Cronolector de tebeos: Días del futuro pasado de la Patrulla-X

Seguimos revisando en Motel Margot alguna de las historias que aparecen -o que no- en el magnífico compendio Marvel Grandes Cómics -100 cómics que crearon un universo-, que ha editado Penguin Random House en su sello DK. Tanto para el neófito como para el que conozca el Universo Marvel resulta una guía imprescindible y muy disfrutable. En este caso la elección sí que coincide con una de las que aparece en el volumen. Este sí que es un clásico ineludible. De nuevo tengo que agradecer a Borja Peinado su amable contribución a esta entrada, sus consejos y correcciones. Hoy recordaremos una de las grandes sagas de la dupla Claremont&Byrne: Días del futuro pasado.

Si quieren, como siempre, unas canciones para acompañar la lectura. Hay apocalipsis y oscuridad, ya se lo advierto.

Si hay un tebeo que me emocionó en mis primeras lecturas fue el primer número de Días del Futuro Pasado. Como tantas otras sagas solo pude hacerme con la primera entrega, el número 4 de la edición de Fórum de la Patrulla-X. Su portada icónica, repetida hasta la saciedad en distintas situaciones, personajes y épocas, mostraba a Logan y Kitty Pride, envejecidos, vestidos de paisano, frente a una pared de ladrillos donde se acumulaban las fotos del resto de sus compañeros de la Patrulla-X con avisos de Ejecutado o Prisionero.

«Algunos años después me pude hacer con un tomito en formato prestigio al módico precio de 525 pesetas en Salou, en una de esas tiendas de playa que vendían desde cubos y palas para hacer castillos de arena, prensa internacional, cromos de fútbol de la temporada venidera como aquellos míticos últimos fichajes que se reservaban para las últimas páginas de los álbumes y permitían actualizar el mercado veraniego antes del comienzo de la temporada, y, por supuesto, tebeos de superhéroes».

Lo normal eran los números sueltos o algunos retapados que la distribuidora montaba con los sobrantes de los ejemplares que no se habían vendido y que eran un atracón de historia y fantasía para un lector adolescentes, pero, por alguna razón aquel verano de 1991, diez años después de su edición original en Estados Unidos y seis años después de su primera aparición en los quioscos españoles, pude por fin leer la historia completa, los dos míticos números, el 141 y el 142 de los X-Men de Chris Claremont y John Byrne, Byrne y Claremont, hacedores supremos de sueños.

La historia, divida en dos entregas, puede resultar hoy inverosímil aún para un tebeo de superhéroes: desde un futuro apocalíptico, donde los mutantes son perseguidos y encerrados en prisiones, despojados de sus poderes por unos collares disruptores, uno de los miembros supervivientes de la Patrulla-X, Kitty Pryde, consigue enviar su consciencia al futuro para, ocupando el cuerpo de su joven yo, impedir el atentado que desencadenará la infernal línea temporal. Las primeras páginas te hacen contener la respiración. Faltaban tres años para el estreno de Terminator y ese mismo año se estrenaba la segunda entrega de Mad-Max. El cine de anticipación nuclear iba a vivir una época dorada en los ochenta, con las bandas de mutantes callejeras, pero estamos hablando de que la edición americana apareció en los primeros meses de 1981, bebiendo Byrne en su estética de la película de culto The Warriors (estrenada en 1979, conocida en España como Los Amos de la noche) y, lógicamente, de las imágenes de los campos de concentración nazis repartidos por toda Europa.

«Que los mutantes estén encerrados en el Bronx no puede ser baladí ni es una casualidad que tras el asesinato del senador Robert Kelly a manos de la Hermandad de Mutantes Diabólicos, un candidato ultraconservador llegue al poder en Estados Unidos en el año orwelliano de 1984, decretando un Acta para el control de mutantes”.

Si la portada del 141 (número 4 de la edición española) es icónica todavía era más impresionante la del número 142, la del 5 de la edición española. El ejemplar que yo tengo es de la segunda edición que editó Fórum al alcanzar la colección Classic X-Men todo el material que había publicado previamente en España principalmente Vértice y Surco, pero sigue resultando impactante: un centinela descargando un rayo de energía desde la palma de su mano y haciendo añicos la aparentemente indestructible estructura corporal, masacrado el adamantium de Lobezno. Para un joven impresionable que todavía creía en los reclamos de las portadas es inolvidable.

Lo mejor de la saga es lo que trascurre en el futuro distópico. La llegada de Kate Pryde al campo de concentración, con las lápidas en el cementerio de sus amigos y enemigos mutantes, Magneto en silla de ruedas como un guiño cruel a su amigo-enemigo Charles Xavier, las canas de Peter Rasputin y dos personajes que hacen su primera aparición: Rachel Summers, la hija de Jean Grey y Scott Summers. En esa línea temporal Jean no tuvo que pedir ayuda a la Fuerza Fénix para volver a entrar en la atmósfera terrestre y tampoco tuvo que recuperarse de sus heridas en un capullo hasta que con la formación de Factor-X se produjera una de las resurrecciones más esperadas de la historia del Universo Marvel. Y, mi favorito de la época, Franklin Richards, el hijo mayor de Reed y Sue, de los Cuatro Fantásticos. El hijo mayor desde la perspectiva de ahora, en aquellos días, el único hijo de los 4 EFE. Lo mejor de aquel futuro, de aquella historia eran los pocos personajes con los que contaban el guionista y el dibujante y que le daban un tono todavía más íntimo y cercano a la narrativa. La historia del presente es un poco más plana y no deja de ser un enfrentamiento más entre los mutantes malos y los buenos.

En el pasado la masacre es completa, la manera en la que los envejecidos restos de la Patrulla-X van cayendo resulta estremecedora. Con el final de la historia parece que la misión de Kate ha resultado un éxito, pero al volver a su tiempo, a su línea temporal, Kate descubre que no ha cambiado nada y que todas las acciones realizadas para protegerla han llevado a la muerte de su familia y amigos, dejando únicamente viva a Raquel Summers. Kate y la Fuerza Fénix hacen un trato para que Rachel viaje con su forma física al presente canon de Marvel y pueda tener una segunda oportunidad. Rachel Summers ha sido un personaje de primera línea en el Universo Marvel desde entonces, añadiendo en su momento un elemento más de confusión al poliedro Scott Summers, Jean Grey, Nathan Summers, Cable e, incluso, Madelyne Pryor (personaje fascinante que los días de confinamiento por el Covid me han permitido recuperar en la inocente, visto con mis ojos de cuarentón, serie Inferno ) que sigue teniendo un halo, un magnetismo inigualable.

«La aparición de Rachel Summers en los dos especiales/anuales de las Guerras Asgardianass, en las que, sin confesar quién es a su padre, el mutante Cíclope, decide vestirse como su madre, con el traje de Fénix, es una de las viñetas más impactantes de otra obra magna dibujada por Barry Windsor-Smith».

A esta línea alternativa se le dio con el tiempo el nombre de Tierra-811 dentro del Multiverso marvelita. Y unos años más tarde se volvió a ella, aunque sin explotarla en exceso como otras líneas temporales -pienso ahora en la Era del Apocalipis, más rica en personajes-, básicamente una miniserie de Lobezno, de bajísima calidad gráfica y narrativa, tres números escritos por John Francis Moore y dibujados por Joen Bennet que actúan a modo de precuela e introducen personajes que no existían en el universo mutante en los ochenta, en una especie de ejercicio de retro continuidad para Júbilo -la mutante saltarina que parecía destinada a ser un dibujo animado- y que daba una cierta explicación a las razones que habían llevado a que Magneto terminara postrado en una silla de ruedas. Todo muy de los noventa y todo para completistas.

También pululó durante algún tiempo Nimrod, el centinela definitivo, que había viajado al pasado al mejor estilo de un Terminator de marca blanca, con capacidad para ser un votante trumpista, de día empleado en una planta de manufacturas y por la noche capturando mutantes díscolos. No será el único de la línea alternativa: Cacharro fue una cabeza mecánica que en los locos años noventa fue un habitual en la colección de Excalibur. Aparentemente servía de receptáculo a la consciencia de Kate Pryde, que se había quedado atrás tras el fracaso de la misión original. Excalibur estaba en aquella época a la altura psicodélica de los Nuevos Vengadores y se permitía casi todo sin exigir una excesiva coherencia narrativa, así que unos cuantos viajes por multiversos y líneas alternativas siempre estaban a la orden del día.

En las mismas páginas de Excalibur, en los números 61 al 67, editados por Fórum en un tomo unitario bajo el título de EXCALIBUR: EL REGRESO DE FÉNIX en mayo de 1994, se explicaba todo el embrollo de mentes, viajes y demás en el número 66, Regreso al presente, con la imponente presencia de Acab, otro oriundo de la Tierra-811, dedicado a educar a los mutantes colaboracionistas y convertirlos en sabuesos cazadores de los miembros de su propia especie. Este paralelismo barato con el nazismo ha sido esquema repetido una y otra vez en la mayor parte de universos de tebeos a la hora de definir futuros de opresión y fascismo. Acab es tan esperpéntico que ni el dibujo de Alan Davis lo salva e imaginando a los genios Claremont&Byrne en los ochenta me niego a creer que hubieran permitido su existencia. Lo mejor de esos números es la aparición de un grupo Coordinación Ejecutiva de la Resistencia (CER) con elementos sacados de la Marvel UK, como Kill Power o miembros de los Caballeros de Pendragón que hacen el papel de apoyo de los héroes trasladados en el tiempo.

Los anuales de 1990 habían servido, cronológicamente, como presentación de Acab. Editados en España por Fórum en forma de Especiales Verano de 1991, la historia comenzaba en los 4 Fantásticos, pasaba a los Nuevos Mutantes y Factor-X para terminar en el especial de la Patrulla-X. Se recuperaba al Franklin Richards adulto y a Rachel Summers culpable por su papel como perro de presa pero el guión tenía más agujeros que un queso gruyere. El verano de 1991 fue una de las épocas en la que mi compra de tebeos empezó a disminuir y no tenía más que alguno de ellos. Creo que fue hace un par de años cuando me hice con uno tomo que recopilaba los cuatro especiales editado por Fórum en su línea de Obras Maestras (que me sirvió para completar la saga de Proyecto Exterminio y que en su último número volvía a reeditar La última cacería de Kraven).

«El trabajo gráfico magnífico de gente como Art Adams o John Bogdanove no salvaban los guiones de Claremont y el matrimonio Simonson, en un batiburrillo de saltos temporales, proyecciones astrales y relaciones materno filiales que ejemplarizan la decadencia literaria de los noventa y el agotamiento de la fórmula de los mutantes y sus historias para dejar espacio a los cuerpos rellenos de nandrolona y las dobles páginas de peleas, además del amasijo de sagas sin trascendencia, con la “Canción del Verdugo” y “El virus del legado” como puntos finales».

Tendría que pasar 15 años. Hasta agosto de 2015, hasta el advenimiento del mesías Hickman, con su sapiencia de fan y sus historias-río, pleno de poderes: con un punto apócrifo, tomando elementos de la continuidad de los hechos originales y añadiéndoles algunos de cosecha propia de los guionistas al introducir el escenario de la Tierra 811 como parte del Mundo de Batalla creado por el Doctor Muerte con restos de distintas dimensiones, épocas, o versiones de héroes y villanos en las Secret Wars del S. XXI. Si bien la lectura tiene un regusto clásico, las licencias que se permite provoca una historia plana y previsible, con demasiados elementos metidos con calzador: descendencia de Kitty y Coloso, momentos que rozan lo incestuoso, aparición de mutantes como Ángel que, claramente, se habían dado por muertos y enterrados en la portada y el número clásico 141… sin alcanzar el estatus de para completistas uno puede vivir sin ellos.

 

La saga tuvo una versión cinematográfica fallida. Exigía un bagaje previo demasiado complejo para poder comprenderla en toda su extensión y profundidad y, además, desarrollaba sobre todo el viaje temporal que evitaba la posible distopía -con una, eso sí, acertada ambientación y desarrollo de alguno de los personajes con ciertas dosis de humor- mientras reducía a la mínima expresión el presente del apocalipsis mutante, realizando un refrito de viajes temporales, paradojas cuánticas y saltos de continuidad con la línea temporal de la franquicia mutante. Este problema se repetiría en todas las entregas para la pantalla grande de la Patrulla-X haciendo que incluso un ávido lector y formado seguidor mutante como yo tengamos serios problemas para discernir el canon, las líneas alternativas, las revisiones y los proyectos aledaños (véase Deadpool o la versión apócrifa del Viejo Logan tras la que se camufla la película de 2017, Logan). No hablaré de Dark Phoenix porque me dan ganas de llorar.

«He de decir que yo, antes de que existieran las figuras Marvel Legends o existiendo las pocas figuras hechas a partir de la serie de Secret Wars, realizaba mis propias representaciones jugables de los personajes de distintos universos con muñequitos de papel, siendo el Marvel, lógicamente uno de ellos era ese escenario».

Disfrutaba con la idea de que los personajes pudieran sufrir una derrota tan absoluta en sus peleas y que sus sacrificios los llevaran incluso a la muerte. El endémico problema de las resurrecciones de personajes o la realización de grandes sagas que no tienen luego importancia en el bagaje vital de los grandes protagonistas hace que las buenas historias prácticamente se tengan que leer por separado y asumiendo que un cambio de guionista o de timón editorial llevará al desprecio absoluto los hechos que tanto te han podido emocionar. Pero son muchos años de historia, es un mal comprensible y que hizo que con la llegada del siguiente siglo los nuevos universos y estoy pensando en la magia de Wildstorm, que ya ha aparecido en este Motel Margot o la línea Ultimate que he comentado hace unas líneas o además de la línea Vértigo de DC, insuflaran un mayor interés al alicaído panorama de los tebeos de superhéroes. Pero esa es otra historia. Una historia diferente. Una historia que tendrá su momento y su lugar. Hoy he querido recordar una de las más impactantes y rompedoras propuestas de la historia de los tebeos. Espero que os haya gustado.

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