En demasiadas ocasiones, porque no nos afecta o incomoda, lo evidente se hace imperceptible. Sucede a menudo con la pobreza. En su dimensión, múltiple y concreta, se combinan dos interrogantes básicos sobre los que nos gustaría decir algo.
Uno el hecho de que no sea natural; de que al ser creada por los seres humanos pueda ser revertida, ser erradicada por ellos mismos. Así se expresaba el Nobel sudafricano Nelson Mandela.
El otro habla de que no son más pobres quienes tienen poco, sino aquellos que desean más y más y nunca les alcanza, que decía José Mújica, el expresidente de Uruguay. Reversibilidad y percepción son dos claves en el ADN de los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Conseguir el fin de la pobreza, es el que podría ser más determinante, y por algo se habrá colocado en el primer lugar, como si su erradicación fuera el ADN de los ODS. No hay que desdeñar la relación consustancial que tiene con los demás.
Uno el hecho de que no sea natural; de que al ser creada por los seres humanos pueda ser revertida, ser erradicada por ellos mismos. Así se expresaba el Nobel sudafricano Nelson Mandela.
El otro habla de que no son más pobres quienes tienen poco, sino aquellos que desean más y más y nunca les alcanza, que decía José Mújica, el expresidente de Uruguay. Reversibilidad y percepción son dos claves en el ADN de los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Conseguir el fin de la pobreza, es el que podría ser más determinante, y por algo se habrá colocado en el primer lugar, como si su erradicación fuera el ADN de los ODS. No hay que desdeñar la relación consustancial que tiene con los demás. Repasémosla. Acaso el fin de la pobreza (Ob. 1) consiga reducir el hambre a cero (Ob.2) y sea un exponente de salud y bienestar general (3) como lo será que todos los niños y jóvenes disfruten de educación de calidad (4), que la misma eliminación de la pobreza sea visible independientemente del género (5).
Sin duda, el acceso universal al agua y saneamiento (6) será otro indicador más, como el disfrute de energía sostenible y no contaminante (7), el derecho a un trabajo digno (8) o la reducción de las desigualdades (10). En este deseado escenario, las ciudades y comunidades serían sostenibles (11), sus habitantes disfrutarían de una producción y consumo responsables (12). Todo en el contexto de una permanente acción ante la crisis del clima (13), en búsqueda de la paz, justicia e instituciones sólidas (16) que son resultado de alianzas para hacer realidad esos objetivos (17).
Por eso, nos gusta el título del último informe del Banco Mundial sobre la pobreza. Es del año 2018 y muestra en su portada todo un mensaje de acción ética, Juntando el rompecabezas de la pobreza, dentro del genérico “Pobreza y solidaridad compartida”.
Seguro que casi todas las personas nos adheriríamos al deseo manifestado en el ODS 1: Fin de la pobreza. Pero el camino hacia el será largo y difícil. No estaría de más conocer las causas.
Avergüenza a cualquier ciudadano leer que UNICEF asegura que España soporta las cotas más altas de pobreza infantil entre los países industrializados.
No debemos descuidarnos en conseguir la pobreza cero; mucha gente lucha ya por ello. ¿Algo podrá hacer después de leer esto? Al menos no se le hará imperceptible de ahora en adelante –caso de que así sucediese-, y le ayudará a pensar si la pobreza es algo natural o siempre son más pobres los que tienen menos. En cualquier caso, el asunto no debe figurar en el ADN de la especie.
Y no lo olviden: sientan mucho mejor, a cuerpo y espíritu, la pobreza y la solidaridad compartidas. Hasta el Banco Mundial nos lo dice.
Dos mujeres buscan comida en un contenedor de basuras en Madrid. (JORGE PARÍS)