Por una movilización biodiversa en 2023, tras Montreal COP15, para despejar el horizonte 2030

Parece que alguien de los que mandan en el concierto mundial se ha dado cuenta. Ya no podemos esperar más, y por mucho que hagamos hemos perdido un caudal enorme. La biodiversidad está sumida en un riesgo de limitación tal que no admite cuidados paliativos; es necesaria una política activa. Después de siglos de destrucción, de negación de que vivimos en un mundo sistémico en el que lo realmente importante son las interacciones, parece que se ha construido un STOP que limita la utilización de la biodiversidad sin tasa o la destrucción de sus santuarios. Además se ha acordado una señal de CEDA EL PASO a la supervivencia de enclaves biodiversos excelentes y un PROHIBIDO SIEMPRE a la depredación y al desamparo. Esperemos que estas señales se respeten pasados unos años, sean eficaces y no vaya por ahí cualquier desaprensivo o poderío económico que se las lleva por delante. No es que apostemos por ese paraíso terrenal del que hablaba la Biblia sino de un compromiso universal por salvar lo que queda y restituir lo que se pueda, sin aplicar la energía mental a compromisos idílicos del Neolítico o antes. La acción humana ha escrito historias para no dormir; toca despertarlas.

Por eso, por más que nos pueda la incredulidad expectante debido sin duda a experiencias previas frustrantes, debemos aplaudir el hecho de que se haya concedido a la biodiversidad en general SUJETO DE PLENO DERECHO en la COP15 de Montreal. Hay que decir en voz alta y escribir en todas las cámaras parlamentarias del mundo –estoy pensando en el Consejo de Europa, en el hemiciclo de las Cortes de España y en todos los parlamentos autonómicos- una banda publicitaria de esas de colorines saltarines que se ponen en los estadios que dijese una y otra vez que la clave principal del acuerdo es el compromiso de proteger un tercio del planeta para 2030, el llamado 30×30 (proteger fuertemente el 30% del planeta y restaurar/recuperar un 30% de lo ya degradado por la acción humana), una meta para la que será necesario duplicar la superficie protegida en tierra y cuadruplicar la de los océanos. Que sepan quienes lean esto que cuando los científicos plantearon el reto en la Cumbre del Clima Madrid-Chile  de 2019 solamente Costa Rica dijo un sí rotundo nada más ser enunciado. Imaginemos la gloria mundial que sería lograr el 30x30x30, es decir: todo lo anterior para el año 2030. Por desgracia, ahora apenas quedan espacios vírgenes en la zona boreal (bosques de Canadá y Rusia) y en la ecuatorial (selvas amazónicas y de la cuenca del Congo).

El actor y activista James Cromwell al frente de una protesta en la COP15, en Montreal, el pasado 15 de diciembre. (LA PRESSE)

Pero hay otras muchos enclaves susceptibles de protección severa y comprometida. Entre ellas podemos citar las lagunas costeras y sus entornos del litoral mediterráneo, en especial el Mar Menor, el Delta de l’Ebre, L’Albufera de València, etc., junto con algunos sitios atlánticos como Doñana y otros en la costa gallega. Los enclaves biodiversos del interior no se han librado de los males comunes. Menos mal que el otoño meteorológico ha llegado en su auxilio aportando cuantiosas precipitaciones que han rebajado algo su crítica situación.

Hay que salvar todos esos hábitats donde resisten a duras penas los que se llamas “animales desahuciados”, porque se les echa de sus territorios. La pérdida y degradación del entorno por la acción del hombre es la principal causa de la caída de la biodiversidad, en particular por el cambio en el uso de los suelos para dedicarlos a la agricultura intensiva, a megaproyectos de minería, a la construcción de urbanizaciones y vías de comunicación que fragmentan el territorio. Se calcula que solo en la UE el 32% de los hábitats terrestres están amenazados, y al menos el 18 % de los marinos que engloba o la circundan. Todo eso y más las ha maltratado, especialmente las secuelas del cambio climático, que se ha demostrado que ha sido incentivado por la acción humana. La Organización de Naciones Unidas para la Alimentación, FAO avisa de que de las 6.300 especies de razas ganaderas catalogadas, solamente han pervivido 1.300.

Se dice que la destrucción aniquiladora se incremento de forma exponencial desde 1970, supuestamente con la única finalidad de alimentar al creciente número de personas que poblaban la Tierra. Al paso que llevamos la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN  por sus siglas en inglés) va a tener que actualizar sus libros rojos de especies en peligro porque las listas se hacen kilométricas si contemplamos especies y enclaves). Simplemente en homenaje a las menos numerosas, no queremos pensar que sea su epitafio, incluye a algunas de las últimas que se han incluido en la lista porque se encuentran en peligro crítico: los dugongos (grandes mamíferos marinos herbívoros), los mariscos de abulón y el coral pilar. También las traemos al escaparate biodiverso en riesgo, que cada vez es más grande, porque habrá gente que lea esto que no las conozca y es una buena manera de hacer publicidad de su excepcionalidad vital. Parece que en esta ocasión la UE se ha tomado el problema en serio. Con respecto a lo que pensamos los españoles sobre el tema hay fortalezas, debilidades y demasiados despistes. Quienes deseen saber algo más encontrarán aquí más datos sobre el estado de la diversidad en España, aunque con números de 2019. El posterior estudio de la Fundación BBVA Visión y actitudes hacia los animales en la sociedad española nos deja más o menos bien en nuestras opiniones. Deberemos confirmar si entre el manifestar cariño o respeto y participar de forma activa en la preservación de hábitats y vida no hay distancias significativas.

Cuando Rachel Carson publicaba en 1962 La primavera silenciosa anticipaba que muchos hábitats, ya vulnerables,  iban a entrar en riesgo de desaparición; otros estaban totalmente degradados por los usos del suelo y el empleo de abonos y fitosanitarios tóxicos. Nada entendimos de lo que se adivinaba como la sexta extinción masiva de especies, de lo que cuenta este artículo publicado en Nature. Ya estamos pensando en construir un Arca de Noé III para salvar un poco de la biodiversidad. No será suficiente con el Arca de Noé II de la isla de Spitsbergen del archipiélago noruego de Svalbard, que guarda el Banco mundial de semillas.

¿Llegaremos a tiempo? Si se quiere se puede.

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