Fue tal el éxito de la película de Akira Kurosawa, que generó una gran cantidad de secuelas en diferentes ámbitos históricos, incluso alguna de ellas se ambientó en la Antigüedad, manteniendo siempre la idea principal, es decir, un grupo de siete guerreros unidos para luchar contra el mal.
Considerada por los usuarios de Filmaffinity como la mejor película de aventuras de la historia del cine, este tributo a la tradición japonesa de los legendarios samuráis, tuvo su principal eco en el lejano oeste, trasladando el siglo XVI japonés a las correrías de los pistoleros. La secuela que vamos a comentar no es tan conocida como Los siete magníficos (John Sturges, 1962), de la que se han hecho incluso remakes, pero está ambientada en el Mundo Antiguo, muchos siglos antes de los samuráis.
7 espartanos (1962) es un péplum italoespañol dirigido por Pedro Lazaga e inspirado en la historia de Kurosawa, aunque ambientado en las luchas de gladiadores. De hecho la traducción al español hace referencia al origen espartano de los protagonistas, pero en la versión original italiana llevaba de título I sette gladiatori o en USA se usó el más impactante Gladiators 7. Como curiosidad, la última película que dirigió el director volvió a valerse del número siete, en 1979 llevó a las pantallas una historia bien distinta ya que no había violencia ni venganza, sino el deseo de enriquecerse en 7 chicas peligrosas.
Lazaga, que posteriormente se convirtió en un director especializado en las comedias nacionales, aquellas protagonizadas por José Luis López Vázquez o Paco Martínez Soria, dirigió su único proyecto de esta temática que en realidad parece ser una continuación de El gladiador invencible, película que habían dirigido Alberto de Martino y Antonio Momplet un año antes, y que estaba protagonizada por el mismo actor, Richard Harrison.
Sin embargo, a diferencia de los samuráis o los vaqueros, en la historia de nuestros «7 magníficos de la Antigüedad» hay que distinguir dos fases secuenciales bien diferenciadas. La primera parte nos lleva de lleno al anfiteatro, con nuestro protagonista luchando por su vida. Darío, de origen espartano, ha sido convertido en gladiador y «condenado» a morir en la arena por provocar la liberación de varios gladiadores. Su destreza como guerrero le salva al enfrentarse a un grupo de galos, pero cuando parece que va a ser ejecutado por los soldados por orden del cónsul de turno, recibe el apoyo del público y logra obtener su libertad para volver a su tierra.
Darío llega a su Esparta natal y es allí cuando comienza la segunda parte de nuestra historia y la que nos enlaza con la historia central de los samurais. Su padre, que formaba parte de los éforos, los magistrados más importantes de Esparta con poder ejecutivo y judicial (ya comentamos sobre ellos en los errores sobre estos magistrados en la película 300), había sido asesinado por el malvado Hiarba (Gérard Tichy), un tirano que desea dominar la ciudad. Darío clama venganza y para ello recurre a seis amigos que, casualmente, todos dominan un arma diferente para completar los siete espartanos y llevar a buen término acabar con el tirano. Uno de ellos es una especie de torero “a la antigua”, lo que parece un guiño del director que completa con una estampida de toros, al más puro estilo de los encierros de San Fermín. También fue parcialmente rodada en España, en localidades como Colmenar Viejo y El Espinar. En la plaza de toros de esta última, se recreó el anfiteatro.
Tampoco puede faltar una historia de amor. Cuando Darío vuelve a Esparta, además del drama de su progenitor, encuentra que la mujer que ama se va a casar contra su voluntad con el malvado tirano. La actriz y modelo italiana Loredana Nusciak fue la encargada de interpretar a su amada Ariane. Según cuenta Rafael España, la que fue Miss Trieste en su juventud, sorprendió en el rodaje en España por su naturalidad al cambiarse de ropa delante de todos, algo que chocaba con la recatada España de los años 60.
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