¿Qué palabras sirven para contar algo como lo de hoy?
Aquí, bajo la muralla china, Samuel Sánchez acaba de estrenar el medallero español y no con cualquier cosa, con una chapa dorada.
Es una medalla, pero en realidad cuentan como cinco: el equipo español de ciclismo ha funcionado durante toda la semana como una familia y como una máquina estas últimas horas.
Nada más terminar la prueba, las anécdotas han ido surgiendo, una tras otra. Los primeros en felicitar a Samuel han sido sus familiares, y luego ha llegado el turno oficial: el presidente Zapatero y el Rey Juan Carlos.
«Te llama el Rey», le decía al oro olímpico el Secretario de Estado para el Deporte, Jaime Lissaveztky. Pero Samuel no podía atenderle y Jaime le ha terminado pasando el teléfono a un miembro del equipo, con Su Majestad esperando al otro lado de la línea. Vaya escena.
Después ha llegado Carlos Sastre, cansado pero radiante. «¡Qué lujazo de carrera! A falta de dos vueltas, he preguntado a todos cómo iban. Alejandro y Samu decían que muy bien y Alberto que así así, y le he dicho a Samuel que lo intentara. A por ellos. Y ha ganado. Cojonudo».
Increíble ver al ganador del Tour de Francia actuando de gregario . Su veteranía le ha convertido en el jefe, dirigiendo a sus compañeros y consolando a Andy Schleck, su aliado en el CSC, rival ayer. «Niño, no estés mal, no pasa nada», le decía en meta, después de que el luxemburgués se haya quedado sin medalla en el último metro.
La ceremonia de medallas llegó después, corta y sobria pero emocionante, con Samuel dirigiendo sus ojos al cielo, mientras las lágrimas tomaban el camino inverso. Y al fondo, la Muralla, seria y firme, decorando el gran día de un gran ciclista.