Algunas palabras sobre El mundo abajo de Patricio Jara (2022)

La editorial Jeckyll&Hill nos trae este libro de relatos del autor Patricio Jara: la realidad de un planeta que no tiene que mostrar sus secretos más oscuros en forma de monstruos o triángulos misteriosos para provocar el terror. La voracidad de la Tierra en sus zonas no mapeadas, en sus puntos negros, lugares que siempre han existido y donde ni siquiera el electromagnetismo digital y sus redes con G´s variables se puede imponer. Una masa monstruosa que encuentra su poder en la Ley de Newton, en la gravedad que es una prisión con las puertas abiertas. La Tierra que se impone, científica y milimétrica, veterana y atonal, vívida consorte del Sol y madre de la Luna. Suena sencillo, calor y fuego, hielo y frío. Pero la Tierra es tibia como el aliento de sus depredadores y nosotros, humanos multicelulares, somos, como nos recuerda Patricio Jara, simples simbiontes minúsculos que, en cualquier momento, podemos mutar a incómodos parásitos a los ojos de GAIA.

Unos tres grados que separan la vida de la no vida. Porque la muerte es algo que se reserva a lo que hay fuera de la literatura. Ella planifica el espacio aéreo como si fuera ajedrez en tres o cuatro dimensiones. Si el avión fuera un auto que viaja de noche, IREMI equivale al sitio en el cual el conductor apaga las luces y avanza por la carretera en plena oscuridad. Elimina la franja del Audioperú. Tira el cartón con tu letra, arrójalo a la papelera igual que él se lanzó al mar. El agua respira por ti, el agua abisal no entiende de presiones parciales ni de almanaques. Cuando el terror llega, llega también la locura y la concentración de oxígeno es un cuchillo que se abre paso sobre el sistema circulatorio, una muesca en la fina red de arterias y venas. No puedes vencer a la física, porque la física está definida para aquí y ahora, para la superficie terráquea, para la presión de una atmósfera, 760 milímetros de mercurio. Fuera de allí es todo pesadilla no euclídea, abisales tribunos de Cthulhu: sombra que entra en cuadro y lo oscurece y luego las burbujas y luego una risa lejana de los llegados de Aldebarán. Un lugar donde las cosas no permanecen alrededor de los límites de la cordura es el fondo del mar, Leviatanes y cocodrilos de 15 metros. Pero la muerte está, en realidad, sobre todo, sega sobre todo: una burbuja es el aviso de la realidad que se va a rasgar. ¿Pero qué realidad es? Zonas no mapeadas, Stephen King y bandas que no existen, la sensación de que el narrador, en realidad, ha dejado al protagonista ABAJO.

Entre 5 y 20km bajo el agua es ahora todo desierto, las olas dejaron los restos de la cumbia ancestral, cubrir las cabezas del monstruo con la sal del tiempo. LOA. Mediciones de la concentración, producto que lleva al precipitado, compra VODKA, es el último elemento de la civilización. Más allá de muestras y mecanismos hay un cadáver. Un hombre o un cadáver. Según el tiempo transcurrido la diferencia no nos alcanza para distinguir uno de otro. Un cadáver antiguo ya no es un hombre. Es una osamenta, son sales minerales, con combinaciones de zonas bajas de la tabla periódica. Me das un palo y me callo. Me das cinco y contemplo el cuerpo con mi propio cuerpo. Momia de la Hammer, senderos que se iluminan, Pacos y milicos. Yo prefiero el paco para fumar, una momia no es expolio si no la puedes vender. Al Museo Británico o a su madre, al Museo de Nadie. No tengo plata, no tengo ahorros.

Blowin in the wild, Dylan en una cinta de casete comprado en un tianguis de Guayaquil. En la Facultad de Ingeniería siempre te animaban a cambiar de perspectiva o de ejes de referencia antes de rendirte ante un problema. Fuego y agua es una unidad básica para entender las paralelas y el vapor. Cocinando las papas y las patitas de los humanos. El sonido del caso es una una cuestión de primero de física, campos y ondas. Magia con frecuencias comparadas. Profesores alcoholizados, escritores frustados, Pacos con nombre de mala novela de Bob Dylan. Sí, volvemos a Dylan y a Tarántula. Tizas con forma fálica. Lloros y dolor. Tarántula como la inconexa literatura de Dylan, basada, como esa reseña, en la repetición mántrica, casi de beatniks. Recuerdos de la docencia y, en la pared, el caso. Solo queda uno del gang vivo. No fuiste tú el primero en morir.

Martín no es de la banda de Tarántula, tiene la electricidad en los cables, cuando pase el temblor, de los Jaivas a la muerte por altura, merca y rumba de Cerati. Cerati, la rumba de la rumba. Pedro murió de cabeza suena a banda telonera de los Gemelos Bang-Bang. Sonidos de guitarras, aullidos destemplados, El chavo del ocho aportando percusiones a 1000 kilómetros de cualquier sitio, cualquiera puede volverse loco con una simple alteración de la temperatura o la precisión de la luz. No música en el walkman. Solo voces de Raudive en la radio. No somos capaces de ir más allá del infinito. Los fostatos y el don de los camioneros para beberse la nafta o echársela por encima. No importa, nada importa. En mitad de ningún lugar, a la misma distancia de todos los sitios, la Ciudad Esqueleto. Búfalo es el recuerdo pútrido de la Chile pinochista, chocolate sobre chocolate, arte contemporáneo, experimentos de gestión centralizada como ordenados del tamaño de habitaciones: si excluyes los grandes monstruos de la Tierra, solo queda los seres mecánicos y , tanto cuando los conviertes en juguetes nunca tienen la escala adecuada. Pedro murió de cabeza graba su primer EP con un cuatro pistas. Una sola toma, ciencia ficción del otro lado, en el tercer planeta, haitianos en lo más bajo de la pirámide social. Como en un cementerio, las piezas son los restos de los Transformers de la primeras ediciones de Fórum o la comida metálica de los tianguis de piezas, te sientes un scavenger latino, sonido de futuro, pesadilla en Elm Street, la distopía electrónica que hubiera salvado la república socialista de Allende. El Búfalo es un personaje sacado del universo de Amores Perros (no se rían hasta haber leído el libro), aquel lugar, aquel momento era un instante serio en el que nos asomamos al abismo, en los noventa, precipicio de hummus latino y supimos que los Control Machete eran la verdad. Fuera de allí, los dientes quebrados de Pappo y los Prisioneros en aquel engendro llamado Napster.

«Canción Animal. Un último empujón hasta las salinas del su. Giramos por el interior en búsqueda de belleza. Nadie nos espera, nadie nos deseaa. Unas tajadas de carne, agua podrida, agua que se mezcla con la sangre de nuestro rostro, la suciedad de la piel, que se lixivia y acaba TIERRA ADENTRO, MUNDO ABAJO».

Patricio Jara tiene a Rodrigo Fresán de su lado, a Rodrigo Cortés, al César Aira steampunk: sus relatos tienen un punto de extraña unción de la sociedad que nos rodea, occidente es una pasión. Pasión por el monstruo donde vivimos, un monstruo, Tierra o Gaia, que se controla, que controla sus perfiles abisales, la naturaleza que terminará por enojarse. No queda tanto.

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