, ell@s comen bien) relativa a la importancia que tiene la «eneñanza» de buenos hábitos entre los más pequeños. Una instrucción que tiene un objetivo bien definido, que nuestros hijos adquieran una serie de patrones de vida saludable.

Tanto por mi experiencia como niño (sí, aun me acuerdo) pero sobre todo por mi experiencia como padre no puedo por menos que asombrarme por la extraordinaria capacidad de aprendizaje que tiene el ser humano en sus primeros años de vida, por las necesidad «casi consciente» (quizá por eso me acuerdo tanto de aquellos años) de tomar referencias, de imitar llegado el caso, de «querer ser cómo«… cómo alguien que en aquel momento de la incipiente vida nos sirva de referente. Sobre esto que les comento hay muchos ejemplos: ¿Han visto alguna vez andar a sus hijos por el pasillo de casa de con los zapatos de papá o mamá y decir «mira papá, soy como tú«; han salido alguna vez a la calle con un polo blanco al igual que ellos y les han dicho: «mira mamá, vamos iguales«; etc? ¿Han apreciado que sonrisa se les dibuja en la cara cuando lo hacen? Seguro que sí, si son padres seguro que han podido vivir ése tipo de experiencias imitativas y jubilosas con igual o parecido regocijo. Otro ejemplo, ¿que dicen muchos niños que quieren ser de mayores? Pues aparte de policías, bomberos y futbolistas (y otras dedicaciones típicas) también hay muchos que se remiten a querer hacer lo que papá o mamá hacen, o bien eso o algunas de las aficiones de sus progenitores.

Somos «animales» formidablemente imitativos y, con lo que vemos en los demás, en especial aquellos que están en nuestro entorno más cercano, tendemos a captarlo como esponjas, muchas veces de forma consciente y también muchas otras no tanto. En aquella entrada antes mencionada puse el ejemplo de la lectura (ayudado para ello por una campaña institucional para el fomento de la lectura entre los más pequeños): «Si tu lees, ellos leen» rezaba el lema. Hoy les traigo otro ejemplo, más duro, menos amable, lo reconozco, pero con un mensaje muy parecido: los comportamientos que se vivieron (o que se sufrieron) en la infancia es más probable que los reproduzcamos de adultos. Si vivimos aspectos, soluciones, planteamientos, etc. positivos y beneficiosos, o por el contrario, negativos y perjudiciales habrá una mayor probabilidad de repetirlos con el mismo signo.

Llegando al tema que nos ocupa, lo que el niño coma y vea comer, los hábitos que «respire» en el hogar en sus primeros años de vida; en definitiva, las relaciones, sensaciones, sentimientos y comportamientos que se vivan a colación de cualquier acto alimentario en casa, van a influir de una forma muy poderosa a la hora de establecer un determinado comportamiento en su futuro alimentario. No determinante, o sí, quién sabe.

El lema del DNN hace hincapié en el término “enseñar”, a mí me gusta más el de “educar” pero el lema no quedaría así tan eufónico, o quizá sí, no lo sé, juzguen ustedes mismos: “Educar en el comer es educar a crecer”. El caso es que el “enseñar” podría evocar, más fácilmente que con “educar”, algunas malas prácticas en relación al encauzar el camino de cómo y qué comer, es decir, de cómo articular un menú diario adecuado, equilibrado al tiempo que sabroso. Se puede, por ejemplo, caer más fácilmente en el error de “forzar” a comer con el fin de “enseñar”, una grave equivocación en estos casos y con peores probabilidades de éxito que hacerlo de otra forma. Para que me entiendan mejor, en el libro “Mi niño no me come” del pediatra Carlos González hay un relato corto al final del texto (“La carga de la brigada nutricional”) que resulta un estupendo ejemplo de lo que supondría, en nuestro caso, que alguien nos “forzara” a comer; imagínense un pelotón de fornidos “policías nutricionales” entrando a saco en un restaurante y obligando a los comensales congregados a acabarse su plato porque ésa es “la ración” que alguien ha estipulado como conveniente.

Al mismo tiempo “enseñar a comer” puede asumirse también como un adoctrinamiento con inquebrantables reglas o como el hecho de adquirir conocimientos sobre nutrición; y el tema no va por ahí. “Educar” me gusta más, y educar con el ejemplo aun más (hay quien sostiene, no sin razón, que es la única forma de hacerlo correctamente). Cuando desayunemos con nuestros hijos, comamos, cenemos, compartamos unas palomitas en el cine, etc. demostrémosles, siempre que podamos (sin evitar las ocasiones de poder hacerlo), cómo se puede hacer bien y disfrutar al hacerlo. Así, casi sin querer, ellos terminarán con mucha más probabilidad haciendo lo mismo de mayores.

 

Nota: «Esta entrada participa en la 1ª Edición del Carnaval de Nutrición»

Para gustos los colores y las opiniones (de nutrición)

 

No es nada infrecuente qué, ante determinadas circunstancias, sintamos el estímulo casi irrefrenable de expresar nuestra opinión aunque no seamos tan conocedores del tema objeto de debate como sí lo podrían ser otras personas. Es entonces cuando una vocecita surge de nuestro interior para expresar el parecer sobre temas en los que en muchas ocasiones no somos especialistas. Algunas de las materias en las que tradicionalmente esto sucede son ya clásicas: el fútbol y la nutrición. Parece como si dentro de todo el mundo habitaran tanto un entrenador nacional en potencia, como un consumado dietista-nutricionista y, en circunstancias concretas, nos sentimos libres de enunciar nuestro parecer, en ocasiones además con no poca vehemencia. Y opino que no está mal que así sea, somos libres de hacerlo siempre y cuando estas opiniones no se traduzcan en imposiciones o nos lleven al menosprecio, o peor aún, a la agresión verbal de terceros o de los posibles interlocutores. Lo que ya no me parece tan normal es que los no expertos, cuando se les contradice, cuestionen incluso violentamente la opinión de los sí expertos.

Esta -mí- opinión es compartida por algunos entendidos en la materia (y me refiero ahora a las cuestiones relacionadas con la nutrición, alimentación y salud), por ejemplo, por D. Roberto Sabrido, exdirector de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) que en 2011, en el prólogo de “Recomendaciones nutricionales basadas en la evidencia para la prevención y el tratamiento del sobrepeso y la obesidad en adultos” sostniene que: “pocas personas se atreverían a ofrecer recomendaciones sobre cómo puede construirse un cohete espacial; sin embargo, en nutrición ocurre todo lo contrario […]. Este hecho favorece la existencia de multitud de mitos y prejuicios, incluso entre profesionales sanitarios, así como la proliferación de dietas milagro”.

Que las dietas de adelgazamiento son controvertidas todo el mundo lo sabe; los intereses comerciales, la autoafirmación personal de que “la mía es la buena”, el “amimefuncionismo”, etc. son poderosos motores para que se hable de nutrición con el mismo énfasis que podría utilizar un anacrónico dictador. Pero no sólo se opina cuando se tratan las dietas de adelgazamiento. La alimentación, la nutrición y su relación con la salud despierta el debate sea cual sea el tema. Por ejemplo, hay un aspecto del mundo de la nutrición que no sé por qué suscita tanta polémica y tan acaloradas discusiones cuando sale a colación, se trata del vegetarianismo. Veamos, los vegetarianos no hacen mal a nadie por haber optado por ése estilo de vida y llevarlo a la práctica; de hecho no es que no hagan mal a nadie, sino que además, están contrastados los beneficios del vegetarianismo sobre la salud cuando «el plan» está bien estructurado; y digo lo de “bien estructurado” porque también hay claroscuros en algunas dietas vegetarianas cuando son mal entendidas (muchas veces cuando se relacionan con cuestiones más esotéricas o filosóficas que científicas). Por tanto, como digo, me choca la furia con la que en no pocas ocasiones se cuestiona este tipo de opciones personales. Bueno, me choca a medias, ya que también suele ser habitual que dicha furia sea directamente proporcional a lo absurdo de los argumentos utilizados (más se grita, agrede y menosprecia verbalmente, a medida que los «razonamientos» ganan en irracionalidad).

Al final va ser cierto eso de que las opiniones (de nutrición) son como el ano (o sea, el culo), que todo el mundo tiene uno. Pero en el caso de las opiniones, y a diferencia de los culos, esta variopinta diversidad es problemática, sobre todo cuando no coinciden. Genera graves casos de «infoxicación» o intoxicación de la información.

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Foto 1: theogeo

Foto 2: Mike Babcock

Foto 3: GasBombGirl

Intolerancia a la lactosa: Alimentos y personas implicadas

Como ya se vio en la entrada de hace un par de días, la intolerancia primaria a la lactosa es una situación con una prevalencia menor de lo que pudiera parecer a priori si se atiende a la cantidad de personas que dicen ser o sospechan ser intolerantes a la lactosa, al mismo tiempo también es significativa la importante oferta de alimentos funcionales «sin lactosa»… ¿son necesarias en nuestro medio tantas leches, quesos, yogures y productos con la alegación “sin lactosa” en el mercado? Yo creo que no y me explico atendiendo a las pruebas:

Por un lado existen diversos estudios que sugieren que una parte importante de la población que dice ser intolerante a la lactosa no lo es. Es decir, no son pocas las personas que teniendo unos síntomas más o menos inespecíficos y relativamente similares a los de la intolerancia a la lactosa se «creen» intolerantes, cuando en verdad no lo son. En estas personas ésos síntomas tendrían otro origen.

Y por otro lado resulta imprescindible destacar que el grado de “intolerancia” es relativo y que una amplia mayoría aquellos que sí son intolerantes, es decir, aquellas personas que efectivamente cuentan con un diagnóstico médico positivo respecto a este tema, admiten una cierta cantidad de lactosa (no poco importante) en su dieta diaria sin presentar mayores complicaciones o molestias. Por ejemplo, una revisión sobre el tema publicada en la prestigiosa revista “Journal of the American College Nutrition” puso en evidencia que la población afroamericana de los Estados Unidos intolerante a la lactosa pueden consumir al menos la cantidad de lactosa contenida en un vaso de leche normal sin padecer los síntomas de la mencionada intolerancia. Además y tomando como ejemplo el mencionado estudio, la mayor parte de las recomendaciones se hacen en este sentido: Una muy buena parte de los intolerantes a la lactosa admiten cierta cantidad de lactosa sin experimentar molestias. Por tanto:

 ¿Qué hacer ante la realidad fehaciente de ser intolerante a la lactosa?

  • Tomar en consideración que la intolerancia la lactosa no es peligrosa y, en principio, no tiene mayores complicaciones que las molestias gastrointestinales que ocasiona.
  • Probar a consumir cantidades contenidas de leche. Estudios recientes muestran que incluso aquellos niños a los cuales se les diagnostica intolerancia lactosa pueden tomar de una a dos raciones de leche al día sin sufrir síntomas estomacales.
  • Procurar no tomar una fuente dietéticamente importante de lactosa (como la leche) en ayunas y acompañar su ingesta con otros alimentos, por ejemplo, en el marco de un desayuno o merienda con otros ingredientes (cereales, pan, tostadas, etc.)
  • Probar con derivados lácteos distintos de la leche que tienen mucha menor cantidad de lactosa que la propia leche. Esto es fácil de comprobar ya que en el normal proceso de elaboración de estos productos la lactosa es utilizada (e hidrolizada, es decir, “rota”) por los microorganismos que posibilitan su fabricación. Es decir, tanto yogures, como quesos y otras leches fermentadas distintas de los yogures, como por ejemplo el kéfir tienen una cantidad insignificante de lactosa perfectamente tolerable por la mayoría de los intolerantes.
  • Existen además otros alimentos que, no perteneciendo al grupo de los lácteos, pueden ser “sospechosos” de incorporar lactosa entre sus ingredientes, por ejemplo, embutidos, salsas y aliños preparados, conservas, platos preparados, bollería, etc. Para la mayor parte de los intolerantes esta situación no genera mayor problema ya que la cantidad de lactosa suele ser escasa. Ahora bien habrán de tener cuidado con la suma total de lactosa incorporada en la alimentación a base, bien de lácteos, o bien de estos otros alimentos.
  • Sí que se habrá que observar un especial cuidado con aquellos derivados lácteos que se consuman en crudo: natas, cremas, etc. ya que la situación es similar a la de la leche.
  • Existen leches de otros origen distinto del de la vaca que tienen un menor contenido el lactosa que esta, tal es el caso de la leche de cabra y también de búfala (sobre esta última es preciso aclarar que no es frecuente en nuestro medio pero sí en La India, donde es el tipo de leche más vendida).

¿Qué hacer si soy completamente intolerante a la lactosa?

La situación es infrecuente, pero existen determinados individuos para los que incluso pequeñas cantidades de lactosa genera molestias. En estos casos además de observar con precaución los alimentos “sospechosos” mencionados y los de origen lácteo (mantequilla, helados, sorbetes, pasteles, etc.), para lo que es imprescindible leer bien su etiquetado y la lista de ingredientes; será preciso tomar en consideración el aporte de lactosa como excipiente en algunos fármacos.

Antes de finalizar merece la pena una aclaración, la intolerancia a la lactosa (o cualquier otra intolerancia) no tiene nada que ver con la alergia. En las alergias está comprometido el sistema inmune y en las intolerancias no. Así pues se puede ser no intolerante a la lactosa pero presentar, por ejemplo una alergia a las proteínas de la leche y, a la inversa, no ser alérgico y ser intolerante.

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Foto: heiwa4126

 

Intolerancias que son la leche: Intolerancia a la lactosa

Para comprender de forma adecuada qué es y porqué se produce la intolerancia a la lactosa es preciso tomar en consideración y entender qué son los distintos conceptos implicados.

¿Qué es la lactosa?

La lactosa es el nombre con el que se conoce al hidrato de carbono característico de la leche. Como hidrato de carbono o azúcar que es, se trata de uno más entre las diversas moléculas de esta naturaleza que podemos encontrar en los distintos alimentos.

En este caso particular, es un azúcar compuesto por dos azúcares individuales juntos, es decir, dos monómeros (o monosacáridos) de hidratos de carbono unidos que dan lugar a un disacárido. Así pues, la molécula de lactosa es un disacárido resultante de la unión de una molécula de glucosa y otra de galactosa mediante un enlace glucosídico.

¿Qué es la lactasa?

Es una enzima imprescindible para desdoblar (es decir, para “romper”) el enlace glucosídico que mantiene unidos los monómeros de la lactosa. Esta enzima es sintetizada por algunas células epiteliales del intestino delgado y posibilita la “digestión” de la lactosa que resulta en la producción de sus dos azúcares constituyentes por separado. Esta digestión permite la posterior absorción de estos azúcares más pequeños qué, de otra forma, no se absorberían.

¿Qué es la intolerancia a la lactosa?

Es la incapacidad de desdoblar la lactosa en sus azúcares constituyentes por falta o déficit de lactasa. En estas circunstancias la lactosa queda en la luz intestinal y es susceptible de generar una serie de molestias a lo largo del tubo digestivo. Son relativamente frecuentes los síntomas referentes a heces acuosas y diarreicas, distensión abdominal con o sin dolor, flatulencia, etc.

¿Qué tipos de intolerantes a la lactosa existen?

Existen tres grandes tipos de cuadros relacionados con la intolerancia a la lactosa:

  • Aquel que deriva de un descenso constante y paulatino de la actividad lactásica a partir de los 4 a 6 años hasta casi desaparecer por completo o casi por completo. Este tipo de intolerancia se denomina primaria, es permanente y está muy relacionada con factores étnicos y genéticos. En nuestro entorno es la menos frecuente.
  • Aquellos cuadros en los que la presencia de lactasa (la enzima) disminuye o desaparece como resultado de alguna circunstancia pasajera relacionada con el tracto digestivo, es frecuente por ejemplo en el caso de trastornos gastrointestinales causados por infecciones víricas. Esta intolerancia se denomina secundaria, es temporal y con el tiempo normalmente se recupera la actividad lactásica y se deja de ser «intolerante».
  • Por último, la deficiencia congénita de lactasa que es una enfermedad metabólica en la que el recién nacido viene al mundo sin la capacidad de digerir la lactosa y por tanto sin la posibilidad de aprovechar el alimento de su madre. Es un cuadro afortunadamente infrecuente ya que la leche materna es una de las leches más ricas en lactosa de todas las especies de mamíferos. Hasta la aparición de los preparados artificiales sin lactosa esta era una circunstancia con consecuencias fatales para el bebé.

¿Tiene cura la intolerancia a la lactosa?

En los casos de la intolerancia primaria y en el de déficit congénito de lactasa, no hay cura. En el primer caso su situación está relacionada con aspectos genéticos muy vinculados a la raza o etnia del sujeto en cuestión. En el segundo caso se trata de un error en el metabolismo de los hidratos de carbono sobre el que se desconocen las causas que lo propician. Sin embargo los cuadros de intolerancia secundaria son pasajeros y habitualmente la intolerancia revierte tras haber tratado la circunstancia que la provocaba (diarrea, infecciones, quimioterapia, etc.)

¿Qué cantidad de intolerantes a la lactosa hay en el mundo?

Como se ha mencionado la prevalencia de la intolerancia primaria a la lactosa es bastante variable en función de la etnia observada. Según un artículo sobre el tema, la prevalencia de la intolerancia primaria se puede resumir de la siguiente forma en base a las distintas poblaciones en estudio:

  • Escandinavos, del 2 a 15%
  • Blancos de norteamericanos, del 6 a 22%
  • Centroeuropeos, del 9 a 23%
  • Indios, del 20 al 30% en el norte; y del 60 al 70% en el sur
  • Centro y sudamericanos, del 50 al 80%
  • Raza negra; del 60 al 80%
  • Indios americanos, del 80 al 100%
  • Asiáticos, del 95 a 100%

¿Cómo sé si soy intolerante a la lactosa?

Ante la sospecha de ser intolerante la lactosa conviene salir de dudas y acudir a la consulta de un médico que nos hará las correspondientes pruebas diagnósticas. Una de las más frecuentes consiste en la determinación de hidrógeno en aire espirado tras una sobrecarga con lactosa. Es una prueba que se prolonga por espacio de dos horas y requiere de un protocolo concreto antes de la prueba. Existen también una serie de kits genéticos que suelen ser útiles.

¿Qué hacer si soy intolerante a la lactosa?

Mi consejo es que se ponga en manos de un experto en nutrición, alimentación y salud, de forma idónea un dietista-nutricionista, que le guiará en relación a los alimentos que deberá evitar y le dará pautas de actuación sobre aquellos otros con los que deberá observar una especial atención. Además, le planteará soluciones con las que poder minimizar el riesgo de deficiencias nutricionales al evitar determinados alimentos.

En próximas entradas se hablará más en detalle y en concreto de los alimentos que contienen lactosa.

 

«Mugre rosa» o «pink-slime» en la carne picada

«Pink-slime» o «mugre rosa» son términos que hacen referencia a un producto elaborado a partir de carne y otros elementos de origen animal y que a día de hoy está generando bastante revuelo en los Estados Unidos.

La traducción es libre, y responde a la forma con la que la mayor parte de los medios han traducido al castellano la expresión «pink-slime», que en una traducción literal significaría algo así como lodo, cieno o barro rosa.

¿Qué es «pink-slime»?

Se trata de un término peyorativo con el que se ha definido «la carne magra de vacuno con textura fina» o lo que también se ha dado en llamar “carne refinada”. En realidad es un producto diseñado para aprovechar al máximo la carne que pueda quedar en la canal tras el despiece. Estos “recortes” se calientan, se centrifugan con el fin de eliminar la grasa, y la masa resultante se trata con hidróxido de amonio en forma de gas para higienizarla e inactivar los posibles patógenos. Por último se corta en porciones, se comprime y se congela para un uso posterior. Para descubrir el origen de la expresión hay que remontarse a finales de 2009 cuando en un artículo de investigación del New York Times se hacía referencia al producto así obtenido con el mencionado término (ver página 3).

En este video se explica en parte la elaboración de la “carne refinada” o pink-slime.

¿Por qué la polémica?

Al parecer se ha puesto de manifiesto que este producto está presente en el 70% de los alimentos elaborados con carne picada que se pueden encontrar en el mercado estadounidense. Pero hay más, según parece, una iniciativa gubernamental plantea poner al alcance de 32 millones de escolares el pink-slime en los comedores escolares de colegios públicos. Para muchos usuarios este producto dista mucho de ser saludable, entre ellos Jamie Olivier, el famoso y mediático cocinero inglés al que podemos ver en el siguiente video, que ha tomado el estandarte ciudadano para defender su poca idoneidad como alimento.

Gran parte del problema lo tiene ahora la industria alimentaria estadounidense y su administración sanitaria que se ven presionadas por la opinión popular para frenar su uso. Un uso, que por otra parte se viene realizando desde hace unos cuantos años y que mueve una importante cantidad de dinero. Se estima que la comercialización de pink-slime reporta a los productores de carne cerca de 101 dólares por res sacrificada; si se toma en consideración que en Estados Unidos se sacrifican cerca de 34 millones de cabezas de vacuno al año con fines alimentarios, las repercusiones económicas de la utilización o no de este tipo de procesos y sus implicaciones salariales, laborales y sociales pueden ser descomunales.

¿Qué es lo que dice la administración sanitaria?

Por su parte el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) del que dependen las cuestiones sanitarias relativas a los alimentos sostiene que la carne magra de vacuno con textura fina (o LFTB -lean finely textured beef-) es segura y que se trata de un “producto más magro” que la carne picada habitual. Por tanto la USDA sostiene que su utilización resulta crucial en la batalla para terminar con la obesidad infantil y que esta es una de las razones por las que han hecho da la LFTB un elemento básico en programa de almuerzos escolares dado que, además, es un producto más barato.

Uno de los aspectos que más indigna a la población general al respecto del tema es que con la legislación en la mano los productos comercializados con carne picada que contengan LFTB (carne refinada o pink-slime) no tienen la obligación de ir etiquetados al respecto. Según la USDA, es carne, es segura y por tanto no es necesaria una mayor mención a su presencia en el etiquetado.

A modo de reflexión me gustaría que se tuviera en consideración que aquellos productos que se consideran seguros por parte de la administración no tienen por qué ser al mismo tiempo idóneos para su consumo. Lo “seguro” desde el punto de vista sanitario no tiene por qué ser sinónimo de “aceptable” nutricionalmente hablando, muy en especial cuando el producto no va etiquetado y el consumidor no tiene posibilidad de elección al respecto.

Por último, un par o tres de preguntas: Me gustaría saber porque la alimentación escolar suele ser entendida en no pocas ocasiones como una especie de vertedero alimentario plagado de productos de segunda categoría y baja calidad y, en resumen, alimentos “demasiado” baratos. Y además, ¿acaso no hay otra forma de comer carne de vacuno «segura» sin tener que recurrir a estas estrategias?, ¿está este tipo de producto presente en la carne picada que se comercializa en España?

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Foto: Danielle Scott