Editada por la imprescindible discográfica Clifford Records, el disco de La Jetée es un compendio de silencios y electricidad, de ambientes y soledad: diez temas donde los instrumentos tienen alma, son ángeles perdidos que buscan espaciar el tiempo, estirarlo para que los salmos de la voz encuentren su eco. De la clandestinidad creativa surgida por la distopía de 2020, los temas de Ante la perspectiva de un páramo son la agonía de una sociedad que duda. No sabe si entregarse al ser solitario o cantar para que el mundo no olvide que hay millones de personas tras las puertas.
Los sintetizadores cósmicos de Buenaventura o la sobriedad del recuerdo de Pero cuenta conmigo son parte de la construcción no verbal de un muro con agujeros estratégicos. La delicadeza de Horario de verano la vida prende por acumulación de recortes, luna de sexo y piano, pedazos de vidas ajenas en el vaho que era vida. Un bajo afterpunk en Dos veces breve es el momento vampírico, sin finales, como esos escritores que acumulan comienzos y personajes para terminar sintiéndose incompletos: “Debe de haber alguna forma”. Las voces se acumulan, desgranan el tiempo, nos hacen preguntas antes de llevarnos de la mano a una microscópica pista de baile: “¿No recuerdan ustedes haber viajado por una carretera desierta, quizá con un antiguo parque de atracciones en la vereda? ¿un colegio vacío donde solo hay sombras de niños pintadas en las paredes del recreo?”. Épica bien entendida, una colección desolada de cabinas rotas desde las que nunca más podrás llamar para decir “Te quiero”. El manejo de nuevo de los sintes en Más vale perdonar, las guitarras acústicas, como un esqueleto modelado, la madera seca que se acumula, ¿habrá algo de incendio entre las cenizas de lo vuestro? Permafrost es un hit absoluto, atrapado bajo las capas sensibles hasta que se eleva como el virus definitivo. No tiene nada de malo ser contaminado por él: libros que colocan sobre la menos la cartografía nocturna de ciudades que no existieron. La instrumentación funciona de manera contenida y elegante, con detalles de carácter. Los pinceles de La Jetée nos ofrecen melancolía sin hacer trampa. Nos acercamos al final con Copiloto, palmas y algo de melodía lúdica. En la canción está escondida la historia que nos lleva hasta el final, recuerda que lo importante no es el comienzo ni el destino, es el arcoiris que hay entre medio. Apátridas de teclados y ambientes, alguien dejó abandonado el miedo en la gasolinera. Tal vez volar tiene algo de Japan y esos ochenta orientales con lluvia y ramen, guitarras que se deslizan, dispuestas a pasar de siglo con juegos de voces oscuros, como A Flock Of Seagulls sin artificios ni ensayos previos. El final, La certeza de un cambio una guitarra que rasga, una voz que es eco, lejos como el cómplice que ha huido, pero sabemos, tú y yo -permíteme que te tutee-, que cada puente que arde es el recuerdo de un amor perdido. Enamorarse o fingir amor por cualquier que te encuentres la noche antes de tu partida.
El frío de la vida se combate con la tibieza de los labios, por el calor que exhala la aguja sobre el vinilo, por las farolas de una ciudad antigua que se encienden al ritmo de las toses de un anciano tísico. Todo suma, todo es belleza contra la bruma.