El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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Si ofreces algo de comer a un niño, pregunta antes a los padres

Niño golosinasEstoy convencido que como padre o madre estás relativamente acostumbrado a que por distintos motivos les ofrezcan comida a tus hijos, me refiero a cuando tus hijos son especialmente pequeños, ya sea desde que los paseas en silleta o cochecito o hasta que tienen 10 y pocos años más.

Las ocasiones pueden ser diversas, desde la visita a casa de un conocido o familiar, un cumpleaños al que es invitado tu pequeño o hasto lo no poco frecuente de cuando se va a la compra con ellos o incluso de tiendas.

En no pocas de esas circunstancias, al menos por mi experiencia vivida y observada, quienes sea, un familiar, la dependienta de una tienda, el tendero de un puesto en el mercado, etcétera suelen ofrecen a los más pequeños algo de comer, normalmente golosinas o caramelos, con los que ganarse el afecto del pequeño (casi seguro) y, de rebote, se supone que el tuyo.

En la gran mayoría de los casos estas personas se dirigen directamente al más pequeño tras una breve alabanza a su aspecto, saltándose a la torera la “cadena de mando”Ay que niña más guapa… ¿quieres, bonita? mientras tienden una cajita llena de chocolatinas, caramelos, gominolas, piruletas, etcétera.

En estas circunstancias mi respuesta suele ser un sonoro carraspeo. Con él, consigo captar la atención del amable oferente que me mira, primero extrañado, como preguntándose qué puede estar haciendo mal… y al final suelen caer en la cuenta y es entonces cuando preguntan a los padres: «¿puedo ofrecerle esto a las niñas?»

Mi respuesta en esas circunstancias, haciendo buena la concisa y muy recomendable máxima de Julio Basulto al respecto, (“no negar, no ofrecer”) suele ser asentir. No de muy buena gana, todo hay que decirlo.

En sentido contrario, lo que sí agradezco infinitamente más, es que en voz queda y sin que las peques se den cuenta, me pregunten de antemano si pueden ofrecerles esto o aquello. Si la oferta no me parece la más adecuada (las sempiternas chuches) mi respuesta suele consistir en preguntar educadamente si no tiene otra cosa. Por ejemplo, si estoy en el mercado (algo bastante habitual) si no tiene una fina loncha de queso o de jamón, o una gamba cocida, o un gajo de naranja. Suele dar bastante buen resultado. Eso cuando hay ocasión, que suelen ser las menos (conforme pasa el tiempo ya me van conociendo y eso facilita las cosas). Lo que es difícil de asumir es lo que me pasaba hace unos años, que en un día de mercado con las nenas, estas se volvían a casa con dos piruletas, 5 sugus y un puñado de gominolas. Así no.

El colmo de la exquisitez me ocurrió el otro día cuando en un puesto nuevo que nunca había visitado, la verdulera se dirigió a mí y me preguntó: ¿puedo ofrecerle a la niña una mandarina? Casi me echo a llorar de emoción. Claro que sí, le respondí… pero la niña, va y no quiso; entonces me mira la mujer y me dice: ¿entonces puedo una fresa? Joer, casi le compro el puesto. La fresa sí que quiso la niña. A pesar de no ser temporada hay que reconocer que aquella fresa lucía y olía de maravilla.

Más allá de la idoneidad nutricional de mantener dopados a nuestros hijos con golosinas y demás, está el tema de ¿y si el niño es alérgico / intolerante a algo que le ofrecen? porque esa es otra.

En fin, sea como sea, mi opinión es que si en un momento dado ejerces de oferente quedas fenomenal si preguntas a los padres antes de ofrecer nada a un niño. Además de amable, quedarás como una persona responsable. Y si ejerces de padre/madre no dejes de mostrar tu interés para que estos ofrecimientos se hagan como deben de hacerse, es decir, pasando por la “cadena de mando”.

Quizá no sea la solución definitiva, eso seguro, pero ayudará a que entre todos tengamos una mejor conciencia nutricional.

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Imagen: Raktim Chatterjee vía freedigitalphotos.net

Adoctrinamiento en la «cultura» del refresco

 Iamnee (freedigitalphotos.net)

Iamnee (freedigitalphotos.net)

No diré que me parece mal, de verdad, ni mucho menos. Pero déjame que te explique un tema que llevo clavado en el alma de dietista-nutricionista desde que me la contaron. El tema va de las salidas culturales de nuestros hijos en el colegio.

Considero que la oferta de estas salidas «culturales» ha de ser diversificada con el fin de ofrecer a nuestros hijos una amplia perspectiva y desde diversos ángulos de la realidad en la que vivimos: visitar un museo, acudir al teatro, una excursión a un parque natural y, porqué no, también las visitas a distintas empresas que elaboran no importa qué producto, servicio o bien de consumo… son los ejemplos más frecuentes.

Todo bien mientras la actividad tenga un contexto y no se haga lo contrario, valga la redundancia al descontextualizarla tal y como me cuenta que sucedió un buen amigo en el cole de su hija de 14 años. Llevaron a toda la clase a visitar las instalaciones de una conocidísima marca de refrescos, en especial de cola. La profesora, diligente en su tarea, propuso al alumnado que fuese preparando con antelación preguntas para poder hacer a los responsables de la empresa en cuestión. Y resulta que la hija de mi amigo, no podía ser otra, les preguntó que cuánto azúcar llevaba una lata de los conocidos refrescos de cola. El responsable con más soltura que un campeón de mus le contestó sin pestañear que un sobre.

Claro, un sobre, quizá se le olvidó decir el tamaño. Lo digo porque sobres hay muchos, están los de cafetería (lo normal de 8g de azúcar), están los de Bárcenas, que por lo que dicen eran bastante abultados, etcétera: un sobre, y todos tan contentos.

Si el tramposo, fullero y sibilino empleado de la empresa de refrescos hubiera sido más justo debería haber dicho que la cantidad de azúcar en un refresco de cola es similar a la contenida en un hipotético sobre equivalente a cinco veces aquellos típicos de las cafeterías. Y si hubiera sido más preciso podría haber dicho que unos 39 gramos, pero claro, a los chavales de 14 años es mejor hablarles en unidades de «sobre» en especial si te callas los posibles prefijos: decasobre, kilosobre, etcétera. Pero la cosa no acaba aquí.

Una vez en el colegio la profesora les hizo hacer una redacción y, posteriormente un examen que contenía preguntas de la visita. Nada objetable hasta cierto punto porque de esta forma también se controla quién está en la salida cultural y quién está de excursión, que no es lo mismo. Como digo nada malo salvo por una de las preguntas ¿cuál era la composición de esos refrescos de cola tan conocidos? Ya ves, en vez de enseñar, mostrar y hacer hincapié en otras cuestiones sin importancia (léase cualquier cuestión de historia, biología, etcétera) había que saberse la composición de marras.

Si me hubiera caído a mí la preguntita le hubiera respondido que, como todo el mundo sabe, esa fórmula es secreta y que de saberla y decírsela, probablemente alguien vendría a matarla a continuación. Y que me suspenda si tiene…

Me despido, no sin antes preguntarme si se podría llegar a conocer la proporción de estas “salidas culturales” en los colegios españoles (y también en las universidades) que se llevan a cabo en empresas multinacionales cuyos productos alimenticios no están precisamente en la base de la pirámide de la alimentación saludable, me refiero a empresas que elaboran refrescos como el ejemplo de hoy, pero también a otras, como las que producen hamburguesas, pizzas, chocolatinas, snacks salados, etcétera. Y ya, por preguntar que no quede, si estas empresas compensan de algún modo al colegio (o universidad) en cuestión que les visita o bien si les facilita la asistencia poniendo a su disposición autobuses o medios de desplazamiento… Porque entonces ya, si a esto le sumamos la conducta de la profesora de este post habría que cambiar la palabra “adoctrinamiento” del título de este post por palabras aun más duras.

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Nota: Tengo que agradecer a ese buen amigo del que hablaba la historia para este post, pero por cuestiones prácticas hoy será mejor que no este tipo de alusiones directas. Él ya sabe. Y todos tan contentos.

Crudívoros: cuando la dieta condiciona la custodia de los hijos

stockimages (freedigitalphotos)

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Polémico como pocos es el caso que hoy os traigo y del que hace unos días se hacía eco Mikel López Iturriaga (@mikeliturriaga) en el magnífico blog “El Comidista

Resulta que en Holanda los servicios sociales se han movilizado para estudiar la posibilidad de quitarle a una madre la custodia de su hijo. Este no es un bebé precisamente, tiene 15 años, y la polémica reside en que al parecer los valores medios indicadores del desarrollo del chaval están muy por debajo de que se suponen adecuados para su edad. Todo ello sin olvidar un importante detalle, que la madre sigue y le impone a su hijo (habría que saber hasta que punto hay tal imposición) el seguimiento de un estricto patrón de alimentación crudívoro.

Ya solo por su nombre creo que es fácil sospechar cuáles son las características del crudivorismo, pero merece la pena acláralo por si acaso. Se trata de que todo lo que se coma esté crudo, pero no vale cualquier cosa, ese todo alude en la mayor parte de los casos de crudivorismo a alimentos de origen vegetal. Es decir, el crudivorismo sería una vertiente del vegetarianismo estricto, o veganismo, en la que se come todo crudo, sin cocinar. Así, con frecuencia, se termina por aludir a esta opción dietética como crudivegetarianismo.

Y el tema es polémico. De hecho esta cuestión mantiene desde hace no poco tiempo a la opinión pública holandesa dividida entre quienes defienden a esta madre y quienes la cuestionan o incluso censuran.

La cosa estaría bien clara si se pudiera demostrar una negligencia de la madre en el cuidado de su hijo o si pudiera quedar patente de forma clara un perjuicio que inequívocamente pudiera ser atribuido a este tipo de dieta. Hay quien dice que sí, y para ello esgrimen los raquíticos valores antropométricos del chaval (Tom Watkins) para dar fe de ello. Sin embargo, otras opiniones ponen de manifiesto que aun en el caso que fueran constatables estos perjuicios sobre la salud de Tom, porqué el estado habría de intervenir sólo en este caso y no en aquellos otros, mucho más frecuente, en el que los padres aportan toda la infraestructura alimentaria para que sus hijos terminen siendo obesos. ¿Acaso no serían los casos de obesidad infantil un ejemplo habitual de una palpable negligencia con importantes riesgos sobre la salud de los hijos? ¿no deberían entonces intervenir también los servicios sociales?

Toda esta cuestión ha tenido una importante repercusión mediática ya que con este tema como principal hilo conductor se han realizado dos documentales que han sido emitidos en la televisión holandesa: Raw, y su secuela Rawer (“Crudo” y “Más crudo” o “Tendente a lo crudo”, depende ya que se le puede dar los dos sentidos).

Como digo el tema se presta al debate ya que la Academy of Nutrition and Dietetics, antes American Dietetic Association, defiende que las dietas estrictamente vegetarianas bien planificadas pueden ser nutricionalmente adecuadas, tal y como yo coincido en apuntar… cuando están bien planificadas. Sin embargo, con no poca frecuencia quienes terminan eligiendo estas opciones dietéticas tienen al mismo tiempo otra serie de ideas delirantes muy poco ortodoxas que no son nada recomendables. Para que te hagas una idea de lo que comento puedes escuchar este podcast de “No es un día cualquiera” de RNE en un debate sobre estas cuestiones en el que tuve el placer de participar este verano.

Y en cierta medida estas cuestiones más o menos extravagantes, más allá del vegetarianismo, también están presentes en el caso de esta madre y su hijo. Por ejemplo, la madre considera que consumir alimentos animales o cocinados es algo malo para la salud; al mismo tiempo opina que el pescado está plagado de mercurio y su consumo es causa de esquizofrenia; además de asociar su práctica diaria a las desustanciadas propuestas de algunos gurús de este mundillo como David Wolf.

Así pues el tema es controvertido. Tienes los comentarios a tu disposición para comentar lo que quieras, pero más especialmente hoy para que me digas qué te parece esta cuestión ¿deben los servicios sociales intervenir en este caso concreto; deberían intervenir en aquellos casos contrarios de obesidad?

Para que conozcas un poco mejor el caso te dejo con una introducción del último de los documentales mencionados.

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Niños y ketchup: ¿una batalla perdida de antemano o una buena solución?

ketchupA raíz de la entrada del otro día en el que describía el bizarro asunto de aquella señora que promociona un sistema adelgazante consistente en rociar el entorno de las comidas más tentadoras con un espray pestilente (y de esa forma terminar por abortar todo intento de comérselas), algunos comentarios juguetearon con esta idea de los olores y aromas pero, esta vez, con una aplicación más positiva. Planteaban si sería posible idear y crear un spray que en vez de provocar el rechazo a un alimento facilitara su consumo.

Sobre el papel este tema puede tener su enjundia. Imagínate, que resulta que a alguien no le gusta y le cuesta comer… lo que sea, pero que al mismo tiempo se ve en la “obligación” de comerlo ya que es muy “sano” y conveniente comerlo. Pues ¡zasca! rociada con el spray aromatizado a lo que sea (rico y agradable) y asunto arreglado. Paradigma de esta situación es la de nuestros hijos y el ejemplo típico de las verduras, el pescado… ¿que resulta que no les gusta y no quieren comer brócoli? pues nada, buena chorretada de spray de chocolate por encima y a correr… ¿Qué no hay forma de que se coman esa maravillosa merluza a la romana que has preparado? no hay problema, chufletada de espray con aroma de algodón de azúcar y todos contentos… ¿no?

Pues no. Al menos un servidor no piensa así. No digo que este tipo de espray no terminara por triunfar desde un punto de vista comercial, creo muy posible que tuvieran un notable éxito. Lamentablemente, no lo puedo negar. Pero mi rechazo para darle el visto bueno al espray como tal se debería a que no me parecería una adecuada herramienta para educar a nuestros hijos. Al igual que tampoco me lo parece ese otro tipo de conducta parental consistente en servir o permitir acompañar la comida de los más pequeños con cantidades industriales de la salsa de turno más persistente, lo más típico, ketchup. Aunque hay muchas otras posibilidades, mayonesas, salsa rosa y hasta, pásmate, Nocilla (sí, eso lo he visto yo con estos ojitos míos: Nocilla con alcachofas, y en ese orden más que en el contrario)

Volviendo al tema del aerosol perfumante, como digo, creo que podría llegar a triunfar pero seguiría siendo tan mala estrategia como la del ketchup. Conste que no tengo nada en contra de este alimento, siempre que ocupe su sitio y no se descontextualice su uso. Es más, el ketchup me gusta y no poco… pero solo cuando es “del bueno”.

La varita mágica para que el nene se coma lo que “se tiene” que comer

Además, como habrán podido comprobar muchos papás y mamás, hay veces que ni con el ketchup “el nene” se termina por comer lo que los padres quieren que se coma. Así, resulta, que la presunta “varita mágica” no lo es tanto y falla más que una escopeta de feria. En realidad no hay “varitas mágicas” en este asunto de que los niños coman. Bueno sí que las hay, pero no se pueden poner encima de un plato o guardar en el frigo o en la despensa. Esas varitas mágicas a la que me refiero se llaman amor y buen hacer. Buen hacer para dedicar tiempo a la cocina, para comer lo mismo que los niños comen, para comer con ellos, para involucrarles a la menor oportunidad en los procesos de planificar el menú, comprar los ingredientes, cocinar… Y amor, mucho amor para, dentro de una adecuada oferta saludable de alimentos dejarles decidir qué comer y qué no (creo que a estas alturas sería conveniente que le eches un vistazo a la entrada: “¿Que tu hijo come de todo? No te preocupes, ya cambiará”). Con respecto a los alimentos menos recomendables, eso sí, estaría muy bien que siguieras la fantástica máxima de Julio Basultono ofrecer, no negar” localizada en el libro “Se me hace bola”. Es decir, no dárselos habitualmente, pero tampoco ser tan fundamentalista como para quitárselos de las manos si ya han caído en ellas.

Por cierto, ya que estamos, y antes de despedirme déjame que te anuncie el título de la próxima entrada, para que veas que nada más alejado de mi intención el criminalizar el uso del ketchup. El próximo post tendrá por título: “Ketchup Heinz: para algo que me gustaba de McDonalds, va y lo quita”.

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Imagen: Grant Cochrane vía freedigitalphotos.net

Comer mal es casi gratis y educar mal, muy barato

Ya he comentado en varias ocasiones que cuando hay más dificultades económicas se suele comer peor. Con peor me refiero a mal, no a menos. ¿Quieres pruebas?

De un aire me quedé el otro día cuando entré en un supermercado y, a la entrada, había una mesa con diversos productos de bollería industrial al precio de 1 euro. Por este precio, y en diversos formatos, se podía adquirir 4 unidades de una amplia gama de bollería industrial que iba desde los conocidos bollos con agujero a napolitanas, palmeras, etcétera, todo ello con o sin chocolate.

Bollería industrial

El mostrador estaba puesto a la entrada al lado de las cajas para pagar y no es que resultara difícil no ver los bollos, es que había que tener una cintura entrenada para poder esquivar y salvar el consabido mostrador. A ver… 0,25€ por un bollo de tamaño considerable es un precio de risa con lo que nada o casi nada puede competir. Así, no es de extrañar que una familia en apuros termine por recurrir con mayor facilidad a este tipo de soluciones tan baratas y tan poco recomendables. Al final un bocata de jamón además de más caro termina siendo más “incómodo” de preparar… y quien dice esto, dice una fruta, un lácteo… Por no hablar de lo bien que “que te merienda” un niño cuando le das estas “delicias” de supermercado y de los contentos que se quedan algunos padres (= mamás y papás, ambos)

Así pues, en las decisiones que terminan por hacernos escoger los alimentos intervienen muchísimos factores y qué duda cabe que los económicos tienen un peso importante… y que jugar en el segmento que juegan los dónuts es prácticamente imposible. Y quien dice la bollería industrial dice las grandes empresas de comida basura rápida, entre otros. Pero hay otro elemento importante, que es la educación y las presiones del medio para que nos “eduquemos” en una realidad y no en otra. Me explico.

El otro día un padre muy sensible con estas cuestiones de cómo comen nuestros hijos y sobre cómo se les educa me mandó uno de los ejercicios de discriminación visual y de mates que tenía que hacer su hijo como deberes en casa. Estoy hablando de un niño de seis años al que se le pide en un ejercicio que rodee un número concreto de elementos iguales entre un conjunto de diferentes elementos… y resulta que el conjunto de elementos diferentes está formado única y exclusivamete por alimentos pertenecientes al “grupo” de la comida basura o más llanamente por hamburguesas, patatas fritas y helados. Y no es solo eso, sino que el niño, ¡llegó a preguntar: “papá, ¿porqué todo es de McDonalds”!

Ejercicio basura

 

Mira que en la editorial podían haber escogido, melones, mandarinas y manzanas; o coches, motos y trenes, o pantalones, camisetas y faldas, o guantes, sombreros y paraguas… pero no, hamburguesas, patatas fritas y helados, ¡olé!

Quizá haya a quien le parezca una tontería pero se trata de una publicidad subliminal, que muy posiblemente se haya hecho sin darse cuenta, pero no me vale. Cuando se está educando hay que darse cuenta de estas cosas. Y así debió opinar el papá, que terminó llamando a la editorial en cuestión y, de buenas formas les expuso su parecer. Y también de buenas formas le contestaron que, sinceramente, no habían reparado en ello y que tenía razón, que normalmente se preocupan por cuestiones que puedan afectar a una discriminación sexual o religiosa, pero no alimentaria y que, pásmate, el tema de los dibujos de la comida basura lo eliminarían en la próxima edición.

Esto sí que se merece un gran «olé» por Rubén Álvarez Llovera el biólogo y papá de Alberto (el niño de 6 años) que es quien me trasladó el tema. «Olé» porque las cosas cambian en la medida que nosotros hacemos que cambien. Y este es un buen ejemplo. Aunque las cosas no estén nada fáciles… o precisamente por eso, porque es entonces cuando más falta hace.

 

‘Mediterraneamos’: inspirando a los jóvenes en la dieta mediterránea

RapUna nueva campaña institucional trata de acercar la dieta mediterránea, en esta ocasión a los más jóvenes. ‘Mediterraneamos’ es su nombre y pretende dar a conocer y vincular el típico patrón dietético mediterráneo a un grupo de edad bien concreto, aquel entre 13 y 16 años tal y como se puede ver en su página web. Cuenta con el asesoramiento de la Fundación Dieta Mediterránea y el apoyo del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente.

En esencia se trata de promocionar unos adecuados hábitos dietéticos y de estilo de vida entre la población de educación secundaria a partir del seguimiento de los preceptos más básicos de la dieta mediterránea. Así, invita a los chavales a conocer y hacer uso de este planteamiento dietético.

Además, el plato fuerte de la campaña se centra en la promoción de un concurso de vídeos en los que, en clave de rap, los chavales puedan dedicar sus particulares odas a la dieta mediterránea.

Hasta aquí todo bien… o casi bien, porque hay algunas cosas con las que no coincido demasiado, y otras con las que disiento completamente. No me gusta el tema del haber escogido el estilo rap cuando esta es una opción cerrada. A parte de que me parece que a todo el constructo mediterráneo el rap le cae como a un Cristo dos pistolas. Pero pasando por encima de esta apreciación personal (allá cada cual con sus fobias y filias) creo que hubiera sido una mejor idea, con más posibilidades, el que el tema musical hubiera estado abierto a otros estilos, no solo el del mencionado rap. Ellos sabrán.

Otra de las cosas que a mi parecer no están bien hechas es que en la web se diga que se pueden visitar los perfiles de esta iniciativa en canales como Facebook, Tuenti y YouTube; sin embargo me costó Dios y ayuda encontrar la página en cuestión en Facebook ya que esta está asociada a la del MAGRAMA y con la palabra “mediterraneamos” en Facebook no se obtiene ni un solo resultado. En cualquier caso, por si la quieres, la tienes aquí. En lo que respecta a Tuenti, no puedo decir nada, como no soy usuario no puedo entrar; y en cuanto al canal en YouTube a día de hoy solo está el rap promocional y no hay, tal y como se anunciaen la web ninguna “información divertida e interesante sobre la Dieta Mediterránea”.

Pero lo que me parece un despropósito superlativo es el enlace que puedes encontrar en esta página de la web ‘mediterraneamos’ (ver nota de actualización al final de esta página). En ella se encuentra un vínculo que te sugiere la posibilidad de recibir más información sobre la Dieta Mediterránea y te conduce a una página de la Fundación homónima… ¿Y que encontramos en esta página? Pues nada más y nada menos que las 10 recomendaciones básicas, repito, básicas, de la Dieta Mediterránea. Incluida entre ellas la número nueve, que dice textualmente:

El agua es la bebida por excelencia en el Mediterráneo.  El vino debe tomarse con moderación y durante las comidas.

El agua es fundamental en nuestra dieta. El vino es un alimento tradicional en la dieta mediterránea que puede tener efectos beneficiosos para la salud consumiéndolo con moderación y en el contexto de una dieta equilibrada.

A ver, que yo me entere… ¿se les está lanzando a los jóvenes entre 13 y 16 años el mensaje de que el vino “debe tomarse con moderación y durante las comidas y que el vino es un alimento tradicional en este planteamiento dietético con diversos efectos beneficiosos”?

Me temo que en este punto han metido la pata. Cuando no, además, han traspasado una bien delimitada linea roja, es decir, el haber incurrido en una soberana ilegalidad al promocionar (ni tan siquiera de forma subliminal) el consumo de vino entre menores de edad. Dejando de lado el tema del rédito final sobre la salud en términos de riesgo/beneficio que tiene asociado el consumo de vino aunque sea en cantidades moderadas (algo que yo tengo muy claro) creo que promocionar esta «recomendación básica» entre la población objetivo no es de recibo y además opino que es ilegal.

En mi opinión, ‘mediterraneamos’ parte de una buena iniciativa, pobremente promocionada e implementada y con terribles errores. A mí así no me gustan las cosas. Señores del Ministerio y de la Fundación, están a tiempo, así que por favor, rectifiquen. Rectifiquen.

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Actualización de última hora: Apenas 12 horas después desde la publicación de este post, el Ministerio de Agricultura, Alimentación  y Medio Ambiente o la Fundación Dieta Mediterránea, o los dos al alimón, han cambiado el enlace de la discordia y, ahora el vínculo aludido te redirige a otra página en la que no se hace mención alguna al consumo de vino entre jóvenes de 13 a 16 años (afortunadamente) que es lo que habrás visto. El enlace que estaba y ahora no es este de aquí. Agradezco al MAGRAMA y a la Fundación Dieta Mediterránea su rápida y acertada rectificación.

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Imagen: photostock vía freedigitalphotos.net

Verdura de verdad (síntesis)

Zanahorias manoComentaba el otro día que el consumo de verduras y hortalizas entre los más pequeños es uno de los eternos caballos de batalla cuando estos se sientan a la mesa. Nada nuevo y que además no sea vox populi.

En estas circunstancias, distintas empresas alimentarias han sabido apreciar una oportunidad de negocio a partir de este marco y aportar soluciones con las más variadas estrategias. Una de ellas la vimos en este post. En resumen, se trata de considerar los elementos de la discordia, las hortalizas, y sacarlas de su contexto disfrazándolas con una serie de características propias de otro grupo de alimentos, las chuches. Otra de esas soluciones es, al contrario, coger las chuches tal cual y ponerles sabor a hortalizas, tal y como vimos ayer.

No voy a volver a comentar esta última posibilidad, errónea y mala como la peor… Es decir, la que toma lo peor de ambos grupos de alimentos. Por lo tanto no le veo ninguna ventaja a esta propuesta se mire como se mire, salvo la de ser una propuesta bizarra y curiosa donde las haya. Centrémonos pues en la primera.

¿Cuáles son las razones por las que los niños no comen verduras y hortalizas como a los mayores nos gustaría que las comieran; tienen acaso los niños la culpa? Yo lo dudo. Los niños no se ponen de acuerdo para chinchar a sus padres, no hay un contubernio infantil orquestado para dar mal en este terreno. Sea por las razones que sean los niños no tienen la culpa de no preferir verduras y hortalizas frente a otros alimentos cuando los otros se presentan juntos o como alternativa.

Y aquí quería yo llegar, supongamos que en el momento de la merienda, ofrecemos a un grupo de chavales dos posibilidades una, digámosle tradicional y poco saludable, consistente en galletitas con perlitas de chocolate (o bien una serie de gominotas y caramelos “con zumo de frutas”, ¿te acuerdas?) y, la otra, a base de las ya conocidas Power Pupis (hortalizas precortadas con sugerentes formas y presentadas en llamativos envases) ¿Qué opción crees que preferirán la mayoría de ellos? Yo lo tengo claro, ellos también y seguro que tú también.

Pues de eso se trata, no tanto de las elecciones que los niños puedan hacer en un momento determinado frente a un variado catálogo de opciones, sino más bien qué es lo que tú como padre, madre o cuidador vas a poner a su alcance diariamente. Como dice mi querido compañero Eduard Baladía: “Un niño no come lo que no tiene en casa o lo que tú no pongas a su alcance”

Se trata de eso y se trata de la publicidad. Veamos… ¿has visto algún anuncio en televisión de las referidas Power Pupis? Yo no. ¿Te has fijado en el número de “visualizaciones” que tiene el spot de esta gama de productos en el canal youtube? Ya te lo digo yo, no llega a 600 (muy pocas) y eso teniendo en cuenta que el vídeo está colgado allá por el mes de mayo.

¿Crees que esta inversión en publicidad de los Power Pupis es en modo alguno rival para los anuncios de snacks dulces y salados, las barritas de chocolate, las galletitas, los zumos comerciales, los huevitos de chocolate con sorpresa, los preparados lácteos…? No sé si te has parado alguna vez delante de la televisión cuando en canales como Boing, DisneyChannel y demás similares ponen anuncios… Es increíble el bombardeo incesante, el chorreo de “alimentos” que tienen a los más pequeños como público objetivo. Y sí, la mayor parte de ellos tienen un mini faldón con letra microscópica en el que se recuerda la importancia de seguir unos hábitos saludables tanto en lo que respecta a la alimentación como a la actividad física (Código PAOS). Algo que podrá quedar muy bonito pero que sirve para muy poco. Así, está claro que Power Pupis jamás podrá presentarse como una opción competitiva.

Y por último, se trata de lo que nosotros como padres hacemos como cuidadores. ¿Comemos nosotros delante de ellos una suficiente variedad de este grupo de alimentos? ¿los preparamos de modo atractivo y apetecible? ¿tenemos suficientes recursos culinarios para presentarlos en recetas variadas y apetitosas? ¿los involucramos en los procesos de compra, cocina, etc y los comemos junto a ellos? ¿somos de los que elegimos un menú infantil para nuestros hijos cuando salimos fuera de casa? ¿no nos habremos vuelto quizá demasiado comodones y, entonces, por evitar la negativa, el diálogo… terminamos proscribiendo nosotros mismos los verduras y hortalizas en el menú de nuestros hijos? Y para acabar, más preguntas retóricas ¿creemos que este tipo de soluciones más o menos puntuales son al menos una parte de la solución para esos niños que no comen hortalizas en una mesa? Me temo que no y me aventuro a decir que quienes más terminen utilizando el producto Power Pupis o similar sean aquellas familias que en principio menos lo necesitarían.

Más allá del producto en sí y sus posibles utilidades a la hora de transportarlo y demás, creo que sería conveniente que en nuestras casas se usaran alternativas más saludables, apetecibles y sabrosas tanto en el momento de las comidas, como en el caso de meriendas y almuerzos y aperitivos… ¿te acuerdas del pinzimonio? ¿le has dado alguna vez a tus hijos una zanahoria cruda y limpia, con su penacho para que vaya “picoteando”; han probado ellos por ejemplo los rábanos…?

Probablemente si en nuestras casas presentamos las verduras como algo normal, de diversas y apetecibles maneras, quizá las alternativas de picotear hortalizas precortadas y envasadas no serían tan necesarias. No es una cuestión de certezas matemáticas, pero sí de probabilidades. El reto no consite en que nuestros hijos coman hortalizas sea como sea y si para ello hay que «disfrazarlas» de chuches, pues se disfrazan. No, el reto consiste en que este grupo de alimentos sea asumido como algo normal, no como un castigo… y las chuches un premio. Déjemos las chuches donde están, usándolas como se merecen (en poca cantidad y no muy frecuentemente) y procuremos que en general nuestros hijos disfruten de unos hábitos alimentarios saludables.

A pesar de los dicho, de veras que me gustaría que Power Pupis terminara siendo un éxito comercial. Si así fuera significaría que a lo mejor algo está cambiando entre los consumidores. Pero de entrada lo tienen difícil, además de su escasa publicidad, no es nada fácil de encontrar. Al menos en las dos cadenas de distribución que frecuentamos en casa este producto no se comercializa. Una pena.

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Imagen: Clare Bloomfield vía freedigitalphotos.net

Chuches de verdad con sabor a verdura de mentira (antítesis)

[Nota: Se recomienda leer la entrada anterior, Chuches de mentira con sabor a verdura de verdad (tesis)]

Hace cierto tiempo que ya no me inquietan muchas de las cosas que no comprendo. Son así, alguien se ha empeñado en ello y sus razones tendrá. Y no pregunto. No lo hago porque dudo mucho que ante esas cuestiones a las que me refiero alguien pudiera dar una respuesta razonada o válida.

Uno de esos casos a los que me refiero son las chuches con sabor a verdura… con supuesto sabor a verdura se entiende. Se trata de aunar en un solo producto todo lo malo de las chuches, en este caso el prácticamente nulo valor nutricional de unos caramelos duros (a base de azúcares a tutiplén) con el elemento menos atractivo que se suele atribuir a las verduras, su sabor.

El fabricante, Archie McPhee, especializado en cosas raras como habrás comprobado si has seguido el enlace en anterior, comercializa estas golosinas con sabor a verduras en unas bonitas cajas metálicas que contienen tres variedades de golosinas: con sabor a maíz, judías verdes y zanahoria. En su publicidad se afirma que estos caramelos resuelven el viejo problema de tener que comerse primero las verduras para llegar a comer el postre (que se entiende es dulce). No les falta humor a la hora de reconocer que resulta especialmente divertido ver la expresión de un niño cuando los prueba, ya que su cara se transforma en una rara mezcla de horror y placer al mismo tiempo.

Si se es vegetariano, afirman en su página, estos caramelos resultan el aliado perfecto para enmendar la plana a todos aquellos que te sugieran que te comas un caramelo de panceta. Caramelos de panceta o de tocino que también comercializa este fabricante en otra sugerente lata. Así como una especie de petas-zetas de bacon, unas gominolas con forma de bacon pero con sabor a fresa (no preguntes), pasta de dientes con sabor a bacon (como ves tienen una amplia gama de productos dedicados al bacon), chicles de wasabi, y tantas otras cosas…

En mi opinión una graciosa majadería que dudo mucho que tenga éxito en cualquiera de las dos comunidades observadas, la vegetariana y la infantil.

A mí las verduras me gustan, y bastante, pero me sorpredería mucho que el sabor de estos caramelos se asemejara al de las verduras de verdad. En cualquier caso ¿a qué fin?

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Nota: Una vez más esta entrada se la debo a una compañera-twittera (@Innventio) que me puso sobre la pista de la existencia de este… engendro.

 

Chuches de mentira con sabor a verdura de verdad (tesis)

El consumo de frutas y más en especial de verduras y hortalizas entre los más pequeños es observado con no poca preocupación por las madres y los padres de estos. Son frecuentes la ansiedad e inquietudes de los cuidadores al respecto del bajo consumo que los más pequeños hacen de estos grupos de alimentos. Los niños argumentan, y luego los padres repiten haciendo buena la proposición, que estos alimentos son sosos, saben mal (en comparación con otros más de su gusto), huelen mal, son aburridos y, en definitiva, que no gustan. No gustan. Punto. Los niños y adolescentes prefieren alimentos de sabor más intenso, que se puedan comer con la mano, productos más de conveniencia, más divertidos, etcétera.

Y como no gustan no se consumen. Lo cual causa gran preocupación entre los progenitores porque, todo el mundo lo sabe: verduras y hortalizas son alimentos sanísimos. Lo dicen todos los expertos, las más elementales guías sobre alimentación saludable, etcétera. Y yo creo que, más o menos, así es.

Así, un patrón de consumo de alimentos que deja a un lado estos grupos o que, más sencillamente, no los incluye según las más repetidas recomendaciones, termina por convertirse en un patrón de alimentación desequilibrado y poco sano. Muchas veces proclive o tendente a la obesidad con alimentos menos recomendados, más fáciles y cargados de calorías vacías.

Por estas razones, supongo, nació Power Pupis, un producto que trata de acercar los vegetales a los niños. ¿Y cómo lo hace? Pues se presentan en un formato hasta el momento desconocido. Una descontextualización de las verduras, sacándolas del plato y del guiso-al-uso y que las presenta a modo de chucherías, como un snack de conveniencia, algo divertido. Además utiliza uno de los reclamos más frecuentes entre “el otro mundo” de alimentos, el de las chuches. Power Pupis tira de la imagen de superhéroes y superpoderes para vender sus propiedades. Se trata de verduras y hortalizas frescas precortadas con personajes sugerentes para la imaginación de los más pequeños. Así, Zanahorio, Naboki, Remolachina y Calabacita, nos venden a los padres (para que a su vez se lo vendamos a nuestros hijos) los beneficios en el consumo de este grupo de alimentos.

¿Son los Power Pupis una buena propuesta? ¿Es este un método válido para que nuestros hijos alcancen un patrón de alimentación adecuado?

Con sinceridad, sin considerar que esté mal y loando los fines de esta iniciativa, lo dudo. Antes de dar mis razones y aportar mis consejos (algo que sucederá el próximo jueves) habrá que conocer la antítesis en la entrada de mañana. Una entrada que a diferencia de la de hoy se titulará Chuches de verdad con sabor a verdura de mentira. Y tras ella, la síntesis, verduras de verdad con sabor a chuches de verdad.

No te los pierdas.

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Nota: no te cortes y deja en los comentarios qué te parecen los Power Pupis, ¿los has probado? ¿son fáciles de encontrar?

¿Estas al corriente de la “verdadera” calidad nutricional del menú escolar de tus hijos?

Escuela silencioSomos muchos los padres quienes nos cuestionamos si al mismo tiempo que los menús escolares de nuestros hijos están bien planificados, luego esta planificación se traduce en una adecuada “puesta en el plato” día tras día. Está claro que una cosa es el menú semanal o mensual que nos hacen llegar desde el colegio, que sobre el papel puede quedar más o menos bonito y que luego, habrá que ver si las calidades son las más adecuadas.

Son frecuentes las revisiones de los menús escolares por entidades más o menos independientes en esta cuestión. Algunas de las más recurridas en los últimos años son las que con cierta periodicidad realiza el grupo Eroski-Consumer, aquí tienes las que hicieron en los años 2004, 2008 y 2011. Es complicado realizar un resumen que abarque las tres revisiones mencionadas, las distintas localidades objeto de análisis y sus diversas particularidades, pero mi conclusión es que así vamos mal. En especial cuando se toma en consideración que estamos en centros educativos y que la educación alimentaria debería ser, si no una materia específica, sí al menos un aspecto a tratar de forma transversal y qué mejor momento para hacerlo que en el de la comida.

Pero el caso que hoy os traigo es más reciente. Hace apenas quince días el Colegio Oficial de Dietistas-Nutricionistas de Illes Beleares hizo público un informe técnico sobre la adecuación de las comidas de los centros escolares de esta CCAA a la Ley de Seguridad Alimentaria y Nutrición entre otras normas aplicables. El triste resumen de sus conclusiones es el siguiente:

  • El 80% de los menús evaluados en este informe no cumplen la Ley SAN y sólo el 10% cumple con la normativa específica de Baleares.
  • El 40% de los menús, según los datos disponibles, carecen de cualquier tipo de supervisión.
  • Los menús que tienen algún tipo de supervisión, se adaptan con mayor frecuencia a la normativa.
  • Existen diferencias significativas en cuanto al grado de cumplimiento, cuando la supervisión la realiza un dietista-nutricionista.
  • Solo 1 de cada 10 menús cumple la normativa y éstos están supervisados por dietistas- nutricionistas.
  • En ocasiones los profesionales que supervisan se encuentran con dificultades para adecuar los menús por petición expresa del centro educativo.
  • Aunque no se han evaluado menús de centros de 0 a 3 años, nos consta que la recomendación de cenas complementarias, la disponibilidad por escrito de menús especiales o la documentación sobre la información detallada de los platos que componen los menús es, en la inmensa mayoría de los centros, nula.

¿Nada mal, verdad?

Con el post de hoy quiero además a invitarte a conocer dos blogs amigos muy recomendables. Por un lado el de Lucía y su blog “Dime qué comes” y, por el otro, el de Raquel y su “Educando la alimentación”. En ambos se ha tratado recientemente este tema. En el primero, Lucía plantea una simple pregunta que puede ser muy reveladora de la calidad de la planificación del menú de tus hijos, el número de veces que hay un postre lácteo o, esto lo digo yo, el número de veces que el postre no es fruta fresca. Por su parte Raquel hace un desglose más pormenorizado que deja entrever las habituales miserias de los menús escolares: abuso de carnes y más en especial (lo que aun es peor) de sus derivados procesados; alta presencia de fritos; escasez de productos vegetales frescos, abundancia de rebozados, calidades “justas”, etc. Lo peor de todo esto no es tanto la constatación de una lamentable realidad sino el origen de tales males: el balance de cuentas de las empresas de catering, las presiones del centro (y de los padres) para que el niño coma… lo que sea, pero que coma, etcétera.

No sé que me da que las circunstancias en Illes Baleares no es un caso aislado. Mis hijas no comen en el colegio, tenemos la fortuna de poder arreglar el día a día para que coman en casa, pero créeme si te digo que pasan muchos menús de este estilo por mis ojos y su planificación es muchas veces, la haya hecho quien la haya hecho, lamentable. Eso la planificación, así que imagínate “la puesta en escena”.

Seguro que como madre, padre, docente o incluso por tu experiencia personal, tienes algunas cosas que contarnos sobre este tema.

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Imagen: imagerymajestic vía freedigitalphotos.net