Entradas etiquetadas como ‘Donald Trump’

Isabel Díaz Abuso, arrastrada por el MAR

Solo con una fe ciega en la estrategia de la mentira, inspirada en Donal Trump, puede Miguel Ángel Rodríguez (MAR) justificar su suicidio político con el que arrastra también a su jefa, Isabel Díaz Ayuso, aún presidenta del Comunidad de Madrid. Me consta que él sabe que sus fans, con los ojos cerrados, creerán sus bulos como verdaderos. Tapa una mentira con otra mayor. Así funciona la fe, tan alejada de la razón.

Afortunadamente, mis colegas de la Junta Directiva de la FAPE (Federación de Asociaciones de Periodistas) han reaccionado rápidamente en defensa de los periodistas amenazados por MAR con una nota de condena. «Sin Periodismo no hay Democracia». Me pido esta pancarta.

Pag. 294 de mis memorias («La prensa libre no fue un regalo)

Manifestación de periodistas ante el Palacio de la Prensa (hoy sede de elDiario.es) que no fue del gusto de los «grises» de Franco. Otros tiempos que no queremos que vuelvan.

Es triste seguir luchando por cosas tan evidentes. Pero no podemos bajar la guardia. La libertad, tan vilmente manoseada por Ayuso, es como el oxígeno. La volaras más cuando te falta. Después de Semana Santa, en la plaza del Callao, tendremos que concentrarnos para mostrar nuestra solidaridad a los compañeros de elDiario.es, amenazado por MAR con ser «triturado y cerrado».  Muy pronto, veremos pasear encapuchado al propio MAR, si aún le queda algo de vergüenza, para no ser reconocido. Por el bien de la Democracia, la pobre Ayuso, que no tiene piso ni cama propia, podría deshacerse de su Rasputín, un matón psicópata, y devolvérselo a Aznar, otro que tal baila con sus mentiras.

Cubierta de mi libro de memorias

Berlusconi, mi jefe en El Sol. ¡Madre mía!

 

Silvio Berlusconi, mi ex jefe.

La muerte de Berlusconi, mi ex jefe, un sinvergonzón descarado y golfo, me ha traído recuerdos tristes como director fundador del diario El Sol, uno de mis sueños y el mayor fracaso de mi vida periodística. El artículo de Vallespín, en El País de hoy, ha removido mis tripas. Me pregunto lo mismo: ¿Qué estamos haciendo mal los demócratas para que gentuza como Berlusconi o Trump, que desprecian las leyes, obtengan tantos votos populares? No te lo pierdas. Vallespín da muchas claves. Lo copio y pego.

‘Berluscotrumpismo’

Cuando se observa la extraña trayectoria de estos privilegiados pillos posmodernos el calificativo de populistas se nos queda corto

FERNANDO VALLESPÍN

18 JUN 2023 – 05:00 CEST

Que no nos engañen las diferencias entre el “simpático” personaje mediterráneo de la amplia sonrisa y el hosco wasp del ceño fruncido permanente; o las que existen entre la cultura política de cada uno de sus dos países de origen. No nos fijemos tampoco en exceso en algunos de sus muchos puntos en común, como su origen empresarial, aunque aquí el italiano tuvo un éxito considerablemente mayor, ni en su patológica personalidad narcisista o sus veleidades en temas de faldas.

No, el aspecto más relevante y misterioso, el que nos permite asociarlos a un mismo fenómeno, es —era, en el caso de Berlusconi— que las reglas que rigen para todos no sirven para ellos. Su comportamiento como políticos es tan inmune a consideraciones de moral general como al sometimiento a las leyes; es más, el apoyo de sus seguidores parece intensificarse cuanto más severa sean las acusaciones en su contra; curiosamente, el escándalo juega a su favor, cuanto más transgreden más se aprietan las filas de sus partidarios; estos son, en un sentido literal, “incondicionales”. Se dirá que esto ocurre con todos los partidismos, pero lo habitual en otros lugares es que cuando un político o un partido quiebra las normas se acuda a la clásica cortina de humo del “y tú más”. Aquí hay al menos una forma implícita de reconocer la culpa, se es consciente de la falta, aunque acabe manchando a la clase política como un todo. Nuestros dos protagonistas no lo necesitan, se saben, sabían, exentos. Quizá por eso mismo se metieron en política, abrazándose a la retórica populista de su enfrentamiento con el sistema establecido, el pueblo contra un defectuoso e inmoral Estado de derecho. Si este se vuelve contra ellos siempre les queda la justificación, como ahora hace Trump, de imputarlo a una reacción de defensa del “Estado profundo” y sus élites frente a quien eleva la denuncia, el fácil recurso a la victimización del supuesto rebelde frente al establishment.

Cuesta creérselo de quienes ostentaban tal condición de privilegio, pero funciona. Y lo hace porque previamente ambos consiguieron establecer la visión de la realidad que mejor encajaba en sus designios. Desde su control de la televisión, Berlusconi provocó un verdadero destrozo de la cultura política italiana. Cuando la situación estuvo madura creó su propio partido político. Trump se construyó también un personaje gracias a los medios y luego a través de su peculiar uso de las redes sociales. No precisó recurrir a un partido, se apropió del republicano y casi consigue hacerse con el Estado. Puede que la clave para entender el misterio de su impunidad entre los suyos resida, pues, en esta extraña reestructuración de la comunicación política a la que estamos asistiendo. Sin embargo, cuando se observa la extraña trayectoria de estos privilegiados pillos posmodernos el calificativo de populistas se nos queda corto. Entran más bien en la categoría de los caraduras que toman al pueblo por idiota y, esto es lo extraordinario, ¡aciertan! Deberíamos hacérnoslo ver, averiguar qué diablos estamos haciendo tan mal los ciudadanos en los sistemas democráticos.

Los recuerdos de mi etapa (errónea) con Berlusconi los he recogido en mi libro de memorias «La prensa libre no fue un regalo». Copio algunas páginas del capítulo de Berlusconi y el diario El Sol.

Capítulo con Berlusconi

Capítulo con Berlusconi

Capítulo con Berlusconi

Capítulo con Berlusconi

Cruella de Vil destroza a Casado

Por puro morbo, me hubiera gustado asistir ayer la presentación de las bofetadas que Cayetana Álvarez de la Edad Media propinó, en forma de libro, al pobre Pablo Casado. Pero tenía clase en tallasmadera.com y no pudo ser.

Portada del libro/puñal de Cayetana Álvarez de la Edad Media.

Hoy compruebo por la prensa que la ex mano derecha de Casado, en el papel de Cruella de Vil, no defraudó a los militantes de FAES.

Cayetana en el papel de Cruella de Vil

José María Aznar, «el hombrecillo insufrible» (según Helmut Kohl) debió sentirse pletórico. Por algo había prestado su Rasputín (Miguel Angel Rodríguez, alias MAR, el hombre que le llevó a la Moncloa) a la posible futura presidenta del Gobierno de España, VOX mediante.

MAR, el Rasputín de Aznar, empuja a Ayuso hacia la Moncloa.

La XIV marquesa de Casa Fuerte (¡qué título tan apropiado para sus colmillos!) actuó de ariete para que Isabel Día Ayuso asalte con éxito la Moncloa. ¿A quién importa la presidencia del PP de Madrid? Al alcalde Almeida, quizás. Capidisminuido (debilitado, mermado) el pobre Casado, la batalla se centra ahora entre Ayuso y Sánchez. No queda otra.

Cayetana, Ayuso y «Teodoríco», trio de sonrisas falsas.

La aristócrata (mitad moja alférez, mitad martillo de herejes) no dejó títere con cabeza. Despreció a Casado («bien queda», «veleta», etc.) y se concentró en atacar a «Teodorico» Garcia Egea quien, como ella, golpea con una herradura dentro de su guante. La guerra abierta ya ha comenzado. Y la izquierda dormida desprecia cuanto ignora. Se puede llevar un buen susto. ¿Acaso no llegó Donald Trump, el narcisista patológico, un enfermo mental más grave que IDA, a la Casa Blanca? Pues eso. Ayuso esta bien asesorada por MAR, el Bannon español. Y cuenta con el ariete de Cayetana para abrir de par en par la puerta de La Moncloa. Miedo me da.