No es todavía una tendencia consolidada, un icono social en la redes pero démosle tiempo. Aquí va la justificación. De vez en cuando hay que lanzar a la Red, también hablar en casa, cuestiones de la vida que pasan desapercibidas y, sin embargo, tienen una alta trascendencia, en este caso en el cambio climático, del que tanto se habla este mes. Es lo que le sucede al fitoplancton. Es posible que no sea una estrella porque sus componentes son diminutos, porque parece que hay muchos o porque no se asoman a menudo a nuestra comida ni se exhiben en las grandes superficies. En realidad, este olvido lo arrastran otros muchos seres vivos tremendamente útiles para la biodiversidad, y para nosotros, como las mariposas, los gusanos, los hongos o líquenes, y un largo etcétera que tampoco tienen mucha prevalencia en Internet social. Pero sepamos que ya Julio Verne habló de mares fosforescentes en sus 20.000 leguas de viaje submarino. Las causantes de todo eso que imaginaba el escritor francés son unas bacterias (Vibrio harveyi) que forman parte del fitoplancton y que ahora iluminan ese mar de ardora, del que National Geographic nos ilustra mucho y bien.
Dejen por un momento sus preocupaciones cotidianas y busquen en Youtube o donde sea la atractiva imagen de la luminiscencia, que tan presente está en la naturaleza aunque nos pase desapercibida. Acrecienten su interés por el fitoplancton. Si descomponen la palabra en sus dos partes hallarán claves de vida. Algo así le sucedió a otra gente, como a la bióloga Penny Clishom que vino a recordarnos que el fitoplancton, que ya estuvo en el origen de la vida, es algo así como “el microorganismo que hace funcionar el planeta en secreto”. Utilicen esta excusa para hablar con sus amistades de la importancia de la biodiversidad, porque forma parte de la cultura básica universal que se exhibe en la vida cotidiana. Coméntenlo en sus circuitos.
Asómbrense al descubrir, o confirmar quienes ya sean sabedores, que los bosques, los grandes y frondosos árboles de selvas y taigas, no están solos en su lucha contra la contaminación del aire y el consiguiente cambio climático. Los diminutos que forman el fitoplancton –que vive no lejos de la superficie del mar- les ayudan, y mucho, en el complejo proceso de la fotosíntesis, que sin entrar en detalles complejos de entender y simplificando quizás exageradamente, es la fábrica donde desaparece el dióxido de carbono y se elabora el tan anhelado oxígeno que facilita la vida. Tanto que se puede afirmar, lo recoge bien National Geographic, que el verdadero pulmón del planeta está en los océanos, pues producen entre el 50 % y 85 % del oxígeno liberado al aire. Aunque habrá que resaltar que el fitoplancton es un fabricante de oxígeno muy lento; además tiene muchos depredadores, no solamente las ballenas que tragan cada día millones de cianobacterias y demás componentes del plancton.
En el mar casi todo asombra. Ese bosque marino de fitoplancton que parece invisible tiene que ver también con el color del mar. De hecho muchos científicos opinan que eso va a cambiar de tonalidad. La contaminación marina va en aumento y acabará con una parte del fitoplancton –que lleva disminuyendo ya hace un siglo-, lo cual provocará un cambio en la coloración de las aguas de océanos y mares. El plancton que alimenta al mundo está en riesgo, a pesar de constituir el universo más rico de consumidores primarios que sostiene la cadena alimenticia. Sin embargo, ¿sabían que está de moda en la alta cocina? Ya ha obtenido el certificado alimentario de la Unión Europea. De hecho, figura en platos exquisitos de restaurantes afamados porque sus minerales esenciales (hierro, fósforo, calcio, magnesio, yodo) y por su alto contenido en ácidos grasos ricos en Omega 3 y 6, antioxidantes y vitaminas B12, C y E. ¿Quién iba a decirlo? Aunque ya lo habían apreciado hace tiempo todas las criaturas marinas que ingieren sus diminutos seres.
Los científicos hablan de que cada año desaparece en torno al 1%, que ha podido disminuir en torno al 40 % en el Hemisferio norte desde 1950; mal asunto para la biodiversidad. Seguro que ahora también se ve amenazado por los microplásticos que inundan todas las aguas marinas. Pero también hemos leído recientemente noticias positivas: parece que el fitoplancton ártico puede resistir al cambio climático tras una rápida evolución que le permite aguantar temperaturas más elevadas.
¿A que merecía la pena hablar del fitoplancton y lanzarlo a las redes para que llegue a ser pronto trending topic? La trascendencia para la vida –sea en forma real o imaginada- no se debe medir por el tamaño de los seres, sino por el servicio que prestan, en este caso su influencia en los mares y en la purificación del aire global. Anotemos esta idea y démosle curso cibernético si de verdad queremos llegar en aceptables condiciones al año 2030 y siguientes, si aspiramos a conquistar esa cima imaginaria de la que aquí hablamos constantemente.