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Isabel Díaz Abuso, arrastrada por el MAR

Solo con una fe ciega en la estrategia de la mentira, inspirada en Donal Trump, puede Miguel Ángel Rodríguez (MAR) justificar su suicidio político con el que arrastra también a su jefa, Isabel Díaz Ayuso, aún presidenta del Comunidad de Madrid. Me consta que él sabe que sus fans, con los ojos cerrados, creerán sus bulos como verdaderos. Tapa una mentira con otra mayor. Así funciona la fe, tan alejada de la razón.

Afortunadamente, mis colegas de la Junta Directiva de la FAPE (Federación de Asociaciones de Periodistas) han reaccionado rápidamente en defensa de los periodistas amenazados por MAR con una nota de condena. «Sin Periodismo no hay Democracia». Me pido esta pancarta.

Pag. 294 de mis memorias («La prensa libre no fue un regalo)

Manifestación de periodistas ante el Palacio de la Prensa (hoy sede de elDiario.es) que no fue del gusto de los «grises» de Franco. Otros tiempos que no queremos que vuelvan.

Es triste seguir luchando por cosas tan evidentes. Pero no podemos bajar la guardia. La libertad, tan vilmente manoseada por Ayuso, es como el oxígeno. La volaras más cuando te falta. Después de Semana Santa, en la plaza del Callao, tendremos que concentrarnos para mostrar nuestra solidaridad a los compañeros de elDiario.es, amenazado por MAR con ser «triturado y cerrado».  Muy pronto, veremos pasear encapuchado al propio MAR, si aún le queda algo de vergüenza, para no ser reconocido. Por el bien de la Democracia, la pobre Ayuso, que no tiene piso ni cama propia, podría deshacerse de su Rasputín, un matón psicópata, y devolvérselo a Aznar, otro que tal baila con sus mentiras.

Cubierta de mi libro de memorias

La prensa libre siempre corre peligro

¿A qué Poder (del color que sea) no le gusta meter la cuchara para limitar la libertad de prensa? No conozco ninguno. Incluso a un gobierno de izquierdas, como el que tenemos, se le ve el plumero. Con nocturnidad y alevosía, en vísperas del puente de agosto, nos deja solo 7 días hábiles para «información ciudadana» sobre un peligroso proyecto de Ley de Secretos Oficiales que puede pisotear la Constitución del 78 y restablecer, por la puerta falsa, la censura de prensa.

El País, 12 de agosto de 2022.

La tendencia a conseguir un poder arbitrario, sin apenas limitaciones legales, es una pulsión intrínseca de todos los gobernantes. Por eso, los ciudadanos, no solo los periodistas, debemos estar en posición de alerta. Cuando menos lo esperas, salta la liebre contra la prensa libre. Es cierto que «la prensa libre no fue un regalo» (creo que lo demuestro en mi libro, perdón por este corte publicitario) pero, pese al coste que tuvo, siempre corre peligro de verse limitada… o censurada.

Suelo leer El País a diario, pero se me había escapado esta información interesante de Miguel González.  La he repescado hoy gracias a las alertas de Mar Díaz Valera, colega y amiga. Aún no conozco este proyecto de Ley, pero el procedimiento del Gobierno es preocupante en la forma y, por tanto, seguramente también lo será en el fondo. Tira la piedra y esconde la mano. Veremos lo que responde a las alegaciones que ha presentado la FAPE.

Mi carnet de la FAPE desde 1970. En 1970 tenía… ¡otra foto! Seguramente con algo más de pelo.

Me apunté a la Federación de Asociaciones de Periodistas hace 52 años en tiempos de la ominosa Dictadura de Franco y cuando la prensa libre era solo una quimera y una batalla peligrosa que debíamos ganar entre todos los ciudadanos demócratas. Ahora, al menos, la FAPE tiene voz.

No es la primera vez que los gobiernos intentan atentar contra la prensa libre. Mar me recuerda hoy que «nuestro amigo Manuel Conthe intentó una limitación en el ámbito de la comunicación empresarial en tiempos del presidente Zapatero que logramos parar con la ayuda de la APIE». La APIE, que entonces presidía Miguel Ángel Noceda, con Ángel Boixados de vicepresidente, es la Asociación de Periodistas de Información Económica que fundamos en tiempos de la Dictadura y para huir de los «sobre cogedores» (que cogían sobres) de la prensa financiera. ¡Qué tiempos! Lo dicho: cualquier tiempo pasado casi siempre fue peor.