Muchas han interpretado a la heroína de la Guerra de los Cien Años, aunque estas son, probablemente, dos de sus grandes interpretaciones, sin desmerecer a otros nombres ilustres que también se han puesto los ropajes de la Doncella de Orleans, como Jean Seberg o Ingrid Bergman.
Desde los comienzos del cine, el personaje de Juana de Arco ha atraído sobremanera a los más grandes, nombres como Méliès, DeMille, Victor Fleming o Rossellini han filmado las aventuras (y desventuras) de la joven campesina que echó a los ingleses de Orleans a base de espadazos.
Separadas por 71 años, son dos versiones muy diferentes, tanto técnicamente (una de ella es una versión muda) como a nivel artístico, y también en cuanto a la historia de su vida que relatan. La pasión de Juana de Arco (Carl Theodor Dreyer, 1928) es una de las mejores películas mudas de la historia y probablemente su canto del cisne, ya que un año antes había sorprendido el famoso El cantor de jazz (Alan Crosland), precursor de un nuevo rumbo hacia un lugar donde solo había sitio para el cine sonoro.
Para su película, Dreyer manejó una serie de personajes femeninos importantes para la historia de Francia, como le había solicitado desde la Societé Gererále de Films. Entre ellas se incluía a María Antonieta y Catalina de Médicis junto a Juana de Arco, que fue finalmente su elección personal.
El guión (del propio director danés) se centra en el proceso de su detención y acusación de brujería que terminó con su ejecución en la hoguera. Pero más allá de la anécdota histórica, a Dreyer le interesaba mostrar sobre todo el sufrimiento de Juana, desnudando sus sentimientos. Por eso lo realmente interesante de esta versión es la enorme capacidad expresiva que nos transmite mediante el uso de primeros planos, mostrando más el lado espiritual que el formal, donde incluso prescindió de maquillajes y pelucas (una de las exigencias del director fue que la protagonista se rapase la cabeza). El resultado es una obra maestra con una interpretación de la actriz francesa Maria Falconetti.
La otra versión es la «moderna» de Milla Jovovich, Juana de Arco (Luc Besson, 1999), aunque hay versiones más recientes de las que luego hablaremos. Nada que ver en cuanto a medios y espectacularidad, esta sí que nos muestra a la Juana de Arco guerrera liderando las tropas francesas contra el invasor inglés. Sin embargo el resultado final es mucho más pobre que la versión de 1928, que no logró convencer ni a crítica ni a público, ni siquiera a los académicos franceses, que solo la otorgaron premios de carácter técnico, como sonido y vestuario.
Se puede considerar como una imagen fallida de Juana de Arco, donde en lugar de destacar la valentía y la osadía de la que era una adolescente, nos muestra una Milla Jovovich bastante histérica y por momentos alocada, lo que imaginamos que no era lo que buscaban en el personaje (¿o sí?).
Las otras Juanas
El cortometraje de apenas 10 minutos de Georges Méliès (1900) fue la primera Juana de Arco, pero no fue hasta 1916 cuando Cecil B. DeMille rodó el primer largometraje, con Geraldine Farrar como la liberadora de Orleans.
La triplemente oscarizada Ingrid Bergman, se puso la armadura en la Juana de Arco de Victor Fleming (1948). Pese a estar nominada en esta ocasión no cató premio, aunque la cinta se llevó vestuario y fotografía. En 1954, su marido y director italiano Roberto Rossellini, la dirigió de nuevo en el mismo papel, aunque en realidad eran imágenes de una actuación en directo realizada en 1953 en el Teatro San Carlo de Nápoles.
Santa Juana (Otto Preminger, 1957) fue el debut de Jean Seberg ante un drama demasiado teatral, como no podía ser de otra forma al estar inspirada en una obra del dramaturgo Bernard Shaw.
El proceso de Juana de Arco (Robert Bresson, 1962) con Florence Delay fue todo un éxito artístico, y eso que no contó con artistas profesionales. La propia protagonista, que actuó bajo el seudónimo de Florence Carrez, hizo carrera sobre todo como novelista. Narra la historia del proceso por brujería contra la campesina, como a la versión de Dreyer, por lo que es habitual la comparación. El éxito le llegó en forma de premios, como el Especial del Jurado en Cannes o la Espiga de Oro en Valladolid como mejor película.
En 1994, Jacques Rivette realizó dos versiones divididas por sus procesos históricos, Las batallas y Las prisiones, con Sandrine Bonnaire. En 1999, el mismo año de la versión de Luz Besson, se realizó una miniserie para la televisión de Christian Duguay con la jovencita Leelee Sobieski de protagonista y que contó con actuaciones estelares como la de Peter O’Toole en el papel del obispo que procesó a Juana, Pierre Cauchon, y por el que logró un Emmy (el único de los 13 a los que aspiraba la producción canadiense).
La última versión es de Bruno Dumont en 2019 que, ¡Oh sorpresa!, se titula Juana de Arco. Creo que exageran un poco con la edad de Juana, ya que Lise Leplat Prudhomme solo tenía 12 años cuando interpretó el papel. En el sitio de Orleans debía tener unos 16…
Juana de Arco en La Guerra de los Cien Años
Juana de Arco (1412-1431) aparece durante la Guerra de los Cien Años (que en realidad duró alguno más… ‘La guerra de los 100 años… ¿Cuántos años duró?‘) entre Francia e Inglaterra a principios del siglo XIV. La causa del conflicto fueron las posesiones que tenía el rey de Inglaterra en suelo francés, lo que paradójicamente le convertían en vasallo del rey galo. Pero tras la muerte del último Capeto (Carlos IV) llegó al trono de Francia la dinastía Valois con Felipe IV, primo del rey fallecido. El monarca inglés Eduardo III reclamó su justa legitimidad del trono por parte materna (su madre era hija de Carlos IV). Y así comenzó el lío, con diferentes fases, incluyendo una Ibérica que se mezcló con las luchas entre Pedro I el Cruel y Enrique de Trastámara.
Pero avanzamos un poco, hasta 1428, cuando las tropas inglesas estaban apunto de lograr el triunfo final en la guerra y asediaban Orleans. Fue entonces cuando apareció una joven campesina, Juana de Arco, que afirmó ante el Delfín de Francia (futuro Carlos VII) haber escuchado voces celestiales que le llamaban a liberar Francia de la invasión inglesa. Dado que el Delfín Carlos tampoco tenía muchas opciones, aprovechó el impulso y envió junto a la joven a un ejército para levantar el cerco a la ciudad, cosa que lograron un año después.
Con el ejército francés lleno de entusiasmo (hasta entonces los ingleses les habían dado hasta en el carnet medieval) y liderado por la muchacha, logró avanzar hasta Reims e hizo que Carlos fuera coronado como rey de Francia. Pero Borgoña, con su duque al frente, había sido una fiel aliada de los ingleses y lograron capturar a la pobre Juana a la que acusaron de hereje y quemaron en la hoguera, al parecer sin que (el poco agradecido) Carlos VII hiciera gran cosa por intentar liberarla. Poco tiempo después firmó un tratado con los borgoñones que rompieron su alianza con Inglaterra que desencadenó el final de la guerra favorable a Francia.
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26 octubre 2022 | 4:17 am