José Ángel Esteban. Señales de los rincones de la cultura. Y, por supuesto, hechos reales.

Entradas etiquetadas como ‘chabrol’

Un poder de mentira

Dos notas sobre Borrachera de Poder, la película de Claude Chabrol: Vamos a ver, por una parte, de la reciente edición se Cahiers de Cinema /España.

«La materia que sinceramente le interesa al cineasta: el registro analítico de la presencia como máscara de la esencia, el trabajo que permite revelar la fisicidad como la piel equívoca y ambigua de ese organismo complejo y misterioso que una y otra vez se deja tentar por impulsos cuya dinámica propia acaba siempre por dominar a la conciencia».

Por otra parte, del suplemento Culturas/La Vanguardia:

«El cineasta sabe que los contornos del poder suelen ser difusos, pero la materialidad de quien lo ostenta o de quien lo padece es bien palpable. Interesado por los efectos del poder sobre el individuo más que por la naturaleza del poder en sí, el cineasta refleja la corrupción como algo que esta ahí, omnipresente y poco aprensible, claro síntoma de una sociedad viciada. Por eso prefiere centrarse tanto en la la intimidad de la pesquisa judicial como en la propia privacidad de la juez obsesionada por su tarea.»

A la segunda, lo he entendido. Mejor. El retrato que Claude Chabrol hace en Borrachera de poder de una juez rastreando basura de gama se centra, es verdad, en la metamorfosis que sobre las personas provoca esa peculiar embriaguez. Chabrol descuenta la corrupción en el relato y desiste de contarla con detalle: sólo es un magma, una estilo de vida, la forma en la que grandes señores con chaquetas adornadas con la Legión de Honor tomas decisiones, hacen negocios y sentencian: así son las cosas.

Chabrol acepta, pues, que es irrelevante contar bien la corrupción, desmenuzarla de verdad, denunciarla, como si aceptara de paso que la forma mejor o peor de narrarlo fuera estéril para para influir sobre el mundo que la produce. Y se centra, entonces, en la parte más débil, en la jueza que poco a poco se embriaga de poder y consigue cambiar, para mal, únicamente su vida. Para entonces otra forma superior de poder ha acabado con ese estado de irrealidad, con esa ficción que ha vivido sintiéndose tan poderosa.

El verdadero poder liquida, el de la toga sólo es un disfraz. Y el cine un apunte inteligente y sincero sobre todo eso, aún con el cierto desaliño y hasta hastío que desliza el estilo del último Chabrol.

La juez pública, fascinante Isabelle Huppert, armada sólo con su autoridad y unos guantes rojos, es implacable interrogando y ordenado papeles que dan luz a la trama corrupta. La juez privada, aún más fría Isabelle Huppert, fuma y duerme poco, pierde un matrimonio que no le interesa y descubre el sabor del fracaso. Los hombres que mandan fuman grandes puros, ella come regaliz en el juzgado. ¿Y entonces? Que les den, es la última frase de la juez Huppert. Así son las cosas.

Eva Joly era la juez que investigó el caso Elf, una trama de comisiones que en los últimos años del siglo pasado ( hace sólo una década) desajustó la Francia del lujo y la alta política. En 2003 buena parte de sus protagonistas recibieron altas condenas. La juez dejo dicho: «La corrupción es un sistema, no un accidente».