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La opinión de Carlos González sobre las guarderías

Dos días seguidos voy a mencionar a Consumer Eroski y a las guarderías, por pura casualidad.

Hoy me ha llegado su último boletín por correo electrónico con una entrevista a Carlos González.

Habla un poco de todo y no creo que nada sorprenda especialmente a aquellos que han leído sus libros.

Os dejo con un fragmento sobre su opinión de las guarderías que es lo que más me ha hecho reflexionar a título particular. En mi próximo post os contaré el motivo.

Las personas deben comprender que malcriar es criar mal. Malcriar no es cogerle mucho en brazos, estar mucho con él o cantarle muchas canciones. Malcriar es no hacerle caso, abandonarle….

¿Pero usted cree que ahora se malcría a los niños, de acuerdo a la definición que acaba de exponer?

Hay de todo. Depende de la teorías que hayan seguido los padres y de las circunstancias socio económicas. Si no haces lo que piensas, acabarás pensando lo que haces; los padres que se ven más o menos obligados a dejar al niño muchas horas porque tienen que ir a trabajar para pagar la hipoteca acabarán pensando que eso es lo mejor para el niño porque en la guardería les estimulan mucho y les tratan muy bien. Si pensasen que en la guardería hay muchos niños y no hay tiempo material para estimularles, se sentirían mucho peor.

Entonces, guarderías ¿sí o no?

Debería ser sólo cuando no hubiera más remedio. Sería conveniente cambiar nuestro sistema socio-económico para que en la mayoría de los casos no fuera imprescindible llevar al niño a la guardería, y para aquellos casos en los que sí fuera imprescindible habría que hacer mejores guarderías.

El consuelo es que en la guardería se socializan, ¿no?

La socialización no necesita para nada guarderías porque de entrada los niños pequeños no se socializan. Es a partir de los tres años aproximadamente cuando empiezan a jugar unos con otros. Y eso lo pueden hacer en otros sitios. Muchas veces pensamos que los niños cambian porque les educamos y en algunos aspectos es así, sin duda, pero la mayoría de los cambios que experimentan los niños se deben a que crecen. A los dos años dicen unas cosas, a los cinco otras y a los doce otras.

Abuelos. ¿sí o no?

Los abuelos son lo mejor que hay después de los padres. Es muy positivo que los abuelos participen mucho en la vida del niño. Puestos a separarse durante siete horas de la madre, seguro que para un niño de dos años es mejor estar con los abuelos que estar hasta siete horas en la guardería.

¿Las propias condiciones de vida en las que nos movemos en la sociedad actual invitan a la malcrianza?

Sí, el problema es que se puede formar con facilidad un círculo vicioso, es decir si sabes que lo está ocurriendo está mal, aunque no quede más remedio que hacerlo, intentarás cambiarlo. Pero si llegas a creerte que está bien, ya te quedas así. En Alemania sólo el 6% de los niños acuden a la guardería antes de los tres años y en Finlandia el porcentaje es menor todavía, y son países con un mejor rendimiento académico que el nuestro.

La entrevista completa está aquí.

Nuevo libro de Carlos González

Bueno, resulta que en enero Carlos González ha publicado un nuevo libro y yo sin enterarme.

Me entero ahora y por un artículo de nuestro periódico.

Se titula «Entre tu pediatra y tú: todo lo que necesitas saber para criar a tu hijo». Ya que no me ha dado tiempo a comprarlo y leerlo, os dejo con parte de la reseña publicada en Bebés y más.

Carlos González lleva colaborando con la revista Ser Padres nada menos que 14 años. En este tiempo ha recibido y contestado cientos de consultas acerca de todos los temas que un pediatra podría tocar y este libro es una recopilación de los “mejores éxitos” de su sección en dicha revista.

Esto hace que no haya una novedad real en cuanto a contenidos, ya que probablemente todo lo que comente en esas respuestas esté dicho, pero no por ello deja de ser interesante leer cuestiones desde un punto de vista más personal (el de las madres auténticas), con el que nos podemos sentir identificados por el hecho de ver dudas que también nosotros tenemos o hemos tenido como padres y porque este tipo de lectura, menos teórica y más práctica, suele hacerse más amena e inteligible (siempre se entienden mejor las cosas con un ejemplo que con cien teorías).

Si es que últimamente no tengo tiempo ni para toser, y se nota en cosas como ésta.

¿Quién es Carlos González? Pues un pediatra catalán experto en lactancia materna santo de la devoción de muchos padres recientes por su defensa de la crianza con apego y sentido común.

En este blog he hablado ya en el pasado de él y de sus libros.

Probablemente mi libro favoritos es «Un regalo para toda la vida», que es creo el mejor regalo que puede hacérsele (o hacerse a sí misma) una mujer embarazada que desee dar el pecho a su hijo.

Pero todas sus obras merecen la pena. De hecho hay un volumén que agrupa a la que he mencionado, la archiconocida «bésame mucho» y «mi niño no me come» bajo el título «comer, beber, amar.»

¿Obligar a comer?

Esta es una especie de continuación del post anterior, los malos comedores.

En los comentarios ha salido el tema de si obligar o no a comer a los niños.

Es un tema peliagudo en muchas familias.

Hace tiempo que leí «Mi niño no me come» de Carlos González. Y aún antes de hacerlo yo ya era de la cuerda de no insistir y evitar convertir las comidas en una guerra. Me niego a hacerlo también debido a que yo lo sufrí.

A partir del año cerré pico y parecía vivir del aire. Pocas cosas me gustaban realmente. A todo le hacía ascos. Sobre todo por la textura de los alimentos, no por el sabor.

Las horas de las comidas fueron una pesadilla para mi madre que duró años.

No sirvió nada de lo que ella intentó para hacerme comer: ni castigarme sin el 1,2,3, guardarme la comida para merendar, estar dos horas leyéndome cuentos….

Durante años fui una comedora terrible para, paradójicamente, ser ahora probablemente la mejor boca de la familia. Disfruto comiendo, como prácticamente de todo.

A mi padre le pasó lo mismo. Mi abuela cuenta que se crió a base de patatas y huevos fritos y poco más. Tal vez por eso mi abuela nunca me forzó, siempre me dió lo que yo comía bien, aunque no saliéramos de tres o cuatro platos.

Por mi propia experiencia tengo asumido que a comer se aprende, pero no tanto como creemos. A veces es necesario que el niño madure para que acepte determinados alimentos.

Como os contaba en mi anterior post, ahora que estoy en el papel de madre de una niña que come como un jilguero estoy experimentando esos sentimientos naturales de las madres que quieren ver zampar a sus retoños.

Insisto un poco, cantamos, le dejo algún juguete… pruebo diferentes maniobras de distracción para intentar que llegue una cucharada más a su estómago.

Pero cuando dice que no, se acabó. No quiero lágrimas en la mesa.

Cuando me parece que ha comido poco recuerdo una escena de una supernanny británica que no era santo de mi devoción pero que hizo una cosa muy inteligente con una madre preocupada por lo poco que comía su hijo.

Se dedicó a meter en un globo lo que había tomado el niño: seis cucharadas de puré, un poco de pan, medio yogur, un trozo de galleta… Luego sacudía el mejunje para que se mezclase, cerraba el globo y lo ponía sobre la tripita del niño, para tranquilizar a la madre. Su hijo sí que había comido suficiente aunque a ella no se lo pareciera.

Y es que muchas veces el problema, como deja bien claro Carlos González en su recomendable libro, es que nuestras expectativas o nuestra percepción de lo que ha comido no están acorde con la realidad. Y que nos comparamos con demasiada frecuencia con el bebé zampabollos dle vecino.

Carlos González, Rosa Jové y cuatro libros que merecen la pena

Soy una lectora obsesa. Y digo obsesa porque cuando me da por un tema devoro todos los libros que puedo encontrar al respecto hasta que agoto el tema o me agoto yo. Además leo muy deprisa, así que me cunde mucho.

Igual que cuando me dió por los literatos rusos o por la cría de peces trópicales me dediqué durante meses a devorar en exclusiva libros sobre la materia, con la maternidad he expoliado librerías públicas, de pago y ajenas.

Y tras mucho leer, ahora no paro de recomendar los libros de Carlos González, mi pediatra favorito.

Escribe siempre desde el respeto, a los padres y sobre todo al niño. Que hay muchos que por cómo tratan a los bebés en sus libros parece que están hablando sobre cómo programar el DVD.

Ha escrito sobre alimentación infantil en «mi niño no me come». Un manual muy chiquitín con edición de bolsillo que quita hierro al siempre delicado tema de la alimentación y explica la mar de bien las famosas curvas de crecimiento y percentiles que traen por la calle de la amargura a muchas madres, sobre todo a aquellas que le dan excesiva importancia.

También ha escrito «Bésame mucho, cómo criar a tus hijos con amor», que te ayuda a entender porqué los bebés son como son y se comportan como se comportan.

Por qué quieren brazos, por qué lloran, por qué les gusta dormir con sus padres, por qué no quieren andar… Informa muy bien sobre el colecho y la lactancia materna. Y apoya la crianza natural y el amor como estrategia.

Y un tercero: «Un regalo de toda la vida», el manual definitivo sobre lactancia materna.

Carlos González es una autoridad al respecto y si lo leéis os aseguro que sabréis más sobre el tema que muchos pediatras y matronas.

Para terminar recomiendo un libro que no es del doctor González, sino de Rosa Jové: «Dormir sin lágrimas».

Rosa Jové es la antítesis del por desgracia famoso «Duérmete niño» del doctor Eduard Estivill, que sabrá mucho del sueño, pero que habla de los bebés como si fueran tostadoras.

No son biblias, no son manuales de uso de un bebé, ni siquiera hay que estar de acuerdo con todo lo que dicen, pero son de lo mejorcito que he encontrado, son muy informativos y creo que merecen la pena.