Un Mundial 2030 entre calores, dineros y acciones contaminantes (debería mirar más a los ODS y a los derechos humanos)

La concesión de la celebración del Mundial de fútbol 2030 a Portugal, España y Marruecos mereció grandes titulares y comentarios de los medios de comunicación. Vaya mi respeto para quienes lo consideran un hito para su ciudad o país. Sus razones tendrán. En el momento de decidir en qué ciudades españolas corre la pelota mundial habrá peleas entre ellas. Los intereses comerciales, las ayudas o subvenciones de difícil encaje, las opiniones cruzadas entre políticos a favor o en contra rodarán de un campo a otro. Y muchas más cosas que iremos viendo durante este año y el siguiente. Ante ese barullo, nos atrevemos a aportar algunas ideas para el debate sosegado:

Si pensamos en un hito mundial

No es lo mismo que, en un año tan señalado en el calendario (Mundial y para el cumplimiento de los ODS), se magnifique más en cada país la consecución de un título que la evaluación de las metas conseguidas en los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) y Agendas 2030; al menos en los países participantes.

No es lo mismo competir en el Mundial en 2030 que celebrar que en ese año haya habido avances considerables en la metas ODS y crezcan las Agendas 2030 en todo el mundo.

No es lo mismo un mundial en el que las multinacionales que lo patrocinan dedican el 10 % de lo gastado a promocionar el deporte de base y de colectivos con dificultades varias –físicas y mentales- que un mundial sensible solamente a los dineros para los ganadores, los anunciantes o los jefazos de la FIFA.

Si identificamos coste-beneficio social

No es lo mismo jugar al fútbol que jugar con el fútbol. Lo primero lo hacen millones de niños y niñas, también gente de más edad; lo segundo unos cuantos mandatarios que manejan el pelotón que a todos encandila. Más de una vez porque asocian tal o cual equipo al patrimonio patriótico inmaterial.

No es lo mismo un torneo restringido a esos lugares antes mencionados que otro que intenta colonizar las Américas, como este que se dice que antes de llegar por aquí se habrá paseado por Uruguay, Argentina y Paraguay; con el disgusto de Chile.

No es lo mismo un mundial como el de Qatar que celebró posiblemente en construcciones manchadas de explotación que otro en los que prime la consideración de salud de los trabajadores.

No es lo mismo hacer las cosas porque sí que plantearlas para que sirvan a un reequilibrio geoestratégico algo deteriorado entre Marruecos y los dos estados peninsulares.

No son lo mismo los intereses políticos de la FIFA que la resolución de problemas de relación entre países. Hoy casi nadie cree en la diplomacia del ping pon.

No es lo mismo un evento de tanto seguimiento mundial que se implique en resaltar los valores ecológicos de la vida que otro que busque la incitación al consumo de productos de las marcas patrocinadoras.

Si tenemos en cuenta la relación entre gastos e ingresos

No es lo mismo un mundial a pérdidas que otro que supone ganancias dedicadas a la mejora de las desigualdades por las ciudades que pasa.

No es lo mismo un mundial que reparte las pérdidas económicas en los presupuestos de cada país que otro que obliga a que las asuma la FIFA.

No es lo mismo construir campos de fútbol con la excusa del mundial, o solo para el fútbol, que levantar instalaciones deportivas que tengan un valor añadido por su uso posterior, abiertas a clubes pequeños y asociaciones deportivas y sociales.

No es lo mismo emplear los dineros en la relación balompédica entre los vecinos ibéricos que hacerlo para la conexión de alta velocidad entre ellos y con Europa para tener lazos permanentes de la gente.

Si nos atenemos a las previsiones meteorológicas y climáticas

No es lo mismo celebrar un mundial en otoño-invierno-primavera que un torneo en verano en la península Ibérica y Marruecos. Aquí las previsiones de temperatura para entonces. Un grupo de científicos climáticos ha justificado por qué no es lo mismo.

No es lo mismo la práctica saludable del deporte con una temperatura en torno a 25 ºC que soportar los más de 30 ºC corriendo con el consiguiente peligro para la salud de quienes juegan. También de quienes miran o se desplazan desde lejos.

No es lo mismo celebrar dos partidos y ajustar horarios al calor que programar alrededor de 100 encuentros para el Mundial 2030.

No es lo mismo celebrar el mundial en verano en unos campos de juego con autorregulación del aire sin gastos energéticos que otro con asientos refrigerados.

Si consideramos el gran beneficio para la salud física y mental que supone la práctica deportiva

No es lo mismo el fútbol como deporte escolar, desde la primaria hasta la universidad que la cantidad de torneos de todas clases que inundan las relaciones nacionales e internacionales.

No es lo mismo el fútbol adaptado con equipos heterogéneos que la exhibición rutilante de las estrellas balompédicas.

No es lo mismo ser campeones mundiales de fútbol que la muchachada de Campeones, de sueños.

No es lo mismo el equipo de mi pueblo, movido por la afición y costoso económicamente para quienes lo practican, que las “Champions y rechampions” que los dirigentes internacionales –con sueldos estratosféricos-, se inventan en connivencia con los entramados comerciales y políticos.

Si nos fijamos en la contaminación del aire por emisiones de dióxido de carbono y otras partículas

No es lo mismo para buena parte de la ciudadanía se entusiasme con un mundial casi Zero emisiones netas que ignorar la maraña de viajes en avión que dicen van a oscurecer los cielos de medio mundo y contaminar el aire , calentarlo, casi tanto como provocaría alguna erupción volcánica.

No es lo mismo ir caminando al estadio que mover a millones de personas en avión por medio mundo.

No es lo mismo un mundial programado para las apetencias de los anunciantes o posibles transmisiones que otro que busca lo mejor –económico y ambiental- para los futbolistas y quienes acuden a los estadios a verlos.

Si valoramos la necesaria lucha para conseguir la equidad y reducir desigualdades

No es lo mismo conseguir que muchas mujeres y hombres practiquen fútbol que miles de millones de personas se sienten delante de los televisores para entretenerse, y de paso consumir y ser bombardeados por la publicidad de las grandes empresas multinacionales.

No es lo mismo que el mundial sea de hombres que si hubiera sido de chicas. Siempre quedará la duda de cómo hubiera reaccionado el mundo árabe y otros países musulmanes.

No es lo mismo un campeonato que responde a intereses políticos que otro que mira principalmente a los crecimientos éticos – en DD.HH. y contra la discriminación-y haga propaganda de ellos. La misma FIFA lo dice.

No es lo mismo un mundial de fútbol en el que sus protagonistas –incluidos los mandamases de la FIFA que cobran sueldos millonarios- dedicasen el 7 % de sus beneficios a la reparación de las desigualdades de las personas de los países anfitriones que un mundial que solo engorda las carteras de unos cuantos.

No es lo mismo que las noticias del fútbol oscurezcan las mundiales violaciones de los derechos humanos que previamente a cada partido se haga una defensa explícita de los DD.HH.

No es lo mismo la política balompédica que la poliética de las Agendas 2030; aunque sea, incluso mejor que sea, en contextos lúdicos y a la vez comprometidos.

No es lo mismo un mundial que ponga en su ideario constantemente la universalización de los derechos humanos, con actividades coincidentes con los partidos o en otros escenarios de la sede, que otro que soslaye estos temas durante la celebración de la gran contienda mundial.

Nunca debe entenderse que la crítica con las razones expuestas y muchas más es oponerse. Hace falta un estudio profundo de todo lo fundamental y accesorio de los dos eventos mundiales del año 2030. Se nos ocurre que la lucha contra las desigualdades (no deportivas o sí) podría ser la bandera que los una y empuje avances mundiales de los ODS. Quedan 7 años para construir ideario social de lo trascendente, de lo permanente, de aquello que hace más llevadera la vida de la gente que menos cuenta.

Casi nada es lo mismo en el concierto mundial si alguien escucha las palabras del Secretario General de la ONU Antonio Guterres. Un portugués que habla del mundo humanitario y alerta sobre los calores incentivados. Suponemos que no se le verá mucho por los estadios, como no sean los de su país.

No es lo mismo… EL AÑO DE RENDIR CUENTAS DE LOS ODS QUE UN MUNDIAL DE FÚTBOL. ¿O no?

(EFE/ARCHIVO)

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