50 años de Rubik: La historia de Ernö Rubik, el inventor del «cubo mágico»

El que probablemente es el juguete más famoso de la década de los ’80 y, sin duda, uno de los más atemporales de la historia de la Humanidad, está a punto de cumplir medio siglo de vida. 50 años desde que su inventor comenzara, en el despacho de su madre, a hacer experimentos de juguetes en madera, utilizando sujetapapeles y gomas elásticas para sus primeros prototipos.

Hablamos, cómo no, del cubo de Rubik.

 

Cubo de Rubik

Un niño juega con un cubo de Rubik. | Mart Production en Pexels

Ernö Rubik nació en Hungría en 1944. Interesado desde pequeño en la mecánica por la profesión de su padre, estudió arte y arquitectura en la universidad y, en 1971, se convirtió en profesor de Diseño en la Academia de Artes Aplicadas de Budapest. Crear modelos geométricos en madera era un pasatiempo al que dedicaba mucho de su tiempo libre, y cuyas producciones utilizaba después en sus clases.

Para una de sus lecciones, Rubik buscaba una forma visual y simple de mostrar el movimiento 3D a sus alumnos. Contó él que «un día, mirando el río Danubio y observando cómo se movía el agua en torno a los guijarros, se inspiró para el mecanismo de torsión del cubo».

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Cubo de Rubik. | Migel Á Padriñán en Pexels

Sin embargo, a su prototipo de madera, ese que hizo utilizando gomas elásticas y otros materiales comunes de despacho, le faltaba algo; un elemento que hiciera más fácil de seguir el movimiento tridimensional para comprenderlo y darle sentido a las rotaciones del cubo. Entonces, como siempre, la solución más fácil era también la mejor:

Usé la solución más simple y sólida —dijo Rubik—: los colores primarios. Colocar las pegatinas en el cubo terminado fue muy emocionante. Sabía que era algo revolucionario. En el momento en que comencé a torcer los lados, pude ver que era un verdadero rompecabezas, pero lo que no sabía era si se podía resolver.

Ernö Rubik tardó más de un mes en resolver su propio rompecabezas. Cuando comprobó que no solo podía utilizarlo para enseñar el movimiento 3D en sus clases sino que había inventado un nuevo juguete «increíble», supo que tenía que hacer algo con ello.

El 30 de enero de 1975, Rubik solicitó la patente de lo que él llamó «Cubo mágico».

Con la patente en la mano, Rubik desarrolló un modelo idéntico fabricado en plástico y comenzó a venderlo puerta a puerta en las jugueterías de Budapest. Corría ya 1977. Y, claro, llegó lo que yo llamo «el momento fairy tale»: Tibor Laczi, importante empresario húngaro, estaba tomando un café cuando vio al camarero juguetear con un cubo. Insistió en conocer a Rubik (de quien dijo más tarde que «tenía pinta de mendigo»), le ofreció un plan de negocio y después de una feria juguetera en Alemania en 1979 se asociaron con la empresa británica Seven Towns.

En enero de 1980 rebautizaron el Cubo mágico como Cubo de Rubik y se lanzó al mercado. En dos años, vendieron 200 millones de cubos. Uno de cada cuatro hogares británicos tenía uno.

En teoría, a partir de 1982 «la locura murió», tal como tituló el New York Times el 30 de octubre de ese año, declarando que las ventas del juguete habían caído en picado en favor del merchandising de E.T. y La guerra de las galaxias. Pero lo cierto es que el cubo había llegado para quedarse.

nyt-rubik

La Asociación Mundial del Cubo sigue gestionando competiciones cada año y, cada año, algún nuevo récord se declara. Hay exhibiciones, competiciones, experimentos y artículos de todo tipo, por no hablar de que el juguete se sigue vendiendo en todo el globo y se ha convertido en un símbolo que se sigue asociando a la curiosidad intelectual.

En octubre de 2020, el Cubo fue vendido a la empresa canadiense Toy Masters por 50 millones de dólares. El Financial Times contaba entonces que Ernö Rubik había acumulado «una pequeña fortuna», aunque él siempre ha dicho que nunca ha sido particularmente rico, pero sí agradece haber tenido la oportunidad, gracias a su invento, de viajar por todo el mundo.

Rubik ha sido cofundador de dos fundaciones para investigación e innovación. En 2020 escribió su autobiografía: Cubed.

Actualmente, Ernö Rubik tiene 77 años, vive en Hungría con su mujer, Ágnes Hégely, y su hijo, Ernö Zoltán Rubik, es músico y compositor de jazz.

Sobre su cubo, ha dicho que «es muy satisfactorio ver cómo las generaciones sucesivas hayan aceptado el desafío. Hay tantas dificultades en el mundo que el Cubo me da la esperanza de que, al final, las personas serán lo suficientemente inteligentes como para resolver sus problemas y sobrevivir».

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