Fantasías en el Prado: Alberto García-Alix vs Goya (Real Jardín Botánico. CSIC y PhotoESPAÑA)

Hasta el 28 de agosto. En el Jardín Botánico. García-Alix, el hombre que hizo de la tripulación su canto. Que atrapó el alma de Johny Thunders y de Germán Coppini. Alberto García-Alix se sumerge en las obras del museo del Prado y realiza un ejercicio químicamente puro de mezcla.

Canciones de Goya&GarcíaALix
Canciones de GarcíaAlix&Goya

Intoxicación salvaje, como el rostro de García-Alix superpuesto a un felino. Es la postal que me llevo Autorretrato como fiera. No es mi García-Alix, no es el de El Ángel ni el de Ana Curra, no es el de Ray Loriga y el libro Días extraños. Busco en iberlibro y encuentro que la primera edición está por encima de 75 euros. Es una buena herencia para mi hijo. Pero en las páginas del libro está mi letra. Escribo frases rimbombantes, frases que hacen bajar el precio. Subo y bajo del trampolín sin atreverme a lanzarme a la piscina.

Hago unas cuantas fotos de las mismas fotografías. Del montaje sobre el que ha derramado parte de su alma. Volvemos a la química. En Madrid no hay sol que cubra las sombras de la tormenta y sus ángeles tienen aspecto de estar bien alimentados. Los murciélagos que se abalanzan sobre Goya en sus grabados traen hambre atrasada. En la mixtape que preparo he grabado la versión de Nouvelle Vague de «Bela Lugosi´s dead». En el libro del que hablaré más tarde escribe Mariano Esquillor: La mirada de las sombras/vive para ser testigo. García-Alix con un pie en el rostro, como aquella contorsionista que alumbraba una de sus fotografías más impactantes. Girando el rostro. La cara de García-Alix se recorta como un cadáver abierto en su tumba, por sorpresa, enfadado.

Leo «Diez horas con Alberto García-Alix» en los viajes que me llevan y me traen en un tren regional. Mi padre está enfermo. Mi vida está corrupta. Recuerdo el cuero negro de la Rosenvinge en aquel disco fundacional de mi vida. Mi padre se recupera y salimos a pasear por la Plaza San Francisco.

Me detengo en una librería de lance. Encuentro un libro sobre Goya. No es un libro de arte, es un libro de poesía. El libro sale de imprenta el 28 de agosto de 1978. Yo tenía un día. Me siento con mi padre en una terraza. No le hablo del dolor, ni de las sustancias. No le hablo de los meses de pánico, de la tristeza extrema. El silencio es un buen aliado. Como el agua con gas. No le cuento que mis postales de Goya están destrozadas por la ira. Que uso trozos de papel pegajoso de post-it para unirlas. Es Saturno devorando a su hijo.

En el libro escribe José-Antonio García Pérez: Se ha iniciado la danza/unas alas de luz/han quedado en las sombras, quebradas, suspendidas, también escribe Verticales colmillos erizados. /Pupilas afiladas como agujas. /Tiemblan las llamas. /Todos los rostros, agitados, se van distorsionando poco a poco. Tengo sed de veneno. Pero no hablo. Muerdo y espero. Se salvaron otras postales, «El coloso o el pánico». Escribí: El mundo es una mancha en un espejo, como yo soy un brizna de ceniza en la apagada colilla del gigante

Escribe Luciano Gracia: Tu sombra rescatada de la sombra y, también Luciano escribe, sigue escribiendo: Cómo expande en el aire/tus riadas furiosas de monstruos sensoriales. Luego hablaré del plomo y de aquella Quinta. Donde arrancamos furiosos todo lo que había hasta que solo quedó negro bajo las uñas. Hay ciertas sangres de muertos con enjundia, como el vino añejo, cuya sangre es tan oscura que parece negra en vez de roja. Hipercopan, Dolantina y Palfium. Dice Ángel Guinda, muerto en vida: La luz es una ráfaga de ojos. Aquí el retrato número 05. Así lo has apuntado.

 

El gigante guarda entre las grietas de su piel restos de civilizaciones perdidas. Allí donde había agujeros de bala ahora hay minas de pólvora y por donde entró la aguja de la chuta florecen amapolas blancas. Saber que él me contiene a mí y a todo lo que me rodea me produce un descanso parecido al del escitalopram. El incendio de mi cuerpo es como una cerilla que se apaga frente a sus ojos. Aquella foto de tu hermano en la puerta del Rockola. Aquella foto que me cambió la vida.

El coloso traza con sus pies torpes la guía de un poema-río, que aparece y desaparece. García-Alix ha reconstruido el mundo a base de fantasmas. Lo ha repoblado más bien. Ha encontrado hueco entre las personas que, como yo, estamos vacías, caminamos con piel y grasa, más grasa que piel, y músculos adormecidos por la cortisona y cerebros embotados por el recuerdo del tramadol. Entre esos huecos ha situado a sus peones, espíritus elegantes y callados. Reconstruir el mundo a base de silencio y fiemo, Guillermo Gúdel escribe: En el silencio, en la prisión extraña/de un alboroto apenas percibido/miró a su alrededor, vio lo encendido, /entendió la verdad y la patraña>

En la 09, que no es Goya, que no es nada para mí, lo será para Ana, que caminaba entre las paredes y deslizaba el amor por su hijo, Ana que no leerá esto hasta que sea el verano el que le enseñe las hojas marcadas, en la 09 hay mujeres que se mezclan y yo no escucho, porque esta noche tengo compañía. La de Fermín, Fermín Otín que me da el cierre: Los murciélagos vuelan dando giros tenaces;/hay figuras humanas con perfiles rapaces y también habla de Una turba hediendo gesticula y se apiña (seres patibularios de taberna y de riña/con los rostros innobles y un innoble complejo).

Seguí escribiendo, sin permiso: El niño que lo ve por primera vez no siente miedo, porque el titán se está alejando entre la niebla, el niño que ve por primera vez la muerte no siente miedo, porque está alejándose hacia otros cuerpos más apetitosos. Busco la fecha del concierto de Thunders en la Sala En Bruto de Zaragoza. Fue el 15 de noviembre de 1986. Hay grabaciones de la actuación en la red. Si agitas el espejo el retrato puede hacerte parecer otro.

He recortado un fragmento de un libro sobre la psicodelia en España. Allí habla de que García-Alix empezó con el ácido y la fotografía casi a la vez. Si le das una vuelta a la intoxicación con sustancias te darás cuenta que el láudano y el plomo están muy cerca, uno induce la satisfacción natal y el otro la locura que se les exige a los genios.

Me di tres cuartos de hora y la noche me avisa que el tiempo se agota. Ladrones que entran y raptan lo que no quieres. Y se empeñan en devolvértelo. Vuelve el silencio, como escribe Alfonso Zapater: Resplandores de la oscura tiniebla. Yo te siento/pasajero de la luz en el tormento/del dolor que agoniza entre dolores y, también, Zapater escribe: Caminante del sueño luminoso/en el grito sin voz de la conciencia. Tu lo sabes, Francisco, en el reposo.

Duerme mi hijo, duerme mi mujer. La noche está fría, como si no reconociera el verano. Busco lámparas de queroseno, viajo entre el polvo y las paredes en un saco lleno de escrituras. He sido demasiado atrevido al escribir esto esta noche. Yo, que no sé nada de Goya ni de fotografía. Yo que encontré un libro en la enfermedad y sigo enfermo en el silencio. Demasiada bruma para un mundo de prosas y luces.

¿Usted también lo ve, Paco? ¿Y usted, Alberto? ¿Ven los fantasmas haciendo burlas? Hagan como yo, hagan como que no están.

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