Un día, en el amanecer de la noche de los tiempos, ese amanecer húmedo y repleto de enigmas, ella, la hembra sapiens, tomaba un baño en una cascada. ¡El agua lo envolvía todo: su cuerpo, sus oídos, el tacto de su piel!
El macho alfa se había apartado en busca de caza. Ellos eran la avanzadilla, alejados del grupo, los más aptos, los encargados de encontrar nuevos parajes con alimento fresco.
(a partir de este relato comprenderéis por qué sapiens, siglos más tarde, decidió enviar a los menos aptos para estos trabajos, y salvaguardar de este modo el linaje de la élite)
Un neandertal joven, perdido del grupo, subía por el lecho del río. Sabía que había una cascada cerca, y pensó (¿llegaba a pensar?) que sería un buen lugar para descansar un rato. Cuando cruzó la última roca que le impedía contemplar la cascada, vio a la hembra sapiens tomando su baño desnuda (una obviedad, porque iban siempre desnudos, pero no deja de ser erótico). Quedó fulminado. No por su belleza. Él las prefería grandes, y encima… ¡no tenía pelo! (como una rata de laboratorio) Neandertal quedó inmovilizado; sabía que un macho, o incluso el grupo, podía estar cerca. Lo que significaba problemas: graves problemas.
La hembra seguía totalmente aislada del medio, jugando con la hipnótica caricia del agua. Bruuuuummmm, brummmmmmm. Agua, abundante agua, para calmar los golpes que le había propiciado su macho, en un ataque de éxtasis. Golpes de amor.
Neandertal seguía inmóvil, cerca de ella. Su respiración empezó a acelerarse. Algo no iba bien. Su instinto hablaba. Pronto vio como la hembra salía de su cascada, para dirigirse a otra fuente menor, cercana a su posición. Al moverse, le pareció que estaba coja, o que era más torpe que las hembras neardentales que conocía, lo cual era mucho decir…
La hembra se zambulló en la cascada, difuminando su cuerpecillo, cerca del joven neardental. Sabía que no era aconsejable estar tanto tiempo bajo el agua, ya que estaba a merced de sus enemigos.
Neandertal, ante esta imagen, sintió que no podía aguantar más….
La hembra jugueteaba con sus pies, y hacía gárgaras de espuma. Neandertal, por un momento, sólo pudo escuchar el brummmmm, brummm, y su mirada estaba apresada en el cuerpo de la hembra. Brummm, brummmm, es lo único que también oía la chica sapiens… Un brummm, brummmm que le impidió escuchar la capital sentencia de un certero ¡¡¡guarggggg!!!.
La hembra sapiens murió al acto.
Arsuarga aún llora en su tumba.
Neandertal se aterrorizó.
En seguida comprendió qué ocurría, el mensaje cifrado de su instinto, la sangre.
Dientes de sable no le había dado ni una sola oportunidad. La había visto coja, menudita, algo lenta. Era un tiro perfecto. Había observado antes a neandertal, camuflado entre las rocas, pero prefirió a la hembra que parecía coja, por pura economía de esfuerzos.
La arrastró por encima de las rocas dejando un reguero de sangre. Neandertal quedó fosilizado (para posterior investigación paleontológica). No podía moverse. Su mente repetía una y otra vez la misma imagen fugaz. El tigre desgarrando las anchas caderas de la hembra. Zarandeándola bajo el agua. Tiñendo el río de viscosa y roja sangre. Apenas pudo gritar.
¡Si neandertal hubiera salido corriendo! Sabía que dientes de sable podía regresar. Nada que hacer en un combate cuerpo a cuerpo.
Cuando su sistema nervioso le dejó moverse, su primer impulso fue bajar el río, retroceder. Pero otro ahhhhhhhhh!!! volvió a detenerle. La misma terrible escena la había contemplado el macho sapiens desde lo alto de otra roca, en el cénit de la cascada. Su grito le quebró los sentidos. Los dos se miraron por un momento. Neandertal percibió la desesperación de sapiens. Pero decidió huir, correr río abajo, buscar otra senda para reencontrarse con su grupo, un lugar de protección.
Días más tarde, el grupo de sapiens atacó el campamento de neandertal, de noche, armados con antorchas, lanzas, flechas, piedras y palos. Habían seguido el rastro del joven desde el lugar del crimen.
No sobrevivió un solo neandertal.
No tuvieron oportunidad para defenderse.
El macho alfa sapiens les había acusado del asesinato de su hembra alfa. Nunca tuvo la valentía suficiente como para explicar a su mismo grupo que él no había estado allí para protegerla de dientes de sable. Y en la sociedad sapiens sólo existía un valor superior a la supervivencia: ese valor es la venganza.
Así fue como sapiens se convirtió en el moderno tigre de dientes de sable…
cuando sapiens asesinó al primer neandertal.
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