Imagino mi nacimiento como el despegue de un satélite ruso. Nací tan pequeño que un pedo de mi madre habría bastado para expulsarme al espacio exterior. «Lo llamaremos Sputnik»…dijo mi madre. «No, Maribel, Francisco Javier es mejor, por los abuelos, piénsalo, que se liarían al pronunciarlo (¿Cómo? ¿Espunchin?)». Fue un parto tipo estándar. ¡Ha sido Epsilon! Nadie lo celebró con vodka. Y las únicas huevas de caviar que brillaron, doy fe, fueron las mías.

Ahí me tienen, con mis antenitas. Un niño pedo de apenas 3 kilitos. Un bebé microbio que años más tarde daría tanta guerra como la malaria o el mismísimo dengue. ¡El primogénito! A mi hermano le tocaría ser cura…

Volvamos al parto. Absorbido como una aceituna rellena. Estaban de moda los partos pentotales (anestesia general), una moda, como tantas otras, francesa. Oui, a la parturienta le daban un gran chute en el último momento, justo cuando el niño sacaba la cabecita. Y por eso a mí me extrajeron con una ventosa ¡Pluf! La prueba palpable es el socavón que tengo en mi cabeza, situado en el chacra superior (donde pone Oz).

Santa epidural todavía no había sido anunciada en la Tierra: droga inventada por otro oscense, Fidel Pagés. Empiezo a comprenderlo todo.
La epidural, digo yo, duele…

Llanto iniciático
Berrido de buena nueva
Maullido de amanecer
¡Es un niño! (epsilon)
«Quiero verlo», dijo Maribel.
«Lo están arreglando»- que coquetos nos ponemos nada más nacer.
Pero antes de eso el ginecólogo cosía a mi madre:
«Te voy a arreglar bien para que no tengas problemas cuando seas mayor, escapes de orina y esas cosas…» Coser la E-P-I-S-I-O-T-O-M-I-A
Esto es una episio…

Fernando Arguis, el ginecólogo, es un tipo simpático, campechano, muy aragonés. «No quiero ni insultos ni aplausos, te voy a contar las cosas tal como son». La cosa se ponía interesante.
Mi idea era juntar al ginecólogo, a mi madre y a un servidor, y encontrar una suerte de catarsis periodística: los sujetos activos del reportaje reunidos para recuperar la memoria colectiva. Pero no pudo ser así por razones de espacio y tiempo.
«El problema viene por la americanización del sistema sanitario español, por las asociaciones de defensa del paciente, las denuncias, las aseguradoras», explica Arguis por teléfono. «La presión a la que están sometidos los profesionales es brutal. La OMS tiene razón en cuanto al número de cesáreas y episiotomías, pero los ginecólogos tienen miedo. Prefieren quedarse tranquilos. Hay un dicho: nunca te arrepentirás de una cesárea de más, pero sí de una menos»
Los ginecólogos también son humanos.
«Se multiplica lo innecesario. Piensa que por una denuncia te pueden cornear con más de dos años de suspensión de empleo. Muchos optan entonces por curarse en salud. Es un efecto no deseado. Ahora mismo en Aragón estamos en un 28% de cesáreas».
Se multiplica lo innecesario…

Cambio de tercio.
No sé por qué mi inconsciente relaciona a mi madre, su parto y Casilda Rodrigáñez.
Las feministas pasaron años negando la maternidad, exigiendo al resto de mujeres que vencieran el yugo esclavista de la crianza. ¡Mujeres! ¡Hembras congénitas! ¡Capitanas del clítoris! El crío representa a la bota patriarcal que os oprime las mamas y el útero. ¡No les deis ese gustazo!… por mucho que os apetezca. Pero las cosas cambian. ¡Mujeres! ¡Hembras congénitas!¡Todo es dinámico! Y ahora las feministas defienden también la maternidad. Saben que tener un hijo puede ser tan importante como subirse a las barricadas del género o elaborar manuales de castración para maltratadores compulsivos.
Casilda me resumió el problema del parto por puntos:
1. La sexualidad de la mujer:
La Biblia ya empezó con eso. En el papel protagonista… ¡Adán! El hombre dominador. La trama pasa por la enemistad con la serpiente, que representa la sexualidad femenina en las culturas neolíticas. Y la famosa sentencia de marketing de esta película: «Mujeres en la Biblia 1: Y parirás con dolor»
Casilda afirma que antes no se nacía con dolor (o con otro tipo de dolor más placentero). Las mujeres sabían parir.
Casilda afirma que la función principal del placer no es la reproducción, sino la regulación fisiológica y psíquica de nuestro propio cuerpo.
Y estoy muy de acuerdo…
Entonces encontramos al asesino del filme: el Doctor Tabú Sexual Judeocristiano. Todo lo cura o castra.

La inhibición de la sexualidad materna, el poder de las pautas… En nuestra sociedad avanzada 3.0, los medios de comunicación hacen del sexo algo explícito pero se oculta la represión del deseo. Se robotiza la maternidad. Madres replicantes. Se traumatiza el parto. ¡Norman Bates cortando cordones umbilicales en la ducha! Olvidémonos del parto orgásmico. Sí, han leído bien, el parto orgásmico. Porque hay mujeres que todavía hoy disfrutan de esa joyita del pasado: como cuando las indias parían solas en los bosques selváticos y no conocían dolor, o así lo describieron los cronistas.
La danza del vientre poco tenía que ver con el arte de la seducción. Es un arte de placer autoerótico, basado en el movimiento del útero. Es costumbre en Arabia que cuando una mujer va a dar a luz se genere un corro de mujeres a su alrededor. Realizan la danza para hipnotizarla, acompañándola en el parto, relajándola, indicándole el movimiento del útero. O eso creí entender a Casilda.

2. La intimidad. Hay que generar oxitocina (hormona relacionada con el orgasmo) y no cortisoles y otras hormonas, relacionadas con el estrés. ¡Sino no hay quién dilate!. Se necesita relajación. De ahí el uso de oxitocina sintética en los hospitales, que curiosamente perjudica a la segregación natural de la oxitocina de la madre. Esta historia me encanta. Vean como lo solucionan otros mamíferos, los delfines en un improvisado hospital náutico de campaña:
La madre empieza a parir acompañada de otras dos hembras matronas. Se crea además un corrillo de protección, un círculo de confianza alrededor de la parturienta y sus amigas, en el que sólo participan otras hembras del grupo. En sistema anillado, un nuevo corro exterior se crea, esta vez sólo de machos, que se encarga de protegerlos a todos. Seguridad, intimidad, protección, solidaridad, cariño… ¡Por qué no nacimos delfines! O en su defecto candirús, peces vampiros del Brasil.
3…
Y esto es todo, mis bien y mal nacidos amiguitos. Vemos que los problemas empiezan nada más nacer. Que la vida es un valle de lágrimas desde el principio. Y que aquello de las cigüeñas y París molaba más. Aunque seguro que habrá cigüeñas misóginas, ¿no?.
Javier Rada
