Archivo de septiembre, 2015

¡Hay tanto que aprender de ellos! También a envejecer

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Troya tiene dieciséis años. Eso calculamos teniendo en cuenta que tenía unos cinco cuando la adoptamos hace once años. Es una mestiza con mucho de cruce de caza, con leishmania y perdigones bajo la piel. También llevaba bajo la piel miedos y palos, pero de todo eso ya no queda nada.

Cuando llegó a casa una perra atlética, que disfrutaba corriendo y jugando y que podía ir a recoger la pelota hasta que se te cayera el brazo.

Ahora es una abuelita saludable, que se mantiene en su peso y en buena forma. La gente se sorprende cuando les digo la edad que tiene. «Es que estos cruces de caza son muy duros», decimos. Pero nosotros que la hemos conocido sabemos que es la sombra de lo que fue. Duerme constantemente, casi tanto como los gatos. Se le escapa el pis y hay que bajarla varias veces al día y tener la fregona a mano. Si subimos los tres pisos por las escaleras, lleva arriba jadeante. Oye poco y tampoco ve como antes. La cara está más blanca y ha salido alguna verruguita.

Es cierto también que ya no coge la pelota al vuelo, que se la tiras un par de veces y se tumba con ella buscando un descanso, pero los ojos le brillan igual. Ella se sigue sintiendo joven y motivada para jugar, continúa disfrutando como hace diez años.

Pero os voy a contar un secreto, nada de esto le importa a ella. Sigue feliz en el mundo, sin preocuparse por la fuerza y la agilidad perdidas, por la piel que cuelga y el final que cada vez está mas cercano.

Se limita a disfrutar de la vida. Sin más. Nada menos. Aceptándose a ella y sus circunstancias.

Ojalá a los seres humanos nos pasará igual.

Nos sobra soberbia cuando los observamos. ¡Hay tanto que aprender de ellos si se sabe mirar! También a envejecer con dignidad, a no vivir temiendo a la muerte.

A vivir.

Sin más. Nada menos.

Noli timere messorem.

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