Patriarcado, ¡al postneolítico! La fuerza la tienen las reinas. Ellas alimentan a los zánganos y se encargan de que todo marche bien. El contrato zángano entró en vigor en el año xxxxx de nuestra era-¡amén!- y desde entonces ni un solo hombre ostenta el poder- ¡oh, mon dieu!
Teoría de la sociedad zángana
Cuando los machos hayan abandonado el poder (…) en un mundo en el que las hembras son altos cargos de Estado, oficiales de policía, intelectuales que toman decisiones en su contubernio de ovarios avispados, un mundo en el que lo femenino es la única Ley.
En la nueva sociedad todos nos adherimos a una de las dos castas establecidas. La mía es la de los zánganos. No trabajo. Nadie me manda. No dispongo de dinero. Soy un amancebado. Mantenido por una reina poderosa que alimenta a otros hermanos de casta. Pero esta reina no ejerce poder sobre mí. Su obligación es mantenerme en virtud de lo que establece el contrato, ¡el santo contrato!
Soy un zángano orgulloso; acepté seguir siendo macho. El contrato así lo establece: si quieres ser macho debes abandonar toda pretensión de disfrutar del poder económico, social y político. Sino tendrás que hormonarte, convertirte en hembra, y pasar así-trans-for-ma-do-a la casta superior, un trans entre las reinas. Pude haberme convertido en reina para tener un cochazo ¡glam! un centro de comunicaciones portátil (CCP) ¡in! o comprarme una gran mansión con vistas al cambio climático ¡guau! pero preferí vivir en la comuna ¡hippie! ser un zángano.
Leo la biblia de nuestro sistema…
Para implantar la sociedad zángana es necesario un contrato social; como el de Rousseau, que otorgó el monopolio de la fuerza al Estado. Este contrato permitirá que los machos abandonen el poder de manera escalonada, consensuada, alejada de la violencia. Se les ofrece la guinda de la indolencia, la pereza, el disfrute del tiempo perpetuo y una vida personal y propia alejada del esclavismo mercantil.
La sociedad zángana no es una revolución al uso ni pasa por el abuso. Es un sistema de compra venta: a los machos se les permite el don de no hacer nada a cambio de que abandonen el poder. Se crean de este modo dos únicas clases o castas: reinas y zánganos.
Las reinas ostentarían el poder político, social y económico como beneficios directos. Su carga está en que tendrían que trabajar, mandar, organizar, dirigir y pelear para ganarse un determinado escalafón social. Los zánganos renunciarían al trabajo y a todo ejercicio de poder. Su beneficio: no tendrían que trabajar, dispondrían de su tiempo por una renta mínima ajustada a la ley que les concederían las reinas .
Los zánganos no tienen derecho al progreso social más allá de la comuna. Viven y revolotean en libertad, en espacios habilitados. Su código es la camaradería, y pueden desarrollarse siempre que no aspiren al poder y progreso económico. Son el escalafón más bajo y holgazán. Tan sólo requeridos para la Reproducción Controlada por el Estado (RCE).
El sistema dice que a las reinas, tras siglos de imposición patriarcal, les toca elegir su modelo de construcción social: el que quieran. Su único obstáculo es que en función de su estatus deben mantener a un número determinado de zánganos. Cuanto mayor sea su poder económico, mayor es la carga de zánganos. La distribución de la riqueza es completa y la reina no se convierte en el ama del zángano. La reina cumple con esta obligación como impuesto social, es su deber civilizado. ¿Quieres dinero? ¿Quieres poder? ¿Quieres cortar el bacalao?… pues apadrina un zángano que no quiere dinero, no quiere poder y el único bacalao que le gusta es el que sirven en plato.
Muchos machos decidieron por ello hormonarse y convertirse en reinas. ¡Guapas! Ahora mantienen sus fábricas, empresas, y nodos de poder, vestidos con minifaldas, hormonados hasta la médula, sexys, maquilladas con cierto gusto y clase. A veces parecen mujeres elegantes, o pedantes, otras pusilánimes ya que no han sabido adaptarse o ajustarse a los vaqueros. Humano del pasado, imagina al director de tu empresa transformado de este modo, magnífico, soberbio, tan femenino, y comprenderás a la sociedad zángana. Yo ya lo hice… Arsenio, hormónese.
Entre los zánganos encontramos mujeres masculinizadas, viriles, musculadas, con barbas y pelo en el pecho. El control de las hormonas se convirtió en un elemento vital para nuestro sistema. Este punto motivó la guerra con las brutales avispas. Muchos no aceptaron el cambio. Querían ser zánganos siendo mujeres. Querían ser reinas siendo machos. Querían mantener a toda costa el viejo sistema.
Nuestra biblia deja claro este principio
El control hormonal es fundamental para que ocurra el gran cambio, es el elemento revolucionario prioritario. Si los hombres aceptan dejar de ser hombres y las mujeres abandonan el monopolio de su género, el patriarcalismo será vencido para siempre. En la sociedad zángana no tendrá sentido hablar de hombres y mujeres. Sólo de dos castas establecidas en función del desarrollo personal, no de género. Dos clases que se defienden, apoyan y que permiten a los humanos universales desarrollarse libremente.
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Extraído de To Drone Society. Ibrahim Rasza. 2006