José Ángel Esteban. Señales de los rincones de la cultura. Y, por supuesto, hechos reales.

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Grbavica, ahí al lado.


Me fascina la vida de cada día, pero comparada con la guerra, puede parecer aburrida, carente de dramatismo, incluso banal. Pero basta con rascar en la susperficie de la vida cotidiana para que empiece a fluir todo el poder de las emociones humanas, pasadas presentes y futuras.

El futuro es un autobús que se va de excursión. Pero hasta llegar a él primero hay que pagar el billete y ese billete tiene un precio muy alto: la verdad, la verdad entre una madre y una hija en el barrio de Grbavica, en Bosnia, donde la guerra y las huestes de Radovan Karatzic dejaron su huella.

Diez años después de la guerra las cicatrices son profundas, paralizantes. Una de ella atraviesa de lado a lado el corazón de Esma empeñada en conseguir dinero para pagar el viaje de su hija. Sería más fácil conseguir un certificado demostrando que el padre de su hija fue un mártir en la guerra. Pero ella prefiere no remover el pasado del que le es imposible hablar.

Los personajes tienen secretos pero Grabavica, la película no los necesita porque su directora, Jamila Zbanic, no juega a las intrigas, ni a los trucos, ni a las imágenes impactantes, reales. No las necesita, maneja mucho mejor la contención, los límites, los silencios y las dificultades de la protagonista, para construir una historia excelente, muy lejos de los panfletos.

En un mundo de hombres, de uniformes, de tatuajes, de mafias, de música guerrera, la batalla de Esma es contra su propia memoria. La directora firma su primer largometraje aunque se había preparado con vídeos, cortos y documentales: Birthay, por ejemplo, para acercarse a las vidas de dos jóvenes muy similares, uno bosnio, otro croata; Red Rubber, para viajar con mujeres que habían perdido a sus hijos en la guerra; Imágenes desde la esquina,que se detiene en los sufrimientos de una mujer herida de gravedad en la guerra y que soporta estoicamente convertirse en objetivo fotográfico. Aquí se arriesga a que su protagonista la interprete una diva serbia (Mirjana Karanovic, una fija de Emir Kusturica) y que a su lado estén una nueva actriz bosnia y una sólido actor croata. No todo el mundo lo ha entendido, ni lo ha aceptado: en zonas de Serbia no se ha podido estrenar, pero el top manta ha conseguido que se vea.

Ganó en Berlin y va camino del Oscar. Competirá allí con el Volver de Pedro Almodóvar, donde también hay mujeres solas, un padre desaparecido y un secreto.