Por Vicky
Soy de las personas que disfrutan haciendo regalos a los demás, tanto que me ilusiono más que recibirlos. Así que cada año me vuelvo eufórica con la llegada de la Navidad, porque es la época por excelencia para que recaiga en este vicio amén de que mi cuenta bancaria me lo perdone.
Sin embargo, gente como yo que viene de fuera y que siempre se encuentra con el corazón partido como mínimo en dos partes muy alejadas entre sí, a veces se encuentra con pequeños impedimentos. Y es que la gran pregunta del qué regalar suele ir acompañada del plazo que uno dispone para pensar o encontrar ese regalo, es decir depende del cuándo.
Antes en mi tierra plantearme esta pregunta carecía de sentido pero… ¿en España qué hago? ¿Espero hasta el día de los Reyes Magos o intercambio regalos con mis seres queridos en Navidad con el pretexto de Papá Noel?
En Grecia también hay un matiz respecto al reparto de los regalos. Coincidimos en que los trae un abuelito muy amable y de gran tamaño pero la tradición dice que se llama San Basilio y que viene a visitarnos el 1 de enero, mientras que la cultura popular argumenta que se trata del mismo señor que Coca-Cola ha rebautizado como Santa Claus y aparece en la madrugada de la Nochebuena.
La diferencia de una semana no preocupó demasiado a los griegos y la mayoría intercambia sus regalos en Nochebuena, ya que para el Año Nuevo se ha guardado la cara B de la tradición, que consiste en preparar lo que sería el ‘roscón’ de San Basilio.
Con la huida de compañeros de trabajo y de amigos a sus tierras particulares o el cierre por vacaciones se organizan muchas comidas y cenas de Navidad, que siempre he considerado un momento ideal para intercambiar regalos. Pero con los años he descubierto que no todos están de acuerdo. El CIS parece confirmar mi observación diciendo que más de la mitad de los hogares españoles piden sus regalos a los Reyes Magos, aunque cada vez la tendencia de Papá Noel viene con más fuerza.
En realidad, la costumbre de hacer regalos es algo que la gente hacía desde el Imperio Romano (tal vez antes) y se celebraba alrededor del solsticio de invierno. La historia, la religión y la cultura popular han ido modificando el detalle y el cuento alrededor de la emoción de este acto, aunque en esencia es lo mismo.
Si se trata de modernizar las tradiciones, no debería extrañar que se hagan pactos entre familia y conocidos para celebrar la ocasión por más incomodidad que cause. El otro día recibí lo que prefiero llamar ‘los primeros regalos’ porque sé que en unas semanas habrá más. Es quizás un truco par alargar la ilusión y la magia, aunque esta al igual que los líquidos o la comida acabe en excesos.